Cuando ser positivo significa buscar el lado bueno de las cosas

Por Ferran Martínez-Aira

Con el paso del tiempo me pregunto a mí mismo si soy tan positivo como piensan los que me rodean. Mi realidad podría ser que me centro en el presente. Especialmente en las pequeñas cosas como esta misma mañana cuando he cogido la bici para ir a comprar fruta.

Solemos catalogar a las personas de pesimistas o de optimistas. Como si naciéramos por definición con una forma de afrontar la vida y ya no hubiera manera de cambiarla. No solo eso, también solemos pensar que ser pesimista es algo así como quedarse siempre con todo lo negativo, mientras que el optimista niega todo lo malo que realmente puede pasar.

La realidad es más compleja que todo eso. Hay multitud de factores que influyen en la forma que tenemos de ver el mundo. Desde nuestra herencia genética, hasta cada una de las vivencias que hemos tenido en nuestra vida, ejercen una influencia en la percepción de las circunstancias.

A buen seguro que todos nos hemos planteado, ¿es posible cambiar nuestra forma de ver el mundo y ser más optimistas?. Ser positivo es un hábito, igual que lo es ser feliz.

Es decir, que igual que nuestros músculos pueden no estar fortalecidos hasta que decidimos por ejemplo hacer El Camino de Santiago y llegar a la Plaza del Obradoiro embargados por una emoción indescriptible, certificando que nuestra mente también puede aprender a ser más positiva si trabajamos en ello.

La siguiente pregunta sería, ¿esto es algo que se puede hacer en cualquier circunstancia? ¿También en las actuales? o tal vez permanecer siempre positivos nos pondría en riesgo, ya que seríamos incapaces de ver las amenazas. La maniobra a seguir si llegamos a este dilema está en que lo desagradable no me impida ver lo agradable.

Si es verdad en mi caso que para conseguir ese paso, el de afrontar la realidad cuando enviudé hace ocho años, tuve que aferrarme al consejo de mis hijos: Atender al aquí y al ahora me ayudó a salir de pensamientos y preocupaciones que me generaban malestar.

No obstante, los pensamientos negativos muchas veces se relacionan más con analizar todas nuestras acciones pasadas o con todas las posibilidades negativas que nos puede ofrecer el futuro. Ni las primeras puedan cambiarse, ni las segundas tienen por qué cumplirse.

Tenemos la idea de que para sentirnos bien hay que centrarse en uno mismo, cuando la clave a veces está en cómo enfocamos a los demás. Realizar actos de amabilidad está relacionado estrechamente con niveles más altos de bienestar. Se trata de algo que podemos incorporar a nuestra vida de una forma sencilla y que tiene efectos muy positivos para nuestra salud mental.

Hay personas que estos días de confinamiento han decidido reducir las horas que consumen información sobre la situación actual para no intoxicarse de información negativa. Lógicamente, cuando se vive una situación compleja, las noticias suelen ser más negativas que nunca, y eso no ayuda a intentar salir de ese circulo vicioso de pensamientos negativos. Pero claro, de poco sirve no ver los informativos, si pasamos el día conversando con personas que nos recuerdan todo lo malo. Al final los mensajes que nos llegan desde fuera influyen tanto como los que nos lanzamos desde dentro.

Con la que está cayendo es importante rodearse de personas con tendencia a no despreciar lo positivo. Es decir, no se trata de colgar a tu madre si te cuenta que algo malo le ha pasado al vecino, sino de no saturarse y contrarrestrar con personas que también nos recuerden las cosas que nos hagan sentir bien con su compañía, aunque sea al otro lado del teléfono.

Una de las claves para mantener niveles altos de bienestar es centrarnos en cambiar aquello que podemos cambiar. Es decir, controlar aquello que está en nuestra mano. Podemos hacer algo para intentar mantenernos más sanos y activos durante el confinamiento, pero no cambiar nuestra situación laboral. Este estilo de afrontamiento, nos llevará a experimentar emociones relacionadas con el bienestar y probablemente nos ayudará a mantener una autoestima equilibrada y sana.

Ser optimista no puede traducirse por ser un kamikaze. No es posible pensar que todo saldrá siempre bien, porque entonces nunca preveríamos las posibles consecuencias negativas de nuestros actos, que existir, existen. Nadie tendría seguros de vida, ni se pondría el cinturón de seguridad. Ser positivo significa buscar el lado bueno de las cosas, pero sabiendo que hay cosas que no lo tienen, y que no debemos caer en la desgracia por ello. Aceptar aquello que no depende de mí y comprometerme con lo que sí, me ayudará a sentir unas emociones mucho más coherentes con la situación actual. Tan malo es exagerar nuestros temores, como lo es descuidar los riesgos.

Aunque el confinamiento hace difícil mantener diferentes actividades de ocio, tenemos que hacer un esfuerzo por intentar mantener o planificar actividades agradables. Hay que recordar que realmente existe una relación casi directa entre el número de actividades agradables que realiza una persona y su nivel de estado de ánimo. Al final, los pensamientos negativos nos desbordan precisamente cuando más tiempo libre tenemos para pensar. Si estamos centrados en algo agradable como hacer deporte, leer, cocinar o invertir una horita en practicar yoga en silla, es más fácil sentirse mejor.