MARÍA
Hasta casi setenta
etimologías se proponen sobre el nombre de María. Es sin ningún género
de duda el nombre más estudiado. Es de origen hebreo, aunque pudo haber
llegado a esta lengua a partir del egipcio, igual que el nombre de Moisés.
El nombre de María aparece por primera vez en Egipto, y corresponde a la
hermana de Moisés y Aarón. Su forma hebrea es Miryam o Maryam.
Si se considera procedente del verbo Marah (dominar), María sería
la "Señora". Esta etimología queda reforzada por la afinidad
de María con el sustantivo arameo Marya’, que significa "señor".
Si atendemos al probable origen egipcio de este nombre, procedería de la
palabra Mari-Yam, que significa "amada de Yahvé", en la
que la raíz MR significa "amar", y Yam sería una
equivalencia válida de Yah, la abreviación de Yahvé, muy
frecuente en la composición de nombres. En arameo Marya significa
señor, por lo que los padres de la Virgen entenderían que el significado
de este nombre sería "Señora". O quizás mejor, considerando
la palabra Mir-yam como compuesta de Mir, contracción de Me’ir,
el que ilumina, del verbo ‘or, brillar, y de Yam en vez de
Yah, contracción de Yahvé, pudieron pensar que María significa Yahvé
ilumina o La luz de Yahvé.
La Virgen, La Virgen
Santísima, La Madre de Dios, Nuestra Señora, Santa María, son las
denominaciones más frecuentes de María. En ellas se contiene toda la
grandeza del nombre y de la persona. Lo que hace privilegiada y singular a
la Madre de Dios, es la coexistencia de la maternidad y de la virginidad.
En una época en que mujer (especialmente mujer casada) era sinónimo de
esclava, la virginidad era también sinónimo de libertad. Una mujer que
no estaba bajo la potestad de su padre y sin embargo era virgen, era una
mujer libre. No estaba sometida a ningún hombre. Y la mayor grandeza era
que no por ser libre tuviera que renunciar a ser madre. La maternidad sin
esclavitud, la maternidad en la libertad, era la condición que necesitaba
para nacer un Dios que venía al mundo a librar de la esclavitud a la
humanidad, y dentro de ésta a la mujer, tan duramente esclavizada. La
Madre de este Dios tenía que ser un prototipo y un presagio de la
libertad y de la dignidad que alcanzaría la mujer gracias a la nueva era
que con la maternidad de María se inauguraba para la humanidad. Gracias a
que con María cambió radicalmente el prototipo y el ideal de mujer, goza
la mujer occidental de un respeto y una libertad incomparablemente mayores
que en las demás culturas.
María es la
Mujer por excelencia, la Madre por excelencia. En ella confluyen la mayor
dignificación de la mujer y de la madre que han conocido las culturas y
las religiones. La Madre de Dios ha barrido del cielo a todos los otros
prototipos de mujer y de madre anteriores a ella. Y con ella nos hemos
quedado, como única divinización de la Mujer y de la Madre. El de María
es por eso el nombre de mujer más difundido entre nosotros. Y tiene la
singularidad de que siendo el más popular de todos los nombres de mujer,
sigue siendo un nombre selecto y exquisisto, un auténtico lujo de nombre.
Es una verdadera fortuna llamarse María. ¡Felicidades!