MILAGROS
Una línea de
nombres femeninos de gran arraigo en España, son las advocaciones locales
de la Virgen María, que hacen referencia a leyendas sobre apariciones y
milagros de la Virgen, conservadas y celebradas con gran amor por los
pueblos, por ser parte de sus caracteres diferenciales. Así uno espera
encontrarse las Montserrat y las Nurias en Cataluña, las Macarenas en
Andalucía, las Gados en Almería, las Guadalupes en torno a Guadalupe y
no digamos en Méjico.
Una de las varas de
medir el valor del nombre, son las fiestas que en torno a él se celebran.
Es natural, por tanto, que los nombres de los santos locales gocen de gran
predicamento y se impongan a los hijos, porque ésa es una manera de
residenciar en ellos, mediante el nombre, los valores en que se sustenta
la colectividad de la que forma parte. Ése es el caso también de los
nombres de la Virgen, la gran "divinidad" femenina del
cristianismo, que cada pueblo ha intentado hacerla suya mediante las
leyendas de apariciones y milagros. Respetables y venerables en grado
sumo, puesto que son la afloración de un sustrato cultural de largos
milenios, teñido de cristianismo y de humanismo.
Igual que existen en
todo el mundo católico centenares de imágenes de la Virgen que reciben
culto por estar relacionadas por la tradición y la leyenda, con milagros
y apariciones, en este caso se trata de una imagen mucho más pequeña,
pero muy significativa: la medalla.
La devoción a La
Medalla Milagrosa tiene su origen en varias apariciones de la Santísima
Virgen a Zoa Laboure, monja de la Caridad de San Vicente de Paúl, en
1830. En una de ellas la Virgen estaba de pie sobre un globo y llevaba
otro en las manos; de sus dedos salían rayos de luz. La monja explicó
que alrededor de la figura de la Virgen había visto un marco ovalado con
una leyenda en letras de oro que decía: "Oh María, concebida sin
pecado, ruega por los que acudimos a ti"; y en el reverso, la letra
"M" surmontada de una cruz, y debajo los Sagrados Corazones de
Jesús y María. A raíz de esta aparición se acuñaron por millones las
medallas de esta característica, que con el mismo valor de objeto
religioso que los escapularios, se llevaba en el pecho, colgada de una
elegante cadena, como "amuleto" protector. Los muchos prodigios
que se atribuyen a esta medalla quienes la han llevado, han hecho que se
le diera el calificativo que tiene. El Papa León XIII, en 1894 instituyó
una fiesta con oficio y misa especiales de la invocación de la Inmaculada
Virgen María, con el título de Medalla Milagrosa.
Éste es uno de los
casos más claros de nombres que se imponen por la fe en su virtud y en su
acción benéfica. Es un orgullo llevar un nombre con el que sabes que tus
padres han querido atraer sobre ti dones y bendiciones. ¡Felicidades!