Juegos Olímpicos – MITOLOGIA

   Juegos Olímpicos : MITOLOGIA  

Zeus

Afrodita

Crono

CONOCERNOS A TRAVÉS DE NUESTROS MITOS 

A la hora de mitificar, lo primero que hemos mitificado han sido precisamente los mitos. ¿Y eso qué es? En esencia un mito es un cuento, una invención que persiste en la memoria de un pueblo a lo largo de muchos siglos. La clave está en su persistencia: algo tendrá el mito cuando se transmite de generación en generación durante tanto tiempo. Tiene un fundamento real, que tanto puede ser un principio moral o vital ejemplificado, inventado por tanto; como una historia auténtica transfigurada en mito. En ambos casos la invención tiene un gran peso específico; pero lo que con seguridad no encontramos en los mitos es pura creación literaria o arbitrariedad. 

Del mismo modo que en el psicoanálisis de las personas es muy significativo el género de fantasías por las que se dejan llevar habitualmente, en el análisis del alma de los pueblos es esencial tener en cuenta sus mitos, pues la mitificación es al fin y al cabo una necesidad. No tenemos más que mirarnos a nosotros mismos y ver cómo mitificamos personajes, acontecimientos y finalmente marcas comerciales, que sabiamente asocian su nombre al nombre y a la imagen de los mitos que con más fuerza han prendido en la sociedad. Ahí está innegable la fuerza de los mitos, pero con formato de nuestra época. 

Tenemos por una parte los mitos deportivos, a cuya creación y exaltación se dedican las grandes competiciones, la mayor de las cuales son los Juegos Olímpicos (¡ganar el oro en ellos es como ascender al Olimpo!); y por otra, el referente antiguo de la mitología de nuestra cultura occidental, cuyos inicios hemos de colocar en Grecia si atendemos a su aspecto laico; y en Israel si atendemos a la dimensión cristiana de nuestra civilización. 

Siendo el objetivo de esta serie de artículos ilustrar los próximos Juegos Olímpicos, atenderé sólo a la mitología griega, y si ha lugar la relacionaré con los mitos deportivos. Nos está faltando en EL ALMANAQUE un espacio dedicado a nuestra MITOLOGÍA, y ésta es una buena oportunidad para llenar el vacío. 

¿Y cuál es la génesis de los mitos? Pues parece ser que somos idealizadores compulsivos; que no somos capaces de resistir la tentación de exagerar: en bien cuando toca, y en mal cuando corresponde; porque con medias tintas no hay manera de construir mitos. Necesitamos el grado heroico: no sabemos vivir sin héroes a los que admirar y emular. Eso nos pasa ya desde la infancia (hay quien dice que los mitos son un producto de la infancia de los pueblos): a un niño que está aprendiendo a hablar y a pensar, le encanta fantasear. Quien no sabe que eso es un simple estadio evolutivo, le llama mentiroso y le amarga por ello o no le hace el menor caso. Quien no sabe que los mitos son algo parecido, los tacha de invenciones para engañar al pueblo (sobre todo los que se distinguen por su contenido religioso y moral) y pasa de ellos olímpicamente que dicen. 

Es una verdadera lástima vivir sin mitos, sin cuentos, sin ningún género de ingenuidad. Es que la pura y estricta racionalidad acaba estragando la razón. Demos pues espacio a los mitos.

MITO 

Si fuésemos fieles al origen griego de la palabra la escribiríamos con y, como los ingleses; y si como ellos intentásemos ofrecer una grafía lo más próxima al sonido de la palabra, en vez de la t emplearíamos la z. En efecto, en inglés escriben myth. La palabra griega es muqoV (mýzos). Significa palabra, cosa que se dice o se cuenta; se emplea junto con otros sinónimos de palabra, y en oposición a acción o hecho, de donde se desarrolló la idea de fábula, de cosa que se distancia de la realidad. Ésta ha sido una palabra que los griegos han empleado profusamente, formando a partir de ella cerca de medio centenar de términos, y le han asignado una amplia gama de significados: desde simple palabra, conversación, recitación, mensaje, rumor; hasta proyecto, decisión, resolución (se supone siempre que son cosas dichas); pasando por sus valores negativos como fábula, cuento, hecho no histórico, mentira. Indico como curiosidad que en Siracusa hubo un jardín tan fabuloso y tan increíble, que le dieron el nombre de Mito. 

Al permitir la etnología agrupar, clasificar y comparar las leyendas de cada pueblo (analizarlas en fin de cuentas), les dio a todas ellas por igual carta de nobleza y forjó para las más nobles, especialmente las de carácter religioso, el dignísimo nombre de mitos. Vemos que en griego no es ese el principal valor de esta palabra, pero se trataba de crear un cultismo con fuerza suficiente para expresar esa idea; y el de mito cumplió y sigue cumpliendo a la perfección ese cometido. Incluso la palabra muqologia (myzologuía), además del significado que nosotros le asignamos, tenía los de estudio de cosas fabulosas, narración fabulosa, conversación de pasatiempo, cuento. Es que los griegos realmente tenían de los contenidos de la mitología una idea bastante aproximada a estos conceptos. Nada que se parezca a la forma dogmática en que nos gusta estructurar cualquier religión, a imagen y semejanza de la nuestra. 

Por eso sobre un mismo dios se amontonan los mitos y por lo general se contradicen; porque no pretenden ser vehículo de contenidos doctrinales, sino simple narración recopilada por la literatura. No sólo eso, sino que empieza la confusión en los mismos nombres, que van de cultura en cultura y de mito en mito, de manera que es imposible y absurdo pontificar sobre mitología como si de teología se tratase. Cada dios tiene distintas leyendas, personalidades, nombres distintos, según cuál sea el origen geográfico y temporal del mito. 

De ahí que tenga bastante más sentido ofrecer los mitos de cada pueblo (Grecia, por su naturaleza geográfica, era un enjambre de pueblos), que los de cada personaje mitológico. Sin embargo las mitologías y los diccionarios mitológicos prefieren este último formato, al que no nos queda más remedio que acomodarnos tratándose de trabajos de divulgación. 

El concepto de mito ha descendido desde los dioses a los mortales (eso ya ocurrió en los tiempos míticos que nos dibuja Homero) y se ha extendido acertadamente a un uso moderno del término: hoy llamamos mitos o estrellas del fútbol, del cine, de la canción, a los que más brillan en esos campos.

EN EL PRINCIPIO FUE EL CAOS 

Todas las mitologías necesitan definir el principio del mundo: como si copiasen unas de otras, la mayoría empiezan en el caos. También la mitología hebrea. En el principio, dice el Génesis, creó Dios el cielo y la tierra (hasta aquí viene a ser como el título del libro). Y sigue: la tierra era inútil y estaba vacía, y vino el espíritu de Dios sobre las aguas. En ninguna de estas mitologías consiste la creación en crear la materia, sino en organizarla y darle vida. La inercia lleva al caos, no al orden. Cualquier cosa abandonada a sí misma sin un dueño y señor que le marque un designio (=un diseño), tiende a la degeneración y al caos. Es como ha funcionado todo creacionismo y providencialismo, la dirección opuesta al evolucionismo, que sostiene que la inercia es capaz por sí misma de dar vida y orden al caos, y que seleccionando los aciertos casuales y desechando los errores, es capaz de llegar a los diseños más extraordinarios; pero sin diseño previo ni proyecto. El reloj sin relojero y el mundo sin creador. 

Las cosmogonías egipcia, fenicia, judía y griega, demasiado próximas entre sí para ser totalmente originales, utilizaron sin duda elementos comunes en su construcción. En el mismo entorno geográfico, la religión del persa Zoroastro avanza ya el maniqueísmo que la caracteriza, entendiendo el caos como una mezcla del bien y el mal que debe ser depurada por Dios y por los creyentes. Más hacia oriente las doctrinas sobre el caos se perfilan: el Manava-Dharma de la India se refiere al “negro caos informe, profundo abismo inútil y vacío, sin vida y presa del sueño”. Confucio, combinando creación y evolución, determina que el proceso de emergencia de la materia separándose del caos, se tomará un total de 18.000 años, momento en que culminará la creación y se mostrará en todo su esplendor. Es el creacionismo agustiniano, que da por bueno que la creación con la consiguiente eliminación del caos, no se concluyese en los 6 días de la creación. 

Los pueblos intentan encontrarle una explicación al mundo y al hombre. Todos recurrieron al mito para explicar lo que les parecía obvio: que uno y otro son obra de la divinidad. Pero ninguno parte de la nada: todos son transformadores de una realidad preexistente sin valor alguno, dominada por la oscuridad y el caos. Todos construyen un cosmos (un todo bello y armonioso) con ese montón informe de materiales que es el mundo antes de que la divinidad ponga su mano, y en las mitologías más avanzadas, su palabra. 

Una lectura subliminar de estos mitos nos hace ver en ellos la justificación de los señores de la tierra y de los hombres. Antes de la llegada de los dioses cuya epopeya creadora se canta en el mito y que actualmente tienen en sus manos el destino de los hombres, la tierra en cuestión (y de ahí toda la tierra) era caótica, inútil, incapaz de mantener a sus habitantes: su cultura era de lo más primitivo. Llegan los señores (Eloím en hebreo y héroes divinizados en griego) y ponen orden en el caos que se encontraron al llegar. Construyen un mundo y una cultura que transforma la tierra tanto en sentido agrícola como urbano y artesanal. En Roma será Saturno (Cronos para los griegos) quien enseñándoles la agricultura les libra de la barbarie de comerse a sus hijos para alimentarse. De eso acusa Yahvé a los palestinos para justificar su expulsión.

CAOS 

Entre las divinidades preolímpicas, que no tienen por tanto su morada en el Olimpo, está Caos (CaoV (Jáos)), personificación del caos, el abismo, el espacio inmenso y tenebroso que existía antes de las cosas. El significado de caos se extendió a las infinitas extensiones del Tártaro y a las tinieblas de los infiernos. Y por una falsa etimología que lo hacía provenir de cew (jéo) =verter, pasó a significar la masa confusa de los elementos revueltos por el espacio, el mundo en desorden antes de ocuparse de él los dioses. Antes del principio por tanto fue el caos, que desde Hesíodo aparece como un dios informe del que han de proceder necesariamente los demás dioses, porque él es el punto de partida. 

La representación más genuina de Caos es con aspecto mitad de hombre, mitad de mujer, con la parte inferior del cuerpo envuelta en nubes. En una mano sostiene medio zodíaco, y en la otra una antorcha encendida. A sus pies una veleta y un jarro vertiendo agua. Una clara alegoría del desorden y de las cosas a medio hacer. 

Hesíodo define al dios Caos como un espíritu abstracto e indeterminado (el apeiron (ápeiron) del que el filósofo Anaximandro hace proceder todos los seres por agregación, separación y contraposición, gracias al movimiento incesante). Caos estaba envuelto en nubes y nieblas. De esa atmósfera nació la Tierra, en cuyas regiones oscuras se mantienen las nieblas y brumas. La primera generación de dioses nacidos de Caos fueron Erebo y la Noche, que a su vez engendraron a Éter (el aire) y Hemera (el día). En otra teogonía, la órfica, antes de Caos está Cronos, el primero de todos los dioses, del que nacieron el Éter y el Caos. En una tercera teogonía, la de Aristófanes, Eros (el Amor) y el Caos engendran a todas las aves. La síntesis más clara de la teogonía de Hesíodo, la que ha quedado como más emblemática, nos habla de la coexistencia de la Noche (nyx) y las Tinieblas (el Erebo) en el seno del Caos. Al separarse de éste, la Noche y las Tinieblas dan vida a Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra). 

“Lo primero que existió fue el caos”, dice Hesíodo. Aristóteles quiere entender que el Caos significa la nada. Otros muchos ven en esta primera divinidad difusa una clara inclinación panteísta. De hecho se trata de un primer dios indefinido de la naturaleza, primero también en el panteón animista. Ovidio, en el libro primero de las Metamorfosis, describe así cómo surgió el mundo del Caos: “Antes de que criase Dios el mar inmenso, antes de que descubriese las tierras, antes de que hiciese algo de cuanto cubre el cielo, había en toda la faz del orbe un rostro al que llamaron Caos, una mole ruda y descompuesta. Dios dirimió esta lid y le dio una mejor naturaleza”. 

El caos ha hecho fortuna también entre los científicos y matemáticos, que en la moderna teoría del caos lo han dotado de forma y le han concedido ciertas facultades constructivas y un cierto orden en el desorden, con un rostro mucho más amable y constructivo que el que le dieron quienes lo divinizaron poniendo en él el origen de todo cuanto existe animado e inanimado, material y espiritual.

 

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