Pinte una bandeja
de horno grande
con mantequilla
fundida o aceite.
Disuelva la
levadura en
agua templada.
Tamice 4 tazas de
harina, la sal,
y el
azúcar
en un cuenco
grande; haga un
hueco en el centro
y vierta en
él la
mantequilla, los
huevos batidos y
la levadura
disuelta.
Espolvoree
esta mixtura
con un poco de
harina, cúbrala
con plástico
transparente
y
déjela
reposar 10
minutos
o hasta que
la levadura
espume.
Añada
el agua
extra y
remueva
hasta que
todo esté bien
mezclado.
Bata
con una
cuchara
de madera
5
minutos. Agregue
harina de la
sobrante hasta
obtener una masa
blanda. Trabaje la
masa sobre una
superficie
ligeramente
enharinada 10
minutos o hasta
que esté fina y
elástica. Póngala
en un cuenco
engrasado con
aceite; pinte la
superficie con
mantequilla
fundida o aceite.
Tape y deje
reposar en sitio
templado
1 hora
o hasta que
haya subido por
completo. Golpee
la masa
y trabájela
1 minuto más. Divídala
en dos mitades y
deje una de ellas
en el
cuenco; tape
con plástico
transparente y
deje que suba otra
vez mientras
prepara el primer
CHALLAH. Divida la
otra mitad en
3 partes
iguales. Enróllelas
en forma de
cuerdas de 3 cm de
grosor y 30
cm de
longitud. Colóquelas
una al lado de
otra sobre la
bandeja de horno
y tréncelas.
Pellízque las
puntas y dóblelas
hacia abajo para
pegarlas. Cubra la
trenza y déjela
reposar 45 minutos
o hasta que haya
subido por
completo.
Actúe
del mismo modo
con la mitad
restante y déjela
reposar para
que suba
mientras
la primera
está en el
horno.
Precaliente el
horno a 180º
C. Pinte el primer
challah con la
yema de huevo
mezclada
con agua
y espolvoréelo
con las
semillas de sésamo.
Hornéelo 35-40
minutos
o hasta que
el pan esté
dorado y suene
hueco al golpear
la base
con los
nudillos. Enfríelo
sobre la rejilla
metálica. Hornee
el segundo challah
y déjelo enfriar.
NOTA:
Suelen
prepararse dos
hogazas de este
pan judío para
la celebración
de la
cena
del
SABBATH. Si lo
prefiere, también
puede
hacerse un
único challah
de mayor tamaño.
Se conserva
hasta 4 días en
un recipiente
hermético y 1
mes en el
congelador.
Lidia
Cira
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