A las 6.20
me pongo en marcha. Aunque hay un pequeño lavabo en el cuarto,
con el cual lindaba la cabecera de mi colchoneta, no tengo
necesidad de usarlo. La tarde anterior fue de lo más sosegada y
en nuestra excursión a “El Tuareg” ya nos lavó la lluvia
la cara y algo más. Francesc ronca como un bendito y le
dejo así otro cuarto de hora, mientras me dedico a efectuar un
poco de limpieza; no quiero que los colegas que llegarán hoy se
encuentren esto como nosotros. El recibidor está como unos
zorros, y hay que recoger las 4 papeleras del barracón, llenas
hasta los topes, para tirar las bolsas en unos contenedores
situados a 200 metros del mismo... También me cuido de revisar
el circuito de los dos calentadores de agua; operaciones que
ejecuto siguiendo unas instrucciones escritas colgadas junto a
los mismos: recalcan mucho que debemos dejar cerrado el circuito
de agua caliente antes de abandonar el Albergue.
Para
efectuar esta operación de control y cambiar las bolsas de
basura he tenido que acceder a las estancias de nuestros
colegas, cosa que hago con todas las precauciones para no
despertar a nadie. Aún no se ha movido la pareja ítalo-
zamorana, ni tampoco el trío alemán, y no lo habían hecho cuando
10 minutos después nos disponíamos a salir.
Es aún noche
cerrada a las 6.45, momento en el que abandonamos nuestro
humilde albergue camino de la gasolinera contigua al
mesón restaurante. Tenemos que sellar la credencial, cosa
que olvidamos hacer ayer con el ajetreo del partido de fútbol.
Naturalmente no contábamos con encontrar abierto “El Tuareg”
a estas horas, pero si la estación de servicio contigua que
suelen abrirse sobre las 7 de la mañana. Efectivamente, un
operario está procediendo a poner en marcha la gasolinera cuando
a las 7.05 llegamos a ella. El empleado nos advierte que aún
tardaría diez minutos en poder atendernos, y nos comunica que no
nos podrá proporcionar café aunque sí nos sellaría la
credencial; lamentablemente la estación solo dispone de un
dispensador de bebidas frías…
< foto 1:
(afueras de Valdesalor), amanecer
>
Mientras
esperamos empiezan a despuntar los primeros resplandores del
alba; hay en el horizonte una bonita guedeja de cumulonimbus
que me permite obtener una buena foto a las 7.18: la luz solar
se divide prodigiosamente, formando una corona radial con cuatro
franjas dorados y cinco de sombra; la espera ha valido la pena.
Sellamos por
fin en la gasolinera y partimos en dirección a Cáceres;
estamos a 10 Km. de la capital. Para alanzarla hemos de subir el
Puerto de las Camellas, el cual no presenta a priori
ninguna dificultad. En nuestro mapa guía está marcado un
itinerario por diferentes pistas que se inicia muy cerca de la
gasolinera, que localizamos sin problemas. El primer punto de
desvío lo encontramos tras recorrer 150 metros por la carretera
nacional; lo tomaremos accediendo a una pista que circula en
paralelo con esta por la derecha.
Pronto se inicia la suave ascensión del puerto, que durante
2.5 Km. llevaremos a cabo por esa pista de tierra. A las 8.05
la pista vuelve a encontrarse con la N-630, para cruzarla bajo
un pontón. En este punto decidimos acceder al arcén de la
carretera. En nuestro plano se ve claramente que tendríamos que
dar un pequeño rodeo en las inmediaciones de la coronación del
puerto, pero dado que no existe ningún atractivo especial por la
zona nos decidimos por ir a lo más práctico y seguro.
< foto 2:
(Valdesalor-Cáceres), ascensión Puerto de las
Camellas
>
El panorama a
ambos lados de la carretera nacional es espectacular. No me
extraña, sabemos por experiencia que se puede contemplar mucho
mejor el paisaje desde la propia calzada que por las
serpenteantes pistas opcionales. Es particularmente hermosa la
vista que disfrutamos a poniente: la falda del puerto encendida
a esta hora por el despuntar del sol, levantado apenas 10º sobre
la horizontal, de cuya panorámica captaré varias imágenes.
En las
soleadas laderas vislumbramos un gran rebaño de ovejas triscando
montaña arriba…; y de nuevo me veo impulsado a sacar la cámara,
para captar ahora ese ganado con el “zoom”, acercando los
animales lo suficiente como para ver que ya han sido
trasquilados. Aparentemente esa operación se ha hecho hace pocas
jornadas, porque se distinguen perfectamente zonas sonrosadas en
su anatomía.
<
foto 3: (Valdesalor-Cáceres), rebaño de
ovejas recién trasquiladas
>
A las 8.25
alcanzamos la cima del puerto y a las 8.42 ya estamos de nuevo
en la pista de tierra, atravesando un paraje desolado y carente
de árboles, con la muy escasa presencia de ralos matorrales.
Solo produce este lugar, aunque con una distribución irregular,
un pasto poco consistente de escasa alzada, demasiado pobre para
alimentar el ganado. El suelo pizarroso de la zona no da para
más, lo que debe obligar a los animales a recorrer grandes
distancias para cubrir su dieta mínima.
Son las 8.55
y aún no distinguimos Cáceres en la distancia, pero no
debe estar lejos porque sentimos los inequívocos sones de unos
bafles, los cuales nos recuerdan que la ciudad está en sus
fiestas patronales. Poco después distinguimos como a 1.5 Km.
unas carpas grandes de color blanco, de donde provienen los
zumbidos sincopados de la ‘música-máquina’ a todo
volumen…. Nos imaginamos en seguida que debe tratarse de una
zona destinada a las movidas festeras juveniles, que los
cacereños han procurado estén lo suficientemente alejadas del
epicentro de la capital para evitar molestias al vecindario.
Nuestro
Camino no sigue un recorrido lógico en algunos momentos.
Teniendo en cuenta que el lugar es relativamente plano, aunque
en permanente descenso, no se explica que haga frecuentes
‘zigzags’; llegando incluso a desparecer por momentos, para
reaparecer luego unas decenas de metros más adelante.
Afortunadamente estamos lo bastante cerca de Cáceres como
para temer perdernos...
A las 9.15
alcanzamos los arrabales de la capital, en un barrio obrero
cuyas infraestructuras se ven inacabadas. Parece una barriada de
edificación reciente y quizás por eso no vemos absolutamente
ninguna indicación, ni del Camino ni de otra naturaleza,
que nos pueda orientar sobre la dirección a seguir para cruzar
la urbe en dirección a Casar de Cáceres por la parte más
corta. Es en ese pueblo donde queremos terminar hoy nuestra
etapa; una localidad que dista de la capital cacereña 13 km.
Separando las
primeras viviendas del campo abierto, nos encontramos con una
solitaria zona ajardinada. En ella vemos varios bancos de
madera; un lugar idóneo para que F. haga su almuerzo. Nos
sentamos y a poco vemos venir una mujer paseando a su perro; con
ella nos informamos de que la ruta que siguen los
peregrinos hacia Casar circula tres centenares de metros
más a la derecha. No me extraña, porque hace un buen rato que
no veíamos marcas amarillas ni esos cubos orientadores del
proyecto Alba Plata; hemos debido perder el rastro
del Camino en alguno de los recovecos del inhóspito
Puerto de las Camellas.
Termina F.
su almuerzo y decidimos continuar hacia el centro de Cáceres,
desde donde esperamos encontrar indicadores de la salida hacia
Casar. Consideramos que es lo más práctico, antes que
emprender la aventura de desviarnos medio Km. hacia la derecha
en busca de las marcas; en el centro de la ciudad no faltará
quién nos indique la mejor ruta de salida... Y efectivamente,
acertamos a encontrar un cacereño que conoce bien el Camino;
peregrina ocasionalmente como nosotros, y cuenta con múltiples
andanzas en las rutas del apóstol. El buenazo de
Martín nos sacará del atasco acompañándonos
personalmente hacia el punto de salida que nos llevará recto a
nuestro destino.
Atravesamos
Cáceres por una gran avenida que cruza de sur a norte la
parte moderna de la ciudad; sin llegar a pisar en ningún momento
su clásica zona monumental. Tanto F. como yo ya
conocíamos esa maravilla renacentista, cuajada de palacios
blasonados e iglesias. De otra forma nos habríamos quedado a
pernoctar aquí en algún hostal, ya que Cáceres carece de
refugio público por el momento. Martín nos
acompaña hasta la plaza de toros, junto a la cual está la salida
hacia Casar de Cáceres. Antes de despedirnos
entramos con él a un bar, donde tomamos café con churros, y el
extremeño no consiente en que paguemos. Quién sabe si algún día
nos lo volveremos a encontrar por las rutas del Norte. Si se
diera el caso, quizás entonces nos daría la oportunidad de
corresponder a estas atenciones; no es imposible ya que, según
nos dice, suele salir cada año…
<
foto 4: (Cáceres), saliendo por
plaza de toros y avenida Lavanderas >
Pasado un kilómetro nos despistamos en una de las sempiternas
rotondas de enlace, y erróneamente acabamos tomando la
carretera de Madrid; de forma que hemos de retroceder 800
metros para coger otro ramal. La broma nos cuesta 20 minutos
inútiles, es decir un par de Km. extra de recorrido. Luego
haremos todo el intervalo hasta Casar por el arcén de la
tranquila carretera local CC-38 que nos acerca al pueblo.
Tenemos un tiempo espléndido, con un cielo velazqueño cuajado de
blancas nubes de irregular distribución, que de forma
intermitente nos proporcionan su benéfica sombra. Los campos
carecen de arbolado como en la primera parte de la etapa, pero
gracias a Dios, en esta ocasión no sentiremos ningún agobio.
El paisaje
se tiende sin límites a ambos lados de nuestro Camino;
con terrenos en barbecho, recién labrados o recién segados; un
variopinto paisaje que luce bajo un cielo muy luminoso gracias a
las nubes, ideal encuadre para los grandes paisajistas del
pasado. Me vienen a la cabeza Velázquez y Turner,
y sobre todo los impresionistas, muy especialmente Van
Gogh. Vemos muchas parcelas donde se ha segado recientemente
una mies cuya naturaleza no logro distinguir, ni la puedo
confirmar ahora a la vista de las fotos. Sobre los campos
divisamos gran cantidad de pacas cuadrangulares de paja,
amontonadas o repartidas de forma irregular; siendo finales de
Mayo parece pronto para que esto sea cereal recién segado,
podría tratarse de forraje para la ganadería (ver
fotos).
< foto 5:
(Cáceres-Casar de C.), trigal recién segado
>
Poco antes de alcanzar Casar de Cáceres, al que ya
vemos claramente en la distancia, nos paramos a tomar una caña
de cerveza en una gasolinera. Minutos después entraremos al
pueblo por la larguísima Calle Alta, evidente
‘calle-camino’ que certifica el origen de esta localidad como
lugar de ‘parada y posta’ desde muy antiguo, probablemente
ya lo era con anterioridad al imperio romano. A las 13.56
llegamos a la Plaza de España, una placita rectangular en
cuyo lado oriental se levanta el soberbio edifico del
Ayuntamiento. En esta ocasión nos lo han puesto fácil: han
ubicado el albergue público justamente frente al
consistorio municipal; de manera que no tendremos que perder
tiempo preguntando por él, ni salir como otras veces a las
bardas del pueblo en busca de nuestro ‘cobijo’. El cuerpo
agradece estos detalles de cordura de las autoridades
competentes, y dejamos constancia de ello en estas líneas.
Si la sede
municipal de Casar es impactante por su empaque, aún nos
gusta más el edificio donde tuvieron la feliz idea de instalar
nuestro Albergue. Dicho inmueble cierra la recoleta
Plaza de España formando un ángulo recto en su esquina
suroeste. En cuanto al edificio en sí, se trata evidentemente de
un palacio o casa nobiliaria, que por sus características podría
datarse de mediados del siglo XVI, aunque no dispongo de datos
para confirmarlo.
< foto 6:
(Casar de Cáceres), albergue municipal >
Al ingresar en el notable edifico, nos encontramos con un gran
chasco, porque nuestro albergue ocupa solo una parte de
la primera planta del inmueble, y el espacio de que disponemos
es claramente insuficiente para las 18 plazas previstas. Dicho
de otra forma: aunque nuestro alojamiento cuenta con toda clase
de instalaciones, estaremos en él como sardinas en lata
(ver
Nota
9 al final
del capítulo).
Tras la rápida
ducha en el “cubículo” de caballeros nos fuimos a comer al
exquisito patio interior de casa Majuca, situado muy
cerca de nuestro alojamiento. Comeremos muy a gusto en un
pequeño y fresco patio interior, con aires andaluces; un
agradable rincón donde alargaremos bastante la sobremesa. No
recuerdo bien el menú; creo que elegimos ensalada variada
y el sempiterno bistec con patatas. La comida también
resultó bastante satisfactoria, de manera que todo resultó
perfecto.
< foto 7:
(Casar de Cáceres), restaurante Majuca,
relajante rincón donde comimos >
En el
diminuto patio solo tienen un par de mesas, y ¡mira por donde!
la segunda de ellas la vienen a ocupar dos viejos conocidos: los
simpáticos Isidoro y Renato; una de esas “parejas
de hecho” que suele deparar el Camino…Oír sus
conversaciones y controversias siempre resulta una delicia.
Conversamos unos minutos con nuestros colegas, mientras
consumimos el café, y luego nos vamos con ganas de hacer una
buena siesta. Pero no se acabaría con esta pareja los
reencuentros; pues saliendo del establecimiento vemos llegar a
los inefables “prusianos”. Los tres incombustibles
colegas alemanes vienen sonrientes como siempre, y tras
señalarles la situación del albergue, no dudamos en
recomendarles el Mesón Majuca.
Agradece el
trío nuestras indicaciones y deciden penetran ya en el mesón,
para ocupar precisamente la mesita donde hemos estado nosotros.
Por lo que nos dan a entender, ya tenían reservadas vía móvil
sus plazas en el albergue… Nos despedimos también de
ellos y salimos sin más demora en busca del catre… Compartimos
F. y yo una litera, en la que he cedido a mi colega el
somier de abajo. Está situada en la habitación del fondo, donde
se han habilitado 8 plazas. Por fortuna solo se ocuparían 5 de
ellas, porque el cuarto es diminuto.
Caer en la
colchoneta y dormirme fue todo una, aunque el sueño reparador me
durará poco, porque la jornada no ha sido especialmente dura.
Tendré suficiente con 45 minutos, y luego me incorporo para
hacer mi habitual recorrido del pueblo. Siempre que el lugar lo
merece lo suelo hacer; en esta ocasión con más motivo, ya que
apenas hemos tenido desgaste en la etapa; ha sido un itinerario
poco exigente que hemos realizado con muy buen tiempo, y no nos
hemos cansado apenas. Sin embargo F. decide quedarse y
prolongará el descanso hasta la hora de la cena.
Salgo por
la calle Constitución a las 18.30 en busca de alguna
tienda de comestibles, pero no me resulta nada fácil encontrarla
por el centro urbano. Alguien me indica un establecimiento
cerca de la zona de El Charco, y tras dar varias vueltas
logro salir de la madeja de callejuelas que circundan esa laguna
natural, clara evidencia del rico acuífero que contiene el
subsuelo de Casar. Hace bastante calor cuando entro
directamente en la tienda, situada frente a la laguna; porque no
me apetece invertir media hora en pasearme por sus orillas, bien
urbanizadas por cierto para el uso lúdico de la población. Por
otro lado, apenas veo animación en las cercanías; algo lógico
estando en el corazón de Extremadura a la hora de la siesta… La
verdad es que siendo el único establecimiento abierto en horario
vespertino (según me han indicado), encuentro en él bien poca
cosa de lo que necesitamos. Por ejemplo nada de fruta, cosa
extraña en una región de pujante agricultura como esta… Para
variar, en esta jornada vamos a cenar una lata de melocotón
en almíbar; es el mejor sucedáneo de la fruta de
temporada que logro encontrar. Compro también lo necesario
para preparar el desayuno de la jornada venidera: una barra de
pan, mi habitual lata de sardinillas y un envase con tres latas
de bonito para el almuerzo de F; también el
imprescindible botellón de agua mineral.
< foto 8:
(Casar de Cáceres), iglesia de La Asunción:
esquina noroeste y torre (vista
sur)>
Ya de
retorno me entretengo en sacar algunas fotos de la Iglesia de
La Asunción (siglo XVI), el monumento más importante de este
pueblo: un templo-fortaleza de planta rectangular y fortísimos
muros. Doy una vuelta alrededor del mismo hasta cerciorarme de
que no podríamos entrar a verla… Es lo de siempre por esta
“laica” Vía de La Plata: no hacen misa en jornadas
vespertinas los días laborables, salvo alguna fecha señalada.
Para saciar mi curiosidad, saco unas cuantas fotos. Llaman
sobremanera mi atención algunos detalles arquitectónicos de esta
singular iglesia, que denotan su uso como bastión defensivo;
especialmente las numerosas ventanas-aspilleras.
A las 19.00
estoy de vuelta en el Albergue para dejar la bolsa de la
compra. Francisco está la mar de a gusto en la casa, y no
piensa abandonarla salvo para tomar algo antes de ir a dormir.
Lo del melocotón en almíbar no le seduce como cena, y prefiere
que salgamos a por un café por leche o algo por el estilo.
Últimamente suele prescindir de la cena tradicional cuando
estamos en el Camino, y me suele acompañar con mi
habitual dieta de frutas; pero al no disponer de ellas prefiere
ayunar o hacer un simple café…En todo caso, como aún es pronto
decido dar una segunda vuelta por Casar, en esta ocasión
dirigiéndome hacia el norte por calle Larga Baja. Esta
calle es la prolongación de su antónima c. Larga Alta a
partir de plaza de España. Según parece, mañana deberemos
abandonar la población siguiendo esa misma calle…
< foto 9:
(Casar de Cáceres): calle Larga Baja,
a partir del Ayuntamiento en plaza
de España >
Voy de
prisa, con la vana esperanza de hallar aún alguna pequeña tienda
de comestibles o algo que se le parezca… A veces alguna vecina
avispada improvisa una habitación lindante con la calle, o bien
pone el tenderete a la puerta de casa; particularmente en los
lugares que frecuentan los peregrinos, como el propio Casar.
Pero nada de nada, solo veo un par de viejas sentadas junto a su
puerta en animada conversación, que interrumpen cuando ven que
me acerco; y allá que voy derechito hacia ellas… Las abuelas
saben de sobras que soy peregrino, aunque ignoran lo que busco;
y yo las saco pronto de dudas con la preguntita de marras… Pero
no hay nada que hacer, me chascan diciendo que no encontraría
nada abierto a estas horas.
Siempre que
me veo en trance similar, abrigo la esperanza de que alguna
vecina (o vecino) quiera venderme alguna cosilla de su propia
despensa…; pero últimamente tampoco tenemos suerte con eso, se
ve que en estos tiempos la imaginación de la gente no da para
tanto. Al final me resigno con el “programa” ya previsto;
pensando que tampoco estamos tan necesitados hoy, después de
comer correctamente a mediodía. En todo caso, al pasar a tomar
café en el Mesón Majuca, antes de retirarnos a dormir,
podríamos acompañarlo con algo sólido si tenemos hambre. Sin
darle más vueltas al tema, sigo calle adelante para ver si las
señales del Camino están claras en el punto de salida de
la población; es una precaución útil para evitar despistes en el
inicio de la etapa, especialmente si salimos antes que despunte
el sol…
Según voy
acercándome a las últimas viviendas de la ‘larguísima’ calle
Larga Baja, diviso también a la derecha la inconfundible
mole de una iglesia con la que no contaba; situada ya a las
afueras del pueblo y en el mismo margen del Camino. Se
trata de la Ermita de Santiago Peregrino; una sólida y
armoniosa construcción hecha de cantería, de la que hasta este
momento no teníamos noticia. Su aspecto exterior me gusta, y me
llevo la grata sorpresa de encontrarla abierta
(Nota
10).
< foto 10:
(Casar de Cáceres), ermita de Santiago Peregrino
>
-Nota 10-
Ermita de Santiago Peregrino
en Casar de Cáceres- Tras la
verja hay un recinto ajardinado donde están sentados en un
banco un par de vecinos. Son los vigilantes de la ermita
y me confirman la posibilidad de entrar a visitarla. Una vez
en el interior me encuentro con un pequeño altar sobredorado
cuyo único panel enmarca una interesantísima imagen ecuestre
de Santiago Matamoros. La talla es policromada y la
veo en excelente estado de conservación. Su factura es
ingenua, similar a la celebérrima de Villadangos del
Páramo (prov. de León). A la izquierda del altar hay
otra talla antigua, también de Santiago, representado
ahora en posición erguida y portando los símbolos clásicos
de la peregrinación: báculo, calabaza,
esclavina y sombrero con la vieira. Saco varias
fotos del interior, con las imágenes de ‘nuestro patrón’ y
luego, como aún dispongo de buena luz, salgo afuera para
tomar algunas vistas exteriores. Al rodear el edificio
descubro el detalle más interesante de este templo, o al
menos así lo veo yo. En el hastial que linda con el
Camino hay un enorme arco toral actualmente rellenado
con muro de piedra como cierre, en el cual se había
insertado originalmente la puerta principal del templo, en
estos momentos cerrada. Ese arco no tendría sentido si el
muro hubiera sido el soporte del edificio por este lado en
sus orígenes. Me imagino que en la época fundacional debió
haber en este lado una gran verja ocupando todo el espacio
del enorme arco; una verja que permitiera a los peregrinos
orar ante el altar a cualquier hora del día desde el borde
del Camino, sin necesidad de franquear la entrada.
Probablemente ese arco se tapió tiempo después por motivos
bien fundados. Quizás pudo ser la causa la escasez de
peregrinos; optándose por incorporar la puerta central que
ahora vemos para evitar el acceso de alimañas; o simplemente
para ahorrarse las continuas labores de limpieza del
interior, frecuentemente invadido por residuos y polvo
arrastrados por el viento (ver imágenes de detalle).
Dan las
20.05h cuando emprendo el regreso, más que contento, hacia
nuestro albergue. La visita a la singular ermita de
Santiago Peregrino me ha llenado más que las vistas
exteriores del templo principal de Casar; de nuevo ha
tenido premio mi insaciable curiosidad…
Al llegar a
nuestra ‘residencia’ observo que la mesa-comedor está despejada,
y decido aprovechar el momento para dar buena cuenta de los
melocotones, que acompañaré con un pico del pan que hemos
comprado. Francisco se ha pegado un ‘siestón’ de
campeonato, y ahora decide pasar al aseo para ducharse de nuevo.
Como tengo
tiempo, mientras ceno me entretengo en hacer un breve recuento
de los ocupantes del Albergue... Si no me fallan las
cuentas estamos aquí 9 colegas: Isidoro y Renato,
los tres “prusianos”, la chica alemana que vimos en
Valdesalor (creo que llamada Cristine) y un colega
británico que anda “pegando la hebra” con ella, posiblemente por
ser la única que habla bien inglés... Con nosotros dos,
totalizamos esos nueve ocupantes apuntados.
Dan las
20,40 y decido acompañar a F. a Casa Majuca,
para que tome su café con leche a modo de cena. Nos sentamos
en la barra, y pido para mí un batido de chocolate por no
desentonar. Lo he pedido frío pero el camarero me lo trae casi
congelado, directamente del frigorífico. Aunque me lo tendré que
beber con mucha calma, este imprevisto batido, que antaño era
habitual en mi dieta durante los meses calurosos, entra
fenomenal en mi reseco organismo.
Francamente
ignoro por qué he perdido desde hace un montón de años el
hábito de consumir este tipo de bebidas; especialmente cuando
con temperaturas relativamente altas, y tras habernos
deshidratado bastante durante la etapa, han de sentarnos la mar
de bien...
Pagamos
nuestra consumición sin demorarnos demasiado, y regresamos al
Albergue sobre las 21.00 h. Francesc hace su llamada
a casa y yo le dedicaré todavía unos minutos a los apuntes de la
jornada. Hoy nos retiramos a dormir a las 21.15, relativamente
pronto; pero cuatro gamberros gritones nos mantendrían en vela,
y en guardia, durante un cuarto de hora.
Como por las
voces detectamos que se trataba de gente joven, bastante
bullanguera y medio ebria por los excesos de una tarde de
domingo, quisimos curarnos en salud; de manera que decidimos
retirar del balcón las botas que habíamos sacado para evitar
olores. Normalmente se suelen dejar de esa guisa durante toda la
noche, pero hoy no nos fiamos por la gresca que sentimos afuera.
He comprobado que desde la plaza se podría alcanzar el balcón
sin demasiado esfuerzo; y algún gracioso, al contemplar nuestra
nuestras botas desde las inmediaciones, podría tener la idea de
apoderarse de ellas para hacer cualquier gamberrada. Las podrían
descolgar con un simple gancho atado a una vara, o aupándose
alguien sobre otro compañero para cogerlas con la mano. Incluso
podrían subir a buscarlas a nuestra planta, sin ningún
obstáculo, ya que en este Albergue no se cierra la puerta
exterior por la noche...
Tras poner
nuestras botas bajo la litera nos quedamos la mar de tranquilos;
afortunadamente ya estaban bastante secas, y apenas desprendían
olor.
Tras esas
precauciones aún siguió la ‘rondalla nocturna’ un buen rato. A
Francisco y a mí no dejaba de sorprendernos que estos
excesos juveniles se produjeran justo delante de la puerta del
Excmo. Ayuntamiento de Casar de Cáceres. Es evidente que
la pareja de guardias urbanos que cubre el turno de vigilancia
dentro de la casa consistorial pasa olímpicamente del orden
público… Y yo me pregunto: si no intervienen en un alboroto que
se produce ante su puerta, --¿en qué actividades invierten
su turno de guardia estos señores?—
Cuando
finalmente baja de tono el vocerío no tardaremos en dormirnos,
algo que haríamos poco después de las campanadas de las 21.45h.
----------------------------------------------------
<
foto 11: (Casar de Cáceres),
Ayuntamiento, albergue y detalle de sus bóvedas
(s.XVI?)>
-Nota 9-
El Albergue Municipal de Casar
de Cáceres- Lo mejor sin duda
el magnífico edificio donde está instalado, y también su
ubicación en Plaza de España nº1, centro
neurálgico del pueblo. Lo peor las reducidas dimensiones de
dormitorios y servicios, ya que lamentablemente solo han
destinado a refugio de peregrinos una parte
del primer piso del inmueble. Otro problema, importante para
la mayoría de peregrinos: lo ruidoso de su entorno durante
todo el día, y muy especialmente por la noche.
Visto desde
fuera, el edificio luce su impecable encalado al sol del
mediodía, por lo que no me he reprimido las ganas de sacarle
varias fotos cuando llegábamos (ver reportaje gráfico).
Lo que más me gusta del inmueble son los bajos, que
conforman una especie de deambulatorio, abierto a la plaza
mediante una sucesión de arcos de medio punto; los cuales
conservan aún las bóvedas originales de ladrillo (ver
imagen detalle). La primorosa ejecución de estas
bóvedas, que se apoyan sobre los pilares de los arcos y
parejas de contrafuertes adosados al muro interior, es una
excelente muestra de la ingeniería civil española de siglos
pasados. Apoyándose en los muros delanteros del inmueble,
justo en su conjunción, hay una pequeña terraza-tribuna
que se eleva casi un metro sobre el nivel de la plaza, a la
cual se accede mediante escalera de cuatro peldaños. Desde
esta plataforma se entra a la vivienda a través de una única
puerta, situada en la misma esquina (ver fotos). No
he logrado conocer la datación original del edificio, pero
lo podríamos atribuir al s.XVI.
Como apuntábamos
antes, lamentablemente solo una parte del piso alto está
destinada a los peregrinos en la actualidad, ignorando quién
suscribe el uso que dan al resto de esta planta.
Consecuentemente la capacidad real de alojamiento del
albergue es muy limitada; de hecho las 18 plazas que han
dispuesto, haciendo filigranas con el espacio, tendrían que
reducirse a la mitad para estar medianamente cómodos en él.
Paseándome a lo
largo del pasillo, que copia la quebrada de la fachada,
cuento 14 plazas distribuidas en tres estancias que se
alinean en el ala oeste de la casa, intercaladas con varias
picas-lavabo. Aparte eso, dos pequeños aseos con ducha y
lavabo, una mini-cocina y un recibidor donde han colocado la
escueta mesa comedor completan los servicios de este
albergue.
En esta ocasión
la categoría del pueblo está por encima de nuestro humilde
hospedaje, pero me quedo con las imágenes exteriores del
edificio que nos aloja, las cuales hacen volar la
imaginación hacia lo que debió ser esta villa en el
pasado.
Capítulo aparte
merece el alto nivel de ruido que debemos sufrir los
peregrinos; el jolgorio continuo procedente del exterior que
percibimos prácticamente durante toda la tarde y 1as horas
nocturnas, que consideramos inadmisible a partir de las
10 de la noche. Como todo el mundo sabe, menos en el
Ayuntamiento de Casar por lo que parece,
esa es la hora límite en la que los peregrinos ya deben
estar acostados descansando. Es una norma inveterada en
el Camino, totalmente lógica, dado que hemos de
madrugar mucho.
En los últimos párrafos de mi crónica de
la etapa detallo lo que nos tocó vivir en directo a
nosotros, pero por lo que leo en Internet, cuando
tres años después hago la corrección definitiva de esta
Memoria, el problema sigue vigente hoy. Acabo de leer
una docena de testimonios de peregrinos, quejándose no solo
de ruido sino hasta de cierta inseguridad por el gamberrismo
de algunos mozalbetes...:--¡¿Hasta
cuándo Sr. Alcalde?!...---