PENALIZAR LOS INCUMPLIMIENTOS EN EL HOGAR

¡Albricias! Empieza a abrirse un claro entre los nubarrones que se cernían sobre el cielo matrimonial: en una encuesta dicen que muy seria realizada por el gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid, el 48% de la mujeres son partidarias de que se castigue por ley el incumplimiento por parte del marido, de su cuota en el trabajo doméstico. La base poblacional parece que son las asociaciones de mujeres (como en el informe Hite). Es el feminismo militante. Una continuación de la cuota femenina en el poder político y económico, que en el primero, como no hay que hacer balances, va viento en popa; pero en la empresa, más preocupada por los balances que por las ideas, no hay manera de que prospere. De todos modos, siendo políticos y políticas quienes han tenido tan feliz ocurrencia y quienes tendrían que aplicarla, pues hasta podría ser que llegase esta iniciativa a buen puerto. Así que ya ven la pinta que trae esto: la justicia metida ya entre perolas y entre sábanas. Si se judicializa la vida matrimonial, va a ser indispensable legislar antes minuciosamente sobre ella: la ley tendrá que determinar con claridad cuáles son los derechos y deberes de cada uno de los cónyuges, que deberán estar explicitados en las capitulaciones matrimoniales, de modo que al casarse ya dejará establecido cada uno cuáles van a ser sus obligaciones, y cuáles sus derechos. Todo ante el juez, y firmado; vamos, como si fuese un contrato o un convenio. Y puestas así las féminas (¡dicen que de momento son el 48%!), tendrán que restaurar el tan denostado y tan de capa caída débitum coniugale. ¿Habrán calculado esto? ¡Quién sabe! El caso es que si entra en casa la ley y el orden, no podrán usarlo como moneda de cambio ni como medida de coacción o de castigo; es normal que así sea, porque en cuanto la justicia asuma la responsabilidad de velar por que cada cual cumpla con sus deberes, no va a permitir que nadie se tome la justicia por su mano, ya que eso sería saltarse el principio de que nadie puede ser juzgado y castigado dos veces por el mismo delito. Así que tendrá que ser el juez, y no la mujer, quien determine cuál va a ser la pena para el infractor. Esto se va pareciendo a la versión doméstica del mundo feliz. Hay que suponer que en un momento en que la judicatura se está feminizando a marchas forzadas, tendrán la precaución de establecer una cuota masculina obligatoria en la formación de los tribunales especiales que se tendrán que crear al efecto. Si más no, por guardar la apariencia de neutralidad. En fin, a la vista está la brillantez de nuestros políticos: se han gastado unos cuantos millones para hacernos creer que la mitad de las mujeres desean que se obligue por ley a los hombres a asumir su parte en el trabajo doméstico, y que intervenga la justicia para castigar a los infractores. Menos mal que los resultados de esa encuesta están muy lejos de la realidad. Hoy por hoy, esto suena más bien a chiste. Aunque vistas las barbaridades que se hacen desde la política, más nos vale remover el tema y suscitar si no la preocupación, el regodeo. Una medida tan surrealista sería un gran paso atrás en la gloriosa carrera de la mujer en el camino hacia su liberación. Sería una más de esas cosas que tienen pinta de liberadoras, pero que a la vuelta de pocos años se convierten en un nuevo eslabón de la cadena dorada con la que nos sujetamos los unos a los otros y con el estado.

EL ALMANAQUE examina hoy el término cumplido, tanto en su valor sustantivo como en su valor adjetivo.

CUMPLIDO

Para los deberes de cortesía se inventaron los cumplidos. Para definirlos, hay que empezar por el origen: cumplir viene del latín complere, derivado de plenus que a su vez está asociado con el griego plhrhV (pléres), que significan uno y otro, lleno o más bien llenado; porque el adjetivo plenus, a, um es participio perfecto pasivo de pleo, plere, plenum (el supino, que los diccionarios silencian, tuvo que ser plenum; ¿de dónde sale, si no, el adjetivo verbal plenus?). Este verbo lo recogen los diccionarios como arcaico; y en efecto, apenas se usa, y deja lugar a los compuestos complere, explere, implere, replere, supplere. De ellos, el primero, complere, ocupó el lugar del verbo simple, funcionando el prefijo con (en este caso, transcrito cum) como intensivo. Está claro que se ha bifurcado plenus en la forma evolucionada a lleno, que mantenemos en el adjetivo y en los verbos llenar y rellenar; y el mantenimiento de la raíz ple en completar, cumplir, repleto, suplir, suplemento, y el modernísimo implementar. Pero hay que observar cómo se distancian los significados, según que los términos estén formados con la raíz llen o con la raíz ple. La primera sigue manteniendo su valor original físico de llenar; la segunda, en cambio, tiene un sentido inmaterial, y eventualmente metafórico.

Un cumplido es, según María Moliner, una atención dedicada a una persona a la que se quiere mostrar consideración (\"No me gusta que me tratéis con tantos cumplidos\"). Alabanza dirigida por amabilidad a una persona o a una cosa suya (\"No hubiera sobrado que le hubieras dirigido algún cumplido a su hija / al traje nuevo /\"). En la acepción sustantiva añade como sinónimos atención, ceremonia, pamema, pamplina. Y las expresiones de cumplido y por cumplir. En la forma adjetiva, entre otras definiciones da ésta: \"Se aplica a la persona que cumple, hasta con exageración, todas las reglas de la cortesía (\"Me extraña que no me haya felicitado N., con lo cumplido que es). En la pareja hay un reparto de papeles en cuanto a las formas gramaticales de este verbo. De la mujer se espera especialmente que cumpla; del marido, que sea cumplido. Digo especialmente, porque difícilmente se aceptan los cumplidos de la mujer, si no van precedidos del cumplir. Y los cumplidos del consorte son la forma de cumplir, la manera de equilibrar los platillos de la balanza. A la hora de cumplir, la mujer tiene muy claras las prioridades: primero cumple con la casa, y luego, si se dan una serie de condiciones, con el marido. Pero nunca a la inversa, ¡faltaría más! Esa sería una incitación a mantener un reparto desequilibrado de las cargas domésticas. Queda en pie el eterno problema: el empeño del hombre en llamar amor a toda actividad sexual; porque como ocurre con la comida, que lo mismo es tanto más sabroso y aprovecha tanto más, cuanto mejor es la compañía, así también en el sexo: lo mismo es tanto más satisfactorio cuanto mejor y más completo es el compartir. Por eso el cumplir es tan sólo una aspiración sucedánea del compartir. Porque, he ahí la paradoja, el cumplir, a pesar de que por su origen tendría que significar plenitud, no deja de ser un vacío que se llena de cualquier manera, para salir del paso, para evitar conflictos; y correlativamente, tampoco los cumplidos expresan de por sí ninguna plenitud, sino que acaban siendo un ritual de conducta que suple la auténtica plenitud con la que todos soñamos.

FRASE

Los hombres pueden dividirse en tres clases:
los que creen ser donjuanes; los que creen haberlo sido,
y los que creen haberlo podido ser, pero no quisieron.
José Ortega y Gasset

Cerca ya de Todos los Santos, es la época de recordar el personaje creado por Zorrilla, Don Juan Tenorio, que todos pretendemos llevar dentro: unos presuntamente (o presumidamente) en activo; otros dormido, y otros domado.

REFRÁN

CUMPLA YO Y TIREN ELLOS

Se trata de cumplir. Y en cuanto uno formalmente ha cumplido, queda libre de toda reprensión o reprobación. ¿Para qué más, en un mundo de formalidades?


CUÑAS PARA EL DEBATE

Es cierto que toda relación entre personas se construye sobre un equilibrio de derechos y deberes. Y también es cierto, ciertísimo, que desde que el hombre es hombre, las más pesadas cargas da la sociedad hombre-mujer han pesado sobre la mujer. Como que nuestra institución del matrimonio, hasta donde alcanza la memoria histórica, procede del robo de mujeres con el consiguiente derecho de conquista, suavizado luego por la compra, con el consiguiente derecho de propiedad.

Si no olvidamos los antecedentes, hemos de convenir en que la mujer está muy cerca de la igualdad de derechos, deberes y cargas con respecto al hombre en la sociedad occidental. Y deberíamos reconocer también que los últimos pasos en esa dirección han sido vertiginosos en comparación con la lentitud de tortuga con que se ha movido la historia.

Por eso, pretender apretar más el acelerador en cuestiones que son difíciles de cambiar en una sola generación, haciendo intervenir nada menos que a la justicia para alcanzar el equilibrio en el reparto de las cargas domésticas, parece más bien uno de esos adelantamientos temerarios, que si no sale bien, puede acabar estropeando el viaje.

Cuando aún tenemos la rémora de la ancestral dominación absoluta de la mujer por parte del hombre, que se manifiesta en la brutalidad criminal de algunos hombres; cuando la justicia es incapaz de ponerle coto a este problema gravísimo; cuando resuelve los problemas de familia que se le encomiendan con tan poca sensibilidad; ¿habremos de confiarle encima que nos resuelva el reparto de las tareas domésticas?

POESIA

MENOS TU VIENTRE

Menos tu vientre
todo es confuso.

Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.

Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo postrero
polvo del mundo.

Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.

Miguel Hernández