Indice : Capítulos I - II- III - IV

CAMINO DE SANTIAGO: --Ruta MOZÁRABE--

SEVILLA—SANTIAGO por la VÍA DE LA PLATA y la Variante Sanabresa


por Antonio García Márquez


Capítulo II / (1ª Etapa = 22Km) SEVILLA-GUILLENA (29 Septiembre, Martes)

        Con gran puntualidad el tren de alta velocidad (AVE) nos deja en la estación de Santa Justa exactamente a las 14,00 horas. Se nos ocurre sellar la credencial en la misma estación, algo que no tiene antecedentes en mi caso y lo hacemos sin ningún problema.

        Luego, ya en la explanada exterior, empieza nuestra aventura por el entramado urbano de Sevilla, a base de preguntar a los vecinos sobre la ruta idónea para dirigirnos a Santiponce. Tras no pocos “dimes i diretes”, que nos llenaron de confusión, se impuso el criterio de dirigirnos hacia el puente de Alamillos. Se adoptó este criterio por ser la opinión mayoritaria, entre los muchos viandantes consultados, ya que hubo otras opiniones dispares… 

       Tras varios recorridos en zig-zag, no acertamos de primeras a enfilar la embocadura del puente en el entramado de calles de una moderna barriada, debiendo retroceder por la orilla sur del río casi medio km. Pero lo peor estaba por llegar: el Puente Alamillos tiene dos tramos sobre el Guadalquivir, separados por un intervalo de casi un km, que se apoyan y discurren a una altura de unos 20 metros sobre la Isla de la Cartuja.... El citado puente sobrevuela la célebre lengua de tierra por un punto cercano a su extremo oriental, cosa que por desgracia ignorábamos a priori. Por lo tanto se trata de un viaducto que atraviesa los dos brazos del río, algo sobre lo que no reflexionamos en su momento debidamente, pues de lo contrario no nos habríamos metido en esa trampa…; pero tomemos un respiro y sigamos, que nos queda tela por contar…

    Tras cruzar el primer brazo del río, bajamos a tierra firme por el estribo norte de ese tramo del puente, pensando que estaríamos en las inmediaciones de Camas…, pero nos encontrábamos en un paraje extrañamente solitario y carente de cualquier indicación que revelara nuestra situación. En ese lugar no vimos absolutamente a nadie durante casi 15 minutos; ¡estábamos literalmente alucinados!, como quien vive una pesadilla, sumergidos en una especie de parque natural abandonado... Un lugar al que no sabría si llamar jardín descuidado o bosque desgalichado, porque se alternan en el zonas de raído césped, entreveradas con caminos de grava y semi boscosas agrupaciones de variadas especies arbóreas y matorrales; un lugar tan solitario e inhóspito, que costaba creérselo a tan poca distancia del centro de una gran urbe como Sevilla…

    Cuando ya estábamos desesperados, medio perdidos, y empezando a plantearnos desandar el camino para volver hacia el estribo del puente por el que habíamos descendido a este onírico entorno…, distinguimos a una persona sentada en el interior de una solitaria caseta de madera. Es un hombre de mediana edad, con un discreto uniforme  marrón, que tiene la apariencia de ser el guardia rural de este absurdo lugar, aunque la caseta carece de identificación.

  –¡Estamos salvados!-- le comento a Francesc, y me apresuro a preguntarle al personaje en qué dirección está situada la barriada de Camas… El hombre me mira harto extrañado, como quién se encara con una ‘aparición de ultratumba’, y sin mediar muchas explicaciones nos señala con el brazo extendido una dirección a través de una de las zonas mas boscosas del entorno…. Viendo luego que no somos extraterrestres, sino peregrinos despistados, nos aclara que en la dirección que ha señalado llegaríamos a la orilla del río y en ese punto no hay ningún puente… Ignorantes en ese momento de la morfología del Guadalquivir en este entorno, nos quedamos de piedra; tan perplejos que no acertamos a decir nada más a aquel hierático individuo... Luego ‘caímos  del tejado’, percatándonos de nuestra complicada situación: estábamos en la Isla de la Cartuja, y antes que ponernos a adivinar la situación del puente mas cercano valía la pena localizar nuevamente el ya conocido Alamillos… 

     Es difícil describir el grado de confusión y considerable cabreo que nos embargaba….Mi compañero estaba bastante enfadado, pero yo tenía doble pesadumbre: enfado porque estábamos a punto de abortar la etapa y vergüenza por arrastrar a mi colega a este desastre… Pero hay que seguir como sea para salir del atasco; pido disculpas sin tapujos a Francesc por el error, y nos ponemos a desandar lo andado en este lugar…

    Sin extenderme  mucho más en las tribulaciones del momento, sólo decir que fue una auténtica odisea salir de aquel embrollo. Tuvimos la suerte de encontrar a un señor haciendo ‘footing’ que nos daría algunas indicaciones acertadas.  Gracias a él nos pudimos reorientar para dirigirnos a un lugar desde el que pudimos subir hacia el pasillo peatonal del puente Alamillos, un kilómetro mas delante de donde habíamos bajado a tierra, por tanto sin tener que desandar lo andado... Para lograrlo tuvimos que eludir  varias zonas valladas por antiguas obras. Otra cosa que nos aclararía este vecino es el trazado de comunicaciones que nos esperaba para salir del atasco: el ‘célebre’ puente Alamillos soporta una autovía de circunvalación (SE-30) que nos lleva hacia un punto a 500 metros de Camas, donde hay un complejo nudo de comunicaciones. Para llegar a ese punto hay de recorrer unos 3km por el arcén de la autovía, o bien por el lindero derecho de su desmonte… Una vez en esa encrucijada, nos encontraremos con la autovía A-66 y la cra. nacional N-630, que se dirigen hacia Extremadura. En cuanto al primer pueblo que nos toparemos a continuación será Santiponce, que está precisamente en el guión de la etapa, distante de la encrucijada solo 2,5 km….

           Sin mediar demasiadas palabras, acometemos ese complejo tramo asfaltado con resignación, ¡qué remedio! 

    Por cierto, el imperdonable estado de las obras públicas en la autovía de circunvalación SE-30, y la suciedad que vemos por doquier en ella son algo  impropio de una capital como Sevilla. En todo el tramo vimos en los arcenes, y el vial de intercomunicación, cantidad de materiales de la infraestructura e innumerables elementos de mobiliario urbano en lamentable estado de abandono; algo que debería avergonzar a las autoridades públicas responsables. Citamos lo más llamativo de este desmadre: 1) muchos de los bancos y otros elementos del mobiliario han sido robados o destrozados,  2) falta completar la instalación de bastantes farolas, cuyo cableado ha sido arrancado o está desperdigado por doquier…, etc. Otro aspecto deplorable es la cantidad de basuras que vemos por doquier esparcidas en los arcenes, en los accesos, o en las zonas verdes aisladas por el entramado de hormigón, etc. etc.  

     A lo que antecede debo añadir que nuestras penalidades no quedaron solo con lo acontecido en la Isla de La Cartuja; seguiríamos padeciéndolas, por distintas circunstancias, hasta acceder a Santiponce desde el lateral de la Autovía que la circunda. Porque una vez más fallamos en la elección de la mejor ruta a seguir: deberíamos haber elegido la nacional N-630, y optamos erróneamente por la autovía A-66, por ser  la que encontramos en primer lugar…

    Solo al llegar a Santiponce entraríamos por fin en el “guión” del Camino, al detectar las familiares y añoradas marcas amarillas de nuestra Ruta. Cuando en la calle principal de la localidad penetramos en un acogedor bar, eran exactamente las 6 de la tarde; atrás habían quedado cuatro horas de infierno… 

SANTIPONCE, igl. San Isidoro del Campo

    Nos atiende en la barra del establecimiento el amable propietario del local, que nos acompaña con su simpática charla mientras disfrutamos de un par de cervezas, preparándonos para asaltar de un tirón los 12 km. que nos restaban hasta la meta de Guillena. Si a priori teníamos difícil dar un paseo por las ruinas de la romana Itálica ahora, tras perder lamentablemente dos horas es ya imposible hacerlo, porque la noche se nos echaría encima antes de llegar al Refugio

      Las ruinas de Itálica se encuentran desperdigadas en una colina que dejamos a nuestra izquierda, cuando caminamos ya por las afueras de Santiponce, siguiendo la larguísima Avenida de Extremadura. El yacimiento arqueológico está totalmente circundado de una valla metálica, para evitar que se repitan los lamentables expolios que durante siglos se han registrado en él. Desde la calle-carretera apenas se divisan los restos aislados de muchos muros, infraestructura necesaria en todas las viviendas de la antigua ciudad romana, por estar enclavada en la falda de la colina… Sé por referencias que hay algunos monumentos relativamente bien conservados, que deben estar en el lado opuesto del recinto, no visible desde nuestra posición. Es una visita que dejaremos para otra ocasión, porque no descarto volver algún día a esta ruta.

     Caminamos por la izquierda de la calzada, sobre una acera que se prolonga  durante más de un km. bordeando el vallado protector de las ruinas, y me entretengo en escudriñar la rala ladera sobre la que hace 2000 años estuvo asentada la vieja Itálica. En este lugar nació Trajano, ilustre compatriota nuestro, que llegó a consagrarse como uno de los más importantes emperadores romanos… Estoy pensando en ello cuando de repente veo bullir muy cerca de la cima de la ladera, como a 600 mts. de distancia, un enorme bando de perdices corriendo en zig-zag colina arriba, supongo que espantadas por los dos extraños personajes enmochilados que veían acercarse desde lejos, enarbolando sus amenazantes bastones…Sin exagerar, al menos había allá dos centenares de estas apetitosas gallináceas.

      Nunca había visto tanta perdiz junta. Estas aves están consideradas en España como las mas apreciadas piezas de caza menor, y no es fácil ver bandos de media docena en su medio natural.. Probablemente la seguridad del recinto arqueológico ha llegado a calar en los genes de las poblaciones autóctonas de perdiz roja de estos contornos, y los animales  buscan su protección especialmente en las épocas de cría. Algo parecido sucede en muchas urbanizaciones, concretamente en la que yo resido, donde es frecuente detectar palomas torcaces y faisanes a partir del momento que se levanta la veda… 

    Poco después de pasar el pueblo vemos que para ante nosotros, estacionándose en el arcén, un coche con dos hombres. Cuando llegamos a su altura, el pasajero asoma su cabeza por la ventanilla y muy sonriente trata de convencernos para que pernoctemos en Santiponce, dado lo avanzado de la hora y el riesgo de quedarnos sin sitio en el pequeño albergue de Guillena. El hombre nos aborda de buen talante aunque, dada su sonrisa, seguramente habrían hecho algún chiste relacionado con este par de peregrinos ‘tardones’... Sin pararnos a debatirlo declinamos la oferta, pero les agradecemos la sugerencia. En realidad hubiera sido una opción interesante; pero teníamos ganas de disfrutar con un suave tramo por la agradable campiña sevillana, quitándonos el mal sabor de boca de la media etapa lamentable que dejábamos atrás. Al menos esas eran mis previsiones a la vista de la hoja de ruta. En mis apuntes consta que Santiponce tiene un buén Refugio, pero su ‘hándicap’ está en la cercanía de Sevilla, donde con seguridad inician esta etapa la inmensa mayoría de los peregrinos, y son pocos los que hacen etapas de 10-12 km...  Desde luego, si en el momento que nos hacen la oferta hubiésemos sabido de las precarias condiciones del albergue de Guillena…, seguro que la aceptamos; aunque luego habríamos tenido dolores de cabeza para reajustar el recorrido de las etapas siguientes. 

        El tramo que nos queda hasta nuestro destino resulta tan agradable como estaba anotado en mis apuntes. Transcurre por una enorme finca agrícola de agrupación parcelaria. Valía la pena hacerlo porque el campo sevillano es muy hermoso, y la finca en cuestión se apreciaba excelentemente cuidada y explotada, con cultivos de secano como trigo, cebada y girasol. Naturalmente estos cultivos ya habían sido cosechados a estas alturas de temporada, algunos en fecha no muy reciente, y en el momento en que cruzamos nosotros distingo de lejos varios grandes tractores que aran la tierra para la próxima campaña.

    En una ligera vaguada, cuya vegetación denota ser  zona inundable, una espesa maraña de cardos me atrae sobremanera, invitándome a sacar fotos; algunos ejemplares me superan en altura. Logramos dos buenas imágenes, una de ellas a cargo de Francesc, que me ‘inmortaliza’ en este escenario. Luego, mientras enfundo la cámara, vemos que a lo lejos se está formando una tormenta, en la dirección de Guillena. En realidad estamos en situación de típica inestabilidad, propia del final de verano y principios de otoño… Mirando en otras direcciones, en puntos situados entre los 3 y 10 km. de distancia, se observa claramente que la lluvia está descargando ya en diversa zonas de nuestro entorno … 

el autor camino de Guillena

   Visto el percal, reanudamos la marcha aligerando sensiblemente el paso, intentando eludir los aguaceros que nos amenazan… Ante nosotros venimos distinguiendo desde muy lejos una elevada torre, cuya naturaleza y/o utilidad no señala el mapa de la zona que llevamos... Caminamos con la vista puesta en la enigmática construcción durante no menos de 3km, pero antes de llegar a ella descarga la tormenta con fuerza y tenemos que ponernos los chubasqueros, ya en pleno diluvio. Estamos muy cerca del cruce del Arroyo Molinos, que por suerte lograremos vadear fácilmente. Por fortuna, en su cabecera no ha debido descargar ningún chubasco con anterioridad... Pasados unos 500 metros desde el arroyo alcanzamos la torre cilíndrica, situada junto a una casa rural en cuya puerta hay una familia dispuesta a marchar en su coche. Ha dejado de llover, y nos apresuramos a sacarnos el chubasquero, que en mi caso no ha impedido el remojón; el agua ha calado la camisa de franela y zonas de la camiseta, tendré que mejorar en adelante este elemento protector…. 

   Ya más cerca de Guillena, cruzamos unos olivares cuyas ramas se inclinan hacia el suelo bajo el peso de una excepcional cosecha de aceituna. Los campos recien segados, el olivar y la tierra mojada de nuestra pista ofrecen un grato mosaico a la vista, adobado con los olores múltiples de estos elementos naturales del paisaje andaluz. Esta percepción, que entra como un regalo por nuestros sentidos, nos reconforta de los sinsabores de la jornada que está apunto de finalizar.

   En las proximidades de la población empiezan a verse extensos campos de regadío, donde predominan los maizales. La estampa, muy bella también, ha cambiado radicalmente ahora, pero no hay tiempo para tomar fotos; hemos de afanarnos en llegar pronto, porque aun falta un buen trozo para rematar la etapa, y la noche se aproxima vertiginosamente. Para alcanzar el pueblo hay que cruzar el Arroyo Galapagar pero, antes de hacerlo, nuestra pista  queda interrumpida abruptamente por un enorme y exuberante maizal, torciendo en sus lindes 90º hacia la derecha, en vez de seguir recta hacia el centro urbano que poco antes de quedar tapado por la masa vegetal veíamos a menos de 400 metros…. Caminaremos por este absurdo desvío durante unos 550 metros suplementarios para giran de nuevo, ahora a la izquierda, en dirección a algún punto de las afueras del pueblo... Mientras cubrimos este lamentable desvío vamos echando pestes por quienes han permitido y autorizado esta tropelía; pero aguardemos un poco…, hasta conocer el deplorable final de la excursión…  

      El caminito que llevamos ahora, que supondrá los últimos 1.300 metros de nuestro itinerario, está super- embarrado por la reciente tormenta y nos lleva directo hacia el Arroyo Galapagar. Faltando cien metros notamos su cercanía; no lo vemos porque nos ha caído ya la noche encima, pero lo olemos perfectamente…, porque este inmundo arroyo es una cloaca a cielo abierto; una cloaca con la que el municipio de Guillena nos recibe y lo que es peor: sin ofrecernos la posibilidad de cruzarla mediante un sencillo pontón; deberemos hacerlo saltando sobre varias inestables y resbaladizas piedras, con gran riesgo de caer en las pestilentes aguas negras… (Ver Nota 2 de final capítulo)    

     Decido cruzar yo primero, tanteando cuidadosamente qué piedras pisar. Son por desgracia demasiado pequeñas, las mayores como un plato sopero, pero además muy desgastadas y redondeadas, recubiertas en zonas por un espeso lodo negruzco y resbaladizo… Aunque tengo cierta habilidad en situaciones de este tipo, no puedo evitar pisar en falso y me entra el pestilente caldo en una de las botas. Ya en la orilla opuesta, espero unos momentos a que llegue Francesc, para indicarle los puntos mas seguros donde pisar, que apenas se distinguen ya por la creciente oscuridad crepuscular; solo se vislumbra su brillo bajo la tangencial iluminación de las primeras luces del pueblo… Temo especialmente por una caída de mi compañero, menos ágil que yo y con una mochila mas pesada. Llega F. y chapotea también un par de pasos en las sucias aguas de este arroyo-cloaca, pero afortunadamente no llega a caer… Aún hoy, cuando pasados unos meses redacto esta crónica, me parece incomprensible que no hayan puesto remedio a este grave inconveniente con alguna estructura sencilla, porque la anchura del arroyo en ese paso no supera los 8 metros….     

      Cada vez que recuerdo este absurdo escollo me sube la indignación, pero en aquellos momentos no perdimos ni un segundo en lamentarnos; ya estábamos en Guillena , y solo faltaba apresurarse a llegar al Refugio para confirmar el alojamiento y ducharnos cuanto antes. Eran las 20,30hh y aún quedaba atravesar el centro urbano para llegar a la meta. 

      De pasada por las calles de Guillena,  nos llama la atención la calidad de sus viviendas y la armoniosa arquitectura del trazado urbano. En apariencia su vecindario ha de tener un nivel medio de renta relativamente alto. No se ven por ninguna parte indicios de pobreza, escombros, ni lugares en situación de palpable abandono. Además la limpieza y el orden impera en todas partes. En cuanto a su mobiliario urbano, lo vemos perfectamente conservado y es de buena calidad. De esto sabemos mucho nosotros, especialmente Francesc.  Obviamente todo ello hace menos comprensible que este joyel de pueblo tenga por corbata el inmundo Arroyo Galapagar…  

arroyo Galapagar, obstáculo ante GUILLENA

      Nos cuesta encontrar a alguien que pueda indicarnos la situación del Refugio; por lo que se ve, la gente de este pueblo no acostumbra a pasear mucho por el centro urbano. En una céntrica calle, pasamos ante el cuartelillo de la Policía Municipal, cuyo interior está iluminado, aunque la puerta acristalada está cerrada y dentro no hay nadie… No tenemos más remedio que dar un par de vueltas por la zona,  en busca de alguien que nos pueda informar. Finalmente damos con un bar situado en una plaza colindante, donde medio pueblo se estaba ‘poniendo hasta las cejas’... En su interior no hay forma de aclararse por la algarabía de la gente, pero un amable vecino nos atiende dejando por unos minutos la barra y, tras acompañarnos unos  50 metros, nos muestra de manera precisa el camino a seguir para llegar a nuestro destino.  

       Mientras caminamos, nuestro cicerone nos aseguraba que en el “cuartelillo” de la guardia urbana nos iban a solucionar cualquier problema, ya que quién atiende la oficina es íntimo amigo suyo… No me lo acabo de creer, porque ya lo habíamos visto vacío antes y, sobre todo, por los antecedentes: días atrás, durante mis preparativos del viaje estuve telefoneando varios días a esas dependencias municipales, de las que tenía el nº de telefº gracias a mi Libro-Guía del Camino, y nunca logré que descolgaran el auricular. Cuando llegamos a la altura de la puerta acristalada vimos de nuevo su vacío interior aunque, eso sí, seguía perfectamente iluminado… En definitiva, un servicio altamente deficiente de Guillena; otro lunar inexplicable en un pueblo de su categoría.  

      Siguiendo las indicaciones del vecino, medio km. más adelante en la dirección de salida del Camino, alcanzamos nuestro primer albergue. Se trata de un alojamiento provisional, porque está en obras el definitivo centro de acogida a los peregrinos, según reza un cartel que encontramos en la puerta. Nos encontramos con un sencillo barracón, reconvertido en refugio de peregrinos desde el antiguo vestuario del Pabellón Polideportivo Municipal. El albergue está aparentemente completo, y cuando los ocupantes allí presentes nos ven entrar se quedan bastante sorprendidos. Son las 20.47, y no es usual que llegue gente a estas horas. Un par de colegas que había en la puerta penetran tras nosotros y nos señalan dos literas superiores, afirmando taxativamente que están libres, aunque se vean ocupadas con ropas y otros trastos…. Bajo las literas surgen dos cabezas y pronto, con evidente cara de fastidio, uno de los inquilinos del piso de abajo se incorpora y empieza a retirar la ropa que tenía extendida por arriba. Tiene pinta de francés, aunque eso no es significativo…, podría ser de cualquier otro sitio.

     Es bastante  habitual simular la ocupación de la litera que tienes encima, para evitarte molestias y tener más espacio donde extender tus enseres. Todos lo hemos hecho alguna vez para desviar los potenciales candidatos hacia otros lugares. Pero es una maniobra comprensible siempre que llegado el caso, cuando nos acercamos a la plena ocupación, retiremos esos trastos dejando la plaza expedita... Sería una gran ‘putada’ (con perdón) que algún compañero llegue molido a última hora y, por nuestra negligencia o egoísmo, tenga que marcharse hacia lo desconocido creyendo erróneamente que todas las plazas  están ya ocupadas.    

      Agradecemos a la pareja de informantes el detalle, y nos instalamos en las dos últimas plazas libres del albergue. Dispone este barracón de solo 10 plazas, habilitadas en 5 literas que se alinean a lo largo de una de las paredes laterales. En el fondo izquierdo del recinto hay un único servicio dotado con módulo ducha, lavabo y WC. Afortunadamente, cuando hemos llegado nosotros todo el mundo había hecho ya uso de la instalación; de manera que podemos ducharnos y asearnos sin demora.  

     Terminado el aseo decidimos salir afuera para tratar de tomar algo a modo de cena, ya que no hemos visto ninguna tienda de comestibles al pasar por el centro del pueblo, y se nos antojaba imposible encontrarla abierta ahora a las 21,30. A duras penas lograríamos tomar un café con leche en el mismo bar en el que habíamos estado anteriormente.

     De vuelta en el albergue, nos encontramos de nuevo en la puerta con Alfonso y Antonio de la Rosa, la pareja de extremeños que nos facilitaron el acceso a las literas. Son novatos en esto del Camino, y acordamos iniciar juntos el recorrido del día siguiente. Ellos también han empezado en Sevilla, saliendo de la capital andaluza antes de las 9 de la mañana, por lo que llegaron aquí a buena hora para comer.  

      Tras apagarse las luces, pronto nos iríamos enterando de la identidad del resto de acompañantes, concretamente al dar comienzo un interesante concierto de roncadores. Tres eran los destacados solistas, con Francisco entre ellos; pero en esta ocasión mi compañero no se llevaría la ‘palma del triunfo’, porque los ronquidos dominantes tenían acento francés... El concertista Jacques  nos deleitaba con una entonación y potencia espectaculares. Antonio de la Rosa intentaba apaciguarle chasqueando la lengua, y los demás tratábamos de hacerlo de otras variadas maneras. Los comentarios jocosos cruzados en la oscuridad del cuarto, y las risitas chillonas de la mayoría despertaron la hilaridad general. Así estuvimos casi un cuarto de hora, tiempo más que suficiente para identificar al resto de colegas:  

      - Acompañando a Jacques viene su mujer Mª Christine, ambos ocupan la 2ª y 3ª literas inferiores

      - En la primera litera descansan Carlos  Alfonso (superior) y un ciclista alemán (abajo)     

      - Antonio de la Rosa  ocupa la parte superior de la 2ª, justo encima del ‘gran roncador’ (Jacques)

      - En la 3ª litera  ronca apaciblemente Francisco , encima de la francesa Christine,

      - Un tercer francés, Henry, ocupa la plaza inferior de 4ª, justamente bajo del cronista que suscribe

      - Finalmente, a mi derecha, dos chicas jóvenes también francesas ocupan la 5ª y última litera.

        Afortunadamente, todos los ocupantes del Refugio compartimos con buen humor ese rato; luego nos fuimos relajando paulatinamente y acabamos durmiendo a pierna suelta, sin que nadie desentonara del buen rollo general. Otras veces estas incidencias acaban de manera menos simpática, con algún intransigente que no es capaz de ponerse en la longitud de onda adecuada. 

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 -Nota 2-  El acceso a Guillena por la VIA DE LA PLATA, un punto negro a corregir:   Ante la penosa situación que presenta en estas fechas el acceso a Guillena me propongo copiar los párrafos de su relato para remitirlo al departamento que corresponda de la JUNTA DE ANDALUCIA. No quiero perjudicar a nadie, ni me interesa saber quién o quienes son los principales responsables de este desaguisado. Solo me mueve a denunciarlo el deseo de lavar la cara a Guillena, Andalucía y España, porque que suceda esto en la Vía de La Plata, uno de los más nobles y antiguos itinerarios jacobeos es inexplicable e inadmisible: A alguien debería caerle la cara de vergüenza por ello. Yo desde luego me siento indignado y también avergonzado; indignado como peregrino y avergonzado como andaluz y español, porque no olvidemos que por esta ruta viene muchísima gente de fuera y en especial de allende nuestras fronteras, a los que no podemos dar esta imagen. 
 

 

    Lamento tener que poner esta nota, y me gustaría no tener que repetir  una queja similar en el futuro. Como peregrino veterano, estoy acostumbrado a aguantar todo tipo de incomodidades durante los trayectos y en algunos refugios. Eso entra dentro de los gajes de esta pasión, que muchos como yo llevamos dentro. Si fuera todo previsible y cómodo no emprenderíamos estas ilusionantes aventuras… Pero es que lo denunciado aquí excede de lo tolerable.

     Por supuesto pienso seguir señalando en mis relatos los fallos de las autoridades o gestores responsables, evidenciados en infraestructuras, instalaciones y organización. De la misma manera que relataré las actuaciones o comportamientos impropios de aquellas personas que no estén a la altura en los muchos encuentros que el peregrinar nos depara, tanto entre los residentes que nos reciben como, por supuesto, entre quienes circulamos por la ruta jacobea…

  Indudablemente, El Camino es una excelente muestra de este viejo país. Pero también podemos mirarlo bajo un prisma  más genérico:  El Camino es como la vida…, donde te encontrarás de todo: gente amable, gente indiferente y también alguna gente agria. Esto es normal, y será relatado sin ningún énfasis. Pero determinados comportamientos o flagrantes omisiones, como los citados en Guillena,  no pienso pasarlos por alto.

 

    Finalmente, reitero mi aversión hacia las ‘crónicas negras’. Me gustaría no tener que relatar de ningún otro lugar algo tan grave como lo expuesto en este capìtulo. A la hora de escribir, me apetece mucho mas resaltar lo mucho positivo que solemos encontrarnos a lo largo y ancho de esta bendita tierra española: como la cordial acogida de la gente y el inmenso patrimonio cultural y paisajístico que atesoramos.

 

    Ni que decir tiene que, llegado el momento, cuando por quien corresponda se solucione el problema de acceso a la bonita localidad que nos ocupa,  y esa solución llegue a mi conocimiento, el autor de esta crónica lo resaltará como merece convirtiendo en aplausos lo que ahora son dardos.

Antonio Garcia Marquez 

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GUIA DEL CAMINO DE SANTIAGO A PIE (En papel)
JOSE M. SOMAVILLA , TUTOR, 2009
Desde la primera edición de esta Guía del Camino de Santiago a pie han transcurrido más de diez años, y veinte desde que su autor, José Manuel Somavilla, descubriese la Ruta Jacobea en 1989 y quedase enamorado de ella. Desde entonces ha recorrido el Camino de Santiago a pie año tras año. Fruto de esa experiencia contrastada que muchos lectores y peregrinos han disfrutado en sus anteriores ediciones, ahora, para esta nueva edición actualizada en 2009 y ampliada, el autor ha elaborado nuevos y detallados mapas de cada una de las 26 etapas del Camino Francés que separan los 750 kilómetros que hay entre Roncesvalles y Santiago de Compostela. A esto ha añadido la variante del Camino Aragonés, con 5 nuevas etapas desde Somport hasta Puente la Reina, punto en el que se une con la otra vía del Camino Francés

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