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ARTICULOS – ECOLOGIA

ORGANIZACIÓN CRECIENTE

Desde la contemplación puramente sensitiva de la naturaleza, hasta la más minuciosa observación con medios cada vez más inquisitivos y exactos, ha llegado el hombre a la conclusión de que todo responde a diseños elaborados respondiendo a conceptos estéticos, geométricos y dinámicos cuya belleza y complejidad va in crescendo, hasta llegar a la organización de la materia para constituirse en vida. De ahí que no sea nada sorprendente que los primeros filósofos, y luego muchos geólogos y biólogos, al intentar explicar el mundo, o más bien transmitir a los demás las impresiones y los impulsos que ante su contemplación experimentaban, se arrancasen en consideraciones más poéticas que filosóficas o científicas. Que incluso anduviesen tras las huellas del necesario poietés que tales maravillas había diseñado. No es eso lo que sorprende, sino que no sean muchos más los estudiosos de esas maravillas que se arranquen a poetizar. No es extraño que Tales de Mileto, el más antiguo de los Siete sabios de Grecia, aquel en quien empieza la filosofía griega, al que consideró Aristóteles el primero de los filósofos jonios, considerase que el agua era el origen de todas las cosas; que los cuerpos sólidos no son más que agua condensada, y los gaseosos agua evaporada. Cierto es que en esas teorías se mezclaban teogonías y cosmogonías, y que si en las primeras el agua era una divinidad madre y origen de todo, en las segundas había que seguir con igual patrón. Pero es que cuando pasamos de las elucubraciones metafísicas a la constatación física, no podemos desechar sin más las especulaciones de Tales, porque ahí está presente el agua de una manera hegemónica en toda la materia viva, y de forma importante incluso en lo más árido que existe: las rocas. No andaba desencaminada la intuición de los antiguos, que veían en las rocas cristalinas una forma de condensación de agua. Probablemente tuvieron oportunidad de calentarla a altas temperaturas y observar cómo crepitaban las burbujas que se formaban a causa del agua solidificada que contenían. Resulta que ahí está el agua jugando en la conformación de las rocas un papel tan vital como el que juega en la aparición de la vida. El agua de cristalización es clave. Muchas sales obtenidas por cristalización de su solución acuosa contienen agua unida químicamente a ellas: se llama agua de cristalización y dependen de ella la forma cristalina de la substancia respectiva, y a veces también su color. Esta agua se pierde por calentamiento. El carbonato sódico cristalizado p. ej., contiene casi un 63% de agua de cristalización, y el fosfato sódico un 60%. Al calentar estas sales, pierden su agua de cristalización, y con ella su forma cristalina, quedando reducidas a un polvo fino. Asimismo, mientras el sulfato de cobre con agua es azul, al perder ésta por calentamiento (anhidro = sin agua) pasa a presentar color blanco. He ahí cómo el agua madre da vida no sólo a los animales y a los vegetales, sino también a los minerales. Los más bellos y los más vivos deben buena parte de su ser al agua. De este modo las especulaciones de Tales adquieren un carácter tan físico como el que les cayó en suerte a las de Demócrito. Y pensar que estas ideas y visiones surgieron del hielo…

EL ALMANAQUE sigue explorando las palabras que han dado lugar a los grandes principios que explican el mundo. Hoy dedicamos nuestra atención al cristal y a los conceptos y palabras que en torno a él se han formado.