EL ÁRBOL DE LA VIDA 

LAS VÍCTIMAS QUE SE SACRIFICAN EN LUGAR DEL HOMBRE

Igual que la lengua tiene una morfología y una sintaxis que siguen unas normas fijas y previsibles, también los sacrificios (y tantas otras realidades humanas) se desarrollan conforme a paradigmas regulares. Nunca sacrificio alguno se ha debido al puro diseño protocolario o al capricho del legislador o del ritualista. Tras todo sacrificio hay unas claves que nos permiten interpretarlo. Vaya por delante que del mismo modo que hasta antes de Newton nadie había fijado las leyes de la gravedad, tampoco se han fijado hasta hoy las leyes antropológicas de los sacrificios. Sabemos que las hay, pero vamos a tientas. 

La seguridad de que existen esas leyes nos obliga a poner suma atención en los sacrificios, empezando por los de Caín y Abel en nuestro entorno, sin descartar que dados los paralelismos establecidos a posteriori, también haya que interpretar el pecado original en clave sacrificial. De hecho la Biblia nos presenta a Yahvé RENUNCIANDO a los sacrificios humanos cuando detiene la mano de Abraham con el cuchillo del sacrificio sobre su hijo Isaac. No fue idea de Abraham (que podía haberlo sido, porque era eso lo que entonces se llevaba), sino del mismo Yahvé, al que tampoco puso reparos Abraham porque era lo más normal y corriente que los dioses exigiesen semejantes sacrificios. Y no fue anecdótica esa renuncia, sino categórica. Con ella se inauguraba una nueva forma de relación de Dios con el hombre, y al servicio de esta innovación se fundaba un nuevo pueblo con su respectivo pacto, por el que Dios renunciaba definitivamente y para siempre a los sacrificios humanos. 

Pero no quiso Dios borrar los rastros de esta antigua costumbre, porque no debía olvidar el hombre que Dios seguía manteniendo el derecho a sacrificarlo y que por pura generosidad con él (una generosidad que no practicaron los demás dioses del entorno), renunciaba a sacrificarlo. Dios no renunció a su derecho absoluto sobre el hombre, incluido el de sacrificarlo, sino tan sólo al ejercicio de ese derecho. Por eso estableció los sacrificios sustitutorios: aceptó que el hombre hiciese el canje de su sacrificio por el de sus criaturas. Mientras el hombre se dedicó exclusivamente a la cría de hombres mediante el expolio del Árbol de la Vida, de esos sacrificios tenían que participar los dioses. Pero tan pronto como aprendió a criar terneros y carneros y machos cabríos que pudieran ocupar su lugar en la mesa del altar, el Dios de Israel aceptó estos sucedáneos del hombre, no sólo renunciando a los sacrificios humanos, sino condenándolos como la peor de todas las abominaciones. La siguiente en gravedad fue la prostitución sagrada a beneficio del templo de Moloc, para que nunca faltasen víctimas humanas en el altar de este dios cananeo. 

Éxodo 13,2: Santifícame todo primogénito varón que abre cada matriz entre los hijos de Israel, entre hombres y bestias. Es mío. 13,12: …los machos le pertenecen a Jehová. 13.13: Y todo primer parto de asno lo has de redimir con una oveja, y si no quieres redimirlo, entonces tienes que quebrarle la cerviz. Y todo primogénito de hombre entre tus hijos, lo has de redimir. Levítico 12,6: Entonces, al cumplirse los días de su purificación por hijo o por hija traerá un carnero joven en su primer año para ofrecerlo en holocausto y un palomo o una tórtola para una ofrenda por el pecado. A la purificación corresponde el palomo o la tórtola (cfr. 15,14-15 y 15,29-30). Éstas son las primeras leyes.

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