LAS COSAS Y SUS NOMBRES NOMINA RERUM Mariano Arnal |
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COMUNIDAD Todo
un torrente de palabras proceden del adjetivo común:
desde el sustantivo colectivo Comunidad
que tanto empleamos con el apellido de Autónoma, o en forma sintetizada
Autonomía, hasta el abstracto comunión,
pasando por el nuevamente colectivo comuna,
cargado de historia y de historias, junto con el histórico comunero,
empleado para designar a una colectividad, además del comunismo
y la omnipresente comunicación,
cuya más moderna expresión es la telecomunicación,
que se usa preferentemente en plural refiriéndose al conjunto
empresarial que se dedica a la explotación económica y política de
este fenómeno.
Pero
no acaban ahí las conexiones. Como ocurre con las especies vegetales y
animales, o como ocurre con las personas, hay unas relaciones de
parentesco que acaban tejiendo una tupida red que hace que nada quede
desligado de todo el conjunto. Y así vemos que las murallas (moenia
en latín) de las que hemos deducido lo común, nos llevan al munus,
que es oficio u obligación, y también beneficio: ahí tenemos la remuneración
como testigo. Los primeros y principales de esos oficios resultantes de
ponerle puertas y murallas al campo de nuestra libertad, son el matri-monio
y el patri-monio. Es que, claro, munire es proteger, fortificar, asegurar (las primeras municiones fueron muros sólidos y construcciones defensivas, no arrojadizas); y claro está también que el que para defenderse se encierra, se somete a numerosas prohibiciones y ob-ligaciones. Es que no bastan las murallas de piedra (moenia) para defenderse eficazmente. Es que las murallas proyectan su sombra (tanto más larga cuanto más altas son) sobre la conducta de aquellos que tienen encerrados, en forma de oficios y obligaciones que pretenden ser tan inexpugnables como las propias murallas, porque al fin y al cabo la única manera de acortar esas sombras o de eliminarlas es acortar o eliminar las murallas, es decir las defensas. ¡Ah!
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