Cuando comerse un murciélago es una mala costumbre

Por Ferran Martínez-Aira

VIVIR NO ES TAN DIVERTIDO Y ENVEJECER, UN COÑAZO es el título provisional del nuevo ensayo de Òscar Tusquets, arquitecto que a sus 78 años presume de cascarrabias y de haber pedido a los médicos que cuando le llegue la hora le ayuden a morir con dignidad sin dar la paliza a la gente, sin mortificar a su familia y sin sufrir. Yo siempre digo ‘dejadme llegar a la muerte vivo’. Veo mucho cobarde”

No pretende disimular Tusquets su cabreo tras sobrevivir a la pandemia. “Tengo facilidad para la indignación y la edad lo agrava. Yo creo que de esta vamos a a salir más pobres y más tontos. Es falso que vayamos a salir más sabios. Nunca he oído decir tantas tonterías. Que la pandemia es consecuencia del mundo moderno, que es por demasiada tecnología… La pandemia se ha extendido con más velocidad pero con menos virulencia que las pandemias medievales o que la gripe española. Lo que pasa es que la alcaldesa Colau odia el coche, odia el turismo, y por fin va a echar a unos y otros aprovechándose de una circunstancia dramática”.

Tal vez a partir de ahora se vivirá de otra manera, no en los pueblos pero si en las urbes. “La ciudad no tiene culpa de lo que ha pasado. Vivir agrupados, evidentemente facilita la transmisión, las ciudades han padecido más que los pueblos aislados. Podemos decir lo que queramos pero me parece de un gran un oportunismo. Javier Marías decía en un artículo que todo el mundo está aprovechando la crisis para sus propias reivindicaciones”.

La pregunta del millón es si sus colegas proyectarán las casas de otra forma. “No. Un gran arquitecto como Souto de Moura decía ¿arquitectura ecológica?. La arquitectura siempre ha sido ecológica. Las ventanas hacia el sur con un buen voladizo, la fachada norte opaca… La arquitectura popular ibicenca ha sido sumamente ecológica. ¿Ahora vamos a cambiar la manera de proyectar por esto? Hay unas razones milenarias de cómo se tiene que vivir en un clima determinado. Yo no voy a cambiar de mentalidad porque ha aparecido un virus del que no ha tenido culpa la arquitectura”.

Asegura Tusquets que visitaremos menos lugares que antes de la pandemia. “Creo que viajamos demasiado y además lo hacemos de una manera muy estúpida. El low cost de la aviación ha hecho un daño urbanístico universal. Si una secretaria no puede ir a las Seychelles no pasa nada. Cientos de miles de personas yendo de arriba abajo con Ryanair no tiene el más mínimo sentido. El aumento de precios modificará ese hábito. ¡Ojalá!”.

Sea como fuere el tiranovirus nos ha cambiado la vida a los humanos “Todo el mundo ha tenido mala suerte. Yo esperaba navegar por Grecia, que era una de las ilusiones de mi existencia, y lo he tenido que dejar correr. Se iba a publicar la segunda edición de mi libro Pasando a limpio para Sant Jordi y se quedó a medio imprimir, acaba de salir ahora. En la vida hay que aceptar que existen accidentes”.

Entonces…” Esta es otra cosa que ha traído el mundo yanqui, que es no aceptar los accidentes. Unos excursionistas van a un parque nacional, hay una tormenta, les cae un rayo en la tienda de campaña y los mata. Pleito al Estado por dejar entrar a unos excursionistas habiendo riesgo de tormenta. Esto es histórico, no me lo invento. El accidente no puede existir. Siempre es culpa de alguien para que los abogados puedan tener su pleito correspondiente. La mala suerte existe, con el coronavirus la hemos tenido”.

Hay gente opina que los malvados son muy inteligentes. Yo creo que eso pasa en el cine malo. En el cine los defensores de la ley, los buenos, son como muy ingenuos y muy tontitos, y los malos son listísimos. Y yo no creo que los malos sean listísimos. Yo creo que a Kennedy lo mató un loco, no creo en las conspiraciones, creo que entre los malos hay bastante tontos también y por tanto eso de que un laboratorio salió un virus no me lo creo. Hemos tenido mala suerte y malas costumbres , porque comerse un murciélago es una mala costumbre nada moderna. Y la vida es riesgo, vivir es arriesgado”.