Como teníamos por delante una jornada relativamente corta no era
preciso madrugar demasiado. Pero bueno, a las 6 ya no me aguantaba
en la colchoneta y no me lo pienso más. Me planteo despertar a F
un poco más tarde, más o menos sobre las 6 y 20; con salir a las
7.00 será más que suficiente para llegar a buena hora a Grimaldo,
nuestro destino de la jornada. Aprovecho el intervalo de 20 minutos
para afeitarme con tranquilidad; suelo hacerlo cada tres días cuando
estoy en el Camino. Antes he llevado todos los trastos al
comedor.
Toda la casa
está iluminada tenuemente con unas lámparas de bajo consumo,
aplicadas en las paredes. Tras asearme me pongo a la ingrata tarea
de buscar en la pequeña cafetería del albergue los elementos
necesarios para preparar el desayuno; tarea que califico de ingrata,
no porque me fastidie desayunar, sino porque se me da muy mal
arreglarme en cocina ajena. Me cuesta horrores localizar las cosas,
y suelo ser bastante torpe para aclararme con los elementales
electrodomésticos al uso. Por ejemplo: no me aclaro con microondas y
cafeteras, salvo que sean exactamente iguales a los que tengo en
casa, cosa harto improbable… Pero lo peor de todo es localizar el
menaje e ingredientes más elementales, desde cucharitas y tenedores
hasta el mismísimo azúcar, pasando por las cerillas….
< foto 1:
(embalse de Alcántara),
cafetería del albergue
>
El hospitalero
nos había advertido en la víspera que dejaría todo perfectamente
preparado; de manera que no tendríamos que perder apenas tiempo en
organizarnos el desayuno. Pero a mí me llevará unos 10 minutos
aclararme con la dichosa cocina… Cuando finalmente he podido
localizar todos los ingredientes sólidos: rebanadas de pan,
magdalenas, galletas, algo de mantequilla, mermelada, etc., lo pongo
sobre la barra para que mis colegas lo encuentren sin problemas.
Luego logro localizar en una de las neveras varias botellas con
zumos y un par de ‘bricks’ de leche, así como el café preparado que
está en un cazo. Ya sabemos que no es esto lo ideal, porque el café
que no está recién hecho habrá perdido buena parte de su aroma,
aunque se conserve en la nevera…; pero a mí ya me está bien, con tal
de no tener que investigar cómo demonios funciona la cafetera de
turno. En esta ocasión lo que más me ha costado hallar son las
dichosas tazas para el café y el azúcar, pero tras remover Roma con
Santiago logro dar con ellos también.
He llamado a F.
a la hora prevista, haciendo una breve interrupción de mi
zafarrancho en la cafetería, y mi colega se incorpora cuando ya está
todo listo para su consumo, incluido el café.
Hoy empezaremos
la jornada con muy buen pié, cosa rara en nosotros; un día en el que
logramos desayunar como Dios manda antes lanzarnos al
Camino… Este buen arranque de jornada, supone la guinda para
llevarnos un inmejorable recuerdo del Albergue del Embalse de
Alcántara.
A las 6.43 ya
estamos fuera de nuestro refugio y ascendemos lentamente por la
pedregosa pista. Subimos con cautela en semi-oscuridad, admirando la
romántica vista de una de las colas del embalse que se va abriendo
entre dos luces a nuestra izquierda. Aunque a deshoras, por disponer
de poca luz aún, siento el impulso de retratarlo y echo mano de mi
cámara sin pensarlo mucho. Acto seguido, trato de comprobar el
resultado sin percibir en ese momento gran cosa, aunque sí distingo
el limpio dibujo de las riberas del embalse iluminadas por la
incipiente luz del alba; luego en casa podría comprobar que la foto
ha sido excelente, situándose entre las mejores del reportaje (ver
Nota
13).
< foto 2:
Embalse de Alcántara,
amanecer (6,46h)
>
-Nota 13-
“Romántica vista del embalse de Alcántara”, una imagen
afortunada en semi-oscuridad.-
Con estas fotos tempranas puedes
encontrarte alguna agradable sorpresa, entre mucho fiasco... En
esta ocasión he tenido premio: una romántica y fantasmagórica
imagen, donde el plateado reflejo de la luz del alba sobre las
dormidas aguas del embalse se pinta levemente con tonos rosados.
Como telón de fondo, se divisa nítidamente en la foto el circo
montañoso de la Sierra de Béjar, recortándose bajo el
cielo cristalino. Se han dado en esta madrugada unas
circunstancias excepcionales para conseguir la instantánea: nada
de viento, atmósfera seca (cosa rara en un ambiente lacustre y
con fondo de montañas), y la absoluta carencia de nubes que nos
propicia ese tono rosa del halo solar, segado por el circo
montañoso en el momento preciso en que cruzo por el encuadre.
Si he de ser sincero no percibí en los momentos previos a la
foto este cúmulo de circunstancias, pero mi curiosidad
impenitente me hace tener siempre los ojos muy abiertos mientras
camino. Ver la ocasión de “cazar” una buena foto es quizás
cuestión de instinto, y posiblemente de experiencia, pues la
fotografía es un ‘hobby’ que practico desde hace muchos años.
La primera
parte de la etapa prosigue por una pista revirada y en pendiente,
prolongación de la que baja al pantano. Hemos de ganar altura
hasta alcanzar el altiplano solitario que nos llevará hasta
Cañaveral. En nuestro ascenso vamos viendo de manera
intermitente los contornos del embalse, muy accidentados por
abarcar dos cuencas hidrográficas que se cruzan, correspondientes
como ya sabemos a la intersección del Tajo con su afluente el
Almonte en este accidentado territorio. En una de las
revueltas del camino vimos la estrecha lengua de tierra que habíamos
visitado en nuestra excursión de la víspera, coronada por su
solitario chalet. Abundan ahora por el entorno del Camino las
indicaciones de que la vía romana XXIV pasaba exactamente por
el mismo itinerario que estamos recorriendo, y de vez en cuando
observamos evidencias de recientes trabajos arqueológicos dentro del
proyecto Alba Plata. En varios puntos de la ascensión he
podido identificar claramente y fotografiar algunos trozos de esa
famosa vía imperial, que nos confirman que continuamos
caminando sobre ella. De hecho, también confirmaría después por
Internet que el tramo de pista que enlaza la carretera con el
albergue pertenece a la misma vía XXIV.
Como habíamos
observado con anterioridad, siguen aflorando por aquí numerosas
losas marmóreas, duras como el pedernal, especialmente abundantes en
los tramos más empinados; un tipo de roca que reiteramos no existe
en esta comarca… Posiblemente se necesitaba una piedra de mayor
dureza y tenacidad para afrontar pendientes tan pronunciadas, y los
ingenieros romanos se vieron obligados a importarla de alguna
cantera lejana...
< foto 3: (embalse de
Alcántara-Cañaveral), vaca brava
entre la retama >
A las 7.25
alcanzamos el altiplano, justamente cuando asoma nítidamente el sol
en el tendido horizonte. Es la misma plataforma de la que
descendimos en la etapa anterior, interrumpida por la depresión
fluvial. En el paisaje predominan ahora espesos retamares en flor,
entre los que asoman de vez en cuando algunas vacas de color
variado. Una de ellas, negro azabache, surge entre la espesura como
a 50 metros de distancia y nos mira desafiante. Es una vaca de la
variedad morucha, encaste tradicional de ganaderías bravas
que en la actualidad es muy apreciado para el consumo. El ejemplar
que tengo en el punto de mira tiene una cornamenta impresionante y
logro sacarle una buena foto con el ‘zoom’. Desde luego no me
hubiera atrevido a tomar esa imagen desde 15 metros, eso podéis
darlo por seguro. Durante algo más de una hora me dedico a sacar más
fotos: paisajes abiertos hasta el infinito, flores silvestres, vacas
con sus terneros..., y hasta ‘cazo’ un conejo que huye despavorido
por el centro de la pista cuando siente nuestros pasos. La
naturaleza despliega su brillante paleta de colores durante esos 65
minutos, y yo lo aprovecho a fondo. Ya decíamos antes que estamos en
un día particularmente propicio para la fotografía; hasta las 8.30
me despacho a gusto con mi inseparable cámara digital.
< foto 4:
(embalse de Alcántara-Cañaveral),
vacas madre y recentales >
A las 8.28 ya
hemos visto asomar Cañaveral a lo lejos, al pié de la sierra
del mismo nombre. Este pueblo se encuentra en una vaguada de la que
nos separan aún varios kilómetros, por lo que solo podremos verlo
completamente cuando lleguemos al borde del altiplano para iniciar
el descenso. En ese punto sabemos que el itinerario se bifurcará en
dos posibles opciones: la primera hacia el propio pueblo, y
la segunda hacia la estación del ferrocarril (a un par de
Km). Aunque no lo dicen expresamente las guías, estoy seguro que
debe ser algo más corta la opción 2ª, ya que de lo contrario no nos
ofrecerían esa alternativa, porque la mayoría de poblaciones están
interesadas por el paso de la peregrinación, por motivos comerciales
y culturales. Siendo esta una etapa relativamente corta ni nos
planteamos el dilema, bajaremos hacia el pueblo por la simple
curiosidad de verlo y para tener un almuerzo como Dios manda. En la
estación solo se dispone de una simple cantina; la cual suele abrir
únicamente cuando se acerca la llegada de algún tren, por lo que el
lugar resulta un poco deprimente. Sabemos que tiempo atrás había
junto a ella algunas casas y fábricas, nacidas al abrigo del enlace
ferroviario, pero hoy está todo eso en la más absoluta ruina; la
fácil comunicación por carretera y el aumento del nivel de vida
concentran hoy todos esos servicios e industrias en el propio pueblo
o su periferia…
< foto 5:
(embalse de Alcántara-Cañaveral),
vestigios de la calzada imperial XXIV >
Pero antes de
llegar a la bifurcación, nuestro Camino, que va contorneando
el altiplano no muy lejos de su borde, seguirá mostrándonos
numerosas evidencias del trazado de la vía romana. Durante
unos 3 Km. no paramos de observar vestigios de la calzada
imperial XXIV. Veremos por aquí más detalles que en ningún otro
tramo hasta la fecha. Naturalmente apenas encontramos grandes losas
superficiales (pavimentum), objeto preferente de la
depredación de siglos, pero se distingue claramente la segunda capa
(nucleus) compuesta por grava, cal y cantos rodados. En
varios sitios quedan al descubierto las catas que vienen
realizando sistemáticamente los arqueólogos del proyecto “Alba
Plata”. En una de ellas se ha practicado una sección transversal
que muestra perfectamente todo el substrato de la calzada (ver
esquema y Nota
14 al final
del capítulo).
También
encontramos por esta zona algunos charcos en mitad de la antigua
calzada. Por lo que vemos la tormenta que nos sorprendió días
atrás en Valdesalor ha descargado también por aquí. Nuestras
huellas en los bordes de los charcos me inspiran una foto sugerente,
y nos ponemos manos a la obra. Haciendo un paso atrás, clavamos
ambos bordones junto a las huellas y en esa posición,
manteniendo sujeto mi bastón con la mano izquierda, saco una
perspectiva del Camino bajando la cámara hasta un palmo del
suelo… Haré varias fotos de esa guisa y el resultado es sugerente;
se trata de reflejar con una imagen que la peregrinación sigue
circulando en esta comarca extremeña por la antigua Vía de La
Plata, dirigiéndose recta hacia el norte, donde en el horizonte
se recortan ya las cimas del Puerto de Béjar.
< foto 6:
(embalse de Alcántara-Cañaveral),
nuestras huellas en la Vía de La Plata
>
A las 9.26
llegamos por fin al cruce de caminos, donde queda perfectamente
reflejado con el habitual cubo de granito que tanto la calzada
como la cañada ganadera siguen en la dirección de la
estación, manteniéndose aún en el altiplano. Nosotros giramos
bruscamente hacia la izquierda, atendiendo la indicación de un
cartel de madera que marca la dirección del pueblo, algo que resulta
obvio desde estas alturas ya que lo estamos viendo hace rato.
Nuestro camino baja ahora abruptamente desde el altiplano hacia el
valle, por una pelada ladera de roca. No se puede asegurar que
estemos bajando por un camino deslindado, ya que no hay márgenes
claros; el paso de gente, caballerías e incluso carros ha ido
redondeando las aristas naturales de este afloramiento rocoso
durante siglos. Este “camino” es transitable, pero con numerosos
altibajos que te obligan a mantener fija la vista en el suelo.
Posiblemente hubo alguna vez aquí un acceso bien delimitado, pero
hoy en día no se distinguen las lindes. La delgada capa de tierra de
la ladera habría ido despareciendo con el tiempo, por la acción
combinada de la meteorología, los incendios y el deambular de la
gente; unos agentes que también habrían logrado desdibujar el
trazado original de este pétreo camino, de manera que su anchura y
dirección varían hoy caprichosamente en todo su recorrido hasta el
valle.
Debemos afinar
nuestro sentido de la orientación, porque no hay ni una señal
durante casi un kilómetro por esta escarpada ladera. Las socorridas
flechas amarillas no tienen utilidad en esta zona, ya que las
aguadas hacen bajar tierras sobrevenidas por doquier, y sobre ellas
brotan enseguida los matorrales. Solo el deambular de la
peregrinación y de los ganaderos locales, con sus vehículos y
rebaños, han mantenido precariamente la traza del viejo itinerario;
lo notamos por el brillo de la piedra… Finaliza la bajada en una
rambla poblada de adelfas, donde vemos una estrecha pista aplanada
sobre suelo esquistoso. Hemos perdido hace rato la visión del
pueblo, oculto tras una colina, pero por instinto tiramos a la
izquierda y acertamos: a 200 metros nos topamos con el pontón de
San Benito, una obra medieval que está marcada en nuestra
guía y nos confirma que vamos en la dirección correcta.
Respiramos aliviados ante este interesante monumento del siglo XIV,
especialmente Francisco al que ya le ha llegado la hora de
almorzar. Estando relativamente cerca la población, esperamos poder
hacerlo en algún bar del pueblo y F no se detiene un segundo
a contemplar el panorama… Yo lo dejo seguir adelante unos segundos,
mientras saco mi cámara para fotografiar el sugerente puente, tras
el cual intuyo que se nos han acabado las inquietudes de la etapa.
En el paisaje del fondo seguimos sin ver al pueblo, pero ahora ya lo
tenemos ahí cerquita, según mis papeles a menos de 1 km.
< foto 7:
(embalse de Alcántara-Cañaveral),
pontón de San Benito (s.XIV) >
Entrados en
Cañaveral desistimos de hacer el recorrido por el centro de la
población, encaramada en la ladera izquierda, pero pasamos muy cerca
de la conocidísima fuente de San Benito y nos acercamos a
verla. Según dicen los estudiosos de la peregrinación, esta fuente
era en tiempos remotos el principal motivo para que los peregrinos
se desviasen hacia este lugar, apartándose unos kilómetros de la
calzada romana, ya que escaseaba el agua por esa ruta. En la
actualidad, el paso por su recorrido tradicional es una opción a
tener en cuenta en ocasiones, especialmente por accederse a la
estación del ferrocarril. De hecho he conocido algunos compañeros
que finalizaron ahí su viaje, y otros tienen la opción de iniciarlo
en ese punto.
Sacamos un par
de fotos de la fuente sin detenernos a beber en ella, pues lo que de
verdad ansiamos es sentarnos un ratito en algún bar o mesón del
pueblo. Por cierto, la leyenda inscrita en el plafón cerámico de la
fuente de San Benito me ha hecho reflexionar sobre el
personaje. Que haya cerca de este lugar un pontón bajo la
advocación del fraile fundador de la orden benedictina, y
ver luego en el pueblo esta famosa fuente da algo que pensar…
Posiblemente hubo en el pasado algún monasterio benedictino
por estos ‘lares’, aunque no he podido constatarlo cuando me he
puesto a ello, ni siquiera por Internet. Recuerdo que, cuando
tras el almuerzo salíamos de Cañaveral, estuvimos mirando a
izquierda y derecha, por tal de descubrir alguna pista o indicación
relativa al famoso ‘frailón’ (ver
Nota 15 al final del capítulo),
pero no veríamos nada; tampoco se me ocurrió preguntar en el
Mesón Málaga donde paramos a repostar; en fin, otra incógnita
que me queda en el alero para ser resuelta en el futuro…
Entre pitos y
flautas a las 10.05 hacemos nuestra entrada en el citado mesón
Málaga, que desde luego tiene poco de marinero, porque no veo ni
una tapa de pescado en sus estantes, pero descansamos muy a gusto en
él durante 35 minutos. Almuerza F. como Dios manda, y yo le
acompaño con una jarra de cerveza; luego, creo recordar que tomamos
también un cortado, porque nos apetecía alargar el descanso. Bien
pensado, no hubiera sido este mal sitio para comer, porque tiene un
menú variado con platos sugerentes y a muy buen precio. Pero habría
que esperarse al menos un par de horas para eso, y luego tendríamos
que afrontar los 8 Km. restantes en plena digestión.
En todo caso será
un dato a tener en cuenta para el futuro, si es que nos da por
repetir este itinerario en alguna ocasión. Cañaveral es sin
duda buen destino como final de etapa; cuajado de estrechas calles y
casas encaladas, tiene en la iglesia de Santa María (siglos
XIV y XVI) su principal monumento. Es un lugar tranquilo, y
podríamos haber optado por alojarnos en el refugio municipal
o bien en el propio Mesón Málaga, que tiene un precio
discreto para peregrinos (15 € en habitación doble). Pero como
venimos de peregrinos, que no de turistas, hay que seguir hasta
Grimaldo, porque de lo contrario habríamos hecho una mísera
etapa de solo 12 kilómetros…
< foto 8:
(Cañaveral), restaurante-hostal
Málaga y moderna parada de buses
>
Antes de salir
volvemos a plantearnos el clásico dilema: ¿terminamos la etapa por
carretera o bien nos desviamos para dar un paseíto por el Puerto
de los Castaños, como recomienda nuestro libro-guía de
referencia?... Ya hemos hecho otras veces diversas consideraciones
sobre esta cuestión y ahora no quiero volver a enrollarme demasiado
con el asunto… Solo diré que comprendo perfectamente que los autores
de las ‘guías al uso’ recomienden a veces opciones más largas y
dificultosas, desdeñando lo fácil y directo. Y digo que lo comprendo
porque quien publica un libro-guía lo hace intentando satisfacer a
un abanico de lectores muy amplio, lo más amplio posible, ya que por
supuesto un editor lo que quiere es vender cuantos más libros
mejor... De esta manera se puede entender que la recomendación de
hoy satisfará a quienes prioritariamente vienen al Camino
para ejercitarse en la actividad deportiva del ‘trekking’, o bien
para contemplar vistas panorámicas, cuanto más agrestes o mejor….
Pero ese no es nuestro caso en general, o por lo menos no lo será en
esta etapa. Dado que no veo en mis notas que exista ningún atractivo
excepcional en el desvío por el Puerto de los Castaños, y que
nuestro tono físico ya está suficientemente estimulado con las 6
jornadas de marcha que llevamos…. pues lo tenemos clarísimo: --
nos vamos a ir a Grimaldo por el arcén de la carretera--.
Son las 10.36
cuando echamos a andar, y con el plan previsto esperamos finalizar
la jornada plácidamente, algo que no siempre es posible. Si no hay
grandes incidencias, cosa que no esperamos, estaremos en nuestra
meta sobre las 12,30; una hora perfecta para hacer las cosas sin
agobio, y en el orden que corresponde: ducha, comida, siesta y si
nos apetece un paseo vespertino.
Saliendo de
Cañaveral pasamos junto una moderna parada de bus cuyo diseño
hiper funcional me encanta, algo sorprendente en lugar tan
apartado. No he visto ninguna otra parecida, y valdría la pena
elegirla como modelo en otros lugares (ver
fotos).
Desde aquí tomamos enseguida el arcén de la carretera N-630, que ya
no abandonaremos durante el resto de la etapa. Durante los primeros
cuatro kilómetros cruzamos un paraje anodino, junto a la ladera del
Alto de Cañaveral; es un terreno de roca entre pizarrosa
y esquistosa, poblado de ásperos matorrales, sin arbolado
destacable.
Pasados 5 Km,
sobre las 11.30h cambia de súbito el panorama, posiblemente al
circular ahora por las estribaciones del puerto de Los Castaños.
Nos adentramos en un bosque frondoso, donde abundan los pinos
rodenos, junto con algunos alcornoques y eucaliptos;
especies todas ellas que se dan en terrenos relativamente húmedos.
Esta exuberancia no dura mucho; paulatinamente se irá aclarando el
bosque hasta convertirse dos Km. más adelante en una despejada
dehesa, con grandes encinas y alcornoques bajo los que abundan las
jaras. Es un territorio que me recuerda nuestra segunda etapa entre
Aljucén y Alcuéscar, cuando atravesábamos el parque
natural de Cornalvo.
<
foto 9: (Cañaveral-Grimaldo),
dehesa de alcornoques y jaras>
Salimos de la
dehesa remontando una suave colina de tierra roja, de apariencia
ferrosa, que nos acerca a una importante encrucijada de carreteras.
Se trata del cruce bajo la moderna autovía de Extremadura
(A-66). Tiemblo cuando nos topamos con estos complejos cruces;
porque las marcas de la peregrinación suelen perderse en ellos, y
además no suelen prever en su diseño los necesarios accesos para
peatones. Por fortuna, en esta ocasión no perderemos demasiado
tiempo, porque no habría despistes. Aunque eso sí, nos hacen ‘dar
la vuelta al ruedo’ como los toreros…: nos vemos obligados a seguir
una dirección circular, describiendo 240º en sentido anti-horario
para remontar nuevamente hacia la N-630; la cual se mantendrá
paralela a la autovía durante tres kilómetros, hasta desviarse por
la derecha para penetrar en Grimaldo.
Pasamos a las
12.30 el cartel que anuncia dicha población, y poco después frente a
una hilera de seis viviendas situadas en el lado derecho de la
calzada. Una de ellas pintada de azul y rojo, con el rótulo “Bar
Grimaldo”, las demás todas encaladas en blanco. Como las
seis casas tienen cerradas sus puertas y ventanas, y en el arcén
opuesto no vemos prácticamente nada, imaginábamos que el pueblo
estaría un poco mas adelante; concretamente al otro lado de un gran
muro de piedra, tras el que sobresale a unos 50 metros un notable
torreón cuadrangular. Al verlo nos pensamos que debe ser el viejo
castillo que señalan las guías de peregrinos, como
monumento singular del pueblo...
Pero se acaba la
tapia, perdemos de vista la torre, y el pueblo no aparece; por lo
que decidimos continuar adelante; justo hasta que en el lado
izquierdo de la carretera vemos, como a 100 m. de distancia, un
cartel anunciador…
--Tate, ahí
debe estar el acceso que conduce al pueblo-- le digo en voz alta
a F., mientras redoblamos el paso con muchas ganas de llegar
ya… Pero tras el cartel, se empina colina arriba una estrecha pista
que no va a ninguna parte, sino a un solitario bosquecillo… --¡Ya
la hemos pifiado de nuevo!--, le digo ahora a mi colega, cuando
veo bajar un furgón al que paro desesperado para preguntar. Y el
conductor nos confirma que estamos en Grimaldo, asegurándonos
que el centro del pueblo lo hemos dejado atrás. – ‘¡San tornemi
Francesc!’- exclamo finalmente, -por lo que parece el pueblo
lo conforman las cuatro casas que hemos pasado, junto a la
carretera--….
No queda otro
remedio que volver atrás, para rehacer ese kilómetro largo en
sentido inverso; está visto que no podemos dejar pasar ni un solo
día sin hacer un poquito el indio…
Entramos en el
Bar Grimaldo que ahora si tenía la puerta abierta, a las
13.10, para encontrarnos con la señora Adela, una afaenada
mujer rondando los 60 que nos dice ser la hospitalera del
albergue. Adela nos acompaña a la vivienda contigua y nos
muestra la diminuta habitación donde podemos instalarnos, con un
pequeño aseo contiguo dotado con un plato de ducha. Vemos enseguida
que nuestra anfitriona capitaliza todos los servicios para
viandantes de que dispone la localidad: bar, restaurante y
alojamiento; todo ello en un pañuelo, pero aún tenemos que sentirnos
afortunados. Grimaldo ha quedado reducido a una docena de
viviendas dispersas, cinco de las cuales están alineadas junto al
bar, y doña Adela nos proporcionará un alojamiento y
servicios gastronómicos dignos, bastante mejores que los de alguna
localidad mucho mayor donde hemos pernoctado.
< foto 10: (Grimaldo),
Bar y Albergue (1er. Término), donde
nos alojamos>
La casa donde
está ubicado el albergue es una antigua y humilde vivienda
del lugar; quizás el antiguo hogar de la sra. Adela. Está
situada junto al bar, antecediendo al mismo en la dirección del
Camino. Esta vivienda dispone de un recibidor central y tres
dormitorios, con un par de literas cada una. En la nuestra, situada
a la derecha del recibidor junto al cuarto de aseo, estaremos solos
F. y yo, ocupando las plazas inferiores. En la segunda, que
se abre frente a la puerta de entrada, al otro lado del pequeño
recibidor, se alojan 2 suecas de mediana edad y un compatriota
vasco. Finalmente, en el tercer dormitorio se instalarían nuestros
dilectos colegas alemanes, los cuales no tardarían en llegar. En
cuanto a dotación de servicios, solo disponemos del pequeño cuarto
de aseo antes citado, situado entre el recibidor y nuestro cuarto,
con el equipamiento indispensable para una vivienda unifamiliar como
esta. Es decir: disponemos de un solo plato de ducha, un excusado
y un lavabo. Habrá que andar listos para usar esta instalación
sin tener que hacer cola...; y menos mal que solo estaremos 8
ocupantes, podría haber sido peor.
Pasamos
Francisco y yo a la ducha y luego nos dirigimos al bar, donde doña
Adela nos ha preparado como primero potaje de
alubias “carillas”, la más popular entre las
muchas variedades de alubias que hay en España, y para segundo
arroz en blanco con salsa de tomate y huevos. Había otras
opciones, aunque no muchas, pero nos hemos decantado por el menú
casero de nuestra anfitriona, que seguramente es lo que comerá hoy
la familia. El nombre de las judías nos hizo gracia, y al oír
nuestros comentarios al respecto salió a la palestra un vecino que
teníamos muy cerca, sentado en la barra... Para que no nos quedaran
dudas nos recitó otros tres nombres con los que eran conocidas por
la zona estas perlas culinarias, lamento no recordarlos ahora aunque
sí recuerdo que eran aún más graciosos... (ver
abajo Nota 16 y fotos en reportaje
gráfico)
< foto 11:
(Grimaldo), potaje de “carillas”
con chorizo, estrella de la
jornada>
-Nota 16-
Las alubias “carillas”-
Aunque nos tomamos inicialmente a broma su denominación; cuando
averiguo que estamos ante la variedad de judías más común, entre
las casi 300 especies conocidas que pululan por nuestros
mercados, y también en otros países, no me queda otro remedio
que tratar el asunto con la seriedad que merece. Esta judía está
entre las más pequeñas, y debe su popular nombre “carilla”
a una franja negra que la cruza parcialmente. Se trata de la más
famosa variedad entre las de la familia “Vigna”, que
procede de India y África Oriental. En España ya
era la más cultivada y extendida antes del descubrimiento de
América, de donde provienen la mayor parte de las especies que
consumimos actualmente. Era esta variedad “carilla” la
alubia que se consumía habitualmente en Grecia y el mundo
helenístico, y luego en todos los confines del Imperio Romano.
Fueron pues griegos y romanos quienes trajeron esta perla a
nuestro país.
Se trata de una variedad de tamaño muy pequeño; de grano
bastante redondo, color blanco cremoso y sabor característico.
En catalán es conocida como “fesolet”.
Por lo que parece, la mayor parte del resto de judías proceden
de la familia “Phaseolus”, predominante en América. De
esta familia proceden las alubias oblongas (de forma
arriñonada), que genéricamente son conocidas en catalán con el
nombre “fésol”.
Tras la siesta
nos encontramos todos bajo el entoldado que tiene el Bar Grimaldo,
ocupando completamente la fachada de la casa. Junto a nosotros los
tres alemanes, y un poco más lejos, en una mesa arrimada a la pared
del bar, la pareja de suecas y el vasco. Nuestros viejos conocidos
teutones están literalmente en la gloria, desparramados en sus
sillas de terraza y consumiendo una tras otra sus inseparables
cervezas. Son gente de pocas palabras, seguramente porque al ser
también compañeros de trabajo se lo tienen ya dicho todo. No así el
‘vascorro’ Jesús, cuyo parlamento no cesa, ante unas
pacientes suecas que deben estar ya hasta el moño de tantas
explicaciones, aunque no se quejan por el momento. Una de ellas que
aparenta unos 55 habla un aceptable español, según voy oyendo en una
serie de aclaraciones que pide a su ‘cicerone’ sobre puntos
concretos de la perorata..... La otra, algo mayor que su compañera,
no dice nada, posiblemente porque no domina nuestro idioma. En un
momento determinado se enreda la exposición del nuestro compatriota
norteño, quizás por querer abarcar demasiados temas en poco tiempo,
ante unas mujeres que deben conocer muy poco de nuestro complejo
país. Jesús pasa con frecuencia de un asunto a otro, tocando
temáticas tan variadas como: historia, cultura, costumbrismo, y ese
sinfín de hábitos que tenemos los españoles en general y los
peregrinos en particular…
Por lo que voy
oyendo a intervalos, el enredo de Jesús viene de una
exposición incorrecta, que rebatida ingenuamente, aunque con toda la
razón por la sueca más joven, él continúa enredando más y más; en
lugar de ceder y ofrecer una explicación coherente y lógica para ir
cerrando el debate... No recuerdo ahora con exactitud la materia,
pero para dar alguna salida al atasco dialéctico y acabar con de
paso con el ruido de fondo decidí intervenir, tratando de ofrecer
determinadas puntualizaciones que ayudasen a clarificar la
discusión; procurando por supuesto no contradecir expresamente a
nuestro compatriota. Vamos que eché “un capotazo” al asunto, sin
querer dejar a nadie en mal lugar… Todo hubiera quedado de cine de
no ser porque 20 minutos después tuve que entrar de nuevo en la
‘lidia’ para hacer un segundo quite a ‘Jesusin’. En esta
ocasión no salté al ruedo ‘de motu propio’, sino por una consulta
expresa de la sueca hispano-parlante, quién ante otro embrollo
infumable del colega decidió consultarme, deduciendo de mi primera
intervención que también un servidor era veterano del Camino...
Pronto vi que esta segunda injerencia en su discurso no estaba
gustando nada a Jesús, por más que quise encajarla con
‘sordina’. El norteño no podía disimular un gesto de fastidio,
aunque se abstuvo de responder a mi intervención. De manera que
decidí abreviar el apunte para no complicarme tontamente la vida,
reanudando mi charla con Francesc.
Poco después,
aprovechando que las suecas se ausentaban unos minutos, quizás para
tomar una aspirina, decidimos entablar una breve conversación con el
vasco. Durante la misma acabamos por conocer algunos detalles de su
personalidad y del enfoque con el que acude a la peregrinación...
Hablamos un poco de todo, en el plan más distendido posible,
especialmente sobre el presente recorrido. En lo poco que
comentamos, pronto nos dimos cuenta de que nuestro interlocutor
estaba alardeando más de lo debido; porque decirnos a nosotros que
en esta jornada había partido desde Casar de Cáceres no cuela
de ninguna de las maneras. Eso se lo hará tragar a personas
inexpertas como este par de suecas, en su primera salida al
Camino, pero no a nosotros: sacando cuentas serían 43
kilómetros, que requieren al menos 11 horas, estando en muy buena
forma… Pero se da la circunstancia de que Jesús llegó aquí
antes que nosotros, porque cuando hemos entrado en el albergue
ellos tres ya se había duchado... Suponiendo que hubieran arribado
20 minutos antes, serían las 12.50h; es decir ‘Jesusín’
tendría que haber salido de Casar antes de las 2 de la
mañana… Por si fuera poco me había fijado en su forma de caminar,
comprobando que tiene unas piernas acusadamente zambas; una de las
cuales (la izquierda) es ligeramente más delgada y corta que la
otra, defecto que se manifiesta claramente con un notorio balanceo
al andar…. Me sigo fijando ahora en él, y también percibo que el
color de cara, antebrazos y piernas de este “muchacho”, que no baja
de 65 años, no está nada avezado por la radiación solar del camino,
muy alta por cierto en las últimas jornadas…
Vuelven las suecas
y dejamos en punto muerto nuestra charla con el vasco...
Francisco y yo retornamos tranquilamente a nuestra mesa, para
seguir disfrutando del relax y cambiar impresiones sobre el
‘colega’... Llegaremos a lo conclusión de que estamos ante el
clásico personaje que se pirra por “deslumbrar” a las chicas en
cuanto se presenta la ocasión, incluso en el ejercicio de la
peregrinación. Ya lo habíamos visto alguna otra vez en nuestras
salidas al Camino. Es algo corriente en otros escenarios de
nuestra vida ordinaria, pero “no mola” mucho eso por aquí. Cuando le
apunto la posibilidad de que estemos ante un caso como ese, se ríe Francesc
con ganas, aunque no lo descarta. Pero claro, de entrada tampoco
podemos descartar que haya otros condicionantes; vete a saber si a
las suecas les va esa ‘marcha’. Hay que dejar pues a Jesús
con su estrategia de deslumbrar a sus chicas… Por lo que nos
explicaba un momento antes, encontró a las suecas cerca ya de
Grimaldo; algo que si nos cuadra, porque ellas nos habían
manifestado en un aparte que iniciaron el Camino en Madrid,
conectando con la Vía de La Plata a lo largo de esta
etapa...
Dejamos pues
que este curioso trío continúe profundizando en su relación, y
decidimos acercamos a los alemanes, que están sentados unos metros
más allá. Al vernos llegar, los teutones nos ofrecen de inmediato,
¡cómo no! una cerveza. Aceptamos y durante unos minutos cambiamos
con ellos algunas impresiones sobre la etapa venidera. Con su
poquito español y nuestro limitado inglés nos aclaramos sobre las
intenciones que tenemos en cuanto a las siguientes etapas. Les
manifestamos nuestro objetivo de finalizar el viaje en la siguiente
etapa, observando en sus gestos que lo lamentan sinceramente; ya nos
hemos acostumbrado a coincidir con ellos cada día… Ellos pretenden
continuar hasta Salamanca, si no ocurre nada imprevisto…
Cuando les
felicito por su nivel de español nos dicen que ya son veteranos en
el Camino. Tienen completado el Camino Francés, que
realizaron en un par de viajes; y ahora ya están proyectando
terminar este, llegando a Santiago en 2012. Les digo que se nota su
presencia en la ruta porque sube sensiblemente el precio de la
cerveza…, y se desternillan de risa. Viendo Francesc que el
ambiente es propicio, me plantea darles a probar nuestro ‘oruxo
carballado’, algo que naturalmente me parece perfecto...Así
que animo a mi compañero a traer la petaca, para ver cómo
reaccionan. Vuela F. a por ella, ante la expectación de los
germanos y, mientras regresa, Adela cumple con el encargo de
acercarnos tres vasitos, aunque no congelados como nos gustaría.
Volcamos en
esos vasos el resto del contenido de la petaca, bien repartido,
llenándolos algo más que mediados, que viene a ser una ración doble
de la habitual con este licor. Mientras iba vaciando Francisco
la petaca, trataba yo de explicar a “los prusianos” la
naturaleza de lo que iban a beber y su graduación (casi 50º), pero
no me dan tiempo a terminar: en un abrir y cerrar de ojos, los tres
a una se tragan el orujo de golpe… Las consecuencias no se hacen
esperar: según se abría paso el brebaje por las revueltas del
esófago sus caras fueron bastante expresivas... Francesc y
yo quedamos perplejos, a nosotros nos hubiera durado al menos cinco
minutos la mitad de lo que ellos habían bebido en un santiamén.
< foto 12:
(Grimaldo), pleno de peregrinos
frente al Bar y torre “desmochada” del Castillo>
La tarde
avanza, y nuestro tiempo pasa volando. Son las 19.20 cuando me
apresuro para salir en dirección a la iglesia del pueblo, la cual
está en las inmediaciones de las vetustas fortificaciones del
castillo; únicas muestras monumentales del lugar, que naturalmente
deseo visitar. Los muros de esa fortaleza, que cerraban por el lado
oeste la antigua ciudadela medieval, están alineados con la hilera
de viviendas donde se asienta el albergue-bar
Grimaldo; los encontraremos junto a la N-630 a unos 100 metros
del albergue.
De nuevo ha
renunciado F. al paseo vespertino, y le dejaré acompañando a
los alemanes. Hoy lo entiendo perfectamente porque hay poca cosa que
ver, y además se lo está pasando pipa en la terraza del Bar
con tan buena compañía. Le comento que podría tardar una hora en
regresar, ya que luego de ver el templo iría a echar un vistazo al
punto de partida de nuestra última etapa: una pista que se abre en
la carretera de Holguera tras cierta portilla, distante unos
800 metros del cruce con la carretera nacional. Eso es lo que
dicen mis apuntes, aunque no lo veo muy claro a priori.... Por
cierto, los alemanes ya tenían delante la nueva ronda de cerveza
cuando me despido del cuartetos; para ellos viene a ser el “líquido
elemento” con el que rebajarán ahora el impacto del orujo…
Hago el
recorrido previsto pero no tengo suerte con la visita a la iglesia;
hoy no está el ‘pater’ ni la vecina que posee la llave. Lo
lamento, porque con frecuencia se suelen ver detalles interesantes
en estos lugares, aunque a priori no he visto nada particular citado
en las guías. Por su situación la iglesia debió pertenecer al
recinto del castillo, el cual tiene su pequeña historia y también
una curiosa leyenda… (ver
Nota 17 al final del capítulo).
De la antigua fortaleza solo permanece en pié la sobria y
desmochada torre que sacan todas las guías, de la que
logro con dificultades una foto poco descriptiva.
Tras esta la
productiva visita al entorno del castillo, continúo adelante
para indagar lo que realmente me importaba más, nuestro punto de
salida para la etapa inmediata; comprobando que no tendrá ninguna
dificultad su identificación al día siguiente. Transcurrido un
kilómetro por la carretera local de Holguera, desde su
conjunción con la N-630, me encuentro con el portillo previsto. Tras
él se abre una dehesa que en el primer tramo visible rezuma agua por
todas partes. Hay que cruzar una pequeña charca justamente tras ese
portillo, y compruebo sobre el terreno que este y sus inmediaciones
están alfombrado de jugosos pastos, empapados por las recientes
lluvias. Aunque la pista es de tierra arcillosa no la veo
impracticable, al menos en los primeros 200 metros...
A mi regreso
sobre las 20.45h me reencuentro con F., que está descansando
tranquilamente en la litera, y decidimos acercarnos a la barra del
bar a ver qué podemos cenar. En este pueblo ni siguiera se me
ocurrió preguntar por alguna tienda, sería absurdo. Sin embargo
hemos tenido suerte, porque Adela nos proporcionará algo de
fruta: unas peras algo ásperas y varios cortes de un aceptable
melón; lo suficiente como para irnos a dormir tras una sana y frugal
cena. Como la cosa sería breve, ni siquiera nos sentamos en una de
las mesitas del bar.
Estando en la
barra se acercan las suecas, sorprendidas e interesadas por nuestra
dieta, a las que confirmo que ambos solemos cenar de esta guisa
cuando estamos en el Camino. También les puntualizo que en mi
caso se trata de una cena habitual, incluso en casa. Por lo que
parece, o al menos eso manifiestan, esta fórmula alimenticia les
convence, al menos para practicarla durante este viaje. Me comenta
la hispano-parlante que, de acuerdo con su compañera, probarían esa
dieta en las etapas sucesivas, siempre que encuentren donde comprar
la fruta claro.
Dan las 21.15
y me dispongo a pasar los breves apuntes de la jornada en una
mesita, junto a la pared del local, mientras Francesc se
retira ya a la litera. A las 21.45 estoy también en nuestra
habitación, que puedo cerrar con el resbalón porque en esta jornada
no la compartimos con nadie. Adela nos había suministrado un
‘pack’ de sábanas desechables, que me ahorran el uso del saco de
dormir; pues completo el juego de cama con una manta que dejo
plegada a los pies de la colchoneta. Suelo hacerlo siempre, cuando
las tengo a mano; porque necesitaré esa manta de madrugada. El sueño
me llega de inmediato como de costumbre.
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< foto 13:
estructura de una Vía romana
>
-Nota 14-
La Calzada romana,
técnica constructiva- A pesar de
la depredación producida a lo largo de siglos, aún quedan hoy en
España algunos tramos de estas magníficas vías de comunicación,
construidas durante la época imperial romana en nuestro país.
Por desgracia, las grandes losas superficiales de las
calzadas eran presa muy fácil para ser trasladadas a las
poblaciones, castillos o monasterios en construcción cercanos.
Posteriormente, ya sin la primera capa de grandes losas, el
resto de su estructura resultaba demasiado vulnerable frente a
los agentes meteorológicos. Estos con el inexorable paso del
tiempo finiquitaron prácticamente esas extraordinarias obras
de ingeniería. No obstante, lo que queda hoy día permite
reconstruir perfectamente el trazado de aquella red de
comunicaciones. En los escasos lugares donde fué respetada
la primera capa de grandes piedras (summa cresta) aún
hoy, 10 siglos después de su colocación, podrían ser utilizados
perfectamente esos tramos para el tráfico de vehículos
agrícolas.
La gran experiencia acumulada por los ingenieros romanos de
obras públicas a lo largo de varios siglos les permitió
perfeccionar las técnicas constructivas, de manera que estas se
adaptaban a las características del terreno. En los casos en que
este presentaba unas características menos favorables, llegaban
a disponerse hasta 4 capas de diferente composición en su pista
central, para asegurar la durabilidad de la obra durante muchos
años, a saber:
--(1ª capa)- Pavimentum (ó Summa
Cresta), compuesta por grandes bloques de piedra poligonales
--(2ª capa)- Nucleus, un tipo
de hormigón compuesto de cantos rodados, gravilla y cal apagada;
todo ello consolidado mediante
la rodadura de un pesado cilindro de
piedra.
--(3ª capa)- Rudus, compuesto por
guijarros o cascotes de piedra irregulares, como los derivados
de la labra de la
‘Summa Cresta’ (hasta 22 c. de
grosor)
--(4ª capa)- Statumen, consistente en
una consistente capa de piedras mezcladas con cal ó arcilla, y
compactada con un “pisón”; de manera que la pista se adaptase a
las irregularidades del terreno. (grosor entre 25 y 60 cm.,
según calidad del terreno)
Ambos márgenes de las vías romanas venían
delimitados por poderosos bordillos. En la conjunción de estos
con la pista central de tránsito quedaba rebajada la altura de
la Summa Cresta, de manera que las aguas de lluvia
pudiesen evacuarse por ambos márgenes de via. Por ese
motivo, ya en aquella época se incurvaba el perfil de la pista
central haciéndola prominente en su centro geométrico, como se
realizan hoy en día las carreteras asfaltadas.
La unidad de medida de los tramos de vias era la
milla romana (aproximadamente 1500 metros), y en toda la
red de
comunicaciones del imperio venían perfectamente marcadas
mediante unos cilindros de piedra (miliario) donde se
cincelaba el nº de la milla correspondiente, así
como unas frases en honor al emperador, ó cónsul, que las
mandaba construir (ó reparar en su caso). Los miliarios,
muchos de los cuales vamos encontrando junto al Camino,
hacían aproximadamente 2 metros de altura, con un diámetro
proporcionado a la misma no inferior a los 50 cm... Hemos visto
algunos de ellos prácticamente intactos, incluida su habitual
base cuadrangular.
-Nota 15-
San Benito,
reseña de un pionero- De su
importancia baste decir que en 1980, al conmemorarse el XV
centenario de su nacimiento, fue nominado santo patrón de
Europa por el Papa Juan Pablo II. Su principal
distintivo: ser el primer fundador de una congregación religiosa
cristiana, la cual toma el nombre de Orden Benedictina de
su fundador. Los testimonios de San Gregorio Magno, su
primer biógrafo (finales del siglo V) y diversas fuentes
documentales relatan una trayectoria excepcional, repleta de
hechos considerados como milagrosos. El santo monje pionero creó
y redactó como reglamento de sus comunidades monásticas la
famosa Regla Benedictina, la cual sirvió de modelo
a las sucesivas órdenes religiosas cristianas, que fueron
surgiendo a lo largo de la Edad Media.
Resumen de los
principales datos biográficos:
--
Nace en Nursia (Umbría, Italia) en el año
480
--
Su hermana gemela Escolástica alcanzó como él la santidad
--
Antes de fundar las primeras comunidades religiosas vivió
apartado en una cueva durante varios años
--
Desde que inició este retiro espiritual y material se habituó a
practicar una excepcional frugalidad, ayunando a diario
y alimentándose únicamente por las tardes. En su dieta estaba
totalmente excluida cualquier clase de carne u otros
derivados de origen animal. Era pues un vegetariano integral
--
Funda los primeros monasterios en al año 517, en la comarca de
La Umbría de donde era natural
-- Funda el año 529 el primer monasterio de la
Orden Benedictina en Montecassino, al norte de
Nápoles
--
Tenía una inusual capacidad para predecir acontecimientos,
mostrada en innumerables hechos de los que hay memoria escrita.
Concretamente, predijo con varios días de antelación la fecha
exacta de su muerte, acaecida el día 21 de Marzo de 547
en Montecassino, por lo que en ese momento estuvo rodeado
y asistido por sus más directos discípulos.
Pocos días después fallecería su hermana Escolástica.
La Regla Benedictina, resumen
extractado: Creada y redactada personalmente por
San Benito, esta Norma no fuepensada por el
sabio fundador para los religiosos de su congregación en
exclusiva, sino muy especialmente para todo
el
personal seglar que convivía con los monjes en los monasterios.
Se trataba pues de un modelo de comportamiento
aplicable a cualquier persona. Con el tiempo, durante muchos
siglos, se ha ido revisando en numerosas congregaciones
de la orden y es la norma de
obligada observancia para quienes profesan el hábito
benedictino. El espíritu que inculcó
San Benito
se ha conservado inamovible en La Regla, siendo
desde su origen el punto de partida para confeccionar
otras normas similares en el resto de
comunidades monásticas cristianas. Suele resumirse en las
siguientes 9 pautas de
comportamiento:
1) La primera virtud
de un religioso, después de la Caridad, debe ser la
Humildad
2) La casa de Dios ha
de ser para rezar, no para charlar
3) Todo superior debe
esforzarse por ser amable como un padre bondadoso
4) El ecónomo o quién
administre el dinero no debe humillar a nadie
5) Nuestro lema
debe ser: Trabajar y
Rezar
6) Cada uno debe
esforzarse en ser exquisito y agradable en su trato
7) Cada Comunidad
debe ser como una buena familia, donde todos se aman
8) Evite cada individuo lo que sea rústico y
vulgar. Recuérdese lo que San Ambrosio decía: “Portarse
con nobleza es
una gran virtud”
*
9) El verdadero monje debe ser : “casto, manso,
diligente, humilde, obediente”; y en cambio no debe ser:
“soberbio, violento, comilón,
dormilón, perezoso, murmurador, denigrador”
(*)
Este punto -9- no está incluido dentro del resumen de la
Regla por algunas de las fuentes consultadas en
Internet. En todo caso, está claro que sus recomendaciones,
aunque algunas reiterativas de algún punto anterior, son
perfectamente aplicables a todo aquel que desee seguir una vida
ejemplar. Por lo tanto deben ser exigibles en cualquier
comunidad religiosa.
- Nota 17-
El Castillo de
Grimaldo, entre la leyenda y la historia verdadera.-
El Castillo de Grimaldo se alineaba entre otros
con los de Alconétar, Mirabel y Monfragüe,
conformando la línea defensiva frente a posibles acometidas de
la España musulmana del sur. Estando este lugar en la Ruta
Mozárabe, coincidente por estos pagos con la calzada
romana, era Grimaldo parada casi obligada para muchos
peregrinos, y los señores del castillo hospedaban
habitualmente a muchos de ellos.
“Cuenta la leyenda que muchos peregrinos desaparecían entre los
muros del castillo sin dejar rastro, supuestamente asesinados
por los hospederos para apropiarse de su dinero y pertenencias.
También explica esta misma leyenda que, habiendo llegado el
conocimiento de estos hechos al comendador de la comarca,
mandó este a varios miembros de la Santa Hermandad para
que los verificase. Los inquisidores llegaron disfrazados como
arrieros, aunque suficientemente armados, y se prepararon a
fondo para ver qué sucedía durante sus horas de descanso.
Durante la noche, en la que no dejaron de montar discreta
guardia en ningún momento, lograron sorprender a quienes querían
darles muerte; tras lo cual, una vez verificadas las sospechas,
llevaron presos a los villanos del castillo ante la audiencia
comarcal. Allí fueron juzgados con celeridad y decapitados por
la gravedad de sus crímenes. Según esta leyenda, serían estos
gravísimos sucesos los que desembocaron en la real orden que
decretaba el desmochado de la torre de la fortaleza, como
actualmente puede contemplarse…”
Esta es la leyenda, pero a mi juicio sería más verosímil
admitir como cierto que el desmochado de la torre pudo
sobrevenir por el equivocado posicionamiento de los señores del
castillo, contra los intereses del rey, en alguna de las
diferentes ocasiones en que se presentaron guerras feudales, o
dinásticas. Como fueron por citar las más conocidas: -1) la
guerra castellana en la sucesión de Juan II; entre
Isabel I (luego reinante con el sobrenombre de “La
Católica”) y su hermanastra la célebre “Beltraneja”
-2) la rebelión de Los Comuneros contra la autoridad de
Carlos I -3) mucho más adelante, la Guerra de Sucesión a
la muerte de Carlos II entre Felipe V de Borbón y
el archiduque Carlos de Austria, etc,. etc... Es sabido
que los nobles adscritos al bando perdedor en esos
conflictos tuvieron que sufrir inapelablemente el desmochado de
las torres de sus castillos, aparte la pública deshonra y
pérdida de otras prebendas; esas consecuencias son sobradamente
conocidas y reflejadas por los cronistas...
Esto sí que es real; están documentados en España
infinidad de castillos que sufrieron esa humillación, quedando
infinidad de ellos a lo largo y ancho de nuestra geografía.
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