CÓNYUGE
Es cierto
que podemos derivar coniugium de coniungere,
explicando que se pierde la n por dificultad de
pronunciación, con lo que alejaríamos un tanto del yugo
(iugum) los términos "conyugio", "cónyuge" y
"conyugal", pero no, estoy profundamente convencido de que
ahí está presente el yugo con toda su fuerza.
Vinclum
iugale,
atadura al yugo llamaban los romanos sin tapujos al vínculo
conyugal, es decir al matrimonio. Iugale lectus,
"lecho yugal" llamaban a la cama de matrimonio y
iugale foedus "pacto del yugo" al propio matrimonio.
Iugare primis ominibus era "casar en primeras
nupcias". Parece, pues, que les gustaba mentar el yugo
hablando del matrimonio.
Tenemos por
otra parte las expresiones sub iugum mittere,
que nos daría "meter bajo el yugo", presente en nuestra
lengua en la forma "subyugar", del latín
subiugare, y que significa sencillamente "someter";
la expresión iugum pati, "padecer el yugo", un
eufemismo para decir que se es esclavo; y a cervicibus
iugum servile deicere, "sacudirrse de la cerviz el
yugo servil", que significa liberarse de la esclavitud.
Todas esas
referencias paleológicas me reafirman en la convicción de
que fue una conquista cultural de primera magnitud
someter al hombre al yugo del matrimonio (y aquí,
cuando digo hombre no me refiero a la especie humana, sino
al varón, al macho de la especie). Uncir al mismo
yugo al hombre y a la mujer, en cierta manera someter
también al hombre a las tareas reproductoras, puesto que
la mujer ya estaba sometida a ellas, pero en solitario, fue
una gran conquista de la civilización. Por aquello de que
dos tirando del carro pueden más que una.
Se trataba
de imitar a las rarísimas especies en que macho y hembra
asumen las cargas de la crianza de la prole. La fórmula,
uncir a ambos bajo un mismo yugo. Y se entiende bien que en
una época en que la obsesión de buena parte de la humanidad
no es cómo reproducirse, sino cómo frenar la reproducción,
se orienten importantes esfuerzos a desandar el largo camino
que anduvieron nuestros antepasados en pos de una fórmula
para uncir un hombre a una mujer, acondicionando así un
espacio más confortable para la crianza de los hijos, que el
espacio formado sólo por la madre. Es tiempo de sacudirse
yugos viejos que levantan ampollas en cervices jóvenes,
e inventar otros yugos más muelles y más vistosos que
crean ilusión de libertad.
Queda una
pregunta en el aire: la tendencia de la mujer a esforzarse
por tener atado a ella un hombre, y la disposición a pagar
para ello el mismo tributo que pagaba en el matrimonio, ¿es
un residuo conyugal que el tiempo borrará, o es una
inclinación más fuerte que la cultura, con raíces en los
instintos ?