Cuando Colón quería que los pimientos fueran la trufa para nosotros


Por Ferran Martínez-Aira

 “Puédense cargar cincuenta carabelas al año en aquella Española”, así se refería Cristóbal Colón a aquellos pimientos picantes que encontró en La Española, en una carta fechada el 15 de enero de 1493. A un servidor le gustan las alegrías riojanas que descubrí en El Camino de Santiago, las guindillas de Ibarra que consumía mi abuela Elisa, los indecisos pimientos de Padrón que preparaba mi amigo Archi  y hasta las ocho variedades de “pimientas” (que son pimientos) comunes en Las Islas Afortunadas, como las llamadas “de campana” o “cuerno de cabra” que degustamos los periodistas participantes en las doce Transcanarias de finales de los noventa y principios de este siglo.Por lo general nuestras comidas no suelen condimentarse con mucho picante. De nuevo: sí, hay recetas picantes como los callos, el mojo picón rojo, las patatas bravas, las bombas o los caracoles en salsa picante. Todo esto viene a cuento de que nuestra gastronomía suele alejarse de las especias que irritan las papilas degustativas.

El inicio de la colonización de América por los españoles suele marcar el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna. “En aquel momento, las especias se empezaron a considerar como pasadas de moda en toda Europa, incluida España. El mundo cambió y la cocina también”, comenta Núria Bàguena, historiadora especialista en gastronomía. Y subraya que “la cocina romana y la cocina medieval, por mucha pimienta que se usara, no eran cocinas picantes”. En efecto: el picor de la pimienta proviene de la piperina, un compuesto distinto y mucho menos pungente que la capsaicina de los pimientos picantes, en una relación del 1%. Una cocina más grasa y dulce se abrió paso, para dejar atrás las potencia aromática del clavo, el jengibre o el cardamomo.



Como siempre, hubo quién pensó que por qué no llevárselo a la boca, y entonces se le adjudicaron unas propiedades medicinales hoy ya descartadas que los ricos de la época creyeron a pies juntillas. Paralelamente, el hecho de que no se consideraran tóxicos -como sí lo fueron los tomates- sumada a la fantástica adaptación de los pimientos a la mayor parte del clima español, hizo que los campesinos los cultivaran en sus huertos, según el médico sevillano Nicolás Monardes, que en 1574 confirmaba la gran extensión de la planta y el uso por todo el territorio nacional de aquella ‘pimienta de las Indias’, que además resultaba muy económica.No obstante, Colón no contaba con este último dato: él tenía grandes planes para los pimientos. Quería que fueran lo que hoy es la trufa o el caviar para nosotros, pero le salió el tiro por la culata. El historiador Gabrielle Moretti lo cuenta así: “su inicial entusiasmo por el pimiento se debe al potencial de explotación comercial que le calculó. Ya que no había encontrado las especias ni el oro que buscaba, pensó que los pimientos eran otro producto más que podría esgrimir como una nueva riqueza para España. Al mismo tiempo, celebró sus características organolépticas, capaces de sustituir a los condimentos aromáticos de Asia”. Fueron un argumento más para que su primer viaje no fuera considerado como un completo fracaso.