Por Ferran Martínez-Aira
La periodista Marta Robles se adentra hasta la mismísima alcoba de los reyes españoles para explicar en Pasiones carnales sus relaciones sexuales.
Lo que podría parecer un voyeurismo morboso forma parte de lo que la escritora considera la “intrahistoria” necesaria para conocer el origen de ciertas decisiones y situaciones que se concibieron en la cama, algunas de las cuales incluso cambiaron el rumbo de la historia. “Las pasiones carnales van unidas a la ambición, la codicia, los celos… todos somos humanos, pero las de los reyes nos pueden afectar a todos”, recalca.
La escritora realiza un viaje por doce siglos de historia empezando por el último rey visigodo, Rodrigo, cuya frenética actividad sexual le llevó incluso a violar a la hija del conde de Ceuta. “En venganza, el que era su aliado en el norte de África abrió las puertas a los musulmanes, que se enfrentaron al rey en la batalla de Guadalupe, lo que dio inició a la invasión de la península”. Pelayo, enamorado de la reina Egilona, capturada tras la caída del esposo, “quiere recuperarla y organiza la reconquista”.
¿Qué hay de leyenda o realidad en estas historias? “Cuanto más atrás nos vamos en el tiempo, se hace mucho más difícil contrastar”, explica la autora. De lo que no hay ninguna duda es de la intensa vida sexual de casi todos los reyes, tal y como relata Robles. La mayoría tuvieron muchas amantes y una buena retahíla de hijos ilegítimos. “Se tiene que rebuscar, pero hay cartas, documentos, archivos que conservan muchos detalles”.
Para la periodista, la amante que más influyó en la historia de España fue Leonor de Guzmán, concubina durante 23 años de Alfonso XI con el que tuvo diez hijos. Acabó asesinada por el heredero de la corona cuando accedió al trono tras su muerte. Como venganza, el hijo de Leonor mató a su hermanastro y se proclamó rey. De esta manera, España cambió de casa reinante, de los Borgoñona a los Trastámara, “a la que pertenecen Isabel y Fernando”, puntualiza Robles antes de añadir que “los Reyes Católicos descienden de una concubina”.
La lista de reyes es muy larga y todos cuentan con sus anécdotas de índole sexual. Fernando el Católico recurrió al viagra de la época, la cantaridita, cuando se casó con la joven Germana de Foix. “Tenía un efecto instantáneo pero destrozaba los otros órganos y es posible que muriera por consumirla habitualmente, como especulan algunos historiadores”.
Por lo que respecta a los Habsburgo, “Felipe II sorprende porque tiene una cara B”. En la época activa de la Santa Inquisición, “tuvo innumerables amantes y una buena colección de pintura erótica”. Además, varios documentos históricos hablan de sus genitales, como una carta de una de sus esposas en la que detalla “los problemas que tenía para iniciarse en el sexo con su marido debido a las dimensiones del miembro del rey”.
Robles define al primer Borbón, Felipe V, como “un adicto al sexo”. Eso sí, no quiso pecar con amantes, pero “agotaba a sus mujeres a diario y cuando no estaba con ellas, practicaba el onanismo. Aparte de que estaba como las maracas de Machín, con un transtorno de personalidad, necesitaba el sexo de forma constante. Eso sí, solo con sus esposas. A Gabriela de Saboya, y a Isabel de Farnesio las machacaba a sexo», explica Robles.
Por su parte, Felipe IV dedicaba la mayor parte de su tiempo y sus esfuerzos a seducir mujeres, mantenía muchas relaciones de pocos días. Y cuando abandonaba a sus amantes, las obligaba a ingresar en un convento. Un destino tan conocido que una dama con la que pretendía acostarse le rechazó diciéndole: «Id con Dios, que no quiero ser monja».
Aunque para desagradables, dice la autora, «el del pene más feo de todos, el de Fernando VII. Era norme y deforme y le provocó problemas para fecundar y dolores a sus parejas. Una cuestión de la que existe múltiple documentación e incluso el escritor francés Prosper Merimée describió pormenorizadamente el órgano del monarca en una carta a su amigo Stendhal.
¿Y las reinas? “Tenían que ser sumisas y abnegadas”, aún así hubo casos como el de María Luisa de Parma, que antes de morir confesó que “ninguno de sus catorce hijos fue concebido por Carlos IV”. Isabel II fue “de amante en amante, tampoco sus hijos fueron del marido”.
Escrito con ciertos pasajes de alto voltaje erótico, Robles termina su repaso con Alfonso XIII, al que considera “el más mujeriego de todos los Borbones” además de promotor de la incipiente industria de las películas porno. Nihil novum sub sole Alfonso X el Sabio no solo escribió cantigas a Santa María.
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