Cuando el contacto con los alumnos es lo único que puede dar sentido a la enseñanza

Por Ferran Martínez-Aira

Nuccio Ordine, profesor en la Universidad de Calabria, reflexiona en voz alta sobre los peligros de la enseñanza telemática que nos espera tras la vuelta a la “normalidad”, pese a que ahora sea inevitable adaptarse a la virtual para salvar el presente curso del desastre.

Al profesor Ordine le preocupa “quienes consideran el coronavirus como una oportunidad para dar el tan esperado salto adelante. Afirman que ya no podremos volver a la educación tradicional, o que, a lo sumo, tenemos que imaginar una didáctica híbrida, con algunas clases en las aulas y otras a distancia”.

Y mientras el entusiasmo de los partidarios de la didáctica del futuro se expande como una ola, el profesor Nuccio siente “la incomodidad del que vive en un mundo en el que ya no se reconoce. En medio de tantas incertidumbres, yo he madurado una certeza: el contacto con los alumnos en el aula es lo único que puede dar verdadero sentido a la enseñanza e incluso a la propia vida del docente. En 30 años de servicio nunca había imaginado clases, exámenes ni graduaciones a través de una fría pantalla. Me da una pena terrible pensar en el riesgo de que en otoño haya que reanudar los cursos utilizando la didáctica digital”.

Los interrogantes avivan en la cabeza del docente calabrés “¿Cómo podré arreglármelas sin los ritos que han dado vida y alegría a mi oficio desde hace decenios? ¿Cómo podré leer un texto clásico sin mirar a los ojos a mis estudiantes, sin reconocer en sus rostros los gestos de desaprobación o los gestos de complicidad?”.

Las escuelas y las universidades, sin la presencia de alumnos y enseñantes, se volverían espacios vacíos, privados del soplo vital. “Ninguna plataforma digital, tengo que subrayarlo, ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante. Solo los buenos profesores pueden hacerlo”, sentencia Nuccio Ordine.

A los jóvenes, sostiene Nuccio “ya no se les pide que estudien para mejorar, para hacer del conocimiento un instrumento de libertad, de crítica, de compromiso civil. No, no, a los jóvenes se les pide que estudien para aprender un oficio y ganar dinero. Se ha perdido, se ha perdido la idea de la escuela y la universidad como una comunidad en la que se forman los futuros ciudadanos que podrán ejercer su profesión con una fuerte convicción ética y un profundo sentido de la solidaridad humana y del bien común. Estamos olvidando que, sin la vida comunitaria, sin los rituales que regulan los encuentros entre profesores y alumnos en las aulas, no puede haber ni transmisión de saber ni formación auténtica”.

Los estudiantes no son recipientes para ser llenados con nociones. “Son seres humanos que necesitan, como los profesores, dialogar, interactuar y reconocerse en la experiencia vital de estar juntos para aprender. En estos meses de confinamiento estamos dándonos cuenta como nunca de que las relaciones humanas, no las virtuales, las reales, están transformándose cada vez más en un artículo de lujo”, defiende a capa y espada Ordine.

Según Nuccio “Ahora podemos medir eficazmente la diferencia entre emergencia y normalidad. Si bien en la emergencia de la pandemia, encerrados en casa, las videollamadas, Facebook, WhatsApp y otros instrumentos análogos se convierten en la única forma de mantener vivas nuestras relaciones, cuando lleguen los días normales, esos mismos instrumentos pueden conducir a peligrosos espejismos”.

Una relación para ser genuina, matiza Ordine “necesita lazos vivos, necesita lazos reales, necesita lazos físicos. Y lo mismo ocurre con los usuarios de las redes sociales, que creen que, encerrados en su habitación, pueden entablar relaciones a través de un ordenador. Detrás de la conexión permanente con los demás, lo que acaba por formarse es una nueva forma de terrible soledad. Sería inimaginable, claro, vivir sin internet o sin teléfonos, pero la tecnología, como un fármaco, puede curar o puede intoxicar. Depende de las dosis”.

Por eso, en tiempos de pandemia, concluye Nuccio “deberíamos haber comprendido que no basta con reclamar el pan para alimentar el cuerpo, si no lo reclamamos también para alimentar el espíritu. ¿Por qué dejar los supermercados abiertos y, por el contrario, mantener las librerías cerradas? En 1931, cinco años antes de que fuera asesinado por las milicias franquistas, Federico García Lorca inauguraba una biblioteca en Fuente Vaqueros, su pueblo natal. Convencido de la importancia de la cultura para educar a los lectores en el amor hacia los demás, el gran poeta efectuó un conmovedor elogio de los libros”.

A Mercedes Balaguer que concebía la enseñanza como Nuccio Ordine