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click here!DEL DIA A DIAEL DÍA DE MERCURIO. Enseñanza

MATERIA POLÍTICA

Si alguna materia hay en los planes de enseñanza de valor eminentemente político, es precisamente la lengua oficial del país. Los gobernantes se dieron cuenta muy pronto de la necesidad de crear una lengua artificial, normativa, en la que asentar la relación de los súbditos con sus señores. Los dialectos son la realidad lingüística de partida: lo normal es que en cada pequeño territorio se hable un dialecto, con lo que se hace muy difícil gobernar ni menos legislar. Muy pequeña ha de ser una dominación para que no se hablen en todo su territorio varios dialectos, de igual o de distinto tronco lingüístico. Fue necesario recurrir a la unificación lingüística de los estados, para alcanzar un mínimo de eficacia en su administración. Y esto se hizo adoptando uno cualquiera de los dialectos que se hablaban (obviamente el del territorio dominante) declarándolo «lengua» oficial y normalizando primero la lengua, y luego a la ciudadanía. Para la más eficaz normalización de la lengua se fundaron las academias destinadas a la creación de las normas y la preservación de su pureza. Y se impuso en las escuelas la enseñanza de la lengua oficial. A partir de ahí fue tomando cuerpo la división entre «lengua» y «dialecto». Dialecto era la lengua coloquial, de la que se servía cada uno para hablar con su vecino; con ella tenía dificultades para entenderse con los demás habitantes del reino, del principado o del condado. El dialecto elevado a la categoría de lengua era promocionado a partir de entonces: en todo acto administrativo tenían que intervenir letrados que no sólo conociesen las leyes, sino también la lengua oficial, sobre todo para hacer de intermediarios entre el poder y los paisanos (administración de impuestos y de justicia). Y sobre todo para escribir. La «lengua» era ante todo escrita (también los discursos de carácter oficial formaban parte de la «lengua»). Lógicamente al tiempo que creció el prestigio de las lenguas, decreció el de los dialectos. Decir de una lengua cualquiera que era un dialecto, era una grave ofensa. Era negar su calidad de lengua oficial o su capacidad o su derecho de serlo. Y en efecto, la calificación «oficial» de dialecto para una lengua no perseguía otra cosa que proclamar que esa lengua no tenía derecho a ser enseñada en las escuelas ni a que se redactasen en ella documentos oficiales. Desde esta perspectiva se entiende la reunión interparlamentaria de diputados del Partido Popular en San Millán de la Cogolla, la cuna de la lengua española (en el contexto de la pugna por la hegemonía lingüística, está bastante claro que lo que nació en San Millán fue la lengua española, no la castellana, que ni siquiera está San Millán en Castilla). Lo que defienden, tanto a través de la lengua como de la historia no es tanto el conocimiento como el efecto político de la implantación, es decir el efecto de dominio del español y de lo español en toda España. Exactamente lo contrario de lo que pretendieron y consiguieron los nacionalistas en sus respectivos territorios: intentaban desterrar el español y lo español, para sustituirlo por el vasco y lo vasco, el catalán y lo catalán, el gallego y lo gallego. Proclaman pública y solemnemente que erraron la política educativa en cuanto a la enseñanza del español y la historia de España, y se proponen dar marcha atrás, con gran escándalo por parte de quienes ocuparon el vacío que dejaron en su día.

EL ALMANAQUE examina hoy la palabra lengua, con la que se denomina una de las materias más conflictivas en la enseñanza.