LOS SIMBOLOS
La estrella de Belén
El único, como ya se dijo, que
menciona la estrella de Navidad o de Belén, es Mateo. Dice que la estrella
precedía a los reyes magos hasta que se paro encima del lugar donde estaba
el niño Jesús. Ya en la antigüedad se defendía a la estrella como
verdadera. El teólogo Orígenes (c. 185-253) decía que estaba próxima a la
naturaleza de los cometas. Muchas hipótesis aparecieron para explicar el
"milagro de la estrella de Belén", tratándolo como un fenómeno astronómico
real. Unas hipótesis apuntan al brillante planeta Venus, pero este planeta
ya era conocido en aquellos tiempos, difícilmente pudo ser tomado como
algo extraordinario.
Otros señalan el paso de un
cometa, concretamente del Halley, pero éste ya había transitado por
nuestro sistema solar el año 11 a.C., bastante antes del nacimiento de
Cristo. Los hay también que atribuyen la "estrella" a una supernova
(explosión de un sol cuya brillante luz puede verse durante meses, incluso
de día), pero no hay registros históricos de esa época al respecto pese a
que si lo hay de novas observadas en el 135 a. C. y el 173 d. C. La
opinión más razonable y aceptada la propuso el astrónomo Johanes Kepler en
1606. Para Kepler, la estrella de los magos no fue otra cosa que la rara
triple conjunción de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, estando
el Sol pasando por Piscis. En esta conjunción los planetas se ven como uno
solo, los que los hace una luz muy brillante.
Los cálculos de Kepler
determinaron que la conjunción se dio en el año 7 a. C., lo que resulta
compatible con las fechas asignadas al nacimiento de Jesús esbozadas mas
arriba. Un evento como este se dio en 1940-41 y no se volverá a dar hasta
el 2198. Kepler conocía los comentarios que sobre el profeta Daniel había
escrito en 1497 Arbabanel, un sabio judío. Según Arbabanel la conjunción
de Saturno y Júpiter en la constelación de Pisis había tenido lugar cuando
el nacimiento de Moisés, y tendría lugar otra vez cuando naciera el
Mesías. Arbabanel creía que la liberación traída por el Mesías se
efectuaría de acuerdo con el versículo (24, 17 Números) de la Biblia que
dice "Y de Jacob se levantará una estrella y de Israel surgirá un cetro."
Tal vez el redactor del evangelio según Mateo no hizo más que aprovechar,
con intención mítica, el suceso cósmico. La explicación mas simple
consiste naturalmente en creer que Dios creo una estrella que guiase a los
Reyes Magos y una vez cumplida su misión desapareciera tan rápida y
misteriosamente como había sido creada. Pero Dios usa muchas veces para
sus milagros las causas naturales, y el milagro consiste en que estas se
realicen en el momento y lugar justos.
Los pesebres vivientes
La tradición de los pesebres
vivientes fue iniciada por San Francisco de Asís en Italia. Fue más tarde
cuando se convirtieron en las famosas figuritas de Belén que hoy
conocemos. Por cierto, el típico pesebre que adorna nuestras casas en
Navidad está basado en el evangelio apócrifo (no oficial) denominado
Pseudo Mateo. La tradición cristiana da por cierta la suposición de que el
nacimiento tuvo lugar en alguna de las muchas cuevas calizas que existen
en las cercanías de Belén. En concreto, en una cueva que tenía por todo
mobiliario un pesebre, es decir, un lugar destinado a que coman los
animales.
En este contexto de pobreza, y
en pleno invierno, tiene sentido la entrada en escena del buey y la burra,
animales útiles para el transporte y que con su aliento calentaron
devotamente al niño Jesús. En los primeros pesebres, José aparecía como un
hombre joven, fuerte y sin barba. Pero con el tiempo se le hizo envejecer
y se le dió un aspecto honrado pero cansino, con poco vigor, para que
nadie dudara de la proclamada virginidad de María. Siglos después del
nacimiento de Jesús, los teólogos intentaron datar exactamente su fecha
basándose en los textos de los Evangelios. Propusieron distintos días en
diferentes meses (enero, marzo, abril, mayo) y años, que iban entre el 9 y
el 5 antes de Cristo.
Finalmente, durante el
pontificado de Liberio (352-366) se decide fijar el natalicio de Cristo el
25 de diciembre, fecha en que todos los pueblos festejaban la llegada del
solsticio de invierno, un culto muy popular y extendido al que los
cristianos no habían podido vencer o prescribir hasta entonces. Las
iglesias orientales siguieron y siguen festejando la Navidad en enero.
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