Tomado directamente del
adjetivo latino marinus, derivado de mare. Los significados
son los mismos que en español: "marino" y "mar". La forma femenina de este
nombre, Marina, es muy apreciada entre nosotros. En masculino tenemos
también la forma "Marín".
San Marino monje
y ermitaño, fue maestro de san Romualdo. Nos cuenta su biógrafo san Pedro
Damiano, que éste fue a ponerse bajo su dirección espiritual cuando se
hallaba retirado en un lugar desierto en Venecia. Marino era, sigue su
biógrafo, un varón sencillo y de gran pureza de alma, que quería acrecentar
mediante la penitencia. Cada día cantaba los Salmos, y cuando tuvo la
compañía de san Romualdo, salían ambos a esparcirse por aquella soledad
cantando el oficio divino. Convencieron al conde Pedro Urseolo, que acudía a
menudo a ellos en busca de consejo, para que abrazase la vida monástica, lo
que hizo el año 978 en San Miguel de Cuxá (sur de Francia). Ellos, por estar
más cerca del santo duque, se trasladaron a unas ermitas cercanas a este
monasterio, siguiendo allí su vida de soledad y penitencia. Con motivo de la
conversión del conde Oliva, que abrazó la orden de san Benito (982) y por
acompañarlo, pasaron a Italia; y dejando a éste en Montecasino, Marino
siguió hasta Apulia, donde se retiró de nuevo a la vida eremítica. Allí fue
sorprendido por los agarenos, quienes le dieron muerte (988). Se celebra la onomástica de
San Marino los días 3 de marzo, 5 y 10 de julio, 8 de agosto, 4 de
septiembre y 26 de diciembre.
San Marino de
Arbe, anacoreta, murió el año 395 en Titano, cerca de Rímini (Italia). Era
originario de Dalmacia, donde ejercía el oficio de picapedrero. Viajó a
Italia y se retiró en una ermita cerca de Rímini, según cuentan sus
hagiógrafos, huyendo de una mujer que le asediaba. Sobre esta ermita se alzó
un monasterio y en torno a él una ciudad, que con el tiempo se convirtió en
un minúsculo reino italiano que aún subsiste: San Marino, hoy convertido en
pequeña república independiente, mucho más reducida que Andorra, y que tiene
a San Marino como patrón.
Dos papas han llevado el
nombre de Marino, si bien figuran en el nomenclátor papal con el nombre de
Martín. Marino I (Martín II) presidió el IV concilio de Constantinopla
(869-870), en que se condenó a Focio. Sucedió a Juan VIII pero, oponiéndose
a la actuación de éste, rehabilitó al papa Fermoso. El emperador Basilio,
discípulo de Focio, nunca llegó a reconocer a este pontífice. Murió en Roma,
el año 844. Marino II (Martín III) restableció la dignidad de Vicario
Apostólico en la Germania y la Galia. Murió el 946.
Desde el primer Marino que
nos registra la historia, un valiente centurión romano que el año 249 antes
de Cristo se proclamó emperador, hasta el día de hoy, han llevado este
nombre tan evocador, santos, papas, filósofos, científicos y literatos. Y la
bella república de San Marino. ¡Felicidades!