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ARTICULOS – ECOLOGIA

LIBERALISMO ÉTICO

El liberalismo económico ha deslumbrado a muchos. Y aún no ha completado su glorioso recorrido. No debemos olvidar que además de una praxis es una filosofía, cuyos postulados tienen todavía muchos campos vedados. A la vista están los resultados del liberalismo económico: la prosperidad de cada país es directamente proporcional al índice de liberalismo de su economía: mientras Europa siga detrayendo recursos (además en proporciones delirantes) de sectores productivos para trasvasarlos en forma de subvenciones a sectores que sirven de lastre y de rémora, seguirá viendo cómo flaquea el euro (su economía puesta en papel moneda) y se fortalece el dólar. La economía europea tiende a ser humanitaria con quien no produce lo suficiente (o nada) para sobrevivir; y cada vez más inhumana con quien sí tiene y produce. La economía americana, en cambio, es de lo más generosa con quien tiene y produce, al tiempo que demuestra tener pocas entrañas para quien ni tiene ni produce. Si en este caso hay que sentir conmiseración con los que no tienen (por ejemplo, empleo), en el otro caso hay que compadecer a muchas decenas de miles de trabajadores (no es anécdota por tanto, sino categoría), que trabajan duramente para poder costearles a otras muchas decenas de miles de gentes que no saben lo que es trabajar, unas pensiones de desempleo más elevadas que sus propios sueldos. Y con sus impuestos, tanto directos como indirectos, ellos que viven indignamente han de sostener dignamente a sectores improductivos y a legiones de funcionarios que forman la servidumbre que da brillo y esplendor al poder. El día a día nos demuestra que a la larga el piadoso proteccionismo genera sus propios males, que a menudo son más dolorosos que el más despiadado liberalismo. Esto nos lleva a relativizar cada vez más la moral; porque resulta que los superbuenos, los defensores de los más desfavorecidos, consiguieron elevar hasta lo indecible el cupo de calamidades de la población a la que defendían y protegían (y todavía es imposible ver el final del largo túnel); mientras que los malos, los que intentan eludir toda responsabilidad con los desheredados de la fortuna, han conseguido que cada vez sean menos en su sociedad los que forman parte de ese número. Si el liberalismo económico, que en cuanto a principios morales no hay por dónde cogerlo, está resultando de lo más benéfico; mientras que el igualitarismo y el comunismo, cargados de sublimes principios y de óptimas intenciones han sido la mayor fuente de sufrimiento y frustración que podíamos haber imaginado, no es de extrañar que sean muchos los que se apuntan al liberalismo ético: los que piensan que no hay que imponer normas de conducta, sino que como en la selva o como en el mercado libre, aquello que propicie la supervivencia acabará imponiéndose, con independencia de su valor moral. Por eso todo lo que hasta ahora se ha estado condenando desde instancias morales en relación con la vida, la reproducción y la relación con la naturaleza, todo se está haciendo; por eso también es previsible que si no nos hemos detenido ni en el exterminio de las ballenas, ni en el agujero del ozono, ni en el armamento nuclear, ni en las armas químicas, ni en las biológicas, ni en la manipulación genética, ni en el aborto, ni en la eutanasia; si hasta ahora no nos hemos detenido en nada, tampoco es previsible que nos detengamos en la producción y explotación de embriones humanos. Y aún más allá.

EL ALMANAQUE examina hoy la palabra embrión.