El oro entra en los fogones

 

Las excentricidades en la gastronomía de la nueva generación son cada vez más extremistas, más surrealistas y menos comprensibles desde el punto de vista ético. La cocina tecno-emocional o también conocida como molecular, ha dado paso a la utilización de productos químicos y utensilios poco conocidos entre fogones hasta hace unos años. El nitrógeno, la sifonera, las espumas, los aires, las deconstrucciones…Todo esto y mucho más han puesto a la cocina a un nivel que la sitúa en el polo opuesto de lo que se conoce como cocina tradicional.

 

Ahora la gastronomía da un paso más y pone el oro hasta en la sopa. En el sentido literal. Por excéntrico que parezca, el oro también se está abriendo hueco en ésta. La joyería Gómez & Molina de Puerto Banus es la pionera en España en comercializar el nuevo exotismo del oro comestible. Tal cual llegan los dosificadores, a 50 euros los cien miligramos, más cerca del caviar que de la mortadela de aceitunas, se los quitan de las manos. Visto y no visto.

Cuentan los responsables del establecimiento, uno de los paradigmas del lujo de la ciudad, que el metal precioso en polvo, sin olor ni sabor, lo mismo sirve para decorar un gazpacho que para dar un aire glamouroso a un cóctel.


No obstante, la utilización del oro en la cocina no es nuevo ya que chefs españoles estrellados por la Michelin como Juan Mari Arzak, Dani García y Carmen Ruscalleda, lo experimentaron entre fogones sin éxito destacable. Tampoco fueron estos pioneros, ya que en el antiguo Egipto y la India le confirieron al oro, si pasaba por el gaznate, propiedades para lograr suerte y éxito.
 

Lo del anillo en la copa de champán, que atraganta, ya es mala “milk”.

 

Enric Ribera Gabandé

 

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