DECADENCIA DEL SEXO GRATUITO 

Es obvio que cuando en cualquier cultura hablamos del precio ya sea directo o indirecto del sexo, nos referimos siempre a la situación del mercado global del sexo, en el que la oferta (el sexo femenino) es a todas luces insuficiente, frente a una demanda (el sexo masculino) que en todas las culturas y en todos los tiempos ha estado desbordada. Eso ha hecho que el sexo escaso siempre tuviese un precio: en todas las culturas y en todas las épocas. Hablar por tanto de precio del sexo, es hablar de cuánto ha de pagar el hombre para que la mujer satisfaga sus deseos sexuales. Nunca a la inversa. 

Si la naturaleza se hubiese planteado satisfacer por igual el apetito sexual del macho y de la hembra, hubiese tenido que diseñar las especies de manera que naciesen muchos menos machos que hembras; porque mientras el ciclo sexual del macho es de cortísimo recorrido (empieza en la copulación y termina en la copulación), el ciclo completo de la hembra abarca la copulación, la gestación, el parto y la lactancia; lo que a efectos de satisfacción sexual deja al hombre fuera de juego y con el reloj sexual descompuesto la mayor parte del tiempo. 

Pero la naturaleza es sabia, y no fue esa su cuenta, sino que tan sólo una ínfima minoría de machos alcanzasen la madurez sexual. El resto estaban destinados a ser sacrificados para alimentar a la especie inmediatamente superior, a su depredador. Por eso no se planteó el equilibrio sexual de la especie macho a macho y hembra a hembra, sobre todo en las especies gregarias (y la humana lo está siendo cada vez más). De esa economía del sexo y de la vida, resulta que los machos son prescindibles en su inmensa mayoría a efectos de función reproductiva. Sencillamente, sobran. Las hembras en cambio son todas ellas imprescindibles. Así de simple y coherente es la economía de la vida: para que no falten machos que sacrificar a la especie superior, es preciso respetar las hembras sexualmente capaces y dejarlas vivir, porque ellas son las proveedoras de machos para el sacrificio. Y de paso la naturaleza, mediante este procedimiento de selección, elimina no sólo de la reproducción sino también de la vida, los machos menos capaces para la vida y por tanto para la reproducción. El que cae antes es porque es menos capaz. 

El problema se agravó en extremo cuando la propia especie humana se bifurcó para convertirse una minoría en especie superior, depredadora por tanto. Pero lo peor de lo peor fue que al volverse inteligente y calcular, descubrió que le salía más a cuenta ser cultivador que depredador, del mismo modo que es más productiva la ganadería que la caza, y la agricultura mucho más rentable que la recolección. 

No hubiese tenido mayor trascendencia esa revolución tan trascendente, de no ser porque la ausencia de una especie depredadora que limitase desde fuera el crecimiento de la especie humana, hizo que éste fuese imparable. A partir de ahí los problemas de supervivencia se resolvieron siempre a costa de la misma especie: no paró de crecer el eslabón inferior, formado por hembras para la reproducción y machos para el consumo, porque a costa de él se sustentaba el eslabón superior, el hombre depredador. 

HÍBRIDO 

Palabra heredada del latín en la forma híbrida, ae con el significado de hijo de padres de diversos países o de diversa condición (para los romanos esto era una ubriV (hýbris). Al pasar al español tomó forma masculina y cambió de significado, aplicándose a los animales o plantas obtenidos mediante el cruce de dos individuos de distinta raza, especie o género. Para los cruces entre distintas razas se habla más propiamente de mestizaje. Se aplica por analogía este término para referirse a la mezcla de cualesquiera cosas de procedencia o naturaleza distinta. Hasta aquí los valores actuales de la palabra; ¿pero cuál es su origen? Y sobre todo, ¿qué tienen que ver estos significados con su origen? 

La ubriV (hýbris) es toda una institución en la lengua y en el alma griega. Es la desmesura, es todo aquello que sobrepasa la justa medida. Como pasión del alma es el orgullo y la insolencia: éste es el nombre que da Homero a la actitud de los pretendientes de Penélope, que despilfarran los bienes de Ulises y se han adueñado de su casa. Se emplea como sinónimo de bia (bía), que es tanto la fuerza vital como la violencia, y suele ir asociado a ubriV (hýbris). De ahí que se emplee también con el significado de violencia, furia, ardor, ímpetu excesivo. 

El verbo ubrizw (hybrítzo) perfila y amplía el significado de este grupo léxico, que se centra en los excesos, aunque sea en lo bueno. Es agresivo para los demás el que uno haga ostentación de todo aquello en que los sobrepasa. El verbo significa por tanto comportarse con orgullo, arrogancia y desenfreno, actuar violentamente, entregarse a excesos, especialmente contra las personas (la ubriV (hýbris) era especialmente condenada cuando tenía la forma de malos tratos y crueldad con mujeres y niños). Aplicado a las plantas significa abundar, pulular. Y luego se amplía el significado hacia los excesos delictivos, crímenes por tanto. En Atenas el nomoV ubreoV (nómos hýbreos) era la ley que castigaba cualquier violencia o crueldad contra un ciudadano. 

¿Cómo llegamos pues a los híbridos? El adjetivo ubristikoV (hibristikós) (que se aplicaba tanto a la persona que se dejaba llevar por los excesos, la insolencia, la fogosidad, la violencia y la arrogancia, como a la vegetación lujuriante) nos da una nueva pista. En efecto, en horticultura los híbridos presentan alteración de la fertilidad, que unas veces lleva a severas limitaciones de ésta, y otras a la exuberancia de crecimiento, a la floración más temprana y abundante, a una mayor producción. Y como la selección apunta obviamente en esta dirección, he aquí que se aplicó la denominación de híbridos a las plantas que destacan por su insólita exuberancia, cosa que no puede conseguirse más que mediante la hibridación

Si el término lo hubiese implantado un helenista (lo importamos del francés hybride), podríamos sospechar incluso que se refería a la ubriV (hýbris), a la violencia que se ejerce contra la naturaleza al forzar el cruzamiento de especies distintas, y al orgullo e insolencia que tal osadía comporta. Podría ser, porque la palabra lo permite; y sería una agradable sorpresa. Pero no dispongo de esa información.