Cap.XXX /(26ªEt.=34,3Km) ZAMORA–RIEGO DEL CAMINO (11
Mayo, Martes)
Me
asomo a la ventana con la primera luz del día. Cae una lluvia fina,
de forma intermitente; no vale la pena correr, se están cumpliendo
las previsiones meteorológicas, oídas en la víspera: la lluvia
tardaría dos días en desaparecer. A las 7,45 estamos desayunando en
el “self-service” de la Residencia. Hay de todo, menos
lo que más deseamos: los crujientes
‘croissants’
que habíamos disfrutado el día anterior… Ya son dos desgracias para
empezar; primero la lluvia, y ahora no hay croissants...
Estaba visto que hoy tendríamos el día malo, y por desgracia se va
cumpliendo el presagio … ; ya os anticipo que la etapa sería muy
aburrida y pesada, por el tiempo y la monotonía del paisaje. Esto,
unido a una longitud considerable acabaría por machacarnos bastante,
como luego veremos.
En vista del tiempo, nos forramos de plástico por todas partes.
Tendríamos que habernos hecho alguna foto de esa guisa..., pero no
encontramos el fotógrafo en el momento oportuno. Desde luego,
tenemos una pinta de lo más estrafalario, porque cada uno se lo
monta a su manera… Cuando parece que afloja la lluvia, nos lanzamos
a la calle. Son las 8,30.
<
foto 1: (Roales del Pan) Travesía por la vieja
Calzada; pasamos junto a la Iglesia de La Asnución
(km 7.6)>
Salimos de Zamora por la cuesta de La Morana, hasta
enlazar con el arcén de la N-630. El primer pueblo, Roales del
Pan, dista solo 7,6 km de la capital; demasiado cerca para
detenerse a almorzar. De este pueblo solo cabe resaltar la bella
estampa de su iglesia parroquial (Ntra. Sra. De La Asunción).
Pararíamos para hacer un descanso y dar de los bocatas a las
10.15h. Desde Zamora no hemos visto ni un solo árbol, ni abrigo
donde guarecernos; y ahora que toca el almuerzo tampoco se ve nada
apropiado. Además, todo está muy mojado, y no hay más remedio que
comer de pié.
La parada durará solo diez minutos, y reanudamos la marcha sin más
interrupciones hasta llegar a la entrada de Montamarta
(12.30h), donde comeremos. Hemos hecho 18,4 km. desde
Zamora, alternando pistas de tierra con asfalto sin descanso, y
estamos locos por sentarnos. Miro a los colegas y ni se me ocurre
especular con la elección del mesón o bar más apropiado donde
hacerlo… Será el primero que vemos, a pie de carretera; uno que no
tiene ninguna información de su oferta gastronómica en la puerta,
pero al que un vecino nos pone por las nubes. La verdad es que
tampoco hacía falta demasiado elogio, porque nos íbamos a meter
allí igualmente. Son las 12,45, cuando nos sirven el primer plato.
Este fue el menú:
--1er plato: Alubias estofadas (los tres)
--2º plato: Bistec de ternera (JL, F) – Ternera guisada
(A)
Hemos comido bastante rápido y cuando esperábamos el café podemos
comprobar que el tiempo había mejorada un poco. Terminamos y ya no
llueve nada, así que decidimos no demorar la salida y adelantar
todo el terreno posible, antes de que retorne la lluvia. Nos quedan
algo 16 km, es decir unas tres horas y media, para llegar a nuestro
objetivo.
<
foto 2: (Montamarta) cruce de una lengua seca del
embalse de Ricobayo, ante
ermita Virgen del Castillo (km 18,5)
A partir de Montamarta iremos encontrando las mejores
panorámicas de la etapa. De salida, a un kilómetro escaso del centro
urbano veremos la primera de ellas. Las marcas nos han conducido por
una pista que baja recta hacia el lecho seco de una de las lenguas
del embalse de Ricobayo. En ese lugar, que cruza un
pequeño pontón, distinguimos como a 500 metros la airosa silueta de
La Virgen del Castillo, ermita que
corona un promontorio a la izquierda de nuestro Camino, que
en ocasiones debe quedar cercada por las aguas. Se trata de un
templo muy venerado en esta comarca (ver
imagen).
Para salir de la lengua del pantano, hay que subir por pista
asfaltada una cuesta bastante prolongada; y es precisamente ahí
donde empezaremos a ‘cascar’, algo que no estaba previsto en el
guión. Mis colegas caminan con evidente lentitud, y a mí me está
molestando horrores la hernia. Tanto, que me vería obligado a
impulsarme cogiendo el bastón con la mano izquierda exclusivamente,
y aplicando la derecha sobre la zona inguinal para evitar que el
desgarro se extendiera y tuviéramos males mayores… A resultas de eso
avanzo con cierta dificultad, sobrecargando la pierna derecha
demasiado. En cuanto a mis compañeros tampoco van sobrados...:
Juán Luis me confiesa que ya empieza a dolerle todo, y tengo la
sensación de que va peor que yo; Francisco no dice nada, pero
tampoco se le ve muy fino... Poco después, cuando hemos hecho unos 5
km desde Montamarta, decidimos parar un buen rato para
descansar, estando aún en plena ascensión de la falda del embalse.
Separando la pista asfaltada por la que subimos de un extenso
prado, hay allí una acequia en la que nos recostamos durante 40
minutos. Afortunadamente la lluvia no hace acto de presencia, pero
todo sigue súper-húmedo por los recientes chubascos... Yo me vengo
poniendo o quitando los manguitos del pantalón, según va el tiempo,
pero a JL y F los pantalones impermeables les hacen
sudar de lo lindo. . .
Mientras reposamos, mi cabeza no deja de darle vueltas al ‘colapso
físico’ que en mayor a menor medida hemos sufrido los tres… Al
final, llego a la conclusión de que ‘nos ha matado’ esta dura
subida, cuando estábamos en plena digestión. Lo que me reafirma en
la conveniencia de no hacer etapas partidas: hay que
finalizar la jornada antes de la comida de mediodía. Esa será mi
norma a partir de esta fecha; pocas veces la romperé en el futuro.
Bastante aliviados tras el descanso, reanudamos la marcha. Antes de
alcanzar el siguiente pueblo, Fontanillas de Castro,
todavía nos quedaban por atravesar otras dos lenguas del pantano.
Se trata de un tránsito muy dificultoso porque nos rompe el ritmo,
al obligarnos a subir y bajar una serie de toboganes que no son moco
de pavo; por llevar encima, no lo olvidemos, mochilas de 8 ó 9kg...
Y menos mal que las dichosas lenguas están secas...., pues de lo
contrario habría que dar un rodeo. El paisaje ha mejorado
ligeramente, ahora se ven a lo lejos algunas arboledas, pero
nosotros no cruzamos por ninguna. Nos preocupa eso, porque ante la
eventualidad de un súbito aguacero no habría donde guarecerse…
<
foto 3: (Fontanillas de Castro) panorámica del
embalse de Ricobayo, y al fondo vistas de las ruinas de
Castrotorafe (km 26,5)>
En la proximidad de Fontanillas de Castro,
llegamos a un punto dominante frente al interminable y bello
embalse. Ante nosotros vemos recortarse en el horizonte
occidental, como a un par de km., las ruinas del castillo de
Castrotorafe, citado en todas las guías del Camino.
Ese castillo protegía la extinguida ciudad del mismo nombre, que
estuvo habitada hasta el siglo XVIII… Desde nuestra atalaya se
divisan nítidamente un par de lenguas navegables del pantano,
que ocupan el primer plano de una impresionante panorámica (ver
imagen nº3).
Con bastante cansancio encima, nos acercamos poco a poco al caserío
de Fontanillas, último pueblo que atravesaremos antes de
alcanzar Riego del Camino. Se trata de un
lugar intrascendente, que se alarga a ambos lados de la
carretera nacional. No obstante acertamos a ver un bar abierto,
donde entramos a tomar café y cargar las pilas para el asalto final.
Nos quedan tan solo 3,7 km, que se hacen interminables. Cuando
estamos llegando a Riego,
tengo que detenerme un par de veces a causa de las punzadas de la
hernia. También noto que la rodilla derecha empieza a doler de forma
persistente; debido seguramente a la obligada, aunque irregular
forma de andar, protegiendo con preferencia el apoyo sobre el lado
izquierdo. En cuanto a JL, camina a pasitos cortos. Visto
desde atrás, es la viva estampa de Charlie Chaplin en el
papel de Charlot ...; indudablemente es el más cascado de los
tres. Son las 18,20 h cuando penetramos en el pueblo.
<
foto 4: (Riego del Camino) acceso desde nuestra
pista a cra,N-630 y columbario típico de la comarca (km 33)>
A pesar del cansancio, la primera impresión de Riego es
buena. Se trata de un lugar armonioso y tranquilo, integrado
en el municipio de Manganeses de La Lampreana, cuyo
pueblo homónimo está a 5km en dirección este. Antes de llegar nos
ha llamado la atención la cantidad de columbarios (palomares)
que hay en su entorno; cuadrados algunos de ellos y sobre todo
redondos, encalados en su mayoría en color blanco
(véase img.nº4).
No tardamos en hallar el albergue público: se
encuentra ubicado en la calle Camino de La Iglesia
(img.nº5),
ocupando la planta superior del Hogar del Jubilado. Como
decíamos, el dormitorio habilitado para los peregrinos está en la
planta alta: un desván con suelo de madera y tejado a dos aguas con
la viguería vista. La casa es grande; un antiguo caserón,
reconvertido por el Ayuntamiento para usos sociales. Solo tiene un
lunar importante: hay un único excusado-aseo-ducha que está
situado en la planta baja, el cual deberemos compartir con el Bar
del Jubilado. Y por si fuera poco, este servicio es
extremadamente pequeño, apenas te puedes mover entre la ducha y el
W.C.
Cuando llegamos al dormitorio encontramos dos estancias, separadas
por tabique medianero. La primera está vacía, con un colchón en el
suelo. En la segunda hay tres literas, en una de las cuales duerme
alguien, ocupando la cama inferior. Vemos otra mochila junto a esa
misma litera. Rápidamente decidimos reservar las dos camas bajas
restantes, amén del colchón de la sala primera (que elige utilizar
Francisco). Las tres literas están adosadas junto a la pared
izquierda de la sala. Al otro lado de la estancia hay una pequeña
mesa y dos sillas, junto a la única ventana del desván. Mientras nos
estamos descalzando, vemos que de la única litera ocupada
previamente asoma la rubia cabeza de una chica: se presenta como
Bárbara, y es italiana. Nos dice que hace el camino desde
Sevilla
en compañía de un brasileño, que es el propietario de la 2ª mochila.
Nos presentamos, y luego vamos sin demora a ducharnos, bajando por
turno riguroso al pequeño cuchitril anexo al bar...
<
foto 5: (Riego del Camino) calle Camino de la
Iglesia (a 20mts del Albergue), desde la que
llegamos a la Iglesia de San Cristóbal)>
El Camino de La Iglesia, estrecha calle donde está situado
nuestro refugio, se encuentra en la parte alta de Riego.
Preguntando en el bar del jubilado, nos han dicho que en una
bocacalle cercana al templo encontraríamos una tienda donde
abastecernos. Así que, tras el aseo personal nos vamos en busca de
las viandas; para una cena que haríamos en el propio local social y
el almuerzo del día siguiente. El comercio que nos indicaron lo
encontramos cerca de la Iglesia de San Cristóbal. Se trata
de un pequeño negocio donde tienen afortunadamente todo lo
necesario, excepto el pan, que hay que buscar en una tahona
relativamente alejada. Por el camino nos tropezamos con la italiana
y el brasileño, que precisamente vienen de la panadería y buscan
ahora el resto de provisiones..; de manera que nos intercambiamos
información y proseguimos cada cual a lo nuestro. Cumplido el
objetivo, volvemos sin pérdida de tiempo al refugio; hoy no
nos quedan ganas de corretear el pueblo.
Cuando estábamos preparando la cena y los bocatas en una de las
mesas del local social, vemos entrar un grupo de cuatro ciclistas.
Uno de los abuelos que andaba por allí les informa que no hay
colchonetas para todos, por lo que les dirige al domicilio de una
señora que ejerce como hospitalera del Albergue.
Poco después aparece esta buena mujer, haciendo los oficios de su
cargo..., entre ellos recoger las contribuciones voluntarias para el
sostenimiento decoroso de la casa. Nos sella a nosotros la
credencial, y le entregamos 10 € a cuenta de los tres, que son bien
recibidos.
Cenamos pues nuestro popurrí de frutas en el salón-bar del
jubilado, con la ligera inquietud de no saber cómo se ubicarían
finalmente esos ciclistas. Tras la pequeña barra vemos ahora a una
mujer bastante gruesa, que dormita mientras espera inútilmente que
alguien pida algo... Hay también en la sala un par de viejos viendo
la tele, además de nosotros que estamos devorando rápidamente
nuestra provisión de fruta.
Creo recordar, que acabamos tomando un café, aunque no puedo
precisar si lo pedimos a la paciente barman (mejor ‘barwoman’)
o bien lo sacamos de una máquina tragaperras que había por allí...
Lo que si recuerdo perfectamente, es que hicimos una tanda de
manitas al dominó, que acabé ganando yo.
Durante las partidas, estuvimos estudiando la perspectiva de la
etapa siguiente. En vistas de que esta etapa sería parecida en
dureza a la de hoy, y sin posibilidades de partirla en dos tramos,
decidimos que Juan Luis cogiera el bus hasta
Benavente. Por el camino ya entraríamos en contacto para
encontrarnos en algún lugar céntrico. De esta manera, JL
aprovecharía la coyuntura para buscar tranquilamente un alojamiento
adecuado; porque en esa ciudad, como en Zamora, no tienen Refugio
de Peregrinos.
Cuando subimos a dormir al desván, pudimos comprobar que los
ciclistas habían elegido instalarse, ¡en pleno!, en la habitación de
Francesc. Y lo peor para F: se presentarían
justamente cuando estábamos en el 1er. sueño, haciendo bastante
ruido y tropezando aquí y allá con todo lo que había por en medio.
Finalmente se quedarían sin ocupar las dos colchonetas superiores
vacantes, de mi litera y la de JL… En definitiva, se
suponía que mi cuñado y yo dormiríamos más tranquilos, todo lo
contrario que el pobre Francesc… Pero curiosamente dormimos
los tres como troncos esa noche, una vez terminada la movida de los
ciclistas; no recuerdo haber escuchado ningún ‘concierto’ como en
alguna jornada anterior.
-----------------------ooo000ooo-------------------