EL MATRIMONIO, PRIMER CONTRATO DE LA HUMANIDAD
 

Fijémonos en nuestra cultura, que se nos mete por los ojos y los oídos a través de las palabras. El munus (oficio, prerrogativa, responsabilidad remunerada) tuvo que ser la primera fórmula de contratación y compromiso que registra la lengua latina. Y el primero de todos ellos, el de madre, sin ninguna duda, con el nombre de matri-munium. 

Partamos de donde hay que partir, que es de la familia-estado, una institución política equivalente a la ciudad-estado que abundó en Grecia, pero mucho más primitiva que ésta. ¿Qué era en realidad la familia-estado? Empecemos por la familia. Quizá sea oportuno preguntarse si familia procede de fames (hambre) o a la inversa. Y en caso de que fuesen en origen palabras autóctonas que fueron a parar al mismo lexema, si fueron los fámulos los que se convirtieron en famélicos, o fue la fames (el hambre) lo que les convirtió en fámulos. Parece que si hay un camino que une ambas palabras, va de los fámulos al hambre, y no a la inversa. La familia podría ser por tanto una agrupación de hambrientos bajo la tiranía del paterfamilias; o podría ser, si nos atenemos al significado de fámulus, un auténtico rebaño de esclavos propiedad del paterfamilias. Se llama obviamente por el nombre del objeto poseído, no del posesor, que no forma parte de la familia del mismo modo que el pastor no forma parte del rebaño. 

Sospecho que algún parentesco ha de haber entre fámulus y fémina, de modo que la familia sería básicamente de hembras, como corresponde a los rebaños; pero no hay manera de fijar esa relación. Los dos únicos elementos que nos acercan a esa posibilidad son la proximidad de ambas raíces y el hecho de que se haya expresado esa realidad en un nombre colectivo femenino. En cualquier caso es cierto que las esclavas (ancillas) eran parte esencial de la familia. Pero la familia no fue una fórmula para salir del paso, sino toda una institución social, aunque tremendamente bárbara, que se fue civilizando y afinando, hasta llegar a las vísperas de su extinción frente a una fórmula social que compite con ella ventajosamente: el estado. 

El primer elemento civilizador de la familia fue el contrato de matrimonio: si el dueño y señor de aquel rebaño humano al que llamaba familia quería acabar sus días en paz, necesitaba tener un heredero seguro que evitase el vacío de poder que crearía su envejecimiento y su muerte. Se vio obligado por tanto a elegir a una de sus esclavas y distinguirla con el honor de madre del heredero. Esto se hizo mediante un ritual que tenía valor de contrato: el matrimonio, es decir la investidura de la dignidad y de las responsabilidades inherentes de madre. No por eso perdía el paterfamilias ninguna prerrogativa sobre la esposa y los hijos que de ella nacieran: tenía sobre ellos, igual que sobre el resto de esclavos, derecho de vida y muerte. Podía azotar a su mujer y maltratarla como a las demás esclavas, y podía venderla tanto a ella como a sus hijos. 

Con todo y con eso, el primer gran paso estaba dado: en el rebaño familiar había alguien con unos derechos, unos honores, y con la contrapartida de unos deberes. Se había instituido el primer contrato (esclavista aún, pero contrato) a favor de la más privilegiada de las esclavas: la que tenía el oficio de madre de los hijos del dueño y señor. Las demás no eran oficialmente madres.

MATRIMONIO HOMOSEXUAL 2 

Por respeto a las palabras, ya que no a las instituciones, habría que encontrar nombres distintos del matrimonio para extender los beneficios patrimoniales a las parejas homosexuales. Sería paradójico que cuando el feminismo se ha sacudido el oficio de madre, que es lo que denomina la palabra matrimonio, como causa de su esclavitud, lo reivindicasen justamente aquellos a quienes la naturaleza de su unión les impide el acceso a esa realidad y a ese oficio. 

Hay que insistir en que la sustancia léxica del matrimonio es el oficio de madre. Si situamos este concepto en el lugar y el momento cultural en que nació la palabra, no podemos darle más significado que el que emana de sus dos elementos. Matris es “de madre” y en ese momento se refería exactamente a eso, a hacer de madre; porque para todo lo demás el paterfamilias estaba servido a placer. Por eso todo lo que hacía la esposa fuera de su función de madre, lo hacía a más a más; aunque en cualquier caso siempre en régimen de esclavitud, porque no tenía derecho a negarse a nada que le mandase hacer o dejar de hacer su dueño y señor. 

En cuanto al otro elemento, munus, múneris, que es donde está la idea de contrato, se presta a algunas reflexiones léxicas interesantes. Por empezar viene de una forma arcaica moenus, que nos remita a moenia y munitio, del ámbito de las defensas. En realidad ese es uno de los caracteres de los oficios y de los contratos. El significado propio de munus, es de una gran amplitud, pero siempre con carácter positivo y de carácter liberal: relacionado por tanto con las actividades propias de los libres y con la liberalidad. El diccionario de Blánquez distingue 8 grupos de significado: 1. Cargo, oficio, función, empleo o servicio público 2. Obligación, deber, carga, cuidado. 3. Ocupación, trabajo realizado (el resultado), obra. 4. Gracia, favor, servicio prestado, beneficio. 5. Don, regalo, presente. 6. Deberes de los deudos con los difuntos, exequias, funerales. 7. Espectáculos públicos, fiestas, juegos (se aplicaba en especial a los combates de gladiadores). 8. En plural (múnera) y relacionado con obras, edificios públicos construidos por un particular. 

Conviene tener a la vista que uno de los derivados más potentes de munus es múniceps, munícipis, del que nació el concepto de municipio. Y múniceps (de munus y capio) es el que tiene derecho a gozar de los múnera (oficios, cargos, beneficios, etc.) del ciudadano, es decir del hombre o mujer libre. 

Ahí están por tanto en la palabra matrimonio los dos elementos que la forman: la maternidad y el oficio, el deber, el honor, el don, el privilegio. Pero ambas ligadas y condicionadas entre sí: el oficio, el privilegio, el deber, lo que otorga el estatus de libertad es el ejercer de madre. A las esclavas no se les reconocía ese derecho: aunque pariesen ni a ellas se las consideraba madres, ni a lo que parían se le consideraba hijos. Eran incremento de la propiedad. Por otra parte la que adquiría la condición de madre lo era de por vida: eso era una categoría social, un rango, un munus, el munus matris: la categoría, el don, el privilegio, el deber de madre. ¡Y cuánto de ese honor conserva todavía hoy la madre