CAMINO DE SANTIAGO: --Ruta MOZÁRABE--

SEVILLA—SANTIAGO por la VÍA DE LA PLATA y la Variante Sanabresa


por Antonio García Márquez

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  Cap.XI / (10ªEtapa=16,5Km) TORREMEJIA-MÉRIDA (8 Octubre Jueves)  

           Cuando Carlos y yo abandonamos el albergue, con idea de tomar café en el bar más cercano, Antonio de la Rosa y Henry ya se habían marchado. Era de esperar, porque estando Mérida tan cerca tenían previsto llegar en esta jornada hasta Aljucén, localidad situada 15,5 km. más adelante. Hemos salido de la casa a las 7.45, quedando en ella únicamente el matrimonio francés; que deben estar durmiendo aún los excesos etílicos de la despedida, prolongada por lo que parece hasta la medianoche. 

    Dado que el estado de las pistas no había de ser bueno tras las lluvias, tenía ya decidido hacer esta etapa por el arcén izquierdo de la N-630. El barro de los caminos y pistas no me dejaba otra opción, siendo el terreno arcilloso; aunque ya no lloviera durante la presente jornada, no estarán transitables los caminos al menos durante las próximas 48 horas. De manera que, tras despedirme de Carlos con quien compartiría el último café de este viaje, saldría hacia Mérida sobre las 8.30hh; encajonado en el arcén izquierdo de la N-630, por no existir pistas alternativas a ambos lados de la carretera.

    Antes de la partida nos lo hemos tomado con calma sentándonos en una mesa del bar, para desayunar sin prisas unos bollos calentitos con aceite de oliva, acompañando a ese último café.  No tenía ningún sentido adelantar la salida, porque ni él ni yo podíamos partir por el momento…. Yo lo hubiera hecho antes de buena gana, impaciente por no haber podido averiguar  los horarios de trenes hacia Barcelona (lamentaría mucho perderme alguno por llegar unos minutos tarde); pero siendo aún noche cerrada no me podía arriesgar por una carretera de mucho tráfico... En cuanto a Carlos, su autobús no llegará hasta las 9.00h y tiene la parada muy cerca del bar. 

< Torremejía- Mérida, saliendo (8.30h)> 

     Despuntando el alba enfilo la recta calzada de la carretera nacional 630. Como distracción, en los primeros minutos de semi-penumbra, voy pensando un rato en la peripecia que han vivido en este viaje los cacereños. Por veladas alusiones en mis pocas conversaciones con ambos, ha quedado patente el mutuo enfado que ha terminado por enfriar su amistad (ver nota 23 de final 9ª etapa). Ahora conozco algunos detalles más del conflicto: Carlos me ha manifestado durante el desayuno que el principal motivo para su abandono eran ciertas molestias en las articulaciones, que venía arrastrando desde la etapa de Monesterio… Pero eso no acabo de creérmelo del todo, porque sin duda el deterioro de la amistad con su compañero de viaje ha tenido un peso mayor en esa decisión. Y diré más, creo que este chaval ha sido el principal culpable de la crisis de ambos amigos, aunque no discuto que haya tenido algunos problemas físicos… Además, doy por seguro que el factor desencadenante de los problemas entre ambos, y de sus propias molestias articulares, ha sido su obsesión por ir a un ritmo de marcha superior a lo normal...

     Carlos es un hombre acostumbrado a vivir solo. Separado hace varios años de su esposa, regenta actualmente una casa rural, donde recibe huéspedes de temporada,  y es muy aficionado a las maratones cinegéticas por el entorno montañoso donde vive. Por lo visto y oído, le gusta presumir de sus cualidades como “marchador” para impresionar a quienes le rodean… En la etapa de Monesterio ya se quejó abiertamente su amigo Antonio, en nuestra presencia, de ese insoportable ritmo de marcha. Este último manifestó su preferencia por salir un poco antes, para caminar con un ritmo más moderado; pero su colega no accedió nunca a cambiar sus rutinas, saliendo siempre tras un largo desayuno por su confianza en recuperar el tiempo forzando el ritmo…  Al final sus autoimpuestos excesos han acabado pasándole factura al propio Carlos. No ha tenido en cuenta que aquí debemos hacer largas marchas cada día, durante muchas jornadas consecutivas… Es decir se trata de una prueba de regularidad,  no de una simple maratón de una jornada. Y posiblemente tampoco  se ha parado a pensar que: no es lo mismo caminar a 7 km/h con 9 kg. a cuestas, que hacerlo con una simple escopeta y cuatro perdices…  

     En las primeras jornadas de su viaje, cuando ambos extremeños trataban de hacer juntos el recorrido, Antonio se vió obligado a descolgarse siempre de su ‘amigo’, llegando a la meta en solitario o con otros colegas, naturalmente con importantes demoras. Consecuentemente, Antonio no ha tenido molestias físicas, y sigue en liza para cumplir con todo el itinerario previsto, algo de lo que no podrá presumir su paisano... Otra consecuencia, lamentable para ambos: el deterioro, posiblemente duradero, de una amistad. En el caso de Antonio con la favorable contrapartida de ganar nuevos amigos, ya que le he visto hacer muy buenas migas con el resto de colegas, especialmente con Francesc y Henry, en diferentes etapas. Algo que curiosamente no ha sucedido en el caso de Carlos 

    Aclara el día y decido olvidarme ya del affaire de esta pareja, para centrarme en el apisaje que me rodea. El trazado de la N-630 a partir de Torremejía tiene toda la pinta de estar superpuesto con la antigua calzada romana, al menos durante los primeros 7,5 km. Luego, la carretera nacional gira a la izquierda siguiendo un trazado moderno. A partir de ese punto la calzada se va elevando paulatinamente, algo sobrealzada respecto a los campos colindantes, cuyos confines se difuminan en el horizonte lejano. Pese a que nos acercamos a la capital extremeña, aprecio en el marco natural una hermosura intemporal, o al menos así lo percibo yo en las profundas perspectivas que alcanzo a ver a ambos lados en la dirección Norte…No podría describir con precisión todo lo que veo; solo que el conjunto de dispersas arboledas, praderías, y labrantíos de variados colores conforman uno de los escenarios naturales más armoniosos que he visto en mi vida.

    Es mi última etapa de este año y me siento como hipersensibilizado; puede que se me esté despertando ya la nostalgia del Camino… Desde este momento lo disfrutaré todo intensamente, justo hasta la entrada de Mérida.

       

< Torremejía-Mérida, campiña agrícola> 

     El paisaje de esta etapa supone un cambio radical con todo lo que hemos visto en las siete anteriores, concretamente desde Castilblanco de los Arroyos. Lo que era naturaleza prácticamente virgen, en forma de áspero bosque mediterráneo o dehesas, se ha tornado repentinamente en civilizada campiña. Palpamos por doquier el resultado de una eficaz colonización agrícola, que seguramente viene de antiguo. Por aquí han trabajado sucesivamente nuestros ancestros tartesios, celtíberos, romanos y árabes…, eso es palmario. La cercanía de la metrópoli emeritense, debió suponer hace dos milenios un importante polo de inmigración hacia estas feraces tierras, creando un desequilibrio demográfico respecto a otras zonas relativamente alejadas, que evidentemente se ha mantenido hasta hoy.

     El variopinto colorido de los campos se ha intensificado en la incipiente estación otoñal, por ser época de labranza en los secanos. Desde hace unas jornadas, antes y después de las recientes lluvias, se habrán puesto en marcha cientos de tractores para peinar la tierra; creando los variados mosaicos que ahora veo, que no han precisado diseño previo… Desde mi atalaya de asfalto, diviso ahora mismo esas parcelas recién labradas, en las que afloran vivos tonos entre el rojizo, el ocre y el grisáceo; que se intercalan con campos ya verdeantes, o mantenidos aún en pajizos barbechos. Veo también olivares, pequeñas dehesas y  terrenos aparentemente abandonados desde hace tiempo, o bien destinados a cotos de caza. Estos se distinguen del resto por la abundante presencia de jaras y retamas, entreveradas por grandes encinas solitarias. Pese a la diversidad de usos y variedad de coloridos, el conjunto resulta muy equilibrado y armonioso. Un escenario ideal para los pintores paisajistas; da gozo verlo. 

      A mitad de camino, pasados unos 8,5 Km., mis notas indican la posibilidad de abandonar la N-630 para continuar por pistas de tierra. Me detengo unos minutos a beber agua, y valoro esa posibilidad; pero no acabo de ver las ventajas y decido finalmente continuar por el arcén. Este es bastante ancho,  y caminando por él puedo seguir disfrutando de excelentes vistas desde la carretera. Bajar a las pistas señalizadas para sumergirme ahora en unos viñedos, y poco más tarde en un olivar, significaría perder la óptima perspectiva que estoy disfrutando desde mi privilegiada atalaya asfaltada.  

     La carretera N-630, que discurre en paralelo con la nueva autovía A-66, conecta durante 1 km. con varias derivaciones que permiten acceder al municipio de Calamonte y sus aledaños industriales. Esto me supondría un pequeño trastorno, que se traducirá en varios minutos perdidos, aunque afortunadamente no llego a perder el rumbo…

      Los 7 últimos km. de la etapa transcurren por una sucesión de suaves toboganes, que ora me permiten divisar Mérida de lejos, ora me la ocultan de la vista… En las inmediaciones de la urbe el paisaje seguiría siendo interesante, pero ya no tiene la espectacularidad de los primeros kilómetros; se ha vuelto un poco más monótono, con predominio de las viñas. 

     A las 11.15h cruzo el límite urbano de Mérida, muy cerca de la explanada donde convergen la carretera de Madrid y la avenida de Portugal. Ese importante nudo de comunicaciones distingo  a solo 250 metros... Desde él deberemos descender recto, por la citada avenida hacia el grandioso puente romano. Ya empiezo a emocionarme al pensar en ello..; lo haremos caminando, por la misma vía que pisó a caballo el emperador Octavio Augusto, cuya estatua ecuestre se encuentra emplazada en el centro de la gran explanada citada. Pero antes de eso, este peregrino decide tomarse  una cerveza con algún bocado, que bien se lo merece…

   Al desembocar en la carretera de Madrid, la N-630 gira hacia la derecha formando un ángulo agudo, para rodear seguidamente un área de servicios situada en el mismísimo vértice de la confluencia. No más girar ya veo un pequeño establecimiento en el que lograría saciar mi sed, después de 3 horas de camino casi ininterrumpidas.  

    Tras solo 10 minutos de descanso, me lanzo en busca de la meta final de este viaje, concretamente la estación del ferrocarril; donde me libraré por fin de la dichosa mochila… Esa es la meta real, pero la meta de honor no puede ser otra que el majestuoso puente romano. Lo voy viendo agrandarse durante 1,5 km, mientras desciendo lentamente, recreándome, por la amplia avenida de Portugal. Y según bajo, se me forma la imagen virtual de cómo lo habría hecho el primer emperador hace 2000 años …

     …” bajaba el cortejo imperial romano, anunciando desde aquí la inminente irrupción del divino César en el puente... Braman las trompetas y truenan los timbales, precediendo el desfile de dos cohortes victoriosas….” Las imágenes acuden dóciles a mi mente…, ahora empiezo ya a intuir a la gente.  ¿Dónde me las imagino?.., no hay que pensarlo mucho: “La ciudadanía de Mérida abarrota ya los estribos del puente…, donde un selecto grupo de vestales tiene preparadas las guirnaldas, y las bandejas repletas de olorosos pétalos, para arrojarlos sobre el egregio busto del héroe y sus capitanes…” 

< Mérida, puente romano (s.I /ac)> 

   Algo parecido a eso me vino a la cabeza cuando descendía yo, triunfalmente también, por el actual paseo de Portugal. Os aseguro, que bajaba como flotando en una nube. No me podía imaginar un final mejor, tras 10 días de currar peregrinando. Estuve aquí en otras ocasiones, pero será esta la primera vez que lo haga cruzando el celebérrimo puente romano de Mérida, cerrado ahora al tráfico rodado. Es realmente impresionante, con sus 60 arcos de medio punto y casi 800 metros de longitud  (ver Nota 24)  

  -Nota 24-  El Puente Romano de Mérida.-  Esta magna obra de ingeniería se terminó en torno al año 25 a.C., siendo tiempos del emperador Octavio Augusto. Los ingenieros romanos eligieron para su asentamiento el punto menos complicado del cauce, donde existía ya un vado para salvar el curso del río Guadiana. En ese lugar había entonces una lengua de tierra firme, que facilitó realizar la obra con dos tramos de arquería de medio punto, unidos por un tajamar cimentado sobre la citada isleta intermedia. Durante la edad media la obra necesitó algunas restauraciones, aunque sin afectar de forma importante a la estructura. Con el paso de los siglos, las acometidas de las aguas fueron erosionando los fundamentos del tajamar; hasta que en el siglo XVII, se hundió su estructura original, siendo sustituida por un tramo de arquería similar a los dos laterales de origen romano; interconectándose toda la obra para ofrecernos la imagen que podemos admirar hoy en día.
 

     Una vez cruzado el puente, decido dirigirme de inmediato a la estación del ferrocarril. Sé perfectamente que el magnífico albergue de peregrinos de Mérida está en la ribera del río, girando hacia la izquierda. Pero no le veo mucho sentido a desviarme ahora en esa dirección con el exclusivo fin de sellar mi credencial, dado que mi viaje de este año finaliza precisamente en esta ciudad, aunque no quiero pernoctar en ella. El albergue está  a unos 700 metros del estribo del puente, en un punto bastante alejado de la estación del tren. Si hubiera estado más cerca posiblemente me habría acercado a él para cumplir ese trámite del sellado, pero encuentro más lógico hacerlo en la propia estación. Llego a la misma a las 12.15hh.  

    Rápidamente me informo de la mejor conexión hacia Barcelona. Tendré que hacer transbordo vía Madrid, pero no habrá que perder demasiado tiempo en Mérida. Mi tren tiene prevista su partida a las 13.30hh, por lo que solo dispondré de 1 hora de margen, lo justo para dar una breve vuelta por los alrededores y comer algo. El mismo empleado que me despacha el billete de tren accede amablemente a sellarme la credencial, con cuyo trámite doy por cerrada la andadura jacobea  de este año. Como siempre, ni siquiera me he planteado quedarme a dormir aquí, para hacer un recorrido turístico por los innumerables monumentos romanos de la capital extremeña. Lo habría hecho si no hubiera visitado cumplidamente la ciudad romana en 1985, acompañado por mi mujer. Veníamos de unas vacaciones en Portugal, y durante un par de días nos pateamos todos los rincones de la antigua Emérita Augusta, para admirar sus principales monumentos y conocer el recién inaugurado museo.   

    No muy lejos de la estación encuentro un bar, donde disfruto una sabrosa ración de tortilla española, acompañada  con un par de cañas de cerveza. El local está ubicado en la plaza de Sta. Eulália. Se nota que es zona muy concurrida, tanto por los viajeros como por la gente de aquí, y me gusta el ambiente que se respira… Por eso decido sacar un par de fotos del entorno, que me ayudarán a memorizar el final de la última jornada de este viaje. Finalmente, tras tomar un café, tengo que bajar raudo hacia la estación, para acomodarme en el tren 5 minutos antes de la partida hacia Madrid. 

< Mérida fin del tramo I1, plaza y calle de Sta. Eulalia>

Antonio Garcia Marquez 

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GUIA DEL CAMINO DE SANTIAGO A PIE (En papel)
JOSE M. SOMAVILLA , TUTOR, 2009
Desde la primera edición de esta Guía del Camino de Santiago a pie han transcurrido más de diez años, y veinte desde que su autor, José Manuel Somavilla, descubriese la Ruta Jacobea en 1989 y quedase enamorado de ella. Desde entonces ha recorrido el Camino de Santiago a pie año tras año. Fruto de esa experiencia contrastada que muchos lectores y peregrinos han disfrutado en sus anteriores ediciones, ahora, para esta nueva edición actualizada en 2009 y ampliada, el autor ha elaborado nuevos y detallados mapas de cada una de las 26 etapas del Camino Francés que separan los 750 kilómetros que hay entre Roncesvalles y Santiago de Compostela. A esto ha añadido la variante del Camino Aragonés, con 5 nuevas etapas desde Somport hasta Puente la Reina, punto en el que se une con la otra vía del Camino Francés

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