fracaso


THESAURI LINGUAE HISPANAE

LÉXICO  DE  ENSEÑANZA

NO SIEMPRE LOS QUE MÁS SABEN SON LOS QUE MÁS VALEN

La escuela está organizada como si quisiera construir una sociedad de sabios a la fuerza. Pero no nos engañemos: no es el amor a la sabiduría de nuestros gobernantes (porque ¡claro, quién va a decidir qué es lo que se hace en la escuela, sino ellos!), sino la baratura de la transmisión del saber, lo que les decide por esta opción. Y con esto conseguimos hacer del que fracasa en la vida escolar, un fracasado a secas.

LA INTENCIÓN DETERMINA LA TRAYECTORIA

Un enfermo entra en un hospital para curarse, y todo su comportamiento está marcado por esa intención. Un preso no va a la cárcel a regenerarse, sino a cumplir y sufrir la condena que le han impuesto. Y eso marca totalmente su actitud, sus comportamientos y los resultados de esa supuesta acción regenerativa. El preso está rebotado y a la fuerza; y eso empuja más a la degeneración que a la regeneración. A América unos fueron a colonizar y otros a conquistar; la diferencia no es baladí. Al cabo de 500 años aún se distinguen las naciones creadas por conquista y las creadas por colonización. Fueron dos flechas lanzadas con trayectoria distinta, y los siglos no han sido capaces aún de borrar la diferencia entre ambas. Cuando a la escuela se iba o le llevaban a uno a aprender, eso se notaba: la actitud ambiental era la de esfuerzo e interés por aprender. Pero ahora a la escuela no vas; te llevan velis nolis, tanto si quieres como si no. Y eso marca el ambiente, ¡y tanto que lo marca! Ni siquiera se necesita que sea porcentualmente significativo el número de los que van no porque quieren aprender, sino porque no pueden ir a ningún otro sitio: los que van a la escuela porque ese es el lugar donde guardarlos cuando son pequeños, y el lugar donde tenerlos recluidos cuando son mayores. Marca a hierro el hecho de que finalmente la escuela tenga que hacer de guardería, no importa si para muchos o para pocos; ha de cumplir esa función y se ha de adaptar a ella. Y marca aún más, el hecho de que tenga que hacer de lugar de reclusión, no importa si para muchos o para pocos. De la misma manera que marca seriamente un hospital el hecho de que tenga que asumir además de la función de curación, la de reclusión. Tampoco importa demasiado que sea alto o bajo el número de los recluidos en el hospital: no puede ser el mismo desde el momento en que hay gente que no está ahí por curarse, sino por sacarlos de en medio. A partir de estos fundamentos, está claro que ha de crecer el número de fracasos con respecto a la función que declara tener la institución. ¡Cómo no va a ser elevado el índice de fracasos de la cárcel en cuanto a reinserción, si ésta no es un centro de reinserción! ¡Cómo no va a ser importante el índice del fracaso escolar medido en términos de enseñanza, si la escuela además de cumplir la función de enseñar a los niños ha asumido la de guardar a los más pequeños y tener encerrados a los mayores! Y aquí viene lo más voluminoso: antes del gran maquillamiento del fracaso de la escuela mediante la reforma educativa (que esa es una de sus funciones más importantes: maquillar, que no remediar), teníamos un índice de fracaso escolar que rondaba en torno al 50%. ¡Claro, como sólo se evaluaba si se aprendía o no…! La Reforma ha asumido que la escuela no es exclusivamente un centro de enseñanza, y por tanto ha corregido el método de evaluación. Ahora las actitudes (léase conducta) y los valores formativos tienen un peso notable en la evaluación global. Las técnicas y los profesionales de los centros de reinserción están invadiendo los centros de enseñanza. Cada vez aumentan más las plantillas de personal educador y psicólogos porque cada vez ocupa más espacio en la escuela la función insertadora en detrimento de la función docente, que en los centros problemáticos empieza a ser algo anticuado.

Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres

Pitágoras.

¿Acaso es educativo abocar al fracaso a la mayoría de los que pasan por la escuela?

FRACASO

Esta es una palabra relativamente moderna en nuestra lengua. Se empieza a encontrar un siglo después del descubrimiento de América. No es que antes no se fracasase. Es que al fracaso se le llamaba de otras maneras. La palabra procede del italiano fracassare, que tenía el significado de romperse algo estrepitosamente. No tiene este término un curso rectilíneo: por una parte está el verbo francés casser, que significa romper, que a su vez ha de proceder del verbo latino quassare (frecuentativo de quatio, quatere, quassum = sacudir, agitar), que tiene el mismo significado que el verbo del que procede, pero más intensivo. Con la particularidad de que su participio pasado, quassus, a, um, adquiere el significado resultante de tanto sacudir y agitar, que es destrozado, roto, arruinado, abatido. Es éste el sentido que se recoge en el verbo italiano fracassare, documentado ya desde Dante. Según Corominas, estaría formado del verbo cassare, término consolidado en el italiano ya desde antiguo, con el significado de romper, precedido del peyorativo fra (de infra), al modo de otros términos de igual composición: fraintendere, frapporre, frastornare, fraprendere, etc. Pasó al español para denominar el naufragio (sinc. de navis y frango, frangere fractum) de un barco o de una flota. Fracaso se llamó al destrozo por la tempestad de la Armada Invencible; y siguió significando fracasar, romperse una nave contra los escollos. De ahí pasó por vía de metáfora a significar toda ruina y destrozo irrecuperable.

Además del verbo quassare, ahí está el verbo casso, cassare, cassatum, que significa casar (casación), anular, invalidar; del adjetivo cassus, a, um, con el significado de inútil, vano (cassa spes = vana esperanza; cassa nux = nuez vana; in cassum cadere = caer en la inutilidad, no obtener resultado, fracasar). En terminología judicial, cassare es anular, casar, invalidar, dejar sin efecto. Cabe ahí también, por supuesto, el significado de romper, que sería en todo caso el resultado inevitable de una casación. Hago referencia a este significado porque ha podido influir en la suavización del significado de fracaso, desde la derrota total a algo mucho más parecido a la frustración, a la inutilidad de unos esfuerzos.

Dejando los avatares de la palabra, vamos a los de la realidad: una de las peores cosas que se le puede llamar a alguien es fracasado. Y ese es uno de los peores estigmas con que marca la escuela a un número de alumnos que no tiene nada de residual. Por fortuna son muy pocos los que se enfrentan a su fracaso, lo asumen y se flagelan por ello, por fortuna. En vez de esto adoptan el papel de rebeldes, enredones, pasotas, etc. con lo que se sacuden el problema y lo transfieren a toda la escuela. El peso de estas actitudes en el conjunto de la escuela, la agresión que éstos hacen al conjunto de la institución, es proporcional a la agresión que la escuela ha hecho contra ellos abocándolos al fracaso. Es una defensa inconsciente, y un contraataque bastante inocente; la respuesta institucional es casualmente la misma que se emplea en las instituciones penitenciarias: legiones de psicólogos y psicopedagogos. Son por lo visto la profesión y la solución del futuro. El problema, por lo visto, no está en la institución, que no yerra ni marra, sino en los alumnos. ¡Qué cosas!

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