Breve
Introducción a la Psicología
¿De qué
se trata? |
La
máquina suave |
Vivimos y
aprendemos |
El
recuerdo y el olvido |
La
búsqueda de un motivo |
La
revelación de nuestros sentimientos |
"Soy lo
que soy"
Descarrilándose
Hacia un
mundo mejor |
Bibliografía
El recuerdo y el olvido
Durante el caluroso verano de 1976, al jugar en el patio de su escuela un
joven pariente
mío recibió un golpe y quedó inconsciente. Aun cuando sólo fue por un par
de minutos, al
volver en sí se hallaba muy desorientado. Durante algunas horas no pudo
recordar qué día
era, aun cuando varias veces se le dijo: “miércoles”. Y, durante cinco
horas, no pudo
recordar qué lo puso en ese estado de confusión y ansiedad. Sin embargo.
paulatinamente
fue reconstruyendo los hechos que lo llevaron a este breve estado de
inconsciencia. Lo
primero en volver a su mente fueron los nombres de sus amigos y luego la
secuencia del
juego de fútbol en el patio. El se hallaba de pie, cerca de la pelota, y,
viendo la oportunidad
de tirar, corrió hacia ella; pero, por desgracia, el zapato de un
compañero del equipo
contrario lo golpeó fuertemente en la cabeza. Así fue como sucedió.
Inventando el pasado
Esta historia verdadera ilustra algunos hechos importantes acerca de la
memoria. En primer lugar,
un golpe en la cabeza puede ocasionarle fallas. Quienes han perdido el
conocimiento en los
accidentes automovilísticos suelen darse cuenta de que no pueden recordar
los sucesos del
accidente. Este parece haber destruido su conciencia de dicha experiencia
antes de brindarles la
oportunidad de arraigarse en su memoria. Aun los hechos previos al
accidente -como el
detenerse a tomar una taza de café, digamos unos 15 minutos antes- también
suelen olvidarse. En
otras palabras, el golpe parece “liberar” parte del material que ya se ha
almacenado en la
memoria.
Los accidentes son muy comunes en la sociedad moderna, y, la pérdida
temporal de la memoria
que a menudo les sigue, es cosa de todos los días. Pero el relato del niño
jugando fútbol revela un
aspecto mucho más importante de la manera como recordamos, pues el niño no
fue golpeado por
un zapato, como bien sabían sus compañeros. El juego de fútbol que
recordaba se había llevado a
cabo una semana antes. El miércoles del accidente él estaba jugando con
los mismos amigos y en
el mismo patio cuando, durante una jugada ruda en la cual se aventaban al
perseguirse, cayó y se
golpeó la cabeza contra el duro piso de tierra. Lo que el niño hizo fue
“recordar” una secuencia de
hechos para explicar su condición actual. El recuerdo, o sea, la historia
que construyó,
concordaba bastante con los intereses y hábitos del niño, pero era
absolutamente incorrecta.
Su memoria había tomado varias partes de la información, produciendo una
versión razonable y
significativa.
Más compleja que las computadoras
Hasta hace poco, los psicólogos suponían que la memoria humana trabajaba
como una
computadora o como un sistema de archivo: se guarda la información y luego
se puede buscar
(incluso si los procesos de recuperación eran confusos y algunas tarjetas
inexplicablemente se
perdían). Actualmente se sabe que el mecanismo de la memoria humana es
mucho más complejo
que el de la computadora más desarrollada. Al recordar algo lo
reconstruimos de una manera
creativa, añadiendo partes aquí, eliminando partes allá; planeamos y
modelamos un patrón
significativo.
Si un golpe en la cabeza causa la pérdida de la memoria, el cerebro
tratará de compensarla
mediante el uso de los fragmentos de información disponibles y sugiriendo
los probables
argumentos más coherentes. Algunas veces, como en el caso del niño en el
patio de su escuela,
aceptamos tales sugerencias -recordamos algo que nunca sucedió.
Para la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, la memoria es un
don incuestionable.
Además, trabaja muy bien. Algunas veces nos sorprendemos al recordar algo
sin querer. A
menudo nos apena no poder asociar un nombre a determinado rostro. Pero,
¿qué tan seguido nos
detenemos a pensar en nuestra asombrosa capacidad para recordar las cosas?
Muy poco-y demasiado
La vida sería terrible sin la memoria. Viviríamos en un remolino de
aterradoras primeras veces”.
Por ejemplo, se sabe que algunas personas con daños en el cerebro, viven
en un mundo horrible,
continua e instantáneamente renovado. Sin la memoria no existirían el
habla, las relaciones sociales,
el arte, la política, ni los partidos de fútbol. No resulta exagerado
afirmar que si la raza humana
careciera de memoria, simplemente no existiría.
Por otro lado, la memoria puede ser demasiado perfecta. Luna, el
neurofisiólogo ruso ha detallado
el caso de “S”, un hombre con una capacidad total y casi incontrolable
para recordar (Luria,
1969). Sus recuerdos le venían a la mente sin orden ni concierto. A los
eventos importantes les
perseguían recuerdos muy detallados de las ocasiones más triviales. Y,
mientras la mayoría de
nosotros se concentra en recordar, “S” tenía que producir técnicas para
olvidar.
Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que cada vez le era más difícil
arreglárselas con la
realidad. Como una persona sin memoria sólo existe en el instante preciso,
“S” se volvió incapaz
de reconocer precisamente el “ahora”. Su percepción y su memoria se
fusionaron; la experiencia
inmediata y las imágenes del pasado se atropellaban para captar su
atención, dejándolo confuso en
extremo.
El trabajo de la memoria
Deberíamos estar agradecidos por tener recuerdos parciales, razonablemente
eficientes. Pero,
¿cómo funciona la memoria?, ¿podemos mejorar su eficacia?
La memoria es un sistema formado por tres fases: entrada, almacenamiento y
recuperación. Para
recordar algo, primero debemos haberlo experimentado (haciendo a un lado
los casos
excepcionales, como el del niño que se golpeó la cabeza); esto constituye
la entrada. Debemos,
también, haberlo almacenado y, por supuesto, debemos poder hacerlo salir
del almacén de la
memoria. Pero el sistema es mucho más complicado de lo que indica nuestro
esquema. La
memoria es un proceso dinámico que implica la organización creativa y la
reconstrucción, y, aun
cuando un golpe fuerte en la cabeza puede “liberar” algunos de nuestros
recuerdos, las personas
en busca de la caja “secreta” que los retiene en el cerebro tienen poco
éxito. Karl Lashley, un
psicólogo de gran austeridad e ingenio se pasó toda la vida tratando de
localizar la sede de la
memoria. Operó sistemáticamente ratas entrenadas, seccionando sus cerebros
y descubrió que,
para que las ratas olvidaran lo aprendido, debía removerse quirúrgicamente
gran parte de su
materia gris (Lashley, 1960).
Los resultados obtenidos por otro investigador resultan aún más
intrigantes. Pietsch, realizó varios
cientos de operaciones en salamandras. Su proyecto no era extirpar partes
del cerebro, sino
reorganizarlo. Demostró que una complicada “tergiversación” del cerebro
tenía muy poco o
ningún efecto sobre la memoria de las salamandras. Siendo así, ¿cómo se
almacena la
información? ¿Cómo es posible que el quitar o cambiar de lugar ciertas
áreas del cerebro no
afecten la memoria y en cambio un golpe en la cabeza puede borrar un hecho
notable ocurrido en
la vida de una persona?
La analogía con los hologramas
Una posible explicación surgió al establecer una analogía con los
descubrimientos de la física
moderna. A Dennis Gabor, físico de la Universidad de Londres, se atribuye
el descubrimiento de
una forma sorprendente de fotografía. Descubrió que la exposición de una
placa fotográfica, sin
lentes, a un objeto iluminado por rayos láser daba lugar a un proceso muy
peculiar. En la placa
misma se mostraba un patrón de giros y puntos. Pero, si a través de la
placa se hacía pasar un
rayo de luz láser, el objeto original parecía haber sido reproducido en
tres dimensiones. Dichos
“hologramas” tienen una apariencia fantasmagórica. Se trata de imágenes
sólidas que flotan en el
aire, se pueden rodear y atravesar. Pero eso no es todo: una placa con un
holograma expuesto se
puede quebrar en fragmentos más pequeños, cada uno de los cuales,
correctamente iluminado,
reproducirá la imagen original.
Muchos psicólogos afirman que este principio de almacenamiento se puede
aplicar a la memoria
-aun cuando todavía se sabe muy poco acerca de él. Para ser exactos,
piensan que la memoria no
se localiza en algún rincón del cerebro, sino que constituye una función
del patrón general de la
actividad cerebral. De ser éste el caso, entonces, como sucedió en la
placa holográfica, el
cerebro puede ser cambiado de sitio (Pietsch), o ser reducido en su tamaño
(Lashley) sin
necesidad de destruir la información almacenada. Esta es una teoría muy
importante, pues insiste
en los patrones y procesos relacionados con los descubrimientos que
demuestran que la memoria
no es un procedimiento mecánico, sino un sistema de organización, el cual
se esfuerza por tener
patrones significativos.
La memoria parece tener tres niveles. En primer lugar, hay un sistema de
“almacenamiento
sensorial” breve, exacto y brillante, casi semejante a la conciencia
misma. Al almacenamiento
sensorial (que dura menos de un segundo) le sigue inmediatamente la
“acción de repetición” sin
perder ningún detalle. A partir de este nivel, la información pasa
directamente a un almacén de
memoria “a corto plazo”, donde permanece durante 20 segundos o más. Se
requiere de un
esfuerzo deliberado para transferir los hechos de corto plazo a la tercera
etapa del proceso: el
sistema de memoria a largo plazo. Solemos organizar o repetir las listas
de compras o las
instrucciones. Sin tal esfuerzo las olvidamos. Podemos mejorar nuestra
memoria concentrándonos
en esta etapa de transferencia del corto al largo plazo.
La suma de nuestras experiencias se almacena en los sistemas de memoria a
largo plazo. Las
pruebas sugieren que, con entrenamiento o bajo hipnosis, se pueden
recuperar enormes episodios
de la vida, localizados en los almacenes de largo plazo. Arreglando de una
manera misteriosa,
quizá “holográfica”, y contenida dentro del cerebro de cada individuo, la
memoria constituye una
autobiografía única y completa.
¿Por qué olvidamos?
Si no olvidáramos, quedaríamos reducidos al estado de confusión
experimentado por “S” en las
investigaciones de Luna. En cierto sentido, olvidar resulta esencial para
la supervivencia. Pero,
¿por qué cuando realmente deseamos recordar algo, no siempre podemos
hacerlo?
Existen varios factores involucrados en esto, pero la lista es menos
simple de lo que se podría
imaginar. “Sucedió hace tanto tiempo”, solemos decir, y, no obstante,
ninguna evidencia científica
puede probar que el tiempo causa el olvido. Las habilidades aprendidas,
tales como andar en
bicicleta, conducir un auto y nadar se recuperan rápidamente después de
largos períodos de
abandono. Todos podemos recordar sucesos de la infancia -en realidad, las
personas mayores
narran con más claridad los recuerdos de su infancia que los hechos más
recientes. Quienes han
estado solos cierto tiempo -existen muchos exrehenes y ex-prisioneros que
han dado una gran
información al respecto- suelen redactar sus memorias, basándose en
incontables experiencias
pasadas, evocando piezas en prosa y en verso que aprendieron muchos años
antes. Al contrario
de lo que se piensa, el tiempo no borra nuestras experiencias pasadas.
Pero el tiempo se halla relacionado indirectamente con el proceso del
olvido. Puede ocurrir que,
durante cortos períodos de tiempo, algo interfiera con el establecimiento
de la información en los
almacenes de la memoria. Tal vez algo sorprendente sea lo negativo que
resulta aprender algo
similar a la información que se trata de recordar. Pruebe con este
sencillo experimento para
demostrar este efecto:
Copie las doce silabas “sin sentido” que se muestran en la Lista 1 y que
un amigo haga lo mismo.
Ambos deben tardarse cinco minutos en aprendérselas. Ahora diga a su amigo
que descanse
durante cinco minutos mientras usted trata de memorizar la Lista 2. Para
finalizar, intenten ambos
reproducir, en hojas por separado, las silabas de la Lista 1.
Seguramente encontrará que a su amigo le resulta más fácil hacerlo. Al
aprenderse la Lista 2 creó
una interferencia, en el establecimiento de la Lista 1 en su memoria. Su
amigo no tuvo este
problema. La Lista 2 actúa, por así decirlo, hacia atrás e influye en lo
bien que se puede recordar
la Lista 1. A este proceso se le conoce como inhibición retroactiva.
Pero la interferencia, o inhibición, también puede funcionar (al igual que
hacia atrás) hacia adelante.
A dicha interferencia se le conoce como inhibición pro-activa. Aprenda
ahora la Lista 3.
Posteriormente, como en el primer experimento, pida a un amigo que aprenda
junto con usted la
Lista 4. Como hizo antes, intenten reproducir la Lista 4 en hojas por
separado. De nuevo volverá
a perder. El aprender la Lista 3 interferirá con su aprendizaje de la
última lista -éste es un ejemplo
del funcionamiento de la inhibición pro-activa.
Lista 1
FOF, DUT, LEB, PID, HAF, ROP, SUW, BOC. RIS, BAF, GIR, HAB.
Lista 2
CIR, DAC, GIZ, WAB, POG, RUZ, HES, JUQ KIW, QON, MIB. LUW.
Lista 3
POR, GAR, NOL, GAC, LUN, REd, KEB, BIV, TUL. FID, KAC. PES.
Lista 4
LUB. MOJ. RU, KIB, HUJ, JUP, PAG, QUD, WUF, GAl, CEV. DOB.
Los recordatorios significativos
Las sílabas sin sentido, como las que acaba de utilizar, se han empleado
durante cien años en los
experimentos psicológicos. Estas silabas tienen la ventaja de carecer
relativamente de sentido. Si
hubiéramos usado palabras relacionadas con su ocupación, varios factores
hubieran intervenido en
el sencillo experimento que acaba de realizar. O suponiendo que su amigo
es un canadiense de
habla francesa y que usted no tiene ningún conocimiento de ese idioma,
¿habría sido justa la
prueba si se hubieran empleado una docena de palabras francesas comunes?
Sin embargo, aun las silabas sin sentido tienen cierto tipo de significado
o familiaridad. Usted verá
que una lista de palabras tales como ZOP, POB, ING, HAN, es mucho más
fácil de recordar
que, por ejemplo, UOY, KFI, PWK. La memoria opera con base en la
significación yen la
posibilidad de pronunciar las sílabas, y, aun cuando ambas listas carecen
totalmente de sentido, los
“sonidos” del primer grupo parecen tener más sentido que los del segundo
-pues los primeros se
hallan representados por secuencias de letras que aparecen en la mayoría
de los idiomas
europeos.
Otra razón que explica por qué nuestra memoria puede darnos malos
resultados, ya ha sido
mencionada en la historia del niño que perdió el sentido a consecuencia de
un golpe. Su memoria
creó un recuerdo inexacto. Los entrevistadores hábiles saben que solemos
“recordar” material que
en realidad hemos inferido de lo que se nos ha dado previamente. Los
abogados son
particularmente sensibles a este aspecto de la memoria al interrogar a un
testigo. La pregunta:
“¿Vio usted a alguien atacar a la anciana?” puede provocar un recuerdo
bastante diferente al que
se produciría al preguntar: “¿Vio usted a un hombre atacar a la anciana?”
Hay un experimento que prueba este punto. A unos estudiantes se les mostró
una película en
donde se produce una colisión entre dos automóviles y luego se les pidió
calcular la velocidad a la
que iban. Aun grupo se le preguntó: “¿A qué velocidad iban cuando se
hicieron pedazos?” y al
otro: “¿A qué velocidad iban cuando se produjo la colisión?” Debemos
recordar que ambos
grupos vieron la misma película. ¿Podrían las diferentes palabras -“se
hicieron pedazos” y “se
produjo la colisión”- alterar su recuerdo de la velocidad? La respuesta es
“si” -y el efecto fue
notorio. El primer grupo (se hicieron pedazos) hizo un cálculo promedio de
65 km por hora y el
segundo (se produjo la colisión) sugirió unos 50 km por hora.
Los trastornos
La significación y la organización se notan claramente en los trastornos
anormales como la amnesia
y la fuga. La fuga -período de tiempo durante el cual el paciente puede
trasladarse a otra ciudad y
comportarse de una manera poco común- es un caso extraño de disfunción de
la memoria.
Cuando la víctima de la fuga “vuelve en sí”, olvida todos los sucesos
ocurridos durante el ataque,
el cual algunas veces puede durar bastante tiempo. La fuga y los sucesos
acaecidos durante ésta
parecen estar relacionados con los procesos extremadamente complejos de la
inhibición y la
ansiedad. A las victimas se les brinda una nueva vida por un breve lapso
de tiempo -sin ser
responsables de sus actos. La amnesia (una pérdida menos específica de la
memoria) puede
resultar de un daño cerebral, pero algunos casos de amnesia aparentemente
también son
consecuencia de la represión de recuerdos.
La represión, en la cual se “bloquea” a la memoria, no siempre es una
incapacidad grave. Se ha
informado de casos extremos de amnesia en los cuales el paciente ha
mantenido una vida
evidentemente normal. Sigmund Freud sostuvo que todo olvido (además de las
equivocaciones
involuntarias y los “lapsus linguae”) tienen un motivo. Olvidamos muchas
cosas que nos serían
embarazosas o perjudiciales y reprimimos” los episodios de nuestra niñez
que pudieran hacernos
sentir ansiedad o culpabilidad.
Aun cuando la teoría de Freud no se puede corroborar científicamente ni
abarca tanto como se
había sugerido, tiene algo de verdad -una cierta exactitud pragmática que
la mayoría de nosotros
reconoce. La ansiedad puede hallarse involucrada en algunas fallas simples
de la memoria. Piense
en el escurridizo nombre que escapa de su mente justo cuando lo necesita.
Está ahí, en la punta de
la lengua y, sin embargo, mientras más se esfuerza por recordarlo, más
desesperado se siente y es
menos probable que lo logre.
Si no lo puede recordar, deje de preocuparse. Conforme su ansiedad
disminuya, probablemente el
nombre emergerá hasta su conciencia.
No complique el asunto
La memoria, por tanto, se encuentra claramente influida por el carácter de
la información que se
desea recordar, por nuestro estado mental, así como por varios factores.
También es importante la
situación en que nos encontremos al memorizar la información. Los
conceptos de inhibición
retroactiva y proactiva establecen claramente que el aprendizaje se debe
realizar a una velocidad
constante. Si necesita saber algo en la mañana, apréndalo antes de irse a
dormir. Y no “complique
el asunto” con hechos innecesarios. Endel Tulving, psicólogo de la
Universidad de Toronto, ha
explorado los factores que ayudan a recordar o impiden hacerlo cuando una
persona tiene sólo
unos cuantos segundos para asimilar listas de palabras (Tulving, 1978).
Sus resultados son
fascinantes, a no ser por su complejidad.
Algunas personas pueden recordar las palabras presentadas de esta manera,
si se les pide que lo
hagan en la misma habitación donde las aprendieron. Otros lo hacen mejor
si se les dan “claves”
sin relación alguna con las listas, etc. Tulving sostiene que el recuerdo
es un proceso constructivo,
el cual depende de las “huellas de la memoria” mismas y del “ambiente
cognoscitivo” de la persona
que va a recordar, en el momento de realizar dicho proceso. La memoria se
relaciona con el
“estado general de la mente” de la persona, insistiéndose una vez más en
la importancia de la
organización y del significado.
Año tras año, a medida que los especialistas llevan a cabo complicadas
investigaciones, la
memoria va surgiendo como la más asombrosa de todas las facultades
humanas. En realidad no se
puede esperar una explicación sencilla acerca de una facultad que nos
sitúa en el tiempo y registra
nuestra propia individualidad y de la cual depende, en términos reales,
nuestra percepción de “la
vida”.
Aún cuando en la actualidad falta llegar a una explicación definitiva
acerca de la fisiología de la
memoria, desde el comienzo de la historia los seres humanos han
comprendido bastante bien
cómo funciona en la práctica y han desarrollado métodos para hacerla más
eficiente. Las reglas
para lograrlo son pocas: evitar la ansiedad y organizar el material que se
va a memorizar.
Para decirlo más claramente, la ansiedad es enemiga de la memoria y la
relajación, su amiga. Si se
encuentra encerrado y se siente tenso, descanse unos minutos antes de
intentar memorizar hechos
importantes.
Después, organícelos. Al organizarlos antes de su “asimilación”, usted
aumenta la eficiencia del
almacén de su memoria -podrá recordarlos mejor. No trate de memorizar
cosas que no entienda;
dése tiempo para entenderlos y organizarlos.
Formas para mejorar la memoria
Pruebe algunos trucos de memorización, tan útiles ahora como cuando los
utilizaron los oradores
griegos. Existen muchas variaciones sobre las tres estrategias
mnemotécnicas básicas: el contexto y
las imágenes, la visualización y las frases mnemotécnicas. Todas mejoran
con el uso y se basan en
la asociación -la cual es otra forma de decir organización.
El contexto y las imágenes. La memoria se puede incrementar hasta siete
veces más, siempre que
haya un contexto apropiado. Tomemos como ejemplo una lista de compras.
Usted necesita:
zapatos, cerillos, peras, una coliflor, unas pasas y un cinturón. Mezcle
todos estos artículos
inconexos en una historia sencilla -a fin de relacionarlos dentro de un
contexto. Cuanto más raro y
gracioso sea el juego de palabras, tanto mejor -¡le será mucho más fácil
recordar! He aquí el final
de nuestro ejemplo:
“Necesitas zapatos, pero “¿esperas encontrarlos del color de los cerillos?
No sé, pero, si pasas
por la tienda esconde en tu cinturón una coliflor y me la traes.’’
Esta es una de las pocas técnicas donde las estrategias o historias más
extrañas dan muy buenos
resultados.
Las imágenes visuales son otra técnica muy útil. Imagine una habitación
que conozca bien, o un
jardín -o bien un mapa o una casa de muñecas. Una vez ubicado, simplemente
“esconda” los
hechos en diferentes lugares de la habitación. Cuando necesite
recordarlos, reconstrúyala en su
mente y búsquelos. Ahí estarán.
Las siglas representan la estrategia más usada por los estudiantes de
psicología que desean
recordar una forma de clasificar las diferentes psiconeurosis: ¡AH! PAN
HOF. Las letras iniciales
actúan como percheros donde se “cuelgan” las neurosis: la Ansiedad, la
Hipocondría, la
Personalidad múltiple, la Amnesia, la Neurosis depresiva, la Histeria
conversiva, las Obsesiones
compulsivas y las Fobias.
Para casi todas las listas, que los estudiantes deben aprender, hay una
oración que se ha vuelto
tradicional. Pero muchas son tan vulgares que no las podemos reproducir.
La elaboración de sus
propias frases mnemotécnicas constituyen una actividad divertida, la cual
aumenta la eficacia de
esta tan notable capacidad del cerebro humano.
Aquí se presentan algunas guías más para obtener un aprendizaje más
efectivo:
¿El todo o las partes? ¿Es más sencillo aprender un poema de 12 líneas
como un todo o como
12 líneas independientes? En este caso, el método total es mejor que el
parcial. Pero esto no
siempre es así, como podría confirmarlo cualquier jugador de tenis. El
aprendizaje de los golpes y
tácticas de movimiento, por separado, mejora la calidad del juego en
general.
La práctica general o distribuida. Aprenda un poco cada vez, en lugar de
hacerlo todo de
golpe. Si puede dedicar dos horas al día para aprender algo, divida su
tiempo en porciones de
media hora. Es obvio que el cerebro necesita tiempo para considerar la
información de entrada y
registrarla en el banco de memoria a largo plazo. Estudiar antes de dormir
también parece
aconsejable.
La retroalimentación. Examinar el proceso de aprendizaje permite localizar
el problema en el
momento en que ocurre, asimismo hace más emocionante el aprendizaje; la
expectativa y la
curiosidad son factores importantes que estimulan el proceso.
No es sólo una caja de registro
A lo largo de este capítulo se ha insistido en dos temas relacionados: la
organización y el
significado. La memoria no es simplemente un sistema de almacenamiento de
hechos y
experiencias inconexas entre sí: se trata de un proceso dinámico que opera
con una mayor eficacia
sobre el material significativo y bien organizado.
En los dos últimos capítulos hemos visto que nuestra capacidad para
aprender, nuestra
susceptibilidad al condicionamiento clásico y operante, así como nuestros
recuerdos, nos capacitan
para enfrentarnos a la vida. Estas facultades nos permiten llevar una vida
fructífera y llena de
satisfacciones. ¿Qué nos hace decidir exactamente cuál será la vida
fructífera y satisfactoria, y qué
nos lleva a conseguirla? En el capítulo 5 se analiza el tema de la
motivación humana.
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