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GRAMATICALIZACIÓN

¿La asignatura de gramática está en los planes de estudios para aprender la propia lengua? Si la respuesta a esta pregunta es «sí», tienen razón la mayoría de profesores de lengua (en nuestro caso, española) que han dejado de torturar las mentes de los alumnos con rarísimos problemas de construcción, que como no les interesan, es imposible conseguir que les sirvan de algo. Así que decantan la asignatura hacia el dominio de la lengua, más que hacia el conocimiento de su estructura. Si por el contrario la respuesta a la anterior pregunta es «no», hemos de explicar la asignatura de gramática no como una disciplina para aprender la propia lengua, de la que todo hablante tiene un alto dominio, sino para aprender de la propia lengua. Esto es otra cosa. A esto los antiguos profesores entusiastas de la gramática lo llamaban gramaticalización de la mente. Pensaban, coincidiendo con todos los gramáticos de la historia, que la capacidad de entender cómo está construida la lengua y de trabajarla y explicarla a partir de su estructura, dotaba a la mente de los estudiantes de unos recursos operativos que de otra manera nunca conseguirían. Entendían que el estudio de la lengua era una maqhsiV (mázesis) más, que en cuanto al método, en nada se diferenciaba de la matemática, es decir del aprendizaje de los números (ariqmoi / árizmoi), que acabó siendo el entrenamiento mental por excelencia, quedándose en exclusiva con un nombre que debía compartir con todas las demás disciplinas. Siempre fue la gramática el gimnasio en que se ejercitaban duramente los que encaminaban sus pasos hacia la retórica; del mismo modo que entrenaban su mente en las matemáticas (en la aritmética, hablando con propiedad) los que querían dedicarse a las ciencias. Esa era la disciplina que requería mayor studium, es decir mayor empeño, interés y esfuerzo. Y tenía la misma consideración que tienen las matemáticas en las carreras de ciencias. Quien no conseguía dominar la gramática y manejarse con soltura ante los problemas que planteaba, sabía que iba a arrastrar esa torpeza cuando pasase al estudio de la lógica, que era el paso siguiente, y más aún cuando diese el salto definitivo a la retórica, que era la coronación del trivium. Es que se trataba de un proceso ascendente, del que la gramática (la ciencia de las letras) era el basamento; la lógica (la ciencia de las palabras) eran las paredes o las columnas; y la retórica (la ciencia del discurso) era la techumbre: elementos los tres de un solo y único edificio. Hasta se recurrió al latín, no porque se considerase especialmente útil el estudio de esta lengua, que también, sino porque aportaba mayores dificultades gramaticales que superar, porque representaba el más difícil todavía. Si analizamos el fenómeno de la decadencia de la gramática en términos de motivación, está claro que la hemos decapitado: ¿de qué nos sirve poner los cimientos de un edificio que nunca construiremos? Ni siquiera a todos los que van a seguir en el área de la lengua es posible convencerlos de lo fundamental que es el estudio de su estructura. ¿Es que está de más hoy enseñar a hablar? Al fin y al cabo, era ese el objetivo de la retórica; y la gramática, sólo el cimiento. Aquel rigor analítico, aquella disciplina de la mente que aportaba el estudio de la gramática, y que constituía la reserva de la gente de letras, aquello se ha perdido.

EL ALMANAQUE examina hoy la palabra gramática y el espíritu que tiempo ha se movió en ella.