LETICIA
Entre los nombres de la alegría
es éste el más exquisito, con resonancias agrestes de origen inmemorial.
Los romanos, que fueron quienes nos legaron esta bellísima palabra, tenían
un concepto de la felicidad y de la alegría muy agarrado a la tierra.
Para ellos la alegría colgaba de los árboles en forma de fruto o cubría
la tierra cual manto verde que el sol iba dorando y granando; y la
felicidad nacía del vientre y se mantenía a los pechos. Ager laetus
= campo alegre (fértil); colles fróndibus laeti = colinas alegres
(exuberantes) de vegetación; laeta armenta = rebaños alegres (es
decir, fecundos). He ahí las primeras alegrías de nuestros antepasados.
Las que vinieron luego fueron hijas de éstas. Del adjetivo se pasó al
nombre laetitia (que los italorromanos pronunciaban letizia
(he ahí la forma italiana), y los hispanorromanos leticia (he ahí
la forma española). Y con ella denominaban, empezando por las de la
naturaleza, todas las demás alegrías que conocemos. Convertir esta
maravilla en nombre de mujer, es lo menos que debíamos hacer para
mantenerla en todo su esplendor. Hemos retirado la palabra leticia del uso
ordinario, por reservarla en exclusiva para la poesía y para la mujer.
Leticia es
uno de los nombres más antiguos y más persistentes de que gozó la diosa
Ceres. Su efigie y su nombre se perpetuaron en las monedas hasta el siglo
IV. En una moneda de oro de Antonino Pío se la representa con los
atributos de Ceres, con dos espigas en la mano y a su lado Proserpina con
una granada, y la inscripción Laetitia. En otras representaciones
aparece además con un pie sobre la proa de una nave, y el timón y un áncora,
con la inscripción Laet Fundata porque en naves llegaba a Roma el
trigo de las provincias, y en su protección confiaban no sólo los
agricultores, sino también los marinos que lo transportaban a la capital.
El desembarco del trigo era en Roma toda una fiesta que se celebraba
solemnemente en honor de la diosa Leticia. También los generales que volvían
victoriosos de Oriente acuñaron monedas conmemorativas en su honor y
celebraron grandes fiestas de triunfo presididas por su imagen. Por eso no
faltan entre los atributos de Leticia el cetro, la corona y la rama de
laurel propia de los vencedores. Y volviendo al origen mismo del nombre,
no le faltó tampoco a la diosa entre sus atributos el cuerno de la
abundancia y un niño a su lado.
El nombre de Leticia ha
dejado huella en la geografía colombiana y en la historia de las
relaciones colombiano-peruanas. Es una ciudad ribereña del Amazonas, limítrofe
entre Colombia y Perú, en torno a la que se produjo el conocido como
Litigio de Leticia, que se resolvió pacíficamente en 1934, en favor de
la soberanía de Colombia sobre ese territorio. La ciudad había sido
fundada en 1867 con el nombre de San Antonio. Es importante su puerto
fluvial. El territorio tiene 15.000 habitantes, de los cuales la mitad
viven en la capital. Leticia es sin lugar a dudas un nombre repleto de
significado, abundante en símbolos, evocador de toda clase de bienes. Un
nombre que promete y que da alegría a raudales, que recrea los oídos y
el alma y que enamora. Y un lugar selvático en el que caben fantásticos
sueños amazónicos. Es una auténtica delicia de nombre. ¡Felicidades,
Leticia!