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Por Ferran Martínez Aira

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Cuando Burdeos “oh la la” te seduce en todos los sentidos  

Por Ferran Martínez-Aira

Aterrizamos con VUELING en el aeropuerto de BURDEOS ochenta minutos después de despegar en la T1 de la Ciudad Condal. Nada más salir de la terminal nos subimos al tranvía A, que en poco más de media hora nos deja en el centro de Burdeos. Trasbordamos al tranvía B. En seis minutos llegamos en “Gambetta” a dos pasos de nuestro alojamiento.

El hotel Tour Intendance es un tres estrellas boutique con servicio esmerado y desayuno incluido, además de infusiones y café en las habitaciones y sales minerales en el baño. Este confortable hospedaje será nuestra residencia durante 48 horas. 

A primera hora de la tarde nos esperan en la CITÉ DU VIN, un faraónico centro cultural con forma de decantador, único en el planeta y dedicado a las civilizaciones del vino en el mundo. Cada año más de 400.000 personas no se pierden detalle durante  las dos horas y media que dura de promedio la visita.

La CITÉ DU VIN abrió el pasado 4 de febrero su nueva Exposición Permanente, ampliamente rediseñada y modificada parta incluir una puesta en escena con equipos digitales, contenidos multimedia y espacios sensoriales que provocan el elogio unánime de los visitantes, que por 22 euros tienen acceso a todas las instalaciones con una degustación incluida en el Mirador de la Cité con vistas de 360 grados a Burdeos.


Se cena temprano en Francia. Nos esperan en la BRASSERIE BORDALAISE de la Rue Rue Saint-Rémi, donde combinan a la perfección clasicismo y modernidad. El gusto por las tradiciones del Suroeste se manifiesta en la mesa y en la animación en los distintos comedores del restaurante con reservados incluidos para grupos.

Para pasear la cena callejeamos por la bella y encantadora Burdeos. Desde el monumental Grand Théatre, cuya plaza rinde homenaje al escultor Jaume Plensa con una de sus caras gigantes, hasta la impresionante Plaza de la Bolsa saludando al Ródano que va atravesando los distintos puentes de la ciudad. De regreso al hotel, vayas por donde vayas, la vieja Burdeos resplandece historia por todos los rincones. Prácticamente todos los edificios datan de finales del siglo XIX. Parece que por aquí, los aviones de la Primera ni la Segunda Guerra Mundial se atrevieron a bombardear Burdeos.
 

Tras desayunar el croissant crujiente de los de verdad, a cinco minutos andando desde nuestro hotel, alquilamos una bicicleta eléctrica en “Pierre qui Roule” (16 Rue Castelnau d’Auros). Nos disponemos a vivir una aventura de 18 kilómetros en las villas de Pessac y Mérignac, a través de viñedos y del conjunto arquitectural Le Corbusier.
 

Al filo del mediodía nos adentramos en el Chateau Pape Clément con sus inmensos jardines y esculturas que propician cientos de fotografías. Nos dan la bienvenida con una degustación de tres de sus vinos. El más caro unos 1.500 euros la botella.
 

Para hacer aún más bucólico el paseo por el Chateau cuando algún caballo amaestrado nos susurra si lo que ven nuestros ojos es de nuestro agrado. Los viñedos comienzan a despertar. Tiempo de poesía. Primavera la sangre altera.

De regreso a Burdeos, divisamos la Universidad donde cursan sus estudios más de 100.000 estudiantes. Juventud divino tesoro se adivina por todos los rincones bordaleses.
 

Si queremos navegar por el Ródano nos acercaremos al Ponton d’Honneur frente al 186 Quai Richeliu. Punto de partida del crucero con degustación a bordo incluida.

Llega la hora de reponer fuerzas en el restaurante gastronómico Racines (59 Rue George Bonnac) regentado por el chef Daniel Gallacher, autor de una cocina original que combina la influencia francesa y las raíces escocesas. Deliciosos todos los menús a partir de unos treinta euros.
 

Nuestro último día en Burdeos lo abordamos de la mano de Jean-Claude Saiz, guía con raíces burgalesas, que atiende de manera prodigiosamente documentada en la oficina de turismo (12 cours du 30 juillet). Un paseo con nuestro cicerone que nos conduce primero a visitar la estatua de Francisco de Goya y Lucientes junto a la Iglesia de Notre-Dame du Chatelet, para adentrarnos a continuación por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Burdeos nos ha conquistado. “Oh la, la c’est magnifique”. No olvidaremos Burdeos. Jean-Claude cita al ex alcalde Alain Juppé como el artífice de la movilidad que experimentó la ciudad durante su mandato. El trazado de las cuatro líneas de tranvía fueron proyectadas desde su consistorio.
 

Cuatro líneas de tranvía modélicas que proporcionan la movilidad por toda la ciudad, compartiéndolo con miles de ciclistas de cualquier edad, que transitan cívicamente por sus calles. La Catedral, de Saint André, la Plaza del Parlamento, la Puerta Gailhau o el Monumento a los Girondinos son algunos de los lugares de visita obligada en la vieja y a la vez moderna Burdeos, que gobernada por políticos que piensan en sus ciudadanos han sabido priorizar e incluso mejorar la belleza de edificios y plazas tal y como se concibió en 1870. Qué envidia.
 

Brindamos con un Burdeos por uno de los españoles más ilustres que eligió esta ciudad que te seduce desde que la pisas: Va por tí Francisco de Goya y Lucientes. La estatura del pintor, donada por el Ayuntamiento de Madrid, se erige junto a la Iglesia de Notre Dame du Chatelet. En la ventana de su casa en la Rue Intendace hay una placa que recuerda que el artista moró sus últimos cuatro años de vida

 

 

 

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