LAS
COSAS Y SUS NOMBRES
PATERNIDAD
La palabra padre nos
viene de inmensamente lejos, pero sólo podemos controlar su
significado desde muy acá. Procede del latín pater / patris,
que significa padre, que a su vez viene del griego pathr / patroV (patér
/ patrós), que seguimos traduciendo igual. Una palabra que se ha
mantenido invariable durante más de tres milenios (que podamos
constatar), mientras la realidad que con ella denominamos, ha cambiado
de forma sustancial.
No se ha podido fijar el
significado original de padre; pero los que hurgan en las palabras
antiguas tienen la sospecha de que pudiera significar en un principio
"sacrificador", refiriéndose a la función de sacerdote doméstico
que tenía el padre en tiempos remotos y que en ese caso sería
percibida como la principal de sus funciones. Lo que sí está claro
es que no significa "engendrador", que es el significado
clave que tiene actualmente. Y no lo significaba porque no era ésa la
sustancia de la paternidad, sino el dominio, cuya más alta expresión
está en el sacerdocio. La sustancia de la paternidad estuvo en la patria
potestas, sobre la que están montadas, todavía hoy, las
relaciones paternofiliales. Cuando se habla de "pruebas de
paternidad" nos referimos exclusivamente al acto de engendrar,
porque ésa es para nosotros la quintaesencia de la paternidad que,
por otra parte no es fuente de derechos, sino de obligaciones.
La paternidad es el
mayor invento social de la humanidad, no superado todavía por ningún
otro, ni siquiera por el Estado. Es probablemente anterior al
matrimonio. El más antiguo paterfamilias romano es
mucho más el jefe del pequeño Estado que forma su casa, que el padre
de sus hijos. Ni siquiera los llama hijos, sino líberi
"libres". La palabra hijo parece que en origen significa
"mamón" (ver web 12-2) y sólo tiene que ver con la
madre, no con el padre. No se parece por tanto en nada el padre de
hoy, al padre romano del que tomó el nombre.
Llegar a la condición
de hijo de padre no ha sido cualquier cosa. No nos vino por
generación espontánea. En realidad, al principio la generación nada
tenía que ver ni con la paternidad ni con la filiación. Es decir que
el simple hecho de engendrar no devengaba obligaciones ni derechos de
paternidad, ni el simple hecho de ser engendrado constituía al nacido
en acreedor de derechos respecto al engendrador. En el derecho vigente
quedan todavía reliquias de esos principios.
El gran problema por el
que había que resolver el doblete paternidad - filiación, era la sucesión.
Para evitar en cada generación una guerra de sucesión (cosa que por
otra parte ocurre con todos los animales de manada y de rebaño), había
que constituir un heredero (de la raíz griega <erwV / héros,
que nos sitúa en la idea de "héroe", "señor", "herr").
El paterfamilias tenía que constituirse en pater
de aquel que eligiese como heredero.
FILIACIÓN
Ha sido largo el recorrido de la
humanidad hasta llegar a construir la relación padre-hijo. El fundamento
biológico que hoy damos como evidente, no es más que el cimiento
aparente sobre el que se construye esta relación, de manera que tanto
las leyes basadas en el derecho romano como en el germánico, reconocen
el derecho de paternidad en favor del padre "legítimo" (el que se ajusta
a la ley, es decir el que está legítimamente casado con la madre) cuando
viene a disputarle ese derecho un padre "biológico". La relación
paterno-filial no es un invento de la naturaleza, sino de la ley. Pero
antes de entrar en materia es preciso hacer un largo itinerario entre
brumas y espesuras léxicas, para ver de dónde nos viene la palabra hijo.
Divagando por entre el grupo con el que
de cerca o de lejos ( más de cerca que de lejos) está emparentada la
palabra filius de la que procede hijo (la h es el recuerdo de la
antigua f y a la j nos empujaron los árabes) hemos de pasar por el
tronco común fer-fert, con el significado de "llevar". Derivada
directamente del tronco, tenemos fértil, que significa "la que
lleva (fruto)". Totalmente contigua en forma y en significado (cerca del
supino fertus), tenemos fetus -a, adjetivo que
significa "cargado -a de fruto", "fecundado -a", "preñado -a". Fetus
ager es un campo sembrado; fetum pecus, un rebaño preñado. El
sustantivo fetus designa la acción de parir, el parto, la puesta
de huevos. El verbo fetare significa poner huevos, y también
fecundar. La fetura es el tiempo de gestación y también la prole,
la cría. Fetalia son las fiestas natalicias. Le cae cerca también
el adjetivo fecundus -a -um (relacionado con la raíz indoeuropea
dhe, con el valor de mamar, ordeñar), el verbo fecundare y
el sustantivo fecunditas, que han pasado a las lenguas románicas
como términos cultos, manteniendo el mismo significado que en latín. Y
rondando por ahí cerca, felix y femina. El adjetivo
felix, del que derivará el concepto de felicidad, vuelve a
significar fértil, fecundo, cargado de frutos. Felicitas
significa, naturalmente, además de felicidad, fecundidad, fertilidad, y
felicitare significa "hacer feliz". Y por fin el último término
contiguo a felix es felare o fellare, que significa
chupar, mamar.
De todo este recorrido se saca una
conclusión clara: que el concepto de fertilidad y fecundidad están
representados en latín por las palabras fertilis, fetus, fecundus
y felix. Que la contigüidad de felatio con felicitas
sería muy raro que fuese accidental. Y finalmente que atrapados en esa
maraña, sin tener bien definido cuál es su lugar exacto, están los
férminos filius y femina, que han de tener relación con la
idea de fecundidad o la de mamar (activo y pasivo) y todos ellos
derivados del tronco común fero, que significa llevar (en sus
formas de capacidad, actividad, pasividad).
He intentado colocar la palabra hijo en
su marco léxico y semántico. El próximo viernes entraré en materia. Me
ocuparé de la relación semántica fetus - filius, y si queda
espacio, analizaré las posibilidades de que filius tenga que ver
con felare.
PADREnuestro
El padrenuestro es un referente clave en el
desarrollo de los conceptos de paternidad, filiación y fraternidad
(concepto este último cuya defensa adoptó como propio la Revolución
Francesa). Un faro que ha iluminado las relaciones humanas esenciales a
lo largo de casi dos milenios. Los conceptos de paternidad y filiación
que en él se contienen, sólo muy recientemente han sido superados, y tan
sólo por algunas culturas; en cambio, la idea de fraternidad que del
padrenuestro se deriva, tiene todavía un largo camino que recorrer.
El cristianismo viene a tomar el relevo de la religión
y de la cultura romana (basada en la dominación). La Ley de las XII
tablas (aprox. 450 a. C.) tiene que advertir que el padre perdería la
patria potestad sobre el hijo si lo vendía por tercera vez. Por
mucho que evolucionase este modelo de paternidad basado en la propiedad
y en la potestad, no podía llegar muy lejos. Lo que hace el cristianismo
es romper con el sistema de dominación como inspirador de la paternidad,
para iniciar el largo camino hacia las actuales relaciones
paterno-filiales.
Pero esta revolución tiene un segundo aspecto,
igualmente trascendental: da un gigantesco paso adelante en la relación
del hombre con Dios instituida por Moisés para el pueblo judío. La
fórmula que adoptó Moisés para conseguir apartarlos definitivamente del
círculo vicioso dominadores / dominados al que estaban condenados todos
los pueblos, fue prohibirles dominar a otros pueblos y mezclarse con
ellos por una parte; y por otra, imponerles a Dios como único dueño y
Señor al que servir y adorar, a fin de alejar de la inclinación a la
esclavitud (íntimamente relacionada con la adoración) a aquel pueblo de
esclavos arrebatados al faraón. El cristianismo perseguía el mismo
objeto: dar cerrojazo a la esclavitud en que vivía la mayor parte de la
humanidad, incluído el pueblo judío, pero mediante una nueva fórmula,
que convertía a Dios en Padre de toda la humanidad, no de un solo
pueblo, y a todos los hombres de todos los pueblos de la tierra en
hermanos.
La circunstancia histórica fue decisiva para esta gran
revolución. Uno de los aspectos más notorios de la decadencia del
imperio romano fue la desintegración del sistema esclavista. Infinidad
de dueños no podían mantener a sus esclavos, otros muchos, por
influencia del cristianismo, decidieron manumitirlos legalmente. La
fórmula más ágil era la de la adopción. Bastaba que ante testigos el
señor llamase a su esclavo "hijo" y éste a su vez le respondiese
llamándole "padre" para que legalmente quedase libre, por haber pasado a
la condición de hijo adoptivo. Esta llegó a ser la fórmula más empleada.
Y este paso de la condición de esclavo a la de libre, es la que hace
inteligible para nuestra mentalidad el Padrenuestro. Estos esclavos
manumitidos se veían obligados a pedir a su "padre" el pan de cada día,
el perdón de las deudas en que incurrían y la protección para no pasarse
a la delincuencia. Desde esa circunstancia se entendía muy bien la
conversión de Dios de Dueño y señor (judaísmo) en Padre común de todos
(cristianismo).
DESHONRAR
Del latín honor (plural honores),
procede nuestra palabra y nuestro concepto de honor, una palabra que no
ha experimentado variación ni en la forma ni en el contenido. Ya en
latín se bifurca el significado en plural, de manera que honores (rendir
honores, tributar honores) corresponde a la forma ritualizada del honor.
Precisamente este plural ritualizado induce a pensar que el honor
(palabra de cuyo origen no tenemos pistas) debió ser el conjunto de
actos de culto, reverencia y consideración que se tributaba a los dioses
y a los superiores. Se trata de un sustantivo activo, relacionado con el
verbo honrar. Y el adjetivo honrado, a pesar de ser participio perfecto
pasivo, más bien tiene valor activo, a juzgar por las huellas que ha
dejado. Así, parece que honrado es más bien el que da el honor que el
que lo recibe. Del cumplimiento del precepto que dice "honrarás padre y
madre", es el hijo que honra a su padre y a su madre, el que les respeta
como es debido, quien resulta ser por ello una persona honrada. Afirmar
de alguien que es honrado, es como ocurría en el caso de decente, que
sólo se afirma de quien está bajo sospecha de no serlo. Si la honradez
es una virtud, es porque es activa, porque aquel de quien se predica, la
practica. El latín tiene además del verbo honorare, que significa
honrar, rendir honores, ¡y también pagar! (de ahí los honorarios), el
verbo honestare, que significa igualmente honrar y además
adornar, embellecer, hermosear. En la órbita de honorare están
tanto honor y honoratus como honestus, honestas y
honéstitas. La honestas es el honor y consideración que
uno recibe, mientras la honéstitas es el decoro con que uno se
comporta. En vez de esta palabra, los romanos preferían usar honestum,
el neutro sustantivado del adjetivo honestus, a um.
La forma negativa es especialmente dura. Implica un
comportamiento agresivo. En latín ni el verbo honorare ni sus
sustantivos y adjetivos admiten la transformación en negativo. Es que de
hecho es tan absurdo como formar el verbo desadorar o descultivar. Pero
el caso es que tenemos en español deshonrar, deshonra (no en cambio
deshonrado como contrario del adjetivo honrado), deshonestidad y
deshonesto. Deshonrar lo define el diccionario de R.J. Domínguez, como
Quitar la honra, infamar. // Escarnecer y despreciar a otro
con ademanes, palabras y acciones ofensivas, indecorosas, indecentes. =
Desflorar, violentar, forzar o conocer torpemente a una mujer de buena
opinión; violar, profanar, atropellar el pudor, etc. // Seducir,
corromper. Es una peculiaridad de nuestras lenguas este género de
deshonra relacionada con la integridad sexual de la mujer. Es singular
que la honra, un concepto que llegó a alcanzar tanta relevancia en la
Edad Media, acabase significando para la mujer exclusivamente su
comportamiento sexual. Es difícil entender que esto sea así si no fuese
porque el hombre bajo cuyo poder estaba la mujer, el padre o el marido,
se sentía también él profundamente deshonrado cuando burlando sus
derechos alguien se atrevía a atacar aquello que más apreciaban en ella.
Porque las tremendas venganzas que movían por vengar la deshonra de sus
mujeres, más tenían que ver con ellos mismos que con ellas.