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ETIMOLOGIAS DE LAS PALABRAS SOBRE LAS QUE SE HA CONSTRUIDO LA IDEA DE LA COMUNIDAD |
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Todo
un torrente de palabras proceden del adjetivo común:
desde el sustantivo colectivo Comunidad
que tanto empleamos con el apellido de Autónoma, o en forma sintetizada
Autonomía, hasta el abstracto comunión,
pasando por el nuevamente colectivo comuna,
cargado de historia y de historias, junto con el histórico comunero,
empleado para designar a una colectividad, además del comunismo
y la omnipresente comunicación,
cuya más moderna expresión es la telecomunicación,
que se usa preferentemente en plural refiriéndose al conjunto
empresarial que se dedica a la explotación económica y política de
este fenómeno. [
+ ] Ésta
parece una de esas palabras irrelevantes sobre cuyo valor no hay duda
alguna, y que por tanto no da lugar a discordias y debates. Pero qué
va, dentro de tan exigua corteza hay mucha miga. Por empezar tiene doble
valor: adjetivo y sustantivo. Como adjetivo significa que aquello a que
se refiere, es tenido o poseído por todas las personas o cosas de que
se trata. Decimos por ejemplo que el español es la lengua común
de todos los pueblos que han compartido historia y cultura con España o
que han formado parte de España en algún momento de su historia. (Obsérvese
que no es ninguna simpleza la asignación de este adjetivo cuando se
habla de cosas serias). Común
es también aquello que pertenece a varios: en una comunidad de vecinos,
éstos tienen bienes e intereses comunes. Communis
(en neutro, commune) es
la palabra latina de la que proceden todos los términos, conceptos y
valores formados a partir de la conjunción de los dos elementos con que
se forman las ideas de común
y comunidad: el prefijo com
(otras veces tiene la forma de con
o co) que cuando no es de
compañía es de intensidad; y la raíz mun,
que nos habla básicamente de murallas. En español es muy difícil
rastrear este significado original, ni siquiera en munición,
que en su sentido más genuino es todo aquello de que se necesita ir
equipado para la guerra (más cerca de su origen estaría si fuese para
un asedio). Vamos por la desinencia –mun. Partamos del hecho de que la forma arcaica de communis es commoinis. La transición del diptongo arcaico (a menudo griego) oi al más moderno y típicamente latino oe no la discute nadie. Ahí están los ejemplos de coelum (cielo), derivado del griego koiloV (kóilos) = cavidad (¡es que el primer cielo es el del paladar!); coemeterium (cementerio), de koimhthrion (koimetérion); coenobium (cenobio, monasterio), de koinobion (koinóbion) = vida en común; oeconomia de oikonomia (oikonomía), etc. Es decir que si la primera forma de communis es commoinis, es legítimo pensar que tras moinis está moenis, que es la muralla (moenia moenium, de munio munire = cercar con muralla, fortificar). [ + ] COMÚN 4Pues bien, puesto que tan íntimo es el parentesco entre las murallas y las obligaciones, vamos a dar prioridad a lo físico (las murallas) que siempre ha precedido con mucha antelación a lo metafísico (en este caso las obligaciones). Advierto de paso que
éste es el método más racional: decía antes que el cielo primigenio
de los romanos es el del paladar, de la misma manera que el espíritu es
el aire que se respira, la virtud no era más que la condición de vir
(hombre libre y por tanto guerrero), y la moral no era sino la
costumbre. Siendo pues lo físico anterior a lo metafísico, no es
descabellado pensar que de las murallas vengan las obligaciones (en
francés coinciden en un mismo lexema defender y prohibir).[ +
] COMUNIDAD
1 Los romanos formaron
y usaron ya esta palabra. Commúnitas
communitatis era para ellos no sólo la comunidad, sino también la
virtud por la que se inclinan las personas a vivir juntas: el instinto
social, el espíritu de sociedad, la sociabilidad, la bondad, la
afabilidad. Nuestra lengua, al heredar la palabra se desprendió de
estos otros significados tan abstractos y tan nobles. Pero no es esto sólo
lo que nos dejamos por el camino. La imposición de esta palabra desde
arriba para crear un nuevo modelo de división territorial, la
“comunidad autónoma” (ésa es la madre del cordero), acabó de
desvirtuar una palabra que rebosaba virtud. [ +
] Lo más sarcástico
es que el invento de las “Comunidades
Autónomas” ha sido la pata de cabra indispensable para trocear y
destrozar cualquier comunidad
política preexistente y sembrar la tierra de sal para que no pueda
brotar en ella ninguna otra comunidad.
Fue así, creando feudos, como se convirtieron las ciuitates
(luego ciutates) en ciudades,
en puros lugares geográficos. Es que en un sistema de dominación no
caben las comunidades ni las
civitates
ni menos la cívitas
en el amplio sentido en que la entendían los romanos.
[ + ] Cuanto más
importantes son las palabras, más se empeñan los hablantes en
explicarlas y buscarles toda clase de etimologías. El nombre de María,
por ejemplo, cuenta nada menos que con 70 sesudas etimologías. Y no
faltan entre ellas las populares, sacadas a oído, que por otra parte
son las que pegan más fuerte. Por eso tuvieron tan clamoroso éxito las
Etimologías de san Isidoro de Sevilla. Pues bien, en esa línea etimológica,
la palabra comunidad nos
lleva de cabeza a la unidad
(con-unidad). Principio perfecto para las comunidades monásticas (in
necessáriis únitas, in dúbiis libertas, in ómnibus cáritas =en
lo necesario unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad); perfecto
también en regímenes de opinión única y de soberanía única
(mon-arquía). Pero desde que nos hemos dado un sistema expresamente pluralista,
que eso caracteriza a la democracia, es peligroso dejarse llevar por esa
etimología popular de la palabra comunidad.
Y sin embargo esa es su peor tentación, a la que han sucumbido aquellas
comunidades a las que les queda estrecho el marco autonómico y sienten
la pluralidad democrática como un corsé. Entre los distintos
conceptos de comunidad es
especialmente interesante el de comunidad
doméstica, una institución consuetudinaria del Alto Aragón, que
forma parte de los cimientos de la comunidad
de bienes, el más común régimen económico en el matrimonio. El
objetivo es una vez más económico, pero la comunidad lo es de
personas. Se conocen comunidades
de este género en Jaca, Boltaña y Benabarre; el objetivo era evitar la
desmembración del patrimonio de la familia por una parte, y forzar la
unión de sus individuos en virtud del principio de indivisibilidad del
patrimonio por otra. Los miembros de estas comunidades
con el formato de familias,
eran conocidos con el nombre genérico de comuneros.
No perdamos de vista que la sociedad artesanal tiene una estructura muy
parecida: hay una cierta identificación entre el taller (con algunos
miembros externos) y la familia. [ + ] Este nombre tiene tan
sólo 25 años de vida. Tenemos su nacimiento bastante cerca para dar
rigurosa cuenta del mismo; y el tiempo transcurrido es suficiente para
poder juzgar acerca de la adecuación entre el nombre y la cosa que bajo
él se puso o se pretendió poner. Si olvidamos que
todas las comunidades, desde
las monásticas y las heroicas de los Comuneros
hasta la Comunidad Europea
(llamada Unión Europea a partir de la moneda única), tienen base económica,
entenderemos muy mal las Comunidades
Autónomas y las manejaremos aún peor. Y si pasamos por alto que
las comunidades lo son por
dentro; que no son división respecto a los de fuera, sino aglutinación
de los de dentro; si no entendemos eso, en lugar de comunidades
tendremos disgregaciones; en vez de uniones, divisiones. Al margen de lo que
exija la coherencia interna de las palabras y la fidelidad a su propia
trayectoria histórica, está la que Saussure llamó “arbitrariedad
del signo lingüístico”. Y en efecto, en el llamado Estado de las
Autonomías, a la palabra comunidad
se le asignó en la Constitución un nuevo significado con la más
absoluta y fraudulenta arbitrariedad. Y digo fraudulenta porque el hecho
de que una ley, por suprema que sea, asigne a una palabra un significado
nuevo que bordea o contradice el que propiamente le corresponde, no la
vacía de su significado propio. Lo único que consigue es asignarle
doble significado, con lo que consigue su objetivo de inducir a error a
los hablantes. [ + ] La clave nacionalista
de las Comunidades Autónomas
está en el artículo 2 de la Constitución, que “garantiza
el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones (a los
25 años ya podemos leer sin el menor riesgo a equivocarnos “de
los nacionalistas y sus respectivos territorios”) que
la integran y la solidaridad entre ellas. Para que no sufriese
ningún tropiezo el largo camino hacia el nacionalismo
esbozado por la Constitución (si ésta lo hubiese desarrollado tal como
los nacionalistas lo tenían diseñado, los unionistas no la hubiesen
aceptado), se instituyó el TRIBUNAL CONSTITUCIONAL, cuya función
esencial resultó ser interpretar la Constitución como desearon
escribirla los nacionalistas (a eso lo llamaron “hacer lecturas”).
Así, en vez de quedar definido de un tirón y con toda claridad en la
Constitución cómo iba a conjugarse la “indisoluble unidad de la nación
española” con “el derecho a la autonomía de las nacionalidades”
que proclama el art. 2; en vez de eso dejó que las tensiones entre los
unionistas a que se refiere el primer término del artículo, y los
nacionalistas a los que se refiere el segundo término, las fuese
resolviendo sobre la marcha el Tribunal Constitucional. |
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- ETIMOLOGÍAS
DE LAS PALABRAS QUE FORMAN LA IDEA DE LA CIUDADANÍA