ARTICULOS

click here!

ARTICULOS – ECOLOGIA

EN LA VÍA LÁCTEA

Hasta hace cuatro días sólo existía en términos absolutos la tierra y el cielo. La verdad es que así sigue funcionando nuestra mente: con el binomio tierra/cielo (la religión hizo que el orden léxico dominante sea cielo/tierra). No está nada claro que la proliferación de contenidos televisivos (en especial en dibujos para consumo infantil) tipo «la guerra de las Galaxias» haya modificado nuestra visión del universo. En las pantallas sí que existen unas galaxias de las que parten naves enemigas dispuestas a dominar o destruir la tierra. Pero eso no lo traducimos luego en nuestra percepción física y anímica del universo. Lo cierto es que esa percepción apenas existe. Son las diversas pantallas las que nos dan ampliada e interpretada esa realidad a la que no tenemos ya acceso. Se nos quieren enseñar imágenes inmensamente lejanas, cuando aún no hemos sido capaces de percibir las más cercanas y hacer algo con ellas. Cuando aún no podemos sumar la mayoría de los mortales ni una hora de contemplación en directo de la Vía Láctea, vienen y nos hablan de millones de galaxias. No así nuestros antepasados, que sin más recursos que sus propios ojos levantaron la cartografía del cielo y compusieron «el Catálogo» por excelencia, que es el de las estrellas, y dieron cuenta de las constelaciones que no fueron invención de los astrónomos, ni siquiera de los astrólogos, sino que se fueron abriendo paso punto por punto, trazo a trazo en el cielo. Desde un extremo de la Vía Láctea, y con un periplo celeste de tan sólo 600 millones de kilómetros, hace como unos 10.000 años que el hombre conoce del cielo todo lo que necesita conocer. Es hoy, cuando tenemos conocimientos grandiosos, espectaculares, excitantes, peliculeros… pero inútiles. Muchísima más utilidad le sacaron al cielo nuestros ancestros de miles de años ha, que se guiaron por las estrellas para navegar (la estrella Polar, la gran referencia inmóvil), que por ellas supieron cuándo emprender las labores agrícolas y por ellas supieron también de la caza. Y de la Vía Láctea, esa masa lechosa en que no distinguían nada, hicieron unos el cielo, otros el limbo, otros la rendija de los dos hemisferios del cielo mal soldados, por donde se entraba a la morada de los dioses; otros, con muy buena visión astronómica lo llamaron el Camino de Santiago, porque veían en él la multitud de los peregrinos tan compacta, que no se distinguían uno de otro. Gracias a que en nuestra relativa vecindad tenemos otra vía láctea, otra galaxia, la de Andrómeda, hemos perfilado primero y luego ampliado el concepto de galaxia. Hemos visto que es una cuestión de perspectiva el que nosotros veamos nuestra galaxia como un camino. Es que al estar cerca de uno de sus extremos, sólo así podemos verla. Entre los mitos, quizá el más antiguo es el que la considera como el primer camino del sol, con restos de fuego dejados por Faetón, hijo del Sol y de Climene, el día en que desvió el carro de su padre por un camino errado. Para los antiguos mexicanos era el río caudaloso por el que pasaba Quetzalcoatl, dios de los cielos. Se cree que los griegos lo llamaron Galaxia (lechoso) porque Juno, despechada por Júpiter, en volviendo de palacio iba dejando caer gotas de leche mientras amamantaba a Hércules. Una leyenda cristiana, basada en los evangelios apócrifos, asegura que la Vía Láctea está formada por las gotas de leche que iba perdiendo la Virgen en su precipitada huida a Egipto, cuando les perseguía Herodes.

EL ALMANAQUE se recrea hoy en la palabra galaxia.