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click here!ARTICULOS EL DÍA DE MERCURIO. Enseñanza

TERMINOLOGÍA NUEVA

No siempre es necesario recurrir a términos nuevos para denominar realidades nuevas. El control, por ejemplo, fue un invento nuevo distinto de la vigilancia, la revisión, la inspección y todos sus afines. Así que se forjó un nombre ad hoc para el nuevo invento. No ocurrió lo mismo con la cibernética, disciplina muy nueva, pero con nombre antiquísimo, obtenido del kubernhthV (kybernétes) de los griegos, que era el piloto de nave, al que llamaron los romanos gubernator, del que procede nuestra palabra «gobernador».Otro tanto ocurre con la sinergia, palabra antiquísima, que hemos adaptado a un nuevo concepto, el de evitar acciones dispersas que pueden concurrir a la misma acción. Un concepto tan nuevo, que no cala en la conciencia actuante. Mucho menos en la política y en la educación. Y precisamente en estos dos ámbitos estamos andando como los cangrejos. Nos movemos en el principio de la sectorización bajo el pretexto de la especialización. Es cierto que en la construcción de máquinas se optó por abandonar el principio del motor único que mueve hasta la última articulación, porque los recursos energéticos y mecánicos empleados en la transmisión del movimiento, llegaban a ser mucho mayores que los empleados en el trabajo útil. Esto hacía que los tamaños de las máquinas fuesen mastodónticos. Pero era inevitable cuando las máquinas tenían un potente corazón pero carecían de cerebro. Desde el momento en que se las dotó de un cerebro electrónico que coordinaba todos los movimientos, dejó de ser necesario que esto lo hiciera un solo motor central; así que se multiplicaron los pequeños motores autónomos colocados en lugares estratégicos, con un gran ahorro de estructura mecánica y energía, y con bastante mejor rendimiento. Es que no puede ser de otro modo: a más cerebro, menos cuerpo; porque el cerebro es el órgano de la sinergia, el que administra las energías para que éstas no se derrochen en acciones repetidas y absurdas. Un cerebro potente se puede permitir ampliar y multiplicar la autonomía de sus órganos, sin multiplicarlos por ello y sobredimensionarlos, sino antes al contrario, reduciéndolos al tiempo que aumenta su eficacia al descargarlos de unas dimensiones y una fuerza que no necesitan. A donde se puede llegar con un sutil cable que transmite órdenes y la energía indispensable, no hay por qué llegar con una robusta palanca. ¿Pero qué es lo que ocurre en la política y en la escuela? Pues que están en el jurásico del mecanicismo: se parecen a esos enormes saurios cuyo cuerpo no paraba de crecer, pero que tenían tan sólo una pequeña cavidad para el cerebro en la intersección entre sus mandíbulas y su poderoso espinazo. Tuvimos una modestísima escuela unitaria, y so pretexto de especialización, hemos multiplicado los órganos, pero sin crear al mismo tiempo un cerebro capaz de administrar el trabajo de tantas palancas que ejercen cada una su fuerza por separado, en vez de sumar fuerzas (si se estudia lengua en cuatro asignaturas, en las cuatro se repiten los mismos conceptos y las mismas técnicas, pero a vuelo de pájaro, porque ninguna de ellas tiene tiempo de profundizar). Estamos llegando a la paradoja de que nuestras construcciones humanas (administraciones públicas, escuelas, sanidad, etc.) disponen de cerebros (unidades de coordinación y sinergia) mucho más pobres que las máquinas, que hemos sido capaces de dotar de cerebros eficacísimos.

EL ALMANAQUE se dedica hoy a esa cosa rara de la sinergia.