CAMINO DE SANTIAGO: --Ruta MOZÁRABE--

SEVILLA—SANTIAGO por la VÍA DE LA PLATA y la Variante Sanabresa


por Antonio García Márquez

Indice : Capítulos I - II- III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII - XIV


 Cap.XIII / (11ªEtapa=15,4Km) MÉRIDA-ALJUCÉN (26 Mayo, Jueves)  

                     Llegamos a la estación de buses de Mérida a las 6.45 y sin demora partimos hacia nuestro destino de Aljucén. A las 7.00 pasamos ante el Refugio de Peregrinos, situado junto al cauce del río Guadiana en el antiguo Molino del Pan Caliente. Vemos un par de peregrinos en la puerta calzándose las botas para salir, pero no perdemos el tiempo en acercarnos. A estas horas no debe estar el hospitalero para sellar la credencial, que por otro lado ya la tenemos cumplimentada,  desde que en 2009 terminamos aquí la etapa 10ª. Probablemente se trata de un excelente albergue, como casi todos los de la Junta extremeña; si hubiéramos pasado a una hora más avanzada nos habríamos acercado a sellar y de paso echar un vistazo a su interior.

        Seguimos las indicaciones, en forma de flechas amarillas marcadas en el pavimento, y pronto cruzaremos el río Albarregas (al que le encajaría mejor la calificación de riachuelo o torrente). Desde el pontón que cruza su cauce divisamos a unos 100 metros el interesante Acueducto de Los Milagros (Ver Nota 1), obra romana que también salvaba la depresión del río para traer a la capital lusitana agua potable procedente del Embalse de Proserpina, hacia el cual nos dirigimos en estos momentos. Aunque el acueducto está muy deteriorado aún resulta imponente, y echo mano de mi cámara digital para sacarlo a contra luz, sobre un horizonte donde empiezan a despuntar ya los rosáceos y dorados resplandores del alba (ver fotos).   

< foto 1: Mérida, Acueducto de Los Milagros> 

-Nota 1-  El “Acueducto de los Milagros : Obra iniciada por el emperador Adriano en el siglo I d.C.  y concluida dos siglos más tarde. Recogía el agua de una conducción subterránea que la traía desde el embalse de Proserpina, para asegurar a la ciudad un suministro de la máxima calidad. Actualmente solo podemos admirar una veintena de arcadas de la obra original, las cuales están en un desigual estado de conservación. En su época  medía 838 metros, y sus arcos de tres niveles soportaban un cauce abierto que se elevaba hasta 25 metros sobre el lecho del río. Los pilares, de contorno cuadrangular con nervaduras, tienen una sección de 3 metros cuadrados y están construidos con sillares de granito y ladrillo, siguiendo una técnica constructiva muy depurada que aún hoy continúa despertando la admiración de los expertos. Fueron revestidos con una especie de “hormigón” inventado por los romanos, el cual ha permitido que obras como esta se hayan mantenido en pié durante 20 siglos…  

      Mientras me recreo en la contemplación del monumento llama también mi atención la gran cantidad de cigüeñas que se perfilan sobre su venerables piedras; así a bulto se diría que hay al menos 40 parejas con sus pollos, ya muy crecidos en estas fechas. A lo largo del viaje no dejaremos de ver cantidad de estas simpáticas aves migratorias, anidando en los lugares más inimaginables…Ya sabemos que las comarcas extremeñas están entre sus principales lugares de cría, pero nunca antes había observado tal cantidad de cigüeñas cuando estuve por aquí. Posiblemente la abundante pluviometría de los dos últimos años ha favorecido esta evidente “explosión ornitológica”.   

       Durante una hora iremos dejando atrás la capital extremeña. Creo que su elección, como alternativa a las dos capitales provinciales, fue un acierto que beneficia al conjunto de Extremadura, por dar cierto equilibrio a las políticas de desarrollo locales y autonómica... A las 8.20 nos encaminamos hacia el embalse por una pista asfaltada y pintada de verde, que asciende junto al arcén derecho de la carretera local de Proserpina. Hay marcas en el suelo indicando que está destinada tanto a peatones como para ciclistas. Aunque no se ven en ella los habituales logotipos jacobeos, se supone que está básicamente pensada para los peregrinos. Tiene pinta de ser una infraestructura recientemente inaugurada. En plena subida volvemos por unos momentos la vista atrás y divisamos por última vez, allá en el fondo del valle, a la emblemática Emérita Augusta, mirándose somnolienta en las tranquilas aguas del Guadiana y desperezándose en la amanecida de este rutilante 26 de Mayo.  

< foto 2: Mérida, subiendo hacia embalse Proserpina> 

      Sobre la dilatada perspectiva que disfrutamos me da por sacar una foto a mi compañero Francesc, al cual veo en plena forma.  Mi colega aparece la mar de sonriente en la imagen; evidenciando que este año viene muy bien preparado para acometer nuestra habitual aventura. También sale en el encuadre, sin proponérmelo, el primer rebaño de vacas del viaje. Han sido tan madrugadoras como nosotros, y pastan ya a estas horas de la mañana en la despejada falda de la colina, justo al otro lado de la carretera por la que ascendemos (Ver Nota 2 al final del capítulo).

A las 8,45 llegamos a las inmediaciones del Embalse y, mientras F. consume su almuerzo, decidimos aprovechar la pequeña carpa de una estación de buses para descansar un ratito; bajo la carpa hay un banco de madera, que nos viene perfecto para ese menester. La jornada empieza bien; el acceso hasta aquí desde Mérida no ha tenido ninguna complicación. 

      La línea de buses que tiene parada en este punto da servicio a una urbanización que apenas distinguimos hacia el lado derecho, asentada en una colina densamente arbolada. El atractivo del histórico embalse y su agradable entorno natural es motivo más que suficiente para polarizar el interés de los urbanizadores, con la aquiescencia de las autoridades; sin embargo, no vemos mucho movimiento por los alrededores... Puede que la parte urbanizada tenga un uso de tipo estacional, y solo sea especialmente concurrida durante el verano: hemos visto carteles informativos referentes al uso lúdico del embalse en fechas y condiciones establecidas, como playa artificial o para deportes...  

Tras el  bocadillo, ascendemos el corto tramo que nos lleva hasta la orilla buscando alguna marca del Camino, sin ver ni rastro de ellas;  posiblemente hemos tenido una pequeña falta de atención en el momento más inoportuno…El caso es que la carreterita local que nos ha traído hasta aquí seguía su curso por la izquierda del embalse, y nosotros hemos continuado recto hacia el mismo. Discutimos con F. la situación unos momentos y no vemos donde hayamos podido cometer algún fallo… Yo estoy seguro que al tomar este rumbo no hemos desatendido ninguna indicación de la ruta correcta…; por el contrario, nuestra elección por el atajo del embalse apunta al rumbo correcto hacia Aljucén, nuestro destino de esta etapa…En cualquier caso, al salir de la parada de bus y elegir este atajo no vimos ninguna señal que nos señalara la opción de la carretera.  Puede que hayamos tenido algún despiste, pero no podíamos imaginar que al llegar a este monumento, al que con seguridad acude la mayoría de peregrinos, no existiera ninguna indicación clara. Y claro, siendo un embalse con poco desnivel y un contorno sensiblemente circular solo hay dos opciones: rodearlo por la izquierda o por la derecha…; pero hacerlo al tuntún, y elegir la opción incorrecta puede costarnos fácilmente 4 o 5 km. de más…La situación  no nos gusta nada y empezamos a cabrearnos…, porque no vemos nadie a quien preguntar por las inmediaciones. Lamentablemente, nuestra satisfacción por el buen inicio de etapa, manifestada hace solo unos minutos se ha torcido ahora…. 

Finalmente decidimos acercarnos al dique, que vemos a unos 500 metros, circunvalando el embalse por la izquierda. Junto al mismo divisamos una gran cancela de hierro, y no muy lejos de ella un par de hombres que parecen hacer trabajos en la zona ajardinada contigua. Una amplia pista se dirige a esa cancela, y nos dirigimos hacia allí convencidos de que junto a la verja veremos alguna señal precisa de la ruta… Pero no, llegaremos ante el vallado para encontramos cerrada la cancela con una gruesa cadena y su correspondiente candado. No hay tampoco en ella ninguna señal de la ruta, ni siquiera las socorridas marcas amarillas; ningún cartel, nade de nada… Y claro, el cabreo sigue en aumento. Pero lo peor de todo, es que con cabrearse no se soluciona absolutamente nada…, al contrario: se obtura la mente y puedes tomar decisiones equivocadas….

Como equivocada sería la decisión de volver atrás hacia el punto donde habíamos almorzado, del que distábamos casi un par de kilómetros, sin intentar siquiera preguntar a las dos únicas personas que había por allí; sin preguntar algo a esos dos operarios con su mono azul a los que tuvimos a no más de 30 metros de distancia… Y no pregunté a esa pareja porque, en ese momento, estaba convencido de que el Camino no podía pasar por el dique, ya que no existía ninguna indicación en el arranque del muro… Otra cosa que me hizo desistir fue ver a la pareja arreando sus estridentes máquinas cortacésped, con los cascos protectores puestos. Ellos ni se percataron de nosotros y hubiera tenido que acercarme y tocarles por la espalda, dándoles el susto correspondiente… Total que tiramos para atrás… 

      Tras desandar 1 km. se acerca un señor haciendo ‘footing’, y a ese sí que le preguntamos… Afortunadamente este hombre, aún sin estar seguro al 100%, nos aconsejó volver al dique y recorrerlo sobre su coronación hacia el otro lado, donde hay unos restaurantes. En su opinión era la única opción posible; aunque él no recordaba haber visto marcas por allí, sí que recordaba haber visto algún peregrinos por la zona alguna vez … 

     Volvemos otra vez hacia atrás y, como solemos hacer en situaciones parecidas, nos lo tomamos con buen humor y un poco de filosofía: el día es espléndido para pasearse junto al histórico embalse, hemos visto muy bien la presa romana de Proserpina, y finalmente nos podemos permitir la pérdida de una hora en esta corta etapita…

 

< foto 3: embalse y presa  romana de Proserpina> 

    En el centro del dique vemos unos carteles que nos invitan a subir al mismo borde del embalse, desde donde se pueden observar algunos detalles constructivos del mismo, además de una bella panorámica. Vemos a un par de fosos que supongo permiten bajar hacia la base de la obra, pero no estamos para bajar y subir escaleras y ni siquiera se ve muy claro lo que hay en el fondo; la oscuridad es total en los amplios registros rectangulares que se abren a nuestro pies, porque a estas horas (9.30 de la mañana) la luz solar incide tangencialmente y no hay iluminación artificial en los fosos... Por ese motivo ni siguiera puedo lograr buenas fotos de las “tripas” de la estructura; nos tendríamos que conformar con sacar unas panorámicas de la presa desde el otro lado. 

     Seguidamente  nos acercamos a una pista asfaltada que lleva a unas edificaciones, y allí vemos por fin las señales amarillas del Camino. Ay por allí un par de coches aparcados y una furgoneta, la cual parece descargar avituallamientos junto a un edificio con pinta de  restaurante, aunque no se distingue bien el cartel. También distinguimos un par de bares con terraza, o al menos eso parecen por los carteles de bebidas alcohólicas y refrescos que exhiben…. Tienen la pinta de ser chiringuitos para los típicos servicios de veraneo: cervezas, aperitivos o comidas rápidas, con sillas de terraza a su alrededor. Todos ellos están cerrados y nosotros seguimos nuestro camino, penetrando rápidamente en la solitaria naturaleza extremeña. 

       Ante nosotros se abre ahora una despejada campiña, con abundantes pastos no demasiado explotados y  manchas dispersas de dehesa. Predomina el color verde brillante del jugoso pasto, salpicado aquí y allá por exuberantes masas oscuras de vegetación lacustre, que denotan la presencia de numerosos regatos de aguas someras. En esas zonas son especialmente abundantes los juncales, entre los que destacan algunos macizos de adelfas en flor... 

     < foto 4: Proserpina - Aljucén, cultivos, pastos y dehesa>

La espléndida vegetación que observamos, en tierras tan meridionales de España, es claro indicador de que la presente Primavera ha sido pródiga en lluvias en estas latitudes. Este panorama habría de tener seguramente más tonos dorados que verdes en años normales, a estas alturas de la temporada.

     El horizonte hacia el que caminamos lo cierran infinidad de colinas cubiertas de encinar, pero el límite de las dehesas lo vemos muy lejos por ahora. A izquierda y derecha de la recta pista asfaltada van surgiendo a nuestro paso los más hermosos pastizales que hemos visto a lo largo de la ruta de la Plata; algo agrestes por la abundancia de afloramientos de roca, pero insuperables por la excelente conservación del pasto. 

    El terreno en definitiva es predominantemente llano, aunque siempre ondulante. Pasado un kilómetro desde la presa empezamos a observar algunas puntas de ganado vacuno. Desde ese momento, todas las características señaladas, combinadas con la abundancia de reses pastando libremente en  los más insospechados lugares, hacen de este tramo uno de los más agradables que recuerdo. Puesto a destacar algo…: ese grupo de hermosos caballos reunidos a la sombra de una encina (ver fotos); cuento al menos 10 animales a cual más bonito, todos ellos de diferente pelaje. Me detengo un momento ante los equinos y logro varias fotos desde diferentes ángulos; ellos ni se inmutan. Como casi todos los caballos que veremos por estas latitudes, su estampa evidencia que son de monta, destinados seguramente al lucimiento de sus dueños en ferias y fiestas. Por cierto, los diez o doce animales que llegué a contar bajo la encina formaban un círculo; todos ellos con sus grupas vueltas hacia fuera, una actitud instintivamente defensiva que han heredado genéticamente, y que siguen conservando  pese a carecer hoy día de enemigos potenciales. 

< foto 5: Proserpina - Aljucén, caballos a la sombra >  

    Serán en total unos 4 kilómetros de éxtasis bucólico, en los que jamás se repite un escenario, pese a ser etapa llana. Quizá por esa magia…acabamos perdiendo el rumbo, hasta que se corta bruscamente nuestro camino ante un tramo de la autovía A-66 recientemente inaugurado... Nos hemos olvidado de algo tan importante como consultar de vez en cuando los apuntes-guía de la etapa, que para eso están. En ellos viene muy clarito que pasados unos 3km desde Proserpina teníamos que tomar una pista de tierra por la izquierda….

    En fin, tampoco pasa nada; ahora no hay más remedio que apechugar, y hemos de cruzar la autovía por un paso elevado… para aterrizar como por encanto en una magnífica dehesa, la primera del presente viaje. En ella distinguiremos muy pronto entre las encinas una oportuna y sorprendente área de descanso, donde hay una sólida mesa de piedra con su correspondiente pareja de bancos. Y si califico esta instalación como sorprendente es por ser la primera que encontramos fuera de caminos y carreteras, en plena naturaleza salvaje… Nos viene al pelo para revisar cómodamente nuestros apuntes y descansar un ratito... Horas después, ya instalados en nuestro albergue, sabríamos que esta área de descanso está enclavada en el Parque Natural de Cornalvo  

      Una vez aclaradas nuestras ideas, después de examinar la hoja de ruta no queda otro remedio que tomar el arcén izquierdo de la N-630, que discurre paralela y cercana a la moderna autovía durante la mayor parte de nuestro recorrido por Extremadura. Son las 10.50 y calculo que habremos perdido unos 45 minutos con el 2º despiste de la jornada. No nos pesa demasiado, porque la etapa es corta y no esperamos ver comprometido nuestro previsto alojamiento en el albergue privado de Aljucén. Caminando por el arcén de la carretera nacional damos por seguro que recuperaremos buena parte del tiempo perdido. La carretera no soporta ahora apenas tráfico, sin duda por correr paralela y muy cercana a la autovía… Para una comunidad tan poco poblada como Extremadura, es un lujazo disponer de dos vías principales en paralelo, que recorren la región de Norte a Sur; ambas en perfectas condiciones de uso… Porque la carretera nacional también la vemos recién asfaltada,  y pintada. Claro que, no en vano estamos ahora en vísperas de las elecciones locales y autonómicas; eso lo puede explicar todo… 

      Avanzamos ahora con celeridad, disfrutando del espléndido tiempo que nos viene acompañando toda la jornada. El día luce radiante, con fresca brisa lateral y algunas nubes ligeras que mitigan considerablemente la acción del sol. En otras circunstancias se habría calentado el asfalto, y lo hubiéramos podido pasar peor a estas horas avanzadas de la mañana.

       Aunque caminaremos lo que resta de etapa por carretera, no dejaremos de ver excelentes panorámicas. Por la izquierda se extiende un terreno ligeramente adehesado, en el que las escasas encinas son muy grandes; de manera que, aunque dispersas por los campos, ofrecen sombra suficiente como para cobijar al ganado vacuno, que  seguiremos viendo prácticamente hasta la proximidad de Carrascalejo. Queda patente a simple vista que el volumen de ganado pastando está proporcionado a la superficie acotada para pastos, así como al número de encinas y su distribución sobre el terreno… Definitivamente, en este lado de la calzada, la inteligencia humana ha obrado el “milagro” de transformar armoniosamente la dehesa salvaje en dehesa rentable; estableciendo ese otro canon de belleza al que podríamos denominar dehesa civilizada.

    La comparación de ambos ecosistemas es muy fácil de hacer en este largo intervalo del Camino…, porque en lado opuesto de la carretera vemos una cerrada dehesa, salpicada de espeso matorral y manifiestamente salvaje, como corresponde a un entorno natural protegido. De hecho, el extenso Parque Natural de Cornalvo tiene su epicentro y puerta  principal de acceso en la localidad de Aljucén, nuestro punto de destino, como podríamos comprobar más tarde en un panel informativo del Parque.  

      Poco antes del cruce que lleva  hacia la aldea pedánea de El Carrascalejo, discutimos la posibilidad de desviarnos hacia ella para incorporarnos a la ruta señalizada del Camino, pero decidimos posponer la cuestión hasta el último momento: si una vez en ese cruce viéramos la aldea a una distancia razonablemente corta nos desviaríamos por ella, ya que aunque sabemos que no tiene especiales atractivos, imaginamos que habría algún bar en el lugarejo donde poder tomar una cerveza, algo que nos estaba apeteciendo ya…. 

    A las 11.45 llegamos al cruce, pero no logramos divisar ElCarrascalejo; es decir, no está tan cerca como pensábamos…, y  nuestro sueño cervecero se esfuma; porque no vale la pena perder otro kilómetro en ese empeño cuando tenemos nuestra meta a menos de media hora de camino. 

      La entrada en Aljucén es sugerente. Divisamos el pueblo a un  kilómetro de distancia, y nos dirigimos hacia él por un terreno en ligero descenso, lo que nos permite incrementar el ritmo de marcha. La carretera se desvía por la derecha para circunvalarlo, pero nosotros bajamos por la calle principal. No más entrar me topo con una agradable sorpresa: la antigua y hoy abandonada casa cuartel de la Guardia Civil de este lugar. Pese a nuestros deseos por llegar pronto al albergue, no paso de largo sin antes dedicar un par de minutos a examinar de cerca el edificio, cuya clásica estampa me resulta familiar y trae agradables recuerdos…. (Ver Nota 3 al final del capítulo).

 

< foto 6: Aljucén, antigua casa cuartel de la Guardia Civil >  

    Dejamos atrás el cuartel y de inmediato encontramos el albergue Annalena, justamente al otro lado de una calle lateral que delimita el acuartelamiento por el lado del pueblo. Se trata de una pequeña vivienda de una planta, en cuya fachada vemos un cartelito de color ocre que no es preciso leer, porque de inmediato vislumbramos el patio trasero donde varios peregrinos están tendiendo su ropa... Pasamos pues a la parte posterior de la casa y pronto topamos con nuestra anfitriona, a la que pregunto: --Buenos días…. ¿Elena ó Anna? , porque suponemos que debes ser la hospitalera--.  La chica evidencia el aplomo de quién está en sus dominios, y no me equivoco en la apreciación porque de inmediato me confirma: - Soy Anna y os aclaro que desde hace dos años ya no comparto este quehacer con mi amiga Elena. Ella decidió dejarlo y con su permiso he mantenido el nombre al Albergue. Ya podéis pasar, porque aún no estamos al completo...- 

     Doña Anna, que aparenta unos 40 años, nos acompaña a un pequeño dormitorio de cuatro plazas, donde aún no se ha instalado nadie. Como somos los primeros en el cuarto elegimos las dos plazas inferiores. La chica nos ruega que la sigamos un momento al pequeño salón comedor, para recitarnos de carrerilla las cuatro normas básicas del albergue. También nos informa de que ella ofrece la posibilidad de comer en la casa y seguidamente, sin esperar nuestro asentimiento, nos canta de un tirón los menús que ha previsto para esta jornada, tanto de mediodía como para la cena… Resuella la moza por fin, y le agradecemos la información sin confirmar nada por el momento en lo referente a comidas…; hoy tenemos otras prioridades, dado que aún es pronto, y  pasamos de inmediato a la ducha. Por el momento ya estamos 8 peregrinos; pero la chica ha dicho que espera completar las 12 plazas de que dispone el establecimiento...

    Hoy no hemos querido demorar nuestro aseo, porque se dispone de un único cuarto para estos menesteres, donde se concentran todos los servicios; y en él solo tenemos un plato de ducha. Hay pues que darse prisa porque se podría presentar alguien en cualquier momento, dejándonos bloqueado el paso por un buen rato. Otras veces hemos aplazado la ducha hasta la tarde, pero hoy hemos sudado bastante en el último tramo de carretera y necesitamos urgentemente una limpieza a fondo. 

    Con las prisas hasta me olvido de coger la toalla,  y luego tendría que aprovechar para secarme una alfombrilla de papel absorbente que nos ha entregado Anna con el ‘kit’ de sábanas... Al parecer se destina precisamente  para ser usada como ‘posa pies’ al salir de la ducha, pero me apaño con ella para terminarme de secar, ¡qué remedio! Completado mi turno de aseo, pasa a lo mismo Francisco

    Mientras  se ducha mi compañero doy una vuelta por el patio, percatándome de que hoy no es día propicio para lavar ropa… Las instalaciones del albergue para este menester son mínimas; por lo que me limito a colgar camisa y calcetines en el precario tendedero de que dispone la casa, que localizo al fondo del patio bajo un viejo porche lleno de trastos… Luego paso al pequeño salón para tratar de aclarar con Anna el asunto de las comidas. De entrada, el menú que nos ofrece para el mediodía no me satisface; de manera que decido plantear a F acercarnos a comer en alguno de los dos bares que hay en la plaza.

    En cuanto a la cena, tampoco veo clara la cosa; hay notoria desproporción entre los precios y la entidad del menú que nos ofrece la muchacha....: por 10€  un menú confeccionado básicamente con platos combinados, donde abunda el embutido y/o las frituras…; es decir está en las antípodas de lo que solemos cenar nosotros. Visto el repertorio, le comento a la chavala nuestro hábito alimenticio nocturno…; a lo que me responde que en este pueblo hay una única tienda, pero lamentablemente no vende frutas… Ante ese panorama hago mi penúltima tentativa con la hospitalera, preguntándole si nos podría ofrecer una bandeja de frutas por el precio de medio menú; pero se excusa diciendo que no está segura de tener reservas suficientes, ya que debe guardar frutas para atender la demanda de quienes confirmen el menú completo…. Finalmente decido revisar los menús citados por la chica, y veo que en uno de ellos hay sopa de cocido como 1º, algo digerible para mi estómago en las noches; de manera que le pregunto el precio de un plato caldosito de sopa, “sin tropezones”… Anita responde rápido que 7€…, y acaba fulminando mis escasos deseos de cenar en el Albergue….;  ahí acabó nuestro debate.

< foto 7: Aljucén, albergue Annalena >  

      No cuestiono la honradez de nadie cuando me veo en estas coyunturas domésticas, pero me da que pensar que apenas tengamos otra opción en este pueblo que las ofertas del albergue Annalena. Antes de despachar la discusión se había incorporado Francesc a la escena, y  tras oír los últimos coletazos de la “negociación” no necesitamos hablar nada entre nosotros: con un simple intercambio de miradas damos por zanjado el asunto, y le confirmamos a la “jefa” que nos arreglaremos para cenar tomando algún aperitivo y un café con leche en cualquier bar de la plaza… 

      Pese a las limitaciones, salimos a escape en busca de la tienda de comestibles, y la cogemos abierta por los pelos a las 13.25. La tendera nos confirma que por la tarde no abren, porque viven en el campo y no les compensa abrir dada la escasez de clientela en horas vespertinas… Compramos lo poco que nos conviene: pan y unas latas de atún para el desayuno, así como un botellón de agua mineral,  y  luego ponemos rumbo al cogollo del pueblo.

      Elegimos uno de los dos bares que hay en la plaza, concretamente el “Kiosko El Parque”, que hace esquina frente a la Iglesia. Al entrar, lo primero que hacemos es ocupar una de las escasas mesitas que hay frente a la barra. Es una diminuta mesa redonda donde se pueden disponer apenas un par de platos y otros tantos vasos; bien se ve que aquí tampoco ofrecerán comidas caseras, para nuestra desgracia, pero al menos nos sentiremos más libres y ventilados que en el reducido  y oscuro saloncito del albergue.  

     Mientras se acomoda Francisco pido un par de grandes jarras de cerveza al camarero, y solo tendremos que esperar un par de minutos para retirarlas de la barra. Estamos un poquito deshidratados, aunque no nos llegó a faltar el agua durante la etapa, y eso es lo que nos pide el cuerpo cuando la temperatura está más cerca de los 30 que de los 20 grados. Es el gran momento de la cerveza; ¡cuánto la apreciamos  en nuestras  salidas al Camino! …Después de tragarnos media jarra,  ya podían venir cuando quisieran a pedir el recado de la comida, porque  no tenemos prisa... Tras la cerveza, coincidimos ambos en el mismo menú:  plato combinado con huevos, bistec de cerdo y patatas fritas, al que acompañamos con un tazón de gazpacho  

     Como veníamos diciendo, en este pueblo no hay ningún establecimiento que haga comidas caseras, así que nos conformamos con lo que hay; bien pensado podría haber sido peor… Aljucén es un lugar tranquilo, con poco que ver para matar la tarde, de manera que nos lo tomamos con calma y no tenemos prisa en marchar del bar... Alargamos por tanto la comida y, trago va trago viene, no paramos hasta liquidar las botellas de tinto y gaseosa. En esta ocasión nos hemos pasado un poco con la bebida, cosa no habitual en nosotros, pero un día es un día y sentíamos la necesidad de hidratarnos…  

     Mientras esperamos en la barra para pagar, conversamos con un vecino sobre las perspectivas de futuro del pueblo y su pasado reciente. Le he manifestado a este mi sorpresa por la gran casa-cuartel de la Guardia Civil que hemos visto, y nos aclara que este pueblo había sido relativamente importante en la comarca. En la inmediata posguerra  tenía el quíntuplo de habitantes que hoy en día, habiendo llegado a contar con 1200 vecinos a finales de los años cuarenta.  Según nos dice el paisano, este lugar y su entorno sufrieron una fortísima emigración en los años 50 y 60, como tantos otros del interior peninsular. En cuanto a la aldea pedánea de El Carrascalejo, nos informa que ha quedado completamente deshabitada, y allí no hay ahora mismo absolutamente ningún servicio…; es decir, que si hubiéramos decidido desviarnos en su momento por ella habríamos perdido el tiempo; ese fue el único acierto que pudimos anotarnos en la elección del recorrido de la etapa. Cuando estoy pagando la cuenta el camarero nos confirma que Aljucén no alcanza  en la actualidad los  200 habitantes; añadiendo que solo en las fiestas patronales se anima un poco la población, cuando los que se marcharon hace años vienen para estar unos días con sus familiares y amigos. 

      Regresamos al refugio y, tras casi dos horas de siesta, nos disponemos a dar una vueltecita para ver lo poco que tiene de interés este lugar... La hospitalera nos había prometido acompañarnos a visitar por dentro la Iglesia parroquial de San Andrés, pero a la hora de la verdad se excusa, justificándolo con que eso  no sería hasta que termine de despachar la cena a quienes la han pedido… Decidimos entonces dar ese paseíto por nuestra cuenta, antes de cenar alguna cosa en uno de los bares; luego veríamos con Anna si quedaba tiempo para visitar la iglesia por dentro… Durante el paseo comentamos que haríamos la cena donde ya hemos comido; nos acogeremos al dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer”, por lo que acudiríamos de nuevo al “Kiosco El Parque”.  

      Aprovecharé el brevísimo recorrido por Aljucén para sacar algunas fotos. En primer lugar nos acercamos de nuevo al antiguo cuartel de la guardia Civil, para añadir varias imágenes a las ya obtenidas a nuestra llegada; me interesa mucho el edificio, por lo que explico en nota aparte (Nota 3 de  final capítulo). Luego nos dirigimos a las inmediaciones de la Iglesia, de la que saco algunas imágenes exteriores. Se trata de un edificio de gran porte, construido entre los siglos XV-XVI en estilo renacentista. Como otros muchos templos de ese período, su estampa resulta bastante austera.

< foto 8: Aljucén -plaza “El Parque”-, al fondo iglesia de San Andrés >  

      Frente a la Iglesia han urbanizado una explanada cuadrangular, a la que denominan ahora “El Parque” por su ajardinamiento, y es precisamente de esa zona urbanizada de la que toma su apellido nuestro socorrido  “bar-Kiosko”, ya que está situado junto a la misma. De hecho, el eje viario por el que hemos accedido a la localidad, que viene a ser la continuación de la carretera, toma el nombre de calle San Andrés a la altura del viejo Cuartel, para constituir luego la arteria principal del pueblo, por la que discurren todas nuestras andanzas…; en esa misma calle se alinean con el Cuartel: nuestro albergue, la Iglesia de San Andrés y el bar-Kiosko.  

     Con la visita a la Iglesia y su entorno se acaba nuestro recorrido turístico. Luego, siguiendo calle abajo por la acera del bar, la calle San Andrés se va  estrechando durante unos 40 metros, hasta coincidir en cuña con la calle de Cáceres. A partir de esa conjunción, la antigua carretera ha sido denominada como Avenida de Extremadura; por la cual proseguiremos nuestro Camino al día siguiente.

    El conjunto de esas tres calles conforman el eje vertebrador de esta localidad, y en su entorno se aglutinan la mayor parte de las viviendas. Bajando por la Avenida de Extremadura, nos acercaremos pues  mañana hasta el cauce del río Aljucén, que dista algo menos de un kilómetro del centro urbano; un cauce que deberemos atravesar para continuar en dirección a Alcuéscar, nuestra próxima meta.  

     Una vez comprobada la ruta de salida de la 2ª etapa, decidimos acercarnos a nuestro albergue para  ver cómo está lo de la visita a la Iglesia, aunque por lo que vemos al llegar la cosa la tenemos muy cruda… De entrada, observamos  a Anna  muy atareada con los preparativos de la cena. Parece que finalmente se ha llenado el Albergue hasta los topes, por lo que incluso ha tenido que habilitar algún camastro en el pequeño salón-comedor. No obstante, nos reitera la chica su compromiso de mostrarnos la iglesia, aunque eso no podría ser antes de las 19,30. Ya vemos que será mejor dejar esa visita, porque nuestra hospitalera tiene un sentido comercial innato, priorizando siempre aquellas actividades que le rinden más… De manera que no le confirmamos nada y decidimos ir a lo nuestro. Tras recoger la ropa que puse a secar en el patio, volvemos a salir para dirigimos a tomar alguna cosa en el “bar-Kiosko”. Allí me decido nuevamente por un gran vaso de gazpacho, como el de mediodía, mientras Francisco opta por repetir con la cerveza. Esa sería toda nuestra cena.

      A las 21.00h estamos definitivamente en el Albergue, donde me entretengo en averiguar la procedencia de los peregrinos que nos acompañan en la casa; la mayoría de los cuales pululan a nuestro alrededor o están sentados en el saloncito-comedor. Francisco no tarda nada en pasar a la litera, mientras yo dedico 15 minutos a redactar los apuntes concernientes a esta 1ª jornada.

     En primer lugar, finalizo mi particular censo de ocupantes: van a pernoctar en el albergue 13 personas, excediéndose en una la capacidad de plazas; si no me equivoco: 3 alemanes, 1 uruguayo, 3 italianos, 2 franceses, y 4 españoles. Me fijo un poco en la mayoría de ellos y detecto quienes van agrupados; por ejemplo: los tres alemanes y dos de los italianos, que son ciclistas. También van juntos, formando una curiosa pareja, uno de los españoles y el tercer italiano. Este último es muy alto y fuerte, mientras su compañero, que es zamorano, es pequeño y aparentemente frágil...

     Centro mi atención un rato en esta particular pareja. El italiano (Renato) se afana en estos momentos en curar los pies a su compañero (Isidoro). Veo una gran y afectuosa comunicación entre ambos, a pesar de que se han conocido en el Camino, según me comentan. Entro en conversación con el dúo, para hacer breves comentarios, cuando Isidoro manifiesta serias dudas sobre si continuar adelante… Al parecer, los problemas de sus pies son de carácter muscular y vienen de lejos... El italiano no deja de animarle, se le hace difícil aceptar la posibilidad de perder la compañía de su nuevo amigo. Los comentarios de Isidoro no tienen desperdicio, enganchan por su chispa y simpatía... Es de esos personajes “incunables” a los que encuentras de vez en cuando en el Camino. … 

    El trío de alemanes también me llama la atención por la uniformidad de su porte, que destila cierta marcialidad… Se les ve simpáticos y con cierta desenvoltura en todo lo que hacen en el albergue, evidenciando que son ya veteranos en esto de la peregrinación a Santiago. Tanto a estos como el dúo ítalo-español los seguiremos encontrando regularmente en las etapas siguientes, y haremos con todos ellos ‘buenas migas’… 

     Termino mis apuntes y a las 21.25 me encamino a la litera. En nuestro cuarto logro identificar a quien duerme encima de F.; se trata del 4º español, un hombre taciturno que aparenta unos 50 años al que no he visto relacionarse ni hablar con nadie. Me he cruzado con él un par de veces, y en una de ellas, propicia para intercambiar unas palabras por toparnos en el  propio dormitorio, noté que le costaba responder a un breve saludo; incluso evitó cruzar su mirada con la mía…  No me sorprende demasiado el personaje, ya que suelen darse estos perfiles en el Camino; personas que se embarcan para aclarar sus ideas y deambulan de aquí para allá absortos en sus pensamientos. Naturalmente, hay que respetar esa actitud. Encima de mí sé que dormirá uno de los franceses, al que  no he visto y ni siquiera llegaría a detectar, porque aún no había llegado al cuarto cuando atravesé el umbral del sueño. 

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< foto 9: tramo Mérida-Aljucén, ganado variedad retinta colorada>  

 -Nota 2- Las vacas autóctonas españolas, omnipresentes en todo este tramo : En las siete jornadas de que se compone este viaje no dejaremos de ver a lo largo del recorrido numerosas vacas de cría, pastando libremente en dehesas y también en prados salpicados de retamas y/o brezos; solo excepcionalmente encontraremos algún que otro rebaño de ovejas. También debo destacar que en estas jornadas veremos con cierta frecuencia pequeños grupos de caballos, que por su  estampa y bien cuidado pelaje se supone que deben estar destinados a la monta. En cambio no hemos llegado divisar a nuestro paso ni una sola piara del afamado cerdo ibérico. Me imagino que su presencia debe ser estacional…

     Desde Noviembre en adelante sí que deberán verse pastar estos emblemáticos animales, en las mismas zonas adehesadas que ahora recorremos. En esa época las encinas ya empiezan a dejar caer su preciado fruto: la dulce y suculenta bellota.

     El ganado vacuno que veremos habitualmente pertenece la raza retinta, autóctona española, idónea para la crianza de terneros destinados a su consumo como carne de 1ª calidad. Estas vacas hispanas muestran un bello pelaje, completamente uniforme en toda su anatomía, que va desde el crema pálido hasta el rojo brillante pasando por toda la gama de beiges, canelas, ocres y marrones. Los ejemplares más llamativos lucen una brillante librea de vivísimos tonos rojizo- azafranados, y su aparición  entre la retama te impacta como una llamarada…Esta variedad es típica de la región extremeña, donde se la conoce como retinta “colorada”. Casi todas estas vacas son de pelo corto y solo excepcionalmente vemos ejemplares de un basto pelaje crespo o rizado.  

     En ocasiones toparemos también con alguna punta de moruchas negras; raza de mediano tamaño, aunque muy dinámica y resistente, destinada preferentemente a labores agrícolas y a la lidia hasta no hace mucho. Afortunadamente no tropezaremos en ninguna ocasión con toros bravos, los cuales deben estar agrupados aparte probablemente, en dehesas específicas para ellos. Por lo que he leído en Internet, el ganado de purísima librea negra que vemos en ocasiones, es destinado en la actualidad casi al 100% al consumo de carne, siendo por lo que parece muy apreciada gastronómicamente. Finalmente debo destacar que nuestra aventura ha coincidido con la época de cría de las vacas, alguno de cuyos partos estuve a punto de presenciar en directo en campo abierto…; pero destacaría sobre todo las tiernas imágenes de esas vacas con sus diminutos terneros de pocos días o incluso horas, presenciadas en incontables ocasiones.
 

 

< foto 10: Aljucén, el cronista ante el viejo cuartel de la Guardia Civil >  

 -Nota 3- Aljucén, antigua casa cuartel de La Guardia Civil:

    Su estampa llamó poderosamente mi atención antes de penetrar en el pueblo, ya que al estar situada justo a la entrada del mismo, en el lado derecho de la carretera de acceso, pude ver desde lejos entre los árboles casi toda su inconfundible silueta. En un principio no lograba adivinar la naturaleza del edifico, pero sus notables dimensiones y el formato casi cuadrado, con dos cuerpos principales de dos plantas separados por otros dos de menor alzada me resultaban harto familiares… Ya más cerca ví en dos de sus esquinas, formando diagonal, las típicas barbacanas circulares con sus mirillas, y esto era me resultó revelador... Se lo anticipo a Francisco y me dirijo de frente hacia el gran portón de entrada, cerrado por una gran puerta de color verde.  Pero antes de llegar al edificio, justo cuando ascendemos la breve rampa que separa el recinto del cuartel de la carretera, he pasado entre dos postes de ladrillo, y en ellos me ha parecido ver algo de vivos colores rojo y gualda… Desde la puerta me vuelvo hacia Francesc y le pronostico, acertando de pleno, que en esos postes tiene que estar el emblema romboidal de La Benemérita….  

    Mi sorpresa se convierte en emoción rápidamente, porque yo había venido al mundo exactamente 68 años y 42 días antes en un edifico muy parecido a este, situado en la zona de El Romeral (Antequera, prov. de Málaga); un lugar famoso por sus importantísimos monumentos megalíticos. En ese lugar, absolutamente deshabitado en los años 40 del siglo pasado, habían plantado probablemente aquella casa cuartel para proteger las cuatro cortijadas de los alrededores y una importante fábrica de azúcar. Hace unos años volví a pasar por allí, y pude reconocer mi casa natal, aunque reconvertida entonces en sede de un destacamento de la Cruz Roja. Es muy posible que hoy haya desaparecido, porque la zona está sufriendo grandes transformaciones; algún día lo comprobaré. 

    Es curioso cuán vivos se conservan los recuerdos de nuestra primera infancia porque, aunque abandonamos el citado cuartel cuando apenas había cumplido un par de añitos, puedo recordar con bastante detalle la distribución interior del edificio: con su patio interior cuadrado, la sala de armas, los lavaderos, las cuadras para los caballos y… muy especialmente aquella galería del primer piso, abierta al patio, conde las “civilas” deambulaban con sus niños mientras charlaban; añorando probablemente el mundo exterior al que tuvieron que renunciar, tan alejado entonces de la diaria convivencia de la comunidad ‘cuartelera’...  

     Y ya que mencionamos la problemática de vivir en aquella época (año 1943) en un entorno rural español, alejado de grandes poblaciones como el que nos ocupa, vale la pena citar un ejemplo que viene ahora al pelo. Sin ir más lejos, relataré el evento de mi nacimiento… Al ponerse de parto mi madre, le tocó a mi tío Antonio, que vivía entonces con nosotros, ‘volar’ en busca del médico hasta Antequera..; ya que por lo visto no había llegado aún el teléfono a un cuartel rural como aquel. Mi tío salió pitando, con  su vieja bicicleta, pero por una carretera bastante bacheada en aquella época. Total que, entre pitos y flautas, cuando tras 2 horas se presentó el galeno con la comadrona yo ya había llegado al mundo… Aunque que el parto se presentó algo complicadillo, varias vecinas se pusieron manos a la obra y pudieron sacarme a tiempo del “atasco”: hay que tener en cuenta que, aunque el niño venía de cara yo era, y naturalmente sigo siendo aún, bastante cabezón... Años después sabría yo que entre ese grupo de parteras fue la “civila” Josefa quién tuvo que ejercer como improvisada comadrona, y empleándose a fondo llevó la voz cantante del grupo para traerme felizmente al mundo. La buena de Josefa se jactaría durante toda su vida del evento, pues bien que me lo recordaba una y otra vez muchos años después, cuando siendo ya mozalbete  volví a encontrame con ella…. Pero bueno, dejemos ya de lado mis efemérides para destacar como se merece el  “recipiente” arquitectónico del evento… 

   Creo que este edificio de Aljucén es la mejor casa cuartel que he visto. Desde luego es mayor que aquella que me vio nacer, y que la mayoría de las que recuerdo haber visto en otros lugares. Tiene además otros detalles singulares que no son corrientes en edificios del género, como el llamativo balconcillo del cuerpo de guardia. Tampoco son habituales las barbacanas, que imagino se incorporaban en los acuartelamientos más expuestos y/o aislados. Desde luego no las recuerdo en el cuartel del Romeral.

   En cuanto a la situación en la que encontramos el edificio que nos ocupa hoy, resulta penoso e inexplicable que una muestra de casa-cuartel tan notable como esta se vea en casi completo abandono en la actualidad. En mi opinión se trata de uno de los dos mejores elementos arquitectónicos de Aljucén; el otro es evidentemente la Iglesia de San Andrés. Creo que valdría la pena restaurar a fondo este viejo cuartel. Como idea, por si a nadie se le ha ocurrido, sugeriría que tras su rehabilitación podría destinarse entre otras cosas a Refugio de Peregrinos. Aljucén es ahora un pueblo pequeño, pero por su ubicación necesita un buen albergue público, con mayor capacidad que el actual. Estoy seguro de que esa iniciativa sería una gran inversión, que contribuiría a mejorar el futuro del pueblo.
 

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Antonio Garcia Marquez 

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GUIA DEL CAMINO DE SANTIAGO A PIE (En papel)
JOSE M. SOMAVILLA , TUTOR, 2009
Desde la primera edición de esta Guía del Camino de Santiago a pie han transcurrido más de diez años, y veinte desde que su autor, José Manuel Somavilla, descubriese la Ruta Jacobea en 1989 y quedase enamorado de ella. Desde entonces ha recorrido el Camino de Santiago a pie año tras año. Fruto de esa experiencia contrastada que muchos lectores y peregrinos han disfrutado en sus anteriores ediciones, ahora, para esta nueva edición actualizada en 2009 y ampliada, el autor ha elaborado nuevos y detallados mapas de cada una de las 26 etapas del Camino Francés que separan los 750 kilómetros que hay entre Roncesvalles y Santiago de Compostela. A esto ha añadido la variante del Camino Aragonés, con 5 nuevas etapas desde Somport hasta Puente la Reina, punto en el que se une con la otra vía del Camino Francés

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