Confío en un solo lavado de
mentalidad para eliminación de errores
En el ciclo litúrgico cristiano hay dos largos
períodos de reflexión, que preceden a las dos grandes celebraciones de la
cristiandad. El adviento, antes de la Navidad; y la cuaresma, antes de la Pascua. Lo
sorprendente es que, posiblemente arrastrados por los ritos de purificación de
otras religiones que formaban el sustrato religioso sobre el que se asentó el
cristianismo, allí donde los textos originales dicen inequívocamente meta-nohsiV (meta-nóesis), cambio
de mentalidad, generalmente representado por la palabra conversión, se haya
traducido penitencia, aparentemente sin ningún fundamento léxico.
Reflexionando ayer sobre la indiferencia ecológica en que
vivimos, di en pensar que para crear una auténtica conciencia ecológica, habría que ir
en primer lugar a una meta-nohsiV (meta-nóesis), es decir a un cambio de mentalidad, a una
auténtica conversión y para que calase hondo, habría que asociar esa metamorfosis a un
período de auténtica penitencia (me poenitet) de arrepentimiento, de
autocastigo, de purificación.
Llegados aquí, a la relación entre conversión y
penitencia, entre cambio de mentalidad y autocastigo, entramos en un mundo oscuro, no
exclusivo del cristianismo, en el que ha acabado yendo la pena sola, sin conversión,
hasta llegar al paradigma de la penitencia por la penitencia de Tomás de Kempis: "No
quiero, Señor, vivir sin heridas, porque plagado te veo de heridas".
Quizás tenga suficientemente experimentado la humanidad
que todos los cambios de mentalidad, todas las conversiones se producen como salida a
situaciones extremadamente aflictivas, nunca a pie enjuto. Y que conversión que se
produce sin dolor, poco dura. Por eso cuando se promociona una conversión, se promueve la
penitencia. Y se espera que la conversión sea tanto más profunda y duradera, cuanto
mayor haya sido la aflicción a que se ha sometido el converso. Quizá sea realmente
inseparable la conversión de la penitencia, y por eso se hayan convertido en palabras
intercambiables o al menos complementarias. El caso cierto, constatable a través de los
respectivos nombres, es que lo que nació como conversión, pasó a ser y llamarse
penitencia.
Dando un paso más en el camino del dolor en el contexto de
la penitencia, llegamos al "arrepentimiento", que procede de "me
poenitet", intensificado mediante el prefijo -re. Y completando el
recorrido, alcanzamos la más alta cima del autocastigo en la "contrición",
intensivo del verbo "tero, trivi, tritum", que significa triturarse,
machacarse.