Cuando el año tenía sólo diez meses: los cuatro primeros con nombres de dioses y el resto se numeraba en latín

Enero no siempre fue el inicio del año nuevo. En los albores del calendario moderno, los meses de invierno no tenían nombre en los calendarios que dieron lugar al sistema actual más popular para marcar el tiempo. Ianuarius nombre latino del mes llamado así por Jano, el dios del tiempo, las transiciones y los comienzos, fue una invención de los antiguos romanos que evolucionó por ejemplo en January en inglés, Janvier en francés, y Enero en español. Básicamente esta es la historia de este mes, una historia de errores de cálculo astronómicos, ajustes políticos y confusión de fechas.

Los seres humanos llevamos marcando el tiempo en calendarios desde hace al menos 10.000 años, pero los métodos que se utilizaron variaron desde el principio. Los pueblos mesolíticos de Gran Bretaña seguían las fases de la luna. Los antiguos egipcios se fijaban en el sol. Y los chinos combinaron ambos métodos en un calendario basado en la luna y el sol que se sigue utilizando hoy en día.

Sin embargo, el calendario moderno utilizado en la mayor parte del mundo evolucionó durante la República Romana. Aunque se atribuyó a Rómulo, el fundador de la ciudad y primer rey de la entidad política, es probable que el calendario se desarrollara a partir de otros sistemas de datación diseñados por los babilonios, los etruscos y los antiguos griegos.

El primer mes del nuevo año lleva el nombre de Jano, el dios romano de los comienzos y las transiciones. Jano suele representarse con dos caras, como en esta moneda romana de metal datada entre el 753 a.C. y el 476 d.C.

A medida que los conocimientos científicos y las estructuras sociales de los romanos cambiaban con el tiempo, también lo hacía su calendario. Los romanos modificaron su calendario oficial varias veces desde la fundación de la República en el 509 a.C. hasta su disolución en el 27 a.C.

La primera versión tenía apenas 10 meses y rendía homenaje a los aspectos que más importaban en la sociedad romana primitiva: la agricultura y los rituales religiosos. El año civil de 304 días comenzaba en marzo (Martius), en honor al dios romano Marte. Continuaba hasta diciembre, que era la época de la cosecha en la Roma templada.
Los romanos vinculaban cada año a la fecha de la fundación de la ciudad. Así, el año moderno 753 a.C. se consideraba el año uno en la antigua Roma.

El calendario inicial incluía seis meses de 30 días y cuatro de 31 días. Los cuatro primeros meses recibían nombres de dioses como Juno (junio); los seis últimos se numeraban consecutivamente en latín, dando lugar a nombres de meses como septiembre (el séptimo mes, llamado así por la palabra latina para siete, septem). Cuando la cosecha terminaba, también lo hacía el calendario; los meses de invierno simplemente no tenían nombre.

Sin embargo, el calendario de 10 meses no duró mucho. En el siglo VII a.C., alrededor del reinado del segundo rey de Roma, Numa Pompilio, el calendario recibió una revisión lunar. La revisión consistió en añadir 50 días y tomar prestado un día de cada uno de los 10 meses existentes para crear dos nuevos meses de invierno de 28 días de duración: Ianuarius (en honor al dios Jano) y Februarius (en honor a la Februa, una fiesta romana de purificación).

El nuevo calendario era de todo menos perfecto. Como los romanos creían que los números impares eran auspiciosos, intentaron dividir el año en meses impares; la única excepción era febrero, que se encontraba al final del año y se consideraba de mala suerte. Había otro problema: El calendario se basaba en la luna, no en el sol. Como el ciclo de la luna es de 29,5 días, el calendario se desajustaba regularmente con las estaciones que debía marcar.
En un intento por aclarar la confusión, los romanos observaron un mes extra, llamado Mercedonius, cada dos o tres años. Pero no se aplicó de forma coherente, y varios gobernantes aumentaron la confusión al cambiar el nombre de los meses.

Finalmente, en el año 45 a.C., Julio César exigió una versión reformada que se conoció como calendario juliano. Fue diseñado por Sosigenes de Alejandría, un astrónomo y matemático que propuso un calendario de 365 días con un año bisiesto cada cuatro años. Aunque había sobrestimado la duración del año en unos 11 minutos, el calendario estaba ahora mayormente sincronizado con el sol.

El nuevo calendario de César tenía otra innovación: un nuevo año que comenzaba el 1 de enero, el día en que sus cónsules -un par de hombres que constituían el poder ejecutivo de la república- tomaban posesión de sus cargos. Pero aunque el calendario juliano se mantuvo durante siglos, la fecha de su año nuevo no siempre fue respetada por sus adoptantes. En su lugar, los cristianos celebraban el año nuevo en varios días festivos.

Aparte de algunos ajustes realizados por otros gobernantes romanos, el calendario juliano permaneció prácticamente igual hasta 1582, cuando el papa Gregorio XIII ajustó el calendario para reflejar con mayor precisión la cantidad de tiempo que tarda la Tierra en girar alrededor del sol. El antiguo calendario tenía 365,25 días; el nuevo calendario tiene 365,2425 días. El nuevo calendario también desplazó las fechas, que se habían desviado unas dos semanas, para sincronizarlas con los cambios estacionales.

Sólo con la reforma gregoriana de 1582, el 1 de enero se mantuvo realmente como el comienzo del nuevo año, para muchos. Pero, no todo el mundo se adaptó al nuevo calendario gregoriano, por lo que la Navidad cae en enero para los miembros de las iglesias ortodoxas orientales. 
Aunque el mundo moderno se sincroniza principalmente con el calendario gregoriano, hay otros calendarios que han perdurado. Como resultado, hay diferentes culturas que reconocen diferentes fechas como el comienzo del nuevo año, y tienen festivales, rituales y fiestas, como Nowruz persa que se celebra en Irán coincidiendo con el equinoccio de primavera, el Rosh Hashanah judío o el Año Nuevo chino, para celebrarlo.