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ARTICULOS – ECOLOGIA

DEL TOTUM REVOLUTUM A LA TAXONOMÍA

Ni siquiera en unos grandes almacenes, donde la variedad de artículos puede alcanzar como mucho el orden de las decenas de millar, es tan indispensable el orden como lo es en la ciencia (sólo en zoología y botánica hay que poner orden entre centenares de miles de especies). Tanto en los grandes almacenes como en la ciencia, la mayor parte de la actividad resulta totalmente estéril si no hay orden. El orden se basa en el etiquetado, es decir en la denominación; y ésta, en la correcta agrupación y jerarquización de características, imposible a su vez sin una visión de conjunto. Y fue precisamente la pasión por abarcar la totalidad de los conocimientos sobre las plantas, lo que atrajo hacia esta labor no sólo a botánicos, sino también a especialistas de otras ciencias, y sobre todo de la medicina. Los grandes médicos de la antigüedad fueron botánicos (hoy los llamaríamos herboristas), porque las plantas eran la principal materia prima de la farmacopea. Entre los grandes botánicos se hizo legendario De Candolle, un hombre de salud muy frágil, que empezó dedicándose a la poesía, que estudió medicina y que como tantos otros acabó dejándose atrapar por la botánica. Se cuenta de él que estando ocupado en 1817 en su Prodromus Systématis naturalis Regni vegetábilis (¡estamos ya en el siglo XIX y la ciencia aún se escribe en latín!), tenía entre otros muchísimos materiales prestados, una excelente colección de 1.300 dibujos sobre la flora mexicana, que tenía que devolver con urgencia a su propietario, que la necesitaba para proseguir un trabajo. El pobre De Candolle, una persona muy afable y sumamente admirada por sus vecinos, estaba desolado: si devolvía en aquel momento la colección de dibujos, quedaría un gran boquete en su obra. Lo supieron sus amigos, admiradores y vecinos, quienes no pudiendo consentir aquella catástrofe, se decidieron a echarle una mano: se movilizaron todos, de manera que un batallón de pintores, dibujantes, artistas, aficionados, estudiantes, mujeres y niños, se dedicaron unos a calcar, otros a perfilar, otros a dibujar, otros a colorear, cada uno según su capacidad, organizando una auténtica cadena de reproducción, de manera que en ocho días tuvo perfectamente reproducidos los 1.300 dibujos. Esta pequeña anécdota es indicativa no sólo del gran aprecio en que tenían todos a Le Candolle y a su obra, sino también del ímprobo trabajo que representaba cada paso adelante. Quizá fue su sensibilidad de poeta y artista lo que le mantuvo tan increíblemente activo en una materia que vista desde fuera, sobre todo desde los fríos catálogos de nombres, se ve árida y prosaica. El caso es que escribió numerosas y monumentales obras en latín y en francés, estuvo muchos años viajando por toda Francia para elaborar su historia natural, y al morir era miembro de todas las academias de ciencias. Fue un dignísimo sucesor del audaz y tenaz Linneo. Si no hubiese sido por los visionarios como ellos, aún nos estaríamos moviendo en el caos botánico; en las antiguas clasificaciones de las plantas en razón de sus virtudes curativas, o de su aspecto externo, coexistiendo distintos sistemas de clasificación; y en el el gran caos de las denominaciones, que no permitía abarcar con eficacia más que unos miles de especies, y sin poder universalizar los conocimientos que sobre ellas se iban acumulando. Pero la taxonomía salvó la botánica.

EL ALMANAQUE retoma hoy el tema de la taxonomía, continuándolo en la botánica.