DESENFRENO
No
podemos entender esta palabra del mismo modo que la entendían
quienes la crearon, porque el freno no es hoy lo mismo que
entonces. Hoy cuando hablamos de freno nos referimos al
dispositivo para detener un vehículo cuando está en marcha.
Se trata de un mecanismo cuya única función es detener,
parar, o afinando mucho, reducir la velocidad.
Y
es a partir de este concepto de freno del que derivamos las
aplicaciones metafóricas. Pero claro, la palabra freno no se
inventó para ese artilugio, ni el verbo frenar para lo que
hoy significa, que es en todo caso prolongación del
significado original.
Por
eso no podemos aplicar a los vehículos el adjetivo
desenfrenado, sino tan sólo el desfrenado, que ciertamente es
infinitamente más peligroso que cualquier desenfreno. Hemos
de averiguar, pues, qué es el freno, y qué es frenar, para
entender qué es el desenfreno.
Frenum
es la palabra latina de la que procede el freno. Los
lexicólogos no se atreven a señalar ningún tipo de
relación con la prácticamente homófona griega jrena
(frána) y sus numerosos derivados, porque nunca se empleó en
griego esta palabra para designar el freno. Nos queda, pues,
como referente último, la palabra latina frenum.
Con
ella designaban los romanos el bocado al que iban sujetas las
riendas, que se ponía por tanto en la boca del caballo y
servía para conducirlo. Si tuviésemos que trasladar esta
imagen al coche actual, bajo la denominación de freno
tendría que ir en primer lugar el volante, y
complementariamente el freno. Atendiendo a que la velocidad
del caballo dependía más del látigo y las espuelas, a estos
antiguos instrumentos de conducción corresponderían el
moderno pedal del gas y el cambio de marchas.
Tenemos,
pues, que el frenado es una acción secundaria del freno; en
absoluto la principal ni la única. La expresión “tascar el
freno” se corresponde con la latina Frenum mordere. Dare
frenos era soltar las riendas, dejar que el caballo fuese a su
aire. Moderate frena imperii tenere, decía Ovidio (lit. “
sostener moderadamente los frenos del imperio) refiriéndose a
que es conveniente gobernar mandando (no frenando) con
moderación. Consecuentemente el primer significado de frenare
es poner el freno, enganchar el caballo, poner los medios para
poder conducirlo, embridarlo. Y además, contenerlo y
frenarlo.
En
los usos metafóricos sigue presente la compleja función del
freno, que no se reduce sólo a frenar. Casi sinónimo de
éste es infrenare, que significa obviamente poner el bocado
al caballo, es decir el freno con las riendas; engancharle al
carro. En los usos metafóricos de este verbo, se vuelve a la
misma idea: no estrictamente frenar, sino gobernar, someter al
gobierno de unas riendas. Así llamaban frenator al conductor
de un carruaje, que además de usar los mecanismos de
conducción (freno-riendas), era quien los aparejaba. Se usó
el adjetivo infrenatus asignándole al prefijo in- valor de
negación, significando por tanto, en sentido literal, que no
tiene frenos o brida, y en sentido figurado, desenfrenado,
desbocado. A los númidas los llamaban infreni porque montaban
a caballo sin freno, sin bridas.
Nos
quedan finalmente el adjetivo effrenatus –a –um, y el
sustantivo effrenatio effrenationis, que son los más
próximos a nuestro concepto de desenfreno. Y digo próximos,
pero no equivalentes, porque al hacer el negativo de enfrenar,
hemos olvidado que este verbo no significa precisamente
frenar, sino embridar el animal, ponerlo en condiciones de ser
gobernado. Así, desenfrenado o debocado es el caballo que va
sin bocado, es decir sin freno y por tanto sin riendas. Lo
único que ocurre es que no se puede hacer ir el caballo donde
uno quiere, sino que hará lo que le plazca. De ahí no se
derivará ningún perjuicio para el animal, sino en todo caso
para su dueño, que no podrá aprovecharse de él en esas
condiciones. Esa misma imagen no es aplicable a un vehículo,
porque no tiene capacidad de moverse sin una persona o un
programa que lo conduzca. El desenfreno, pues, no es tan fiero
como lo pintan. Lo será el día que sólo seamos máquinas. |