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ARTICULOS – ECOLOGIA

¡ELEMENTAL!

Es precisamente lo elemental lo más difícil de percibir, porque está tan ahí que formamos parte de ello, y ni siquiera lo sentimos. Con todo lo que llegaron a especular los filósofos desde los presocráticos al racionalismo y el empirismo, no dieron con las leyes de la gravedad; materia a la que le hubiera ido muy bien un pase por la filosofía (como a la teoría atómica, pongamos por caso). Con la vista puesta en la Tabla Periódica de los Elementos de Mendeleiev, que anda ya por el elemento ciento y pico, me he lanzado a buscar qué debe ser un elemento, de dónde hemos sacado la palabra. En latín lo tenemos muy claro; pero siendo de origen griego la idea de la división de la materia en elementos, he decidido que tenía que ir a los orígenes, a ver si por la palabra que usaron los griegos era posible adivinar qué es lo que realmente veían ellos en los elementos. Los libros de consulta de filosofía, tan dados a ofrecer los términos griegos, no dicen nada en este caso; así que me he dedicado a explorar todos los lexemas que me parecían posibles: fysis, arjé, hyle, morfé, hypózesis, ritza, hipóstasis, to on… Todas valen para nombrar los elementos, y entre sus varios significados está también ese; pero ninguna de ellas es específica y exclusiva. Tras varias horas de infructuosos intentos he renunciado, bajo la sospecha de que esa palabra no existe en griego, y quizá tampoco la idea homologada de elemento, tal como ha quedado por fin en el sistema periódico. Es muy fácil ahora cerrar el significado de átomo o de elemento, a partir de los actuales conceptos de elemento y de átomo. Pero fueron a lo largo de su historia conceptos abiertos, que se han cerrado por fin últimamente, al conseguir darles forma física y medible. La prueba de la gran elasticidad de la idea de elemento, la tenemos en su multiplicidad de usos: empezando por la última destilación de su valor físico, que lo define como «cuerpo químicamente simple» y que admite la enumeración y clasificación completa en la Tabla periódica de los Elementos: el catálogo de éstos, ordenados por su número atómico (1, hidrógeno (H); 2, helio (He); 3, litio (Li), etc.); y continuando por definirlo como cada una de las partes de un conjunto, sea material o inmaterial (un elemento del mobiliario, los elementos de que está formada una disciplina, una entidad…); como sinónimo de factor (ej. «es un elemento de progreso»); con el valor que se supone que le dieron los filósofos griegos cuando poetizaron más que filosofaron sobre los cuatro elementos; en esa misma dirección y en plural, los elementos naturales (ej. «se desataron contra él los elementos», es decir el viento, el mar, etc.); en el plano personal se usa para calificar positivamente a alguien cuando va acompañado de adjetivo de encomio; y despectivamente cuando va solo (ej. «éste es un buen elemento, y ese otro es un elemento») o con adjetivos como sospechoso, indeseable, peligroso, de cuidado, de armas tomar… Y se usa también en su valor más genuino, que es el de cimiento, principio o rudimento de alguna cosa, especialmente en el plano de los conocimientos (ej. «conoce los elementos de la física y las matemáticas»). Es evidente que nos encontramos ante una de esas palabras polisémicas, de las que se acomodan fácilmente a los cambios de significado.

EL ALMANAQUE, prosiguiendo en su exploración sistemática de las palabras nucleares del estudio de la naturaleza, se ha sumergido hoy en el concepto de elemento, muy escurridizo para ser tan elemental.