HÁBITAT
Fueron los franceses los que introdujeron este término en la ecología, a partir del verbo habiter, del mismo significado que nuestro habitar. Se trata de una forma latina: la 3ª persona del singular del pres. de indicativo del verbo habito, habitare, habitavi, habitatum, que significa habitar, vivir, residir, poblar, estar poblado: habitare humiles casas = habitar en humildes chozas; habitare bene = habitar en buena casa; regio habitatur plurimis vicis = la región está habitada por muchas aldeas; aves quae habitant in arbóribus = las aves que habitan en los árboles; ánimus habitat in óculis = el alma habita en los ojos. Este verbo es el frecuentativo de hábeo, habere, hábui, hábitum, que significa tener, poseer, ocupar algo, ser dueño de algo... de ahí que el significado inicial y primitivo de habitare sea «tener con frecuencia»; en un principio habitar debió ser con toda probabilidad ir a menudo a un lugar para evitar que lo ocupase otro, es decir para «haberlo» en exclusiva.
En un principio se usó este término con el valor que corresponde al grupo léxico habitar, habitación, habitáculo, haciéndolo extensivo del hombre a los animales, que en su mayoría disponen de guaridas y habitáculos de infinita variedad, en especial para las crías. Al sistema completo de habitáculos de cada especie y al entorno en que éstos se construían o se acondicionaban, se le llamó el hábitat. Así pasó este concepto a la ecología, en la que se definió como la suma de todas las fuerzas o de todos los factores presentes en la zona ocupada por una especie zoológica determinada. En este sentido el hábitat es el entorno vegetal en que vive una especie. Así se habla del hábitat forestal, del hábitat marino, el hábitat desértico, etc. Pero finalmente se amplía el concepto de hábitat, recogiendo bajo este concepto todo aquello (territorio, vegetación, clima, y restante fauna) que condiciona la vida de una especie en el lugar que ésta ocupa. Parafraseando a Ortega, el hábitat de cada especie o fracción de la misma, sería la total circunstancia en que está instalada.
Si queremos hacer una definición sólida y coherente del hábitat humano en el sentido ecológico, es decir si queremos definir el medio en que vive el hombre, en el que se alimenta, se guarece y se reproduce; que condiciona por tanto su funcionamiento orgánico, su comportamiento demográfico y su configuración psicológica tanto individual como colectiva, tendremos que convenir en que a diferencia de las demás especies, la naturaleza que nos rodea apenas tiene nada que ver con nuestra vida. Tendremos que admitir que el entorno animal del hombre, el que constituye nuestra base alimentaria, está formado por las especies cautivas de que nos alimentamos, diseñadas e instaladas en nuestro ecosistema precisamente en función de su rendimiento; y que junto a estos especímenes animales forman parte del medio otra serie de especies vegetales de diseño. Pero es forzoso que admitamos que el principal de los elementos que forman el paisaje y el hábitat humano, y que constituye la principal base de subsistencia del hombre, son masas ingentes de hombres constituyendo una sólida cadena en la que los eslabones superiores consumen el sudor y las fatigas de los inferiores, en un escalonamiento en que unos se embriagan de sudor ajeno, y otros apenas conocen el sabor de su propio sudor.
Mariano Arnal
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