Cap.X / (9ªEtapa=33,9Km) “La Almazara” (V. de Barros)-TORREMEJIA
(7 Oct. Miércoles)
Como
teníamos previsto, desayuno con mis colegas franceses a las 7 de la
mañana; al hospitalero José Antonio le ha tocado madrugar
para atendernos. Insiste en que piensa hacer un tramo de la Vía
de la Plata
el próximo año, acompañado por su mujer, y no se lo vamos a
cuestionar ahora. Como paso previo, vuelve a recalcar que ya tiene
decidido dejar el tabaco; lo hará el próximo 31 de Diciembre… Nos
dice muy serio que “será una medida previa para afrontar el desafío
del Camino”. Para mostrarnos claramente su convencimiento,
reconoce que el tabaco empieza a crearle algún problema
respiratorio, especialmente cuando la jornada de caza se alarga
demasiado...
Si he de ser
sincero, no me creo una pizca que este hombre cumpla esa promesa en
un plazo corto; su expresión al anunciarnos ese compromiso, y el
tono con que lo dice, no acaban de convencerme. Pero al menos, da en
el clavo relacionando cierta fatiga respiratoria con el tabaco
cuando se endurece la jornada cinegética. Algo parecido a eso lo
hemos experimentado muchos ex-fumadores, lo puedo certificar por
propia experiencia. Por eso, valoro y aplaudo la intentona; es un
primer paso imprescindible para dejar el ‘vicio’ algún día. Para
animarle, y ayudarle a desengancharse, me permito hacerle una
observación: el 95% de los peregrinos que vamos por El Camino
en estas fechas somos jubilados, sobrepasando por tanto los 65 años…
Pues bien, entre este contingente de entusiastas deportistas puedo
asegurar que no fuma prácticamente nadie; es muy raro encontrar
alguien que fume entre este colectivo. Este es sin duda un
indicativo revelador, para cualquiera que quiera analizarlo e
interpretarlo…
Christine
y Jacques apuntan durante el desayuno la idea de que nos
pasemos mutuamente las fotos realizadas en este viaje, una vez
finalizados nuestros respectivos recorridos. Podríamos enviarlas
desde casa, mediante CD ó DVD remitido por correo. Me parece buena
idea, y nos intercambiamos las direcciones con ese fin
(ver abajo Nota
21).
-Nota
21-
Christine & Jacques, dos simpáticos colegas que
no siempre cumplen sus compromisos
.- Ellos
viven a 30 km de la frontera española, concretamente en Anglet,
ciudad situada entre Bayona y Biarritz (pais
vasco-francés). Avecindados en la Avenue d’Espagne
de esa localidad francesa, estaban predestinados a venir a menudo
a nuestro país. Su carácter meridional les facilita congeniar con
nosotros, mostrándose claramente hispanófilos por lo que he visto
y oído de ellos, sin menoscabo de su patriotismo galo. Me cayeron
bien desde el primer momento, y sin embargo… ya puedo adelantar
que no cumplirían su parte del trato. Pasados 15 días tras mi
regreso a casa, les remití un CD conteniendo un 70% de las
imágenes captadas entre Sevilla y Mérida; entre las que no podían
faltar naturalmente aquellos escenarios donde coincidimos,
concretamente en los albergues. Cuando estoy pasando a
limpio 2 años después la inicial redacción de esta memoria, puedo
certificar que no han cumplido su compromiso, pese a que el asunto
fue iniciativa de ellos.
He tomado buena nota de ello, porque me
ilusionaba recibir esas imágenes; me podrían haber servido para
conocer otras perspectivas con las que ver el Camino,
otros criterios para priorizar temas, otra forma de enfocar los
objetivos… Desde luego, si alguien vuelve a plantearme semejante
iniciativa dejaré muy claro que solo remitiré mis fotos contra la
recepción de las enviadas por el impulsor de la idea…
Pese al chasco, no he cambiado mi opinión sobre la pareja. Guardo
buenos recuerdos de ellos, por los agradables momentos
compartidos. Son buena gente, y si los vuelvo a encontrar no les
reprocharé nada. Aunque les recalqué en la nota que acompañaba al
CD mi dirección y nº de teléfono, vamos a suponer que lo
extraviaron todo… De no ser así, y tratarse de simple desidia por
su parte, me queda el pequeño consuelo de haber retenido para un
hipotético 2º envío las mejores imágenes (entre escenarios no
compartidos con ellos). Ese 30% de fotos selectas quise
conservarlas como garantía, para enviarlas posteriormente una vez
recibido su reportaje. Esto sí que lo revelaría a la parejita en
su momento, si llegara a darse el caso de que el Camino nos
volviera a reunir por segunda vez.
A las 7.30h nos
despedimos; la pareja francesa se acercará al restaurante San
Isidro en espera del bus, y yo buscaré un poco más adelante el
atajo señalizado que lleva hasta el pueblo. Ellos planean llegar en
bus hasta Almendralejo, para caminar luego 12 km y dormir en
Torremejía. Yo ya tengo decidido llegar de un tirón hasta
nuestro destino en ese pueblo, pese a que resultará una larga etapa
de 34 km.
He tomado esa
determinación por coherencia: ni la Vía
de la Plata,
ni la Cañada
Aliste – Zamorana
pasan por Almendralejo. Por lo tanto, si en las guías se
ofrece esta opción a los peregrinos es por pura logística, ya que
Torremejía es un destino con limitados servicios, y
culturalmente resulta poco atractivo. De todas formas, creo que
tanto los franceses como yo hemos planteado la opción que más se
corresponde con nuestras apetencias e intereses
(ver Nota 22)…
-Nota
22-
El final de etapa de Torremejía; una elección
discutible
frente a la posibilidad de Almedralejo.-
Christine & Jacques han elegido esta opción porque quieren
andar algo. El autobús tiene parada en Almendralejo, y
desde esa ciudad tendrán un paseo asequible ante sus limitaciones
físicas. Al día siguiente volverían a tener una etapa plácida
hasta Mérida, donde terminan viaje como yo... Por lo tanto
aplaudo su decisión, porque la comprendo perfectamente. En cuanto
a mí, ni me he planteado el desvío hacia Almendralejo,
porque ello supondría apartarme del Camino tradicional, y
esto es algo que me niego a hacer, salvo en las ocasiones en que
ello sea obligado por circunstancias ajenas a mi control.
Mi filosofía del Camino, compartida con otros muchos
peregrinos, es la de intentar seguir siempre el guión original,
ajustándome en lo posible al recorrido clásico. Si el final de
etapa resulta soso, pues me fastidio; así disfrutaré más de
aquellos que tienen atractivos. Ya lo he apuntado en alguna otra
ocasión: pienso que el Camino es un fiel reflejo de la
vida; ha de tener unos tragos más dulces que otros. Por otro lado,
me gusta dejar algún cabo suelto en la planificación, para que
eventualmente pueda darse la sorpresa, buena o mala; en ello están
la sal y la pimienta de esta aventura.
En definitiva, pienso yo que quienes eligen por norma los
recorridos más atractivos, con finales de etapa perfectos, se
están planteando nuestra ruta jacobea como un viaje
turístico barato. Siendo ese el caso lo entendería perfectamente,
pero no estaríamos hablando de peregrinos.
Concluyendo, que es gerundio: me iba a enfrentar a una etapa de
casi 34 km con final incierto; hasta un pueblo más bien soso como
Torremejía, donde escasean los servicios, y cuyo
alojamiento en el albergue público estaba “en el
alero” por las noticias que teníamos. Íbamos a “la aventura”,
esperando que sonara la flauta para encontrarnos alguna sorpresa
agradable.
Pasada nuestra ya conocida área de Servicios, y tras 1,5 km
por el arcén derecho de la N-630, encuentro las marcas amarillas que
no supe ver la tarde anterior en la conjunción de un sendero. Este
me conducirá sin ningún sobresalto hasta Villafranca de los
Barros. No acabo de entender por qué no había visto esas
señales en la jornada precedente…
En el centro del
pueblo, justo frente a la iglesia de Nuestra Señora del Valle,
entro en un bar para que me preparen un bocadillo, y mientras lo
hacen pido un cortado. Por cierto, me cobran por medio bollo con
jamón 3,5€; un precio que juzgo excesivo, a la altura de lo que te
pueden pedir en las zonas más caras de Madrid o Barcelona. Por lo
que veo, en este lugar se han especializado en la “caza” de
peregrinos despistados….
<
Villafranca de los Barros,
Ermita La Coronada>
Para salir
hacia Torremejía hay que subir hacia la parte alta del
pueblo, pasando junto a la Ermita
de La Coronada;
interesante templo situado en la plaza homónima, ya visitada en mi
rápida inspección de la víspera cuando me acerqué a conocer la ruta
de salida. En esa plaza está el hostal Perín, junto al que
paso recordando a mis amigos, que han pernoctado en él. Me imagino
que los cacereños y el francés Henry deben haber
partido hace rato.
Exactamente son
la 8.50 cuando dejo atrás La Coronada, encaminándome hacia la
plaza de toros que distingo cerca, ya en los límites del conjunto
urbano. Ante mí se abre una recta pista que atraviesa un territorio
prácticamente plano, cubierto en un 90% por viñedos; salpicados por
pequeñas parcelas de olivar. Muy lejos en el horizonte Norte,
distingo las breves colinas que se alzan tras Torremegía, y
sobre ellas un cielo amenazador, encapotado por cerrados
nubarrones…Deberé armarme de paciencia; el título que figura como
encabezamiento de la etapa en la guía de “El Pais- Aguilar”
es harto ilustrativo:
Villafranca- Torremejía = Nada por en medio ...; ahora ya
empiezo a comprobar su significado, y a intuir la dura jornada que
me espera. Eso es precisamente lo que percibo cuando miro hacia el
Norte durante mis primeros kilómetros tras Villafranca.
Pronto empezaré a notar que el aire que me llega de frente viene
cargado de humedad, y a la par empezaré a ‘olerme’ que hoy me voy a
mojar... Decido entonces curarme en salud, apretando el paso todo
lo que puedo.
Desde
Villafranca hasta Torremejía queda un tramo de 27 km,
que supondrían 5 horas de marcha de no haber incidencias. En ese
largo intervalo solo me permitiría hacer media docena de fotos,
antes de que llegara la lluvia; para registrar esta inmensa planicie
de la Tierra
de Barros,
tapizada de viñas y dividida en dos por la interminable raya del
Camino.
A las 11.00 me
detengo un momento, para comer mi bocadillo. He encontrado el único
accidente geográfico de este tramo: una oscura acequia de riego, que
me ofrece su pretil para sentarme. Pero no podré completar el mínimo
descanso que acostumbro hacer en estos casos. Solo me permito 5
minutos, porque la tormenta se me vendrá pronto encima, sin remedio.
Antes de ponerme la mochila he protegido los bajos del pantalón con
sendos manguitos impermeables, dejando a mano el polivalente
“anorak” que siempre traigo cuando vengo al Camino. También
llevo bien accesible, en una de las bolsas laterales, un liviano
chubasquero; aunque no me inspira mucha confianza porque su tejido
sintético, ligeramente plastificado, no creo que resista muchos
minutos el aguacero que me espera. Combinando “anorak” y
chubasquero, no esperaba que pudieran protegerme de la lluvia más
allá de 15 minutos...
< Villafranca de Barros-Torremejía,
se aproxima la tormenta>
Con esas
perspectivas, reanudo la marcha con la vista puesta en los confines
que alcanzo a ver del Camino y su entorno cercano. Se trata
de buscar algún abrigo donde guarecerme, por pequeño que sea. Pero
en esta ocasión no tendré la fortuna de encontrarlo; ni una casa, ni
un pontón…, ni siquiera algún árbol mediano que me ofrezca alguna
protección, aunque sea limitada, del aguacero que se me viene
encima.
Solo 15 minutos
después de reemprender la marcha empieza a llover. En un principio
se trata de una lluvia fina, que me permite abrigar la esperanza de
que no dure mucho. Pero no hay suerte, no cesará en ningún momento
hasta alcanzar la meta de esta jornada. A las 12.00, tras media
hora de incesante lluvia, ya está calando el agua en algunas zonas
de mi cuerpo. Calculo que me deben quedar en este momento unos 13
km. para llegar a Torremegía. Por fortuna no hace viento, y
no tendré sensación de frío en ningún momento; y también me ayudan
bastante la calidad de las botas y esos manguitos que cubren los
bajos del pantalón: los pies se mantendrán secos casi hasta el
final…
Sin encontrar
donde guarecerme, no hay otra que apretar los dientes y continuar
adelante, caminando tan rápido como puedo… A las 12.30 diviso
algunos olivos en una pequeña loma, a la izquierda de la pista, pero
ni hago el intento de acercarme a ellos; se ven tan bien podados que
no ofrecerían ninguna protección. Poco después alcanzo a un
matrimonio vasco, que van tan calados como yo... Charlaremos un
ratito sin detenernos, caminando en paralelo. Son novatos, y me
dicen que han principiado el Camino precisamente hoy…. No me
queda otro remedio que reírme por la ‘ocurrencia’, porque solo a un
novato se le ocurre empezar el Camino lloviendo….
Les sugiero que
para otra ocasión no olviden consultar las previsiones
meteorológicas antes de emprender el viaje. Hoy en día, disponemos
de pronósticos bastante fiables a 3 ó 4 días vista. Contando con un
pronóstico favorable dispones al menos de tres días para
aclimatarte….
Tras 10 minutos de
intercambiar impresiones, les dejo porque yo voy bastante más rápido
que ellos. Además, ya me han dicho que se desviarán en un cruce
próximo hacia Almendralejo, y esa sí que me parece una
decisión acertada; aunque yo no la tomaré pese a todo, por las
razones expuestas anteriormente.
A las 12.45 paso
cerca de una viña en plena tarea de vendimia, en el preciso momento
en que la cuadrilla de vendimiadores está plegando velas… Por lo que
observo, acaba de llegar el capataz con un vehículo todo terreno
para recoger a la gente. A duras penas se podrán montar en él los 7
hombres que componen el grupo; por lo que ni siquiera me planteo la
posibilidad de pedir que me lleven…, ni tampoco ellos me lo ofrecen.
En otras circunstancias quizás podría haberme acomodado en ese
vehículo..., aunque esto me habría supuesto un inconveniente
añadido: si hubiera optado por ese tipo de ayuda tendría que haber
regresado en taxi aquí por la tarde, para finalizar los 8 ó 9 km.
que aún deben faltar hasta la meta; en ningún caso dejaría de pisar
el más mínimo trozo del Camino…
A las 13.00hh la
pista empieza a estar impracticable, convertida ya en un auténtico
barrizal; por algo llaman a esta comarca ‘tierra de barros’.
Es un barro rojizo, compuesto seguramente de arcilla y óxidos
férricos, que lo oscurecen hasta dar en ocasiones tonos entre marrón
y violeta. Se engancha tanto a mis botas, que no tengo más remedio
que salir de la pista, para pisar sobre el cañizo de un trigal
recientemente segado. Al parecer, las máquinas no recogieron la
paja, la cual fue expelida precisamente junto a la pista por su lado
derecho; ahora supone para mí una alfombra salvadora… Aunque avanzo
con lentitud, puedo hacerlo con ciertas garantías. De no darse esta
circunstancia, a lo largo de este inmenso trigal que llega hasta el
mismo Torremejía, no sé cómo demonios hubiera logrado salir
del atasco. Serán unos 6 km finales para recordar, que me cuestan un
sobre-esfuerzo hasta el límite durante 1,5 horas.
Para colmo de
desgracias, cuando llego a las inmediaciones del pueblo no logro
encontrar el acceso a su centro urbano, del que me separan las vías
del tren que discurren sobre un elevado talud.
Durante unos
minutos no acierto a comprender el lío en el que ando metido; cuando
sin duda camino ya a las alturas del pueblo, y no acabo de divisarlo
por el dichoso talud del tren... Tras el viaje, ya de regreso en
casa encontraría el “error de navegación” gracias a Internet:
durante un buen rato, caminaba tan pendiente del terreno que pisaba
que al cruzar el Arroyo del Tripero no distinguí las señales
amarillas, que sin duda me hubieran desviado hacia el centro de
Torremegía, pasando bajo el pontón que salva la vía férrea. Eso
es al menos lo que señalan las guías del Camino, y ello me
hubiera ahorrado la guinda del martirio final…
He se seguir en
paralelo a las vías durante unos interminables 500 metros
suplementarios, hasta que veo el puente que las salva, por cruzarse
con la carretera del embalse de Alange. Para acceder a ese
puente, que me llevaría al centro urbano, hay que salvar el
correspondiente desnivel. Tengo dos opciones: a) hacerlo a las
bravas subiendo un terraplén con pendiente del 60º, b) retroceder
60 metros hasta la base de la rampa y vuelta atrás caminando por
ella. Ante esta disyuntiva, el ‘peregrino García’ elije la
opción descabellada de subir la pendiente por las bravas…. Os podéis
imaginar la película…: como soy un poco cabra, embisto el terraplén
haciendo zig-zags y clavando los tacones en la resbaladiza ladera….
Pese a sufrir un par de peligrosos traspiés, no cejaré en mi intento
hasta coronar mi particular “everest”; una vez en el talud no había
marcha atrás posible, sin caer rodando... Era el último escollo y
ahora ya tengo el pueblo a la vista, situado a unos 500 metros del
puente.
Mientras me
aproximo al pueblo logro contactar con Carlos, para confirmar
a los amigos que ya estaba llegando…Por lo que cuenta, ellos hace
rato que están aquí, y solo han tenido que soportar el aguacero unos
30 minutos. Me dijo que en esos momentos se dirigían todos a comer,
concretamente al restaurante “El Mesón”, situado en la
mismísima N-630, que atraviesa el pueblo de Sur a Norte… Finalmente,
a las 14.30hh penetro en el albergue Rojo Plata de
Torremejía.
El albergue
público oficial de Torremejía es la casa-palacio de los
Mexía, antiguos señores de la villa; pero en mis apuntes
llevaba una nota poniendo un interrogante en cuanto a su
disponibilidad, ya que al parecer hace algún tiempo que esta casa
nobiliaria estaba en reparaciones. No más entrar en el centro
urbano, las indicaciones habituales me sacarían rápidamente de
dudas, conduciéndome inexorablemente al albergue Rojo Plata.
Tiene este
improvisado Refugio pinta de casa familiar fuera de servicio,
y reutilizada precariamente como albergue de peregrinos.
Es una vivienda relativamente pequeña y con evidentes carencias,
pero no disponemos de otra opción aquí… Al entrar me atiende una
chica muy joven, a quien la familia ha debido delegar durante unas
horas la función de recepcionista, por ver si viene alguien…
La pobre chavala
se queda espantada cuando me hace pasar…, rezumando agua de la
cabeza a los pies… Ella vive seguramente con su familia en algún
inmueble cercano, y a estas horas deben estar comiendo, porque se
impacienta para despachar conmigo los trámites de inscripción. Pero
yo no estoy para trámites, sino para quitarme todo lo que llevo
encima y ponerme cuanto antes ropa seca, si la encuentro en algún
rincón de la mochila…; de manera que le suplico tenga un poquito de
paciencia… Me dirijo rápidamente al dormitorio que me señala, y en
un santiamén me saco todo de encima, desde las botas a la camiseta…
Paso luego mis
trámites con la nena, precariamente vestido con lo indispensable, y
seguidamente intento colgar mi empapada ropa en el dormitorio,
utilizando un par de sillas y los respaldos de litera disponibles.
Parece ser que en la casa solo estamos alojados hoy mis cinco
colegas y yo... Pero es que la casa no daría para mucho más, porque
siendo tan solo seis veo ropas y mochilas a mi alrededor, e incluso
esparcidas por el diminuto pasillo y el comedor. La botas y los
calcetines los pongo en el pequeño patio anexo, a cubierto de la
incesante lluvia bajo un diminuto cobertizo…
A las 14.45
penetro en el restaurante “el Mesón” y me encuentro con los
colegas, que ya están tomando el café. La verdad es que nos hace a
todos mucha ilusión reencontrarnos; llevamos ya una semana viéndonos
regularmente, aunque con alguna intermitencia. Apenas intercambiamos
algunas impresiones, porque ellos se disponían a regresar al
albergue entonces, y yo llegaba muerto de hambre…; ya tendríamos
tiempo de conversar durante la tarde.
Tras la comida,
cuyo menú no acabo de recordar, regreso a nuestro improvisado
refugio con ganas de hacer una buena siesta. Hoy la necesito más
que nunca.
Cuando me meto en
la litera, estoy tan cansado que ni siguiera me fijo en quienes
tengo ‘clapando’ alrededor. Por las indumentarias que veo en la
habitación, donde hay otras dos literas, parece ser que deberé
compartir la misma con los cacereños y Henry. En cuanto al
matrimonio francés, deben estar alojados en un 2º dormitorio. Al
parecer, la capacidad de este improvisado albergue es de 10 plazas
en literas, a las que como mucho se podrían añadir un par de
colchonetas en el pequeño comedor-recibidor. Los dos dormitorios se
alinean en el lado izquierdo del pasillo de acceso, estando
intercalados por el pequeño cuarto de baño. Este último dotado de
los imprescindibles servicios de aseo, con una sola ducha. A la
derecha del pasillo central hay otras dos estancias. La primera de
ellas es el recibidor, situado nada más entrar a la vivienda, en el
que hay un pequeño mostrador, flanqueado por varias estanterías y
junto a él una mesa de comedor. La segunda estancia del lado
derecho, alineada con la anterior, es un diminuto cuarto de estar,
donde hay un ‘tresillo’, una mesa alargada y varias sillas.
Finalmente, al fondo de la vivienda tenemos un diminuto patio
abierto a la intemperie, usado como lavadero. Se trata, en
definitiva, de una típica vivienda familiar de unos 90 m2.
Me levanto tras
la siesta y decido ponerme el pantalón corto, el único de que
dispongo como recambio, que afortunadamente está seco; lo suelo
utilizar de ordinario para mis paseos de la tarde. En esta ocasión
es algo obligado, porque el de batalla sigue empapado. Como calzado
tampoco tengo otra cosa que mis clásicas chanclas azules de baño,
con el complemento de unos calcetines a juego. Antes de salir he
asomado la nariz por la ventana, para comprobar que el tiempo sigue
húmedo y las ráfagas de viento presagian más lluvia…, pero no tengo
alternativas y me arriesgo a salir con lo dicho: nunca he renunciado
a visitar los lugares donde pernocto.
<Torremejía,
plaza del Ayuntamiento>
A las 18.05 me
encuentro con la plaza de España o Plaza Mayor, donde
está el Ayuntamiento y el centro de la actividad comunal de
Torremejía. Es una plaza grande, algo desangelada, pero bien
cuidada. El día no está para mucho paseo, con negros nubarrones en
el horizonte; quizás por eso no se ve a nadie por la plaza. En ella
obtendría las únicas imágenes que saco directamente de este pueblo
pacense… Me paseo por el centro de la gran plaza y ante la fachada
del Ayuntamiento, que está cerrado a cal y canto y con todas
las persianas de sus amplios ventanales bajadas. Evidentemente no
hay nadie en su interior en horas vespertinas.
Al no encontrarme
vecinos por las inmediaciones, no puedo recabar la información
necesaria en relación con inmueble de mayor interés de este
lugar: la blasonada casa palacio de los Mexía que dio
nombre al pueblo, en la que están rehabilitando el albergue
de peregrinos.
Torremejía
es un pueblo- carretera. Aunque tiene carta de naturaleza como
municipio constitucional desde 1834, cuando la localidad tenía
apenas un centenar de habitantes, el pueblo que hoy podemos ver fue
creado en los años 50 del siglo pasado dentro del conocido como “plan
Badajoz”, puesto en marcha por la dictadura franquista para
promocionar el desarrollo agrícola de estas comarcas. Averiguaré
posteriormente que la población cuenta en la actualidad con un censo
de 2.100 habitantes, pero eso no lo podía suponer, ni de lejos,
mientras pateaba el lugar. En mi deambular por el centro de
la villa no recuerdo haber visto ningún comercio, ni siquiera en la
propia Plaza de España, a pesar de sus notables
dimensiones. Fuera de ese recinto solo alcanzaré a ver un pequeño
supermercado y un par de locales tipo bar- restaurante, entre los
que incluyo “El Mesón”, donde cominos. En el establecimiento
alimentario entraría más tarde a comprar algo para cenar. Estos tres
locales de servicios se encuentran alineados en la avenida de
Extremadura (carretera N-630).
En cuanto a la
plaza Mayor es bastante armoniosa pese a sus considerables
dimensiones; rodeada de edificios relativamente modernos de un par
de plantas, cuyo anguloso diseño, típicamente funcional, se
corresponde con la estética imperante en la década de los 50 del
siglo pasado. El recinto solo contiene dos detalles que rompen la
monotonía del conjunto: un bonito kiosco de música y la típica
caseta de helados y refrescos, cerrada obviamente hoy a cal y canto
a causa del mal tiempo.
Al final me
quedaría con las ganas de visitar el palacio de los Mexía,
que por mis noticias estaría algo alejado del centro urbano; aunque
la decepción de no encontrarlo disponible como albergue en
estas fechas, por estar en obras de reacondicionamiento,
también enfrió un poco las ganas de lanzarse a buscarlo... Mis
posteriores indagaciones en Internet lo sitúan relativamente
cerca, a unos 500 metros de la plaza de España, en los
límites del pueblo hacia el lado de poniente. En la red he
conseguido un par de imágenes que incluyo en el archivo gráfico de
la etapa. Espero poder visitar esa antigua casa-palacio en otra
ocasión, para alojarme como peregrino en ella por supuesto.
<
Torremejía, palacio de los Mexía
(albergue público)>
Antes de salir
de paseo, me comunicaron los colegas que pensaban hacer una pequeña
fiesta de despedida; porque al día siguiente nos dispersaríamos para
no volver a encontrarnos… hasta sabe Dios cuando. Todos se aprestan
para aportar alguna cosilla a la celebración, y no quiero ser menos.
He decidido pues acudir al supermercado que he visto durante el
paseo por la carretera, y allí compro una botella de cava, además de
mis frutas de siempre. Pero antes de regresar a nuestro albergue
vuelve a descargar la tormenta, con bastante violencia en esta
ocasión. Tendré que esperar más de diez minutos, antes de salir
corriendo, todavía bajo la lluvia, con mi bolsa de viandas. Voy
saltando charcos como un condenado, pero por la empinada calle de
Espronceda, donde tenemos el albergue, baja
torrencialmente el agua. No tengo escapatoria posible, y deberé
cambiarme de ropa nuevamente al llegar al refugio,
exceptuando el pantalón.
Hacemos la
despedida con muy buen rollo. Hasta Henry estuvo a tono con
la ocasión, mostrándose locuaz tras el 2º brindis. Pese a mis
limitadas posibilidades, por un viejo problema con mis cuerdas
vocales, me lancé a cantar uno de mis números favoritos de zarzuela:
el célebre brindis de Marina..” ¡a beber, a beber y
apurar…!”, de la inmortal obra de Arrieta. Todos
agradecieron mi esfuerzo con gran jolgorio y aplausos. En la mesita
de la sala picamos algo de embutido y frutos secos, remojados con el
vino tinto que aportaron los franceses. Para remate salió a relucir
el cava, combinado con unos dulces y la fiesta resultó completísima:
hubo animación generalizada y todos acabamos medio achispados.
A las 21.30h
decido adelantarme al resto, y me retiro del saloncito despidiéndome
de todos. Tengo que recoger mis trapos húmedos, dispersos por varios
rincones. Ellos que no tenían este problema, continuaron aún un buen
rato con el ‘fiestón’.
Para evitar
confusiones con la ropa de los demás, concentro toda mi ropa junto
al mostrador de recepción, colgándola en un par de sillas y hasta
algún cuadro de la pared. También dejo por allí las botas, cerca de
sus calcetines de caña alta, aún bastante húmedos. Finalmente, en la
misma barra de recepción me como varias piezas de fruta, antes de
meterme en la litera a las 21.45h.
Pensando en las
emociones del día y en el remate del viaje no acaba de llegar el
sueño. También me vienen a la cabeza los distintos destinos que
esperan en día sucesivos a mis colegas:
-Carlos
y Antonio de
la Rosa
han tenido algunas diferencias de criterio durante el recorrido.
Esto ya lo había observado en jornadas precedentes, al hablar con
uno u otro en distintos momentos… Esas diferencias han debido
acarrear alguna fuerte discusión; terminando por enfriar de forma
notoria la excelente relación que demostraban estos amigos en las
primeras etapas… Lo he notado particularmente durante la fiesta de
despedida, donde no se han dirigido la palabra, ni he visto un solo
signo de complicidad entre ambos… Carlos ya me ha confirmado
que termina el viaje aquí (mañana toma un autobús para regresar a su
pueblo), aunque no me ha justificado el porqué. Antonio me ha
dicho que continuará su camino, en compañía ahora del francés
Henry, con el que se entiende bastante bien últimamente. Ambos
extremeños habían proyectado juntos el viaje en Garrovillas,
pueblo de Antonio, el cual se encuentra a cuatro jornadas de
aquí. De no mediar el enfriamiento de su amistad, desde ese pueblo
habría regresado Carlos a su domicilio, tras pernotar en casa
del amigo…; pero con el desencuentro entre ambos el epílogo del
viaje será ahora diferente para ambos… En fin, son cosas que pasan
en el Camino. El resquebrajamiento de esta amistad me hace
reflexionar un poco, y creo que tengo alguna explicación al respecto
(ver Nota 23 al
final del relato de esta etapa).
-
En
cuanto a la feliz pareja Christine & Jacques,
finalizarán su experiencia este año tomando un último bus, que les
llevará directo a Mérida. Se han convencido de que no pueden
continuar al ‘tran-tran’, como vienen desde hace días. Ni siquiera
haciendo cortos tramos a pié se acaban sus molestias. Reemprenderán
desde aquí el Camino el próximo año; corrigiendo sus excesos
con la carga de la mochila, eso seguro.
-Finalmente, Heny
finalizará su viaje en la estación de tren de Cañaveral, en
la misma jornada en que termina Antonio de
la Rosa,
quién se habrá desviado unos kilómetros antes hacia Garrovillas.
Por lo tanto ambos tienen aún por delante un mínimo de 5 etapas…
Curiosamente, en
este tramo inicial del recorrido mozárabe se ha dado la
circunstancia de que 7 peregrinos, de diferentes procedencias, y con
diferentes planes de viaje han venido coincidiendo regularmente
durante los finales de etapa a lo largo de 9 jornadas; concretamente
entre Guillena y Torremejía. Solo mi compañero
Francesc se ha quedado en la mitad del citado tramo, a causa de
una insuperable lesión; pues de otra forma estaría aquí con
nosotros. Es la primera vez que me sucede esta notable coincidencia,
en mis 22 años de peregrinaciones. Pensando en todo eso, me quedaría
dormido a la hora que marcan los cánones: las 22.00h, minuto arriba
o abajo.
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-Nota
23-
El Camino, como banco de pruebas de una
relación: Carlos y Antonio, una amistad que hace aguas.-
Convivir intensamente durante 10 días consecutivos, las
veinticuatro horas de cada día, pone a prueba la fiabilidad de una
relación de cualquier tipo. Y por lo que tengo visto y oído, esta
exigente aventura del Camino suele tener consecuencias
negativas con relativa frecuencia en muchas de las parejas que la
emprenden conjuntamente. Como apuntaba antes, al decir parejas lo
hago en el sentido más generalizado. Se pueden incluir pues: los
matrimonios, las parejas de hecho, el par de amigos/as, o el par
de vecinos/as, entre otros…Ya digo que el problema radica en la
continuidad de esa estrecha relación en el marco del Camino;
algo que no suele darse en otras circunstancias. En este tipo de
‘aventuras’ solo el reparador sueño supondría, en el caso más
extremo, un paréntesis liberador de esa “atadura voluntaria”. Si
he de ser sincero, la mayoría de emparejamientos suele llevar a
buen puerto la relación, hasta el final; y la prueba superada
acaba por unirlos más. Al menos eso es lo que se ve desde fuera,
cuando esperamos la credencial en la
Plaza del
Obradoiro de Santiago….
Pero también puedo asegurar que he presenciado, durante mi
veintena larga de años de peregrinación, bastantes crisis de
parejas a medio camino de la meta. Entre esos casos incluyo desde
luego algunos matrimonios, que acaban cancelando precipitadamente
su recorrido, para tomar el primer tren de vuelta a casa.
En
nuestra vida cotidiana mantenemos con familiares y amigos un
limitado roce diario, a determinadas horas, cumpliendo con la
rutina de nuestras habituales actividades. Para dar vidilla a la
relación, de vez en cuando contentamos al otro con algún extra, o
accediendo a darle la razón en algún debate (aunque no estemos del
todo de acuerdo). Con eso suele bastar para mantener la buena
relación indefinidamente. Pero en ese escenario de nuestra rutina
laboral y familiar, conservamos todos un cierto nivel de
independencia; disfrutando de una aceptable libertad de
movimientos y, razonable autonomía para la toma de pequeñas
decisiones.
No
es lo mismo que estar atados al otro a lo largo de toda la
jornada, durante un par de semanas. Si entre las parejas de hecho
suelen surgir episodios de crisis en este escenario, con el cambio
brusco de interdependencia que se produce en el Camino, sin
duda ha de pasar con mayor facilidad entre simples amigos, o
‘pseudo amigos’; pues se supone que hay un menor conocimiento
mutuo, por tratarse en general de relaciones previas menos
intensas y durante menos tiempo… Este ha sido seguramente el caso
de nuestros colegas Carlos y Antonio. Sin duda no se
conocían lo suficientemente bien, como para improvisar un viaje de
esta clase sin apenas preparativos. En su caso, con el agravante
de que ninguno de ellos era experto en estos avatares de la
peregrinación
Para tratar de poner remedio a estos conflictos, vamos e empezar
tamizando un poco los diferentes niveles de relación. En la
categoría de amigos se pueden dar varios niveles, según el grado
de conocimiento mutuo. Podríamos clasificarlos para simplificar en
tres categorías: A) buenos amigos, B) simplemente amigos y C)
simplemente conocidos. Sin duda, todos podríamos ubicar en alguna
de estas tres categorías a todos y cada uno de nuestros amigos
y/o conocidos.
Tras ver la crisis de nuestros dos colegas extremeños, cuyo previo
grado de conocimiento mutuo desconozco, estoy seguro de que el
nivel de su relación amistosa estaría entre los apartados B y C.
En estos casos, solo se conoce del amigo su cara buena. Los
encuentros entre ambos suelen ser ocasionales y breves, en los
que se abordan únicamente temas en los que se congenia o se está
normalmente de acuerdo… No se darían en ese nivel de relación
amistosa escenarios de discusión…, y mucho menos de conflicto.
Es
lo que suele pasar, por poner un ejemplo, en los noviazgos
incipientes… Pero, precisamente por eso se recomienda alargar el
noviazgo, y someterlo a prueba en diferentes situaciones y
escenarios. Y también por eso resulta clave, entre parejas que
“quieren embarcarse en singladuras de calado”, poner sobre el
tapete, antes de embarcarse, el vademécum de las cuestiones
importantes que se presentarán en la “aventura” proyectada; de
manera que ya estén consensuadas a priori las respuestas a todas
las cuestiones esenciales. Y cuando digo “poner sobre el tapete”
me estoy refiriendo a “hablar de esas cosas importantes, para
seguidamente consensuar los objetivos capitales de la relación”
Naturalmente, salir con un amigo durante un par de semanas a la
aventura del Camino está a años luz de la trascendencia de
un compromiso matrimonial, que en teoría es “para toda la vida”.
Pero si queremos mantener las amistades, sea cual sea el grado de
esta amistad, convendría también tomar algunas medidas
preventivas. Es muy conveniente hablar antes de los supuestos que
se nos presentarán durante el viaje, en cuestiones como:
kilometraje diario, horarios de salida, velocidad media de marcha,
etc.. Y también es importante plantearnos qué hacer si alguien se
lesiona, o si nos permitiremos hacer rodeos para ver este o aquel
monumento, etc… Porque cada una de estas cuestiones puede suponer
un punto de fricción, algún que otro desencuentro, a lo largo de
cada larga jornada diaria, compartida íntegramente… No hacer esos
planteamientos a priori, cuando no conocemos suficientemente bien
a nuestro “partenaire”, ni tampoco lo que nos encontraremos en el
viaje, es condenar la sintonía mutua a un colapso casi seguro…
El
que suscribe tiene a un buen amigo, como compañero habitual de
viajes durante muchos años. Por lo tanto, puede hablar de esto con
conocimiento de causa. Nosotros, aunque en ocasiones tenemos
nuestras discrepancias, solemos llevarlo bastante bien. Pero eso
es debido a que tenemos pactadas a priori algunas normas que
consideramos esenciales:
1º) Siempre salimos con un Plan de Etapas prefijado;
discutido entre ambos antes de iniciar el viaje, donde se
establecen los objetivos a cubrir en la sucesión de jornadas
previstas. Dicho de otra forma: hemos fijado a priori las
localidades donde tendremos el final de cada etapa.
2º) En función de la longitud, hemos llegado al preacuerdo de
priorizar el madrugar mucho, para llegar pronto a los albergues, a
ser posible sin hacer la comida de mediodía hasta alcanzar la
meta.
3ª) La velocidad de marcha la marcará siempre quién camine más
despacio, por la razón que sea… Ante cualquier limitación física
imprevista, no importará llegar tarde: lo importante es llegar
bien; en ningún caso forzaremos la marcha a quién no puede o no
quiere ir más rápido en determinados momentos. Luego, ya en el
destino de la jornada se analizará la situación para días
sucesivos.
4º) Si alguno de los dos no puede continuar por problemas
físicos, tiene la opción de coger un bus hasta el final de etapa
siguiente, o sencillamente volver a casa. El compañero no tiene
que vincular necesariamente su continuidad en el viaje a este
problema, pudiendo optar libremente por lo que le apetezca, sin
ningún compromiso.
5º) Vamos de peregrinación, no de viaje turístico. Ello supone no
pararse, salvo acuerdo mutuo, para entretenerse con visitas
culturales a media etapa. También presupone ser austero en los
gastos de diario, optando por comer en mesones o restaurantes que
dispongan de menús con precios populares. Sobre este supuesto,
solemos establecer un fondo común para compartir los gastos
generales del viaje. Si alguno quiere pegarse un extra en
cualquier comida, puede hacerlo pagándoselo aparte.
6º) Si por limitaciones físicas de un componente, prefiere este
acortar su etapa, se acorta poniendo otro final más asequible. Nos
referimos a problemas previsiblemente superables cara a la jornada
siguiente.
7º) Si en alguna ocasión se discrepa con la ruta a seguir, para
aproximarse al objetivo previsto, ambos podremos ir por separado
eligiendo cada cual su camino preferido. Nos encontraremos en el
punto previsto como final de etapa.
Bueno, estos son en resumen los principales preacuerdos que nos
han permitido a mi colega Francesc y a mí concluir con
mucha armonía todos nuestros viajes, salvo fuerza mayor como en
este caso. Una armonía que ha traído como consecuencia el
progresivo afianzamiento de nuestra amistad. Pero cada pareja
puede argumentar y pactar estos u otros acuerdos. La cuestión es,
que recomendamos hablar antes sobre estos extremos, a todos
quienes quieran compartir aventuras de esta clase con uno o más
amigos.
Otras consideraciones relativas a las “salidas al
Camino”, sea en solitario o acompañados
Llegados a este punto, cabe decir ahora que al
plantearse una salida al Camino es relativamente fácil
alcanzar acuerdos para una pareja, pero obviamente se complica
cuando se trata de grupos de varias personas. En estos casos
recomendaría, al menos, llegar a un acuerdo previo con el plan
de etapas. Luego sugiero que vaya cada cual a su aire. A lo
largo de las jornadas, los componentes del grupo podrán ir
coincidiendo de vez en cuando. Probablemente acabarán
fraccionándose en dos o más subgrupos, lo cual también tiene su
gracia.
Finalmente, quiero recordar un viejo refrán, válido tanto para
el Camino como en la vida: “vale más caminar solo
que mal acompañado” (entiéndase mal avenido con otros). Cuando
salgamos en compañía de alguien conviene tener siempre muy
presente eso. Si no nos conocemos suficientemente bien, o en su
caso: si precisamente por conocer las limitaciones del otro
sabemos que no será posible ir juntos siempre, es preferible
limitarnos a iniciar el viaje juntos, pero con el acuerdo de que
cualquiera puede separarse cuando le convenga o le venga en
gana…También puedo introducir ahora una sentencia muy popular
entre los peregrinos: “el Camino igual nos puede
reunir que separar en cualquier recodo, en cualquier refugio…; es
solo cuestión de tiempo”.
Por distintas circunstancias, he realizado media docena de salidas
a las rutas jacobeas en solitario. Pues bien, nunca me ha
supuesto eso un trauma. Porque en el Camino nunca me he
sentido solo, entre otras cosas porque cada día acude más gente.
Por lo tanto, hoy en día siempre puedes encontrar compañía, cuando
lo deseas o necesitas. La red de finales de etapa está cada día
mejor equipada y publicitada. Todo lo que debemos hacer es
preparar bien nuestras salidas, con una correcta información
previa, y sobre todo entrenarnos a fondo.
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