POEMAS Y POETAS IMPRESCINDIBLES  1 - 2 - 3


 

LA PRIMAVERA BESABA
 
 La primavera besaba
 suavemente la arboleda,
 y el verde nuevo brotaba
 como una verde humareda.
 
 Las nubes iban pasando
 sobre el campo juvenil...
 Yo vi en las hojas temblando
 las frescas lluvias de abril.
 
 Bajo ese almendro florido,
 todo cargado de flor
 -record�-, yo he maldecido
 mi juventud sin amor.
 
 Hoy, en mitad de la vida,
 me he parado a meditar...
 ï¿½Juventud nunca vivida
 qui�n te volviera a so�ar!
 
 
Antonio Machado

 

 Mi coraz�n no puede con la carga
de su amorosa y l�brega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.


Ya es coraz�n mi lengua lenta y larga,
mi coraz�n ya es lengua larga y lenta...
�Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.

Mi coraz�n no puede m�s de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.

Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia m�, medio hacia el hoyo.

 Miguel Hern�ndez

De libro "El rayo que no cesa"

Arriba

 


 

LA LLUVIA

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cay�. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le revel� una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrar� en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Jorge Luis Borges
Del libro "El otro, el mismo"

Arriba

 


El �ltimo amor 

I

 Amor m�o, amor m�o,
Y la palabra suena en el vac�o. Y se est� solo.
Y acaba de irse aquella que nos quer�a. Acaba de
salir. Acabamos de o�r cerrarse la puerta.
Todav�a nuestros brazos est�n tendidos. Y la voz
se queja en la garganta.
Amor m�o...
C�llate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio
la puerta, si es que no qued� bien cerrada.
Regr�sate.
Si�ntate ah�, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No
puede volver.
Se ha marchado, y est�s solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en
todo a�n estuviera.
Se est� haciendo de noche.
Ponte as�: tu rostro en tu mano.
Ap�yate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y
lentamente te borra.
Todav�a respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco, deshaci�ndote,
desli�ndote en la noche que poco a poco te anega.

�No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres t�, oh dormido, ah abandonado,
oh solitario.
�Oh, si yo pudiera hacer
que nunca m�s despertases!

II

Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, s�, yo y no otro.
Yo las o�. Sonaban como las dem�s. Daban el mismo
sonido.
Las dec�an los mismos labios, que hac�an el mismo
movimiento.
Pero no se las pod�a o�r igual. Porque significan:
las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen s�lo un suave
sonido,
y cerrando los ojos se pudiese escuchar en el sue�o...
Yo las o�. Y su sonido final fue como el de una
llave que se cierra.
Como un portazo.
Las o�, y qued� mudo.
Y o� los pasos que se alejaron.
Volv�, y me sent�. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoy� mi cabeza en mi mano.
Y dije...

Pero no dije nada. Mov� mis labios. Suavemente,
Suav�simamente.
Y dibuj� todav�a
el �ltimo gesto, �se
que yo ya nunca repetir�a.

III
Porque era el �ltimo amor. �No lo sabes?
Era el �ltimo. Du�rmete. Calla.
Era el �ltimo amor...
Y es de noche. 

Vicente Aleixandre

Arriba


 

A LA INMENSA MAYOR�A

Aqu� ten�is, en canto y alma, al hombre
aquel que am�, vivi�, muri� por dentro
y un buen d�a baj� a la calle: entonces
comprendi�: y rompi� todos sus versos.

As� es, as� fue. Sali� una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber ad�nde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

�Aqu�! �Llegad! �Ay! �ngeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aqu� ten�is, en carne y hueso,
mi �ltima voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y tantos.

BL�S DE OTERO

(Pido la paz y la palabra)

Arriba

 


 

CORAZ�N CORAZA

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche est� de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus im�genes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a m�
porque te escondes dulce en el orgullo
peque�a y dulce
coraz�n coraza

porque eres m�a
porque no eres m�a
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque t� siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes fr�o
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti
Del libro "Noci�n de patria"

Arriba

 


 

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA

De qu� sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atr�s un s�tano m�s negro
que mi reputaci�n -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego t�, pelmazo,
embarazoso hu�sped, memo vestido con mis trajes,
z�ngano de colmena, in�til, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompa�an las barras de los bares
�ltimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todav�a violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te r�es, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podr�a recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen m�s de treinta a�os,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho so�oliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento pat�tico.
Mientras que t� me miras con tus ojos
de verdadero hu�rfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que t� eres fuerte cuando yo soy d�bil
y que eres d�bil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresi�n confusa
de p�nico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez m�s,
la humillaci�n imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevar� a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la m�s innoble
que es amarse a s� mismo!

Jaime Gil de Biedma
"Poemas p�stumos"

 

Arriba