Cuando tu jefe te ofrece trabajo a cambio de sexo

Por Ferran Martínez-Aira

THE ASSISTANT , la primera película de ficción de Kitty Green no habla exactamente de Harvey Weinstein sino de aquellos que se vieron atrapados en su órbita, convertidos en parte del problema. En primer lugar, porque decir que sí lo hace es sugerir que el otrora mandamás de Miramax fue un aberrante caso aislado, y la idea que aquí se propone es justo la contraria: que el mundo está lleno de tipos listos como él. Y en segundo lugar porque, de hecho, THE ASSISTANT nos propone que apartemos la mirada de esos individuos mientras trataban de sobrevivir en un ambiente laboral tóxico.

Green, dicho de otro modo, plantea una cuestión que ha flotado en el ambiente desde que emergió el MeToo: ¿cómo pudieron los empleados de abusadores como Weinsten seguir yendo cada día a trabajar sin decir o hacer nada?. Y para ello, THE ASSISTANT observa una larga jornada de oficina en la sombría vida de la joven secretaria de un poderoso productor cinematográfico, durante la que deberá decidir si puede o no tolerar ese entorno y contribuir a él. Y, mientras lo hace, va caldeando la atmósfera a fuego muy lento, y generando cantidades considerables de tensión dramática, sirviéndose de la aparente asepsia y las rutinas de un despacho.

Jane (Julia Garner) consiguió el empleo hace apenas cinco semanas, y se encarga de hacer las tareas menos agradecidas: abre el correo, fotocopia guiones, reserva vuelos y organiza reuniones. También le toca adecentar el despacho del jefe cada mañana, lo que significa limpiar las manchas en el sofá que dejan las sesiones de casting y recoger del suelo algún pendiente perdido en espera de que su avergonzada propietaria acuda a recuperarlo. Y es ella quien le coge el teléfono a la esposa cornuda, y aguanta sus ataques de ira mientras el marido probablemente está ocupado con una de las mujeres a las que ha prometido una carrera a cambio de sexo. Green, eso sí, en realidad no muestra ningún comportamiento abiertamente inapropiado, más que nada porque en ningún momento llegamos a ver al monstruo; todo cuanto llegamos a conocer de él es su voz, casi siempre en forma de gritos desde el otro lado de la línea telefónica.

Mientras contempla a Jane ser víctima de misoginia personal y estructural, chantajes emocionales y otras formas de ‘mobbing’, la película nos aturde con la presencia invisible pero implacable de los sonidos de la actividad y el ambiente laborales; los sonidos telefónicos, los parpadeos de los fluorescentes y los murmullos apagados contribuyen a evocar la sensación de ansiedad que provoca trabajar en un sitio como ese, en el que cada interacción es un examen y en el que el más nimio error podría acabar en despido.

Entretanto, mantiene nuestra mirada puesta sobre Jane, sin proporcionarnos datos sobre sus circunstancias personales o su vida interior; se trata de que la consideremos como alguien insignificante, justo como la consideran todos los demás en la oficina. Llegado el momento, sin embargo, la veremos  tratando de reunir el valor necesario para delatar lo que allí sucede, justo antes de verse obligada a desistir de ello en cuanto se da cuenta de que podría perder el empleo.

El proceso resulta aterrador, en buena medida gracias a la finura con que Garner encarna a Jane. Su rostro sugiere toda la fatiga, la desesperación, la culpa y el desprecio hacia sí misma que siente mientras asume su complicidad en los actos de su empleador y comprende que no va a ser capaz de levantar la liebre; así, usando el futuro de sus asalariados como herramienta de extorsión, es como Weinstein y los tipos como Weinstein se protegieron. “Cada vez te resultará más fácil”, le dice alguien al final de la película y, aunque lleno de buena fe, el comentario resulta devastador.