Cap.XIV
/ (12ªEtapa=19,9Km) ALJUCÉN-ALCUÉSCAR (27 Mayo, Viernes)
A las 6,30 me
levanto, y tras breve aseo doy buena cuenta de mi bocata de atún,
que en esta ocasión sustituye a las habituales sardinillas. Al
parecer nadie se ha movido aún de la litera, así que procuro no
hacer ruido mientras me acomodo en la mesa del comedor, porque junto
a ella hay un sofá de 3 plazas en el que duerme plácidamente el
peregrino nº 13. Por lo visto doña Anna cubrió ayer con
creces la capacidad del albergue, admitiendo a este inquilino
extra, y sacando un mayor dividendo a su negocio; de lo cual me
alegro, sobre todo por el durmiente…
Termina
Francisco con su aseo y salimos hacia la plaza. Nos habían dicho
que el bar suele abrir a las 7.00, pero F está lanzado hoy y
cuando a las 6.51 llegamos a su altura prefiere seguir, sin esperar
esos 10 minutillos escasos que nos faltan. Sin detenernos ni un
instante, bajamos por la avenida de Extremadura en dirección
al río Aljucén, dejando atrás a izquierda y derecha la larga
retahíla de viviendas del eje primordial del pueblo; la mayoría de
las cuales se ven deslucidas y polvorientas, por estar deshabitadas
la mayor parte del año.
<
foto 1:
Aljucén -avda
Extremadura-, saliendo>
Poco antes de
alcanzar el río la carreterita local desemboca en la N-630, la cual
salva el curso fluvial por un puente relativamente moderno. Tras
pasar ese puente encontremos a escasos 200 metros un cartel
indicador del Parque Natural de Cornalvo, y junto a él
las habituales marcas indicadoras del Camino, que se adentra
durante los siguientes 7 kilómetros por ese entorno natural. El
itinerario, recomendado en el cartel para paseantes y ciclistas,
aparece denominado en este como ruta Cordel
Cerro del Gato.
De nuevo, como
en la jornada precedente, nos encontramos con un escenario perfecto
para disfrutar de la naturaleza; hoy aún más impactante si cabe, por
discurrir nuestro camino por una magnífica pista de tierra,
excelentemente cuidada por los responsables del Parque. Y una
vez más queda patente a nuestro paso el contraste entre la
primigenia dehesa salvaje y la rentable dehesa civilizada; esos dos
ecosistemas tan bien diferenciados a primera vista, por su dispar
canon de belleza: a la izquierda la dehesa “civilizada” y a la
derecha el bosque mediterráneo autóctono de la zona, en el que se
intercalan zonas más o menos adehesadas, o lo que es lo mismo más o
menos arboladas. Este último se muestra ahora exuberante tras una
primavera pródiga en lluvias; apuntando ya claramente hacia el
verano, con adelfas en plena floración… Sin llegar a detenernos,
adivinamos de vez en cuando la presencia de escondidos arroyos en
los claros del bosque, envueltos por una tupida maraña de juncales y
zarzamoras; alguno de los cuales llega a cruzar nuestra pista en las
hondonadas.
No desmerece de
ese entorno la dehesa ganadera, cuya serena belleza no me canso de
admirar; una dehesa no demasiado abigarrada de encinas, que nos
permite ver el sotobosque cercano, y en segundo término algunas
praderías donde pastan tranquilamente las vacas; unas rumiando
sentadas bajo los árboles en las vaguadas, otras moviéndose
dispersas por las soleadas lomas….
<
foto 2:
Aljucén-Alcuéscar
, vacas pastando en la dehesa>
A las 8.52
alcanzamos el límite provincial entre Badajoz y Cáceres, justo donde
finaliza el tramo del Cerro del Gato, y nuestro Camino
se adentra por una finca privada torciendo a la derecha tras un
portillo. El recorrido se hará a partir de aquí por un terreno
ascendente, más bien pedregoso y con frecuentes bancos de arena. Por
esta zona empezamos a buscar un sitio donde sentarnos, para que
Francesc pueda almorzar cómodamente. No nos vendrá mal ese
pequeño descanso, pero nos costará un poco dar con el lugar
idóneo…Poco después hemos de atravesar una verdeante vaguada, en
cuyo fondo tenemos que vadear un arroyo… Resulta un lugar perfecto
para ese descanso, pero vamos mirando a derecha e izquierda sin
encontrar nada por la zona que permita sentarse, porque no hay
piedras ni árboles caídos adecuados para ello… Finalmente daremos
con el sitio a las 9.12, aprovechando el limpio corte de dos
encinas. Para no aburrirme, me preparo yo también un pico sobrante
del bollo de mi desayuno, al que le incorporo unas migajas de atún y
mucho aceite.
No tardaríamos
mucho en abreviar ese descansillo… Cuando le estábamos cogiendo
gusto al lugar hubo que espabilarse, porque las hormigas habían
detectado las briznas del almuerzo y miles de ellas ponían proa a
nuestros asientos; es más, las más rápidas escalaban ya los tocones
donde estábamos sentados, dispuestas a reclamar su ‘peaje’ a los
intrusos… A las 9.35 reanudamos la marcha.
<
foto 3:
Aljucén- Alcuéscar,
crucero “la cruz
del niño muerto”>
Una prolongada
subida por la falda de la Sierra del Centinela es todo lo que
nos queda para empezar a oler los arrabales de Alcuéscar.
El terreno tiene por aquí toda la pinta de ser de origen volcánico,
con una grava porosa parecida a ese “picón” usado en jardinería para
conservar la humedad en macetas y parterres. La subida no es muy
acusada, pero se nos hace larga por monótona... A las 10.45
encontramos un sencillo crucero a la derecha, conocido como la
Cruz del Niño Muerto. En este lugar se cruza una pista apta para
el tráfico rodado, que se desvía por la izquierda. Nosotros hemos de
seguir recto, afrontando una empinada cuesta de casi un kilómetro
hasta alcanzar el collado, lugar donde empezaremos a ver una serie
de casas ó chalets diseminados a ambos lados de nuestro camino,
rodeados de huertas. Se intuye ya la cercanía del pueblo, porque
vemos movimiento de gente en esas viviendas.
En el collado hay
otro desvío a la izquierda, por un camino que se dirige hacia la
carretera de acceso que conecta Alcuéscar con la N-630; pero
las marcas nos encaminan desde el puerto hacia la derecha, por otra
pista que serpentea llaneando o en ligero descenso hacia ese pueblo,
al que avistamos por fin a las 11.40. Siguiendo las indicaciones,
un par de minutos después tropezamos con un vecino que nos señala
con exactitud la situación de la Casa de Beneficencia, lugar
donde está situado nuestro Albergue. Desde lejos podemos
distinguir perfectamente que se trata de un edificio de importantes
dimensiones, porque destaca claramente sobre su entorno urbano.
<
foto 4:
visión lejana de
Alcuéscar (a 3 Km)>
Llegamos a esa
ejemplar Institución de Beneficencia exactamente a las 11.53.
El edifico residencial de la comunidad tiene planta baja y dos
pisos. En el centro de su imponente fechada hay un gran portón de
madera, en el cual observamos una pequeña puerta peatonal
entreabierta. Como hemos visto en la fachada una placa señalando el
albergue de Peregrinos pasamos directamente, y nos
encontramos en un despacho lateral al padre José, un
hombre alto y canoso de venerable aspecto que aparenta unos 70 años.
Nos recibe cordialmente, y tras preguntarnos nuestra procedencia nos
envía al encuentro de la hospitalera, mostrándonos el camino a
seguir desde el patio interior del edificio. Del cartel principal de
la entrada, me ha llamado especialmente la atención el nombre de la
comunidad religiosa que lleva esta institución de caridad: “Esclavos
de María y de los Pobres” (ver
Nota
4).
-Nota 4-
La Casa de Beneficencia,
ejemplar institución de caridad de
Alcuéscar .-
Este centro de acogida fue creado a principios de la
década de los cuarenta del pasado siglo por D. Leocadio
Galán Barrena, cura párroco de Alcuéscar,
pueblo donde el padre Leocadio desarrolló toda su labor
pastoral y benefactora a lo largo de casi 60 años. Por las
referencias de que dispongo, la comunidad que gobierna esta casa
no es una orden religiosa convencional, sino una Institución
de Beneficencia cuyo nombre exacto es: Instituto de la
Santa Esclavitud de María y de los Pobres. En 1939 se
hace cargo de la parroquia del pueblo nuestro protagonista, y
desde el principio decide impulsar la formación integral
cristiana entre la población rural y obrera de la comarca de
Alcuéscar; comprendiendo un extenso territorio con
importantes núcleos de población, dispersos en varias pedanías y
casas rurales relativamente alejadas de la villa. Pocos años
después, sensible a las acuciantes necesidades de quienes
carentes de medios económicos se habían de enfrentar a graves
problemas de salud, promovió la construcción de un Hospital y
una Residencia de Beneficencia anexa al mismo, destinados
prioritariamente a los más necesitados: los ancianos,
enfermos psiquiátricos y niños en estado de semi-abandono o
malnutrición. A su estela, otros religiosos fueron acudiendo
para continuar la labor emprendida, y así viene sucediendo hasta
hoy. Que yo sepa esta Institución no tiene otras
ramificaciones, aunque naturalmente es un gran modelo que
seguramente habrá alumbrado otras parecidas en nuestro país y
allende nuestras fronteras.
La comunidad religiosa de Los Esclavos de María y de los
Pobres cuenta en la actualidad con otras 4 casas de
beneficencia, concretamente en Torrijos (Toledo),
Pinofranqueado (Cáceres), Calamonte (Badajoz) y
Pinos Puente (Granada).
En cuanto a la infraestructura arquitectónica de la institución
en Alcuéscar, cuenta con dos edificaciones: 1) El
Edificio Central, destinado a
residencia de la comunidad religiosa y sede principal de la
institución; en el cual está reservado un espacio como
albergue de peregrinos. 2) Un edificio próximo destinado a
Hospital y Residencia de Beneficencia.
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El padre Leocadio Galán
nació en Calamonte (prov. de Badajoz) el 24
Febrero de 1910, y falleció en Alcuéscar el 27 enero de
1990.
<
foto 5:
Alcuéscar,
casa fundacional congregación “Esclavos
de María y de los pobres”>
El albergue
está instalado en el primer piso del Edificio Central, y al
entrar en él nos encontramos con la hospitalera Margarita,
una cincuentona alemana de talante serio pero afable, a la que
acompaña una compatriota suya algo más joven, que la sustituiría
próximamente en el cargo. Margarita lleva la voz cantante
durante la inscripción, como es natural, para ponernos rápidamente
al corriente de las normas de funcionamiento de la casa. Como más
llamativo cabe destacar de su discurso que el acceso al edificio
queda interrumpido diariamente entre las 14,30 y 16.30 horas, debido
a que los frailes hacen la siesta; y cuando decimos “queda
interrumpido” nos referimos tanto a entradas como a salidas de la
casa. Afortunadamente son en estos momentos las 12 de la mañana, y
tendremos tiempo para asearnos, lavar la ropa y organizarnos bien
antes de salir a comer fuera. Otra norma, un poco más irritante, es
la limitación establecida para salir del albergue a 1ª hora
de la mañana: no tenemos libertad para abandonarlo a la hora que
nos apetezca, lo que perjudica especialmente a los muy
madrugadores. Concretamente se nos impide salir antes de las 6,30 de
la mañana. Desde ese momento se permiten salidas cada ½ hora hasta
las 8.00h.., ¡pero solo dispondremos de 5 minutos para marchar en
cada tanda! Bueno, esto me parece algo demencial, y tiene la pinta
de ser una norma ‘afinada’ por nuestra germánica celadora...
Como peregrinos
veteranos, ya estamos curados de espantos y pronto olvidaremos las
“originalidades” de este albergue. Lo realmente importante es
que estaremos muy bien alojados. Nuestro refugio dispone de
20 plazas, 16 de ellas en un par de dormitorios de cuatro literas,
donde se instalan los peregrinos que no tienen problemas; las cuatro
restantes se reparten en dos habitaciones dobles, para casos
especiales a juicio de la hospitalera. En seguida nos daremos
cuenta de que aquí funciona todo perfectamente; la organización es
impecable, y eso se agradece siempre. Tras sellar la credencial,
Margarita nos informa de que tenemos la posibilidad de oír misa
en la propia Casa de Beneficencia, a las 19.00h; luego
recibiríamos la “bendición del peregrino” y finalmente la comunidad
monástica nos invitaba a compartir mesa con el resto de peregrinos
en una cena de hermandad, algo a lo que nos apuntamos.
Tras la ducha
bajamos Francisco y yo a lavar algo de ropa, ya que la norma
del cierre de mediodía aconseja hacer esta operación antes de
marchar a comer. Los lavaderos están adosados a un costado del
Edificio Central, en una zona ajardinada que lo separa del
edifico destinado a Hospital y Residencia de Beneficencia.
Mientras llevamos a cabo nuestra colada pululan por los alrededores
algunos residentes de la 3ª edad, unos paseando y otros sentados
tranquilamente al sol junto a las escaleras del centro
hospitalario... Los que pasan cerca nos saludan sonrientes,
notándose enseguida que ven con mucho agrado nuestra presencia… Al
finalizar la tarea, colgamos los trapos en un tendedero contiguo,
instalado exclusivamente para nuestro uso bajo una carpa metálica,
que resulta idónea por si llueve. Ya decíamos antes que aquí no
falta detalle, se nota en todo...
Siguiendo el
consejo de Margarita nos fuimos a comer al Mesón
Alejandro, situado en el centro del pueblo. El menú elegido
(Macarrones y Magras de Cerdo con tomate) estuvo decente,
aunque no tanto como para tirar cohetes. Ya sabemos que en el
Camino nuestros niveles de exigencia culinaria han de bajar
considerablemente; buscamos sobre todo estar cómodos y relajados en
algún lugar tranquilo, y en ese sentido estuvimos muy bien en el
citado mesón.
A las 15.10
salimos de Casa Alejandro con idea de dar una vuelta amplia
por el pueblo, para hacer tiempo antes de asistir a la misa.
Disponíamos de 3 horas y media, y por eso pensábamos acercarnos
también a una interesante iglesia prerrománica: Sta. Lucía del
Trampal, de cuya existencia teníamos conocimiento por unos
folletos descriptivos de los lugares singulares de Alcuéscar.
Callejeando por el
centro de la villa, nos sorprenden algunos detalles arquitectónicos;
concretamente las numerosas casas solariegas blasonadas. No le
dedicamos mucho tiempo al circuito urbano, pero viendo la plaza
de España y su entorno, nos pudimos percatar de que este
lugar debió ser antaño y aún es hoy, sin lugar a dudas, una
población relativamente importante (véase
Nota
5 al final del
capítulo).
Tras ese corto
paseo por Alcuéscar, donde sacaríamos varias fotos, nos
disponemos a dirigirnos a Santa Lucía del Trampal…Son las
15.45 y todavía tenemos tres horitas para esa visita… En el folleto
se señala la ubicación del templo muy a las afueras del pueblo, pero
no está clara la distancia ni el punto de salida...; aunque por
fortuna no tardaríamos en cruzarnos con una niña, a quien
preguntamos esos datos. La nena nos señala enseguida una calle
próxima, asegurándonos con notorio desparpajo y muy convencida de
ello, que podríamos tardar unos 30 minutos en llegar a la célebre
iglesia…
Enseguida veremos
que el camino es bueno: una pista asfaltada que serpentea por la
suave ladera del monte donde se encuentra el pueblo; pero la iglesia
que buscamos resulta estar a más 4 km., y el ‘paseíto’ se nos haría
muy largo por varios factores adversos: 1) estamos en plena
digestión, 2) vamos con chancletas y 3) lo haremos bajo un sol
apabullante. ..
Durante buena
parte del recorrido atravesaremos la comarca de Los Alcornocales,
donde abundan espléndidos ejemplares de ese hermoso árbol, tan
característico en extensas zonas meridionales de nuestro país. El
bello entorno durante todo el camino, hace algo más llevadera
nuestra larga e inopinada excursión.
<
foto 6:
'Los Alcornocales', en camino hacia
Sta Lucía del Trempal>
Afortunadamente
encontramos abierta la iglesia, cuando llagamos por fin a las
16.50h. En su interior nos encontramos con un guardia-guía,
sentado tranquilamente en una mesita, el cual se sorprende bastante
al vernos llegar. Este señor nos atiende muy amablemente, y nos
facilita toda clase de información sobre el templo y su
historia. Obviamente, a estas horas de la tarde y con la que está
cayendo, estamos F. y yo solitos en el lugar con el
vigilante; quien no teniendo otra cosa que hacer no escatima en nada
su tiempo con nosotros. Al percibir que estamos interesados, nos
acompaña por la pequeña exposición de una sala anexa, y luego nos
sugiere ver un audiovisual, donde tendríamos información detallada
de las características y la historia de este importante recinto
arqueológico. Naturalmente aceptamos la invitación, entre otras
cosas porque en el interior de la iglesia-basílica se
esté la mar de fresquito, y ya que estamos aquí valía la pena
aprovechar esa sugerencia para descansar un rato nuestros mal
calzados pies, ilustrándonos de paso sobre la peripecia histórica
del lugar (ver Nota
6 al final del capítulo).
Terminada la
visita del interior de la iglesia, nos tomamos unos minutos para
admirar el entorno natural donde está situada. Se respira en este
lugar un extraño sosiego, que invita a la meditación y hasta a la
ensoñación, como si hubiera calado en esta tierra privilegiada el
murmullo de los ritos y la mística teológica de las dispares
comunidades religiosas que se asentaron desde tiempos inmemoriales
en ella (ver la citada
Nota 6).
El enclave ocupa la falda de la montaña, en una zona situada casi al
fondo del feraz valle del río Ajucén. Por ese motivo, el agua
abundaba antaño en estos contornos, por las noticias que tenemos, y
aún hoy se nota que este territorio es propicio para los cultivos.
Era indudablemente un sitio idóneo para que prosperase en su tiempo
una nutrida comunidad de colonos; y como suele acontecer, tras los
poblamientos sedentarios vino obviamente el clero... Según hemos
visto en la exposición, hay claros indicios de que en época
prerromana se fundó en esta zona un santuario, donde se veneraban
deidades ibéricas; luego vendrían obviamente los cultos: romano,
cristiano-visigótico, árabe y finalmente el cristianismo moderno (ó
post-conciliar)…
<
foto 7:
Alcuéscar, basílica de Santa Lucía del Trempal
(s.VIII)>
La verdad es que
el monumento y su entorno impactan bastante; y una vez situado ante
él no me atrevería a poner en duda que en este lugar se hayan
sucedido con el tiempo esa retahíla de cultos… Tras rodear el
singular edificio y sacar fotos desde distintos ángulos emprendimos
el regreso al pueblo, acompasando pacientemente el ritmo de marcha a
las posibilidades de nuestras elementales y sufridas chanclas, no
fuera que por correr tuviéramos problemas…
A las 6 y media de
la tarde llegamos a nuestro refugio de la Casa de Misericordia,
cansadillos pero animados por lo interesante de la excursión. Yo me
sentía doblemente contento, al constatar que Francesc ha
venido en esta ocasión excelentemente preparado; últimamente no
solía apuntarse a excursiones extra como esta…. Nos duchamos
rápidamente para acercarnos a oír la misa; celebrada en la capilla
principal de la Casa de Beneficencia, situada en la planta baja del
edificio central.
La ceremonia
religiosa resultó bastante emocionante, al menos para nosotros dos.
Coincidimos en la celebración de la eucaristía la mayoría de
peregrinos alojados, y con nosotros siete u ocho enfermos
residentes, así como un par de hermanos de la congregación
religiosa, ya jubilados. Fue muy emotivo el momento de la
salutación, cuando varios de los internos pasaron a estrechar
nuestras manos, uno por uno, mostrando de forma muy efusiva su
alegría por compartir esta jornada con los peregrinos. Algunos de
ellos evidenciaban padecer serios trastornos mentales, congénitos en
algún caso o adquiridos con la edad. Al cruzar su mirada con la
nuestra, y ver como se emocionaban con el saludo, no podíamos
contener las lágrimas...
Al parecer, esta
Casa de Beneficencia, que en sus inicios debió atender
mayoritariamente a niños desamparados como consecuencia de la guerra
y pobres en general, está especializada hoy día en la acogida
de personas con enfermedades mentales crónicas, admitiendo
prioritariamente a quienes no tienen recursos económicos.
Tras la misa, el
padre José pidió que nos acercáramos al presbiterio, para
impartirnos la particular bendición del peregrino. Todos hacemos un
corro ante él y, sin mucho preámbulo, con unas breves y sentidas
frases formula los ruegos por el buen fin de nuestro viaje. Finaliza
el acto impartiendo a todos la bendición, y reiterando seguidamente
la invitación que nos hace la comunidad para compartir con ellos la
cena en esta santa casa.
Terminado el acto
de despedida, las hospitaleras entrante y saliente nos rogaron que
las siguiéramos hacia la sala comedor. Luego desfilamos tras ellas
los diez peregrinos que hemos concurrido a la misa, hasta llegar a
una amplia habitación rectangular. Sentados allí, en torno a una
gran mesa, viviríamos otro de los momentos estelares de la
jornada…
Una vez
reunidos en la amplia sala, pude hacer el recuento de comensales,
totalizándose la docena: los “tres prusianos”, la pareja
ítalo-española (Isidoro y Renato), dos franceses, y un
uruguayo. Con nosotros dos totalizábamos pues 10 peregrinos. La
docena se redondeaba con la pareja de hospitaleras, ya que junto a
Margarita estaba en “training” como decíamos su compatriota,
quién habría de sustituirla el día 30 del presente mes de Mayo.
Margarita,
que está sentada frente a nosotros, abre la sesión dirigiéndose a la
concurrencia para pedir un voluntario que bendiga la mesa…; norma
habitual en los cristianos viejos, que hoy en día no se estila
mucho, por lo que nos coge de sorpresa. Mientras debatíamos en
‘petit comité’, con nuestros inmediatos vecinos, sobre la lengua más
indicada para hacerlo, dió un paso al frente uno de los franceses:
un colega de unos 55 con abundante pelambre, blanca como la nieve, y
espectacular mostacho. Por lo visto se lanzó al ruedo sin pensarlo
mucho, y una vez entrado en trance se azaró visiblemente,
poniéndose colorado como un pimiento morrón... Pidió la hospitalera
el más absoluto silencio, y el francés entonó de un tirón una
canción breve y muy emotiva, que nos hizo entrar en trance a
los demás… Es difícil describir la viva emoción que invadió a todos
en esos breves 50 segundos. De forma automática nos unimos en un
espontáneo aplauso cuando nuestro compañero se sentó, y sin más
preámbulos nos lanzamos a comer la magnífica cena que nos habían
preparado: sopa de pasta y fricandó de ternera, con
variados cornetes de helados como postre.
<
foto 8:
Casa Beneficencia de Alcuéscar, cena
de hermandad>
Poco antes de
terminar con el postre, nos preguntó Margarita si nos
gustaría ver la capilla particular de la
Congregación, situada en la 3ª planta del edificio. Nos explicó
como llegar a ella, sugiriendo de paso que no dejáramos de observar
durante el recorrido algunas interesantes piezas del mobiliario,
religioso y seglar, que encontraríamos por los pasillos de la
casa, y en la mismísima capilla. Naturalmente nos rogó que
fuéramos muy cuidadosos, sin tocar nada y procurando hacer el menor
ruido posible para respetar al máximo los habituales quehaceres de
la comunidad. Pero tras terminar esa exposición, antes que nos
empezáramos a retirar, nos “invitó” también a colaborar en la
limpieza de la vajilla que estábamos usando, ya que en esta santa
casa “no tienen servicio doméstico”; y por lo tanto…quedaba
patente que nos tocaba limpiar los platos…. Para ese menester
solicitó concretamente 4 ó 5 voluntarios…
Sin pensarlo
mucho, nos apuntamos de inmediato Francisco y yo; y
tras nosotros “los tres prusianos” y uno de los franceses. El equipo
funcionó a la perfección y las alemanas quedaron maravilladas por la
gran compenetración que demostró el nutrido grupo de voluntarios,
pese a que nunca habíamos entrenado juntos esta tarea: en 8
minutos todo limpio, seco y en sus estanterías ó cajones. La
hospitalera confirmó que estábamos ante un nuevo record, al menos
durante su estancia en esta residencia, a la que acude desde hace
varios años.
La pequeña
capilla de la Congregación es muy bonita, con
interesante mobiliario religioso que por las trazas debe proceder de
donaciones. No hay que olvidar que esta Casa de Beneficencia
ha sido el destino final de innumerables personas ancianas y/o
enfermas, desde los años 40 del pasado siglo hasta nuestros días.
Probablemente, al carecer muchos de ellos de familia directa, o por
simple abandono de sus más allegados, no vieron otra opción mejor
que acogerse a los cuidados de los hermanos de esta comunidad…
El estilo y
formato de los cuadros, imágenes religiosas y enseres que pudimos
admirar, tanto en la capilla como en otras estancias que atravesamos
al regresar, así como en los largos corredores de la casa, eran los
habituales que se solían ver a mediados del siglo XX en las casas de
medio y alto nivel social de España. En el centro de la capilla,
frente al altar, llama nuestra atención la urna donde reposan los
restos del fundador de este centro, el padre Leocadio Galán
(ver
más arriba Nota 4).
Ante
ella nos detuvimos unos minutos
F
y yo, leyendo un escueto cartel sobre su vida y obras, con el
respeto que merece el personaje.
A las 21,30,
tras el
interesante recorrido entre la capilla y nuestra residencia, donde
no paré de hacer fotos a diversos rincones de la casa, nos fuimos
directamente a las literas. Francisco se puso a dormir en
seguida y yo, tras poner las fundas desechables a mi cubil, me senté
un ratito en la sala de estar. Allí dedicaría los últimos 10
minutejos de la jornada a pasar unas densas anotaciones en mi hoja
de ruta; el día había sido rico en emociones, especialmente nuestra
estancia en Alcuéscar.
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-Nota 5-
Alcuéscar,
breve sinopsis histórica y actual.-
La población nace en 830 bajo el dominio
musulmán, con un nombre desconocido. Tras la batalla de
Mérida, bajo el reinado de Alfonso IX de León, este
lugar y su entorno, como buena parte de las comarcas
extremeñas quedó bajo la jurisdicción de la Orden de Santiago,
siendo entonces su gran maestre Don Pedro González Mengo.
El centro neurálgico de los dominios de la orden en la alta
Extremadura estaba en la villa y castillo de Montánchez,
aglutinando en su entorno unos territorios que comprendían 14
municipios actuales, entre ellos
Alcuéscar.
Pese a su carácter subsidiario en aquella época (s.XIII),
Alcuéscar es en la actualidad el municipio más
poblado de la comarca de Montánchez, con unos 3000 hab;
teniendo el municipio capitalino unos 2000.
En las postrimerías del s.XV fue repoblado el lugar
que nos ocupa con un importante contingente de moriscos,
provenientes de Huéscar (Granada); desplazados
aquí probablemente para disminuir el peso relativo musulmán en
las muy pobladas comarcas del recién conquistado reino nazarí, y
de esta forma facilitar el control de frecuentes insurrecciones
de esa época. Es muy probable que del lugar de origen de estos
colonos (‘huéscar’) provenga el topónimo definitivo de la actual
villa de Alcuéscar.
Grandes familias terratenientes (como los Cáceres,
Valverde, Bonilla, Rosco ó Pavón)
dejaron muestras de su preeminencia en las casas solariegas de
la localidad, como pudimos ver gracias a sus escudos heráldicos,
que aún lucen en algunas fachadas. Particularmente me llamó
mucho la atención la elevada posición de esos escudos sobre el
paramento de los edificios, hasta el punto de romper en algunos
casos la línea (aleros) de los tejados.
<
foto 9:
Alcuéscar, antigua casa señorial con
blasón sobre el tejado>
-Nota 6-
La sorprendente iglesia-basílica de Santa Lucía del
Trampal.-
Cuasi-basílica
prerrománica, de excepcional interés, de la cual se
conservaba una parte del ábside y casi todos los fundamentos del
perímetro. Una acertada reconstrucción nos permite admirar el
edificio prácticamente tal como era en la antigüedad, con la
salvedad de que no se han conservado las bóvedas
originales, sino las cubiertas góticas. Tampoco se han
conservado los cimborrios. Junto a la antiquísima iglesia
existió en la alta edad media (siglos VIII a X) un primitivo
monasterio con esbelto campanario anexo. De ambos solo quedan
hoy escasos restos de sus muros, uno de ellos correspondiente al
campanario, situado entre las dependencias monásticas y
la propia iglesia. Una segunda iglesia, bajo la advocación de
Santiago estaba
emplazada según testimonios documentales al otro lado de las
dependencias monásticas; de ella no se han hallado restos tras
los trabajos exploratorios realizados hasta la fecha.
La ubicación de dos iglesias y el citado monasterio en
este lugar no es casual. Las noticias históricas existentes,
corroboradas por hallazgos arqueológicos, testimonian que desde
tiempos prerromanos existía aquí un santuario, donde se
veneraban diferentes deidades ibéricas. Este culto fue
sustituido por los dioses del panteón romano durante varias
centurias, antes de que bajo dominación visigótica se
instaurase el culto cristiano (siglos VI-VII).
La característica más destacable de la iglesia que vemos
ahora son sus tres ábsides cuadrangulares, y otros
tantos cimborrios coronando sus ejes en el crucero. De hecho
es la parte que mejor se puede apreciar de la basílica; se
conservan muy bien esos tres ábsides, el crucero y el coro. En
cambio, de las tres naves solo quedan los muros exteriores. En
cuanto a las dependencias que flanqueaban las naves a ambos
lados, se han perdido completamente, aunque se conservan sus
trazas a nivel de la cimentación. Una oportuna maqueta, que
podemos ver en el museo nos permite admiran cómo era la iglesia
original.
Santa Lucía del Trempal
es el más antiguo templo prerrománico descubierto en
Extremadura. Tras la invasión de los árabes, estos respetaron a
las comunidades monásticas establecidas junto a los dos templos
existentes aquí en esa época, las cuales dirigían la mayor
parte de las actividades agrícolas y mercantiles de la comarca
circundante.
Naturalmente, damos por supuesto que estas autoridades
religiosas pagaban “religiosamente” sus impuestos al erario
musulmán. Por los restos localizados, queda patente que existían
importantes actividades fabriles asociadas a este foco de
población rural, como talleres de cerámica y herrerías sin ir
más lejos. Corrobora esto último la existencia de una veta de
material férrico en las cercanías de este enclave. Se ha podido
constatar que tanto la producción fabril como la agrícola no
solo abastecía a los monjes y al poblado de colonos, sino que
se exportaba a otras comunidades hispánicas.
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