JUAN
CRISÓSTOMO
Procede
del hebreo Yo-hasnam, con el significado de "Dios es
misericordioso". Otra etimología muy cercana es la de Jo-hanan o Jo-hannes, que
significa "Dios está a mi favor". Empezando por san Juan Bautista, la
personalidad de los santos y otros hombres insignes que han llevado este
nombre, es inconmensurable. Es uno de los nombres más grandes de la
cristiandad y uno de los más frecuentes. En efecto, ciento veinte santos
, decenas de reyes y príncipes y papas; de artistas, literatos,
científicos... dan fe de que la grandeza de este nombre nunca ha
conocido barreras.
San Juan Bautista es el príncipe del santoral
cristiano: es el único santo del que se celebra el nacimiento y no la
muerte, y su fiesta, el 24 de junio, es una fiesta solar, de luz y de
fuego, decantación de los más antiguos ritos de la humanidad en la más
grande de todas las fiestas. Mientras Jesús ocupa el solsticio de
invierno (la Iglesia optó por cambiar su titular, al ver que era
imposible suprimir estas fiestas), san Juan toma posesión del solsticio
de verano porque fue imposible erradicar las ancestrales celebraciones
solares. Y fue precisamente el hecho de la vinculación de su nombre a
las fiestas más esplendorosas y más vitalistas, lo que elevó su
prestigio hasta límites que sólo milenios de historia pueden explicar.
Pero no es gratuita la coincidencia entre el ancestral culto solar y san
Juan Bautista. El personaje es de una gran talla: es un Sol menor que
abre camino al gran Sol que es Cristo, con una firmeza que hace temblar
al mismo rey Herodes. Tenía el Bautista una misión, y nada le acobardó.
Preparaba los caminos del Señor. Era La Voz que clamaba en el desierto.
No se callaba cuando no se debe callar: cuando veía los abusos del
poder, no giraba la cabeza, aunque no le afectasen directamente; por eso
acabó su cabeza servida en la bandeja de Salomé. Una cabeza que el mismo
Herodes valoró en la mitad de su reino. San Juan Bautista abrió de par
en par las puertas del cielo a los Juanes, que tras él entraron en
legión: san Juan Evangelista, el discípulo predilecto de Jesús; san Juan
Crisóstomo, uno de los más grandes oradores de todos los tiempos;
san Juan Bautista de la Salle, fundador de las Escuelas Cristianas; san
Juan de la Cruz, el poeta que divinizó el amor humano y humanizó el amor
divino; san Juan I papa, iniciador de la serie de grandes papas que
llegó hasta el humanísimo Juan XXIII; san Juan de Dios, fundador de los
Hermanos Hospitalarios, y así hasta ciento veinte santos. Y a su lado,
engrandeciendo aún más tan gran nombre, infinidad de hombres de toda
época y condición, que han amado y aman este nombre con todo lo que
representa, orgullosos de compartir onomástica con todos ellos.
El
nombre de Juan tiene un encanto y una virtud invencibles. Se impone con
la fuerza positiva del mismo Sol, con la viveza del fuego, con la
fecundidad de la verbena. "Entre los nacidos de mujer, nadie más
grande que Juan el Bautista" . El gran número de Juanes
inmensos que han poblado la historia y han calado hasta el fondo de
nuestros corazones, garantiza para siempre la excelencia de un nombre
que podrá extenderse más, pero no enaltecerse más. ¡Felicidades, Juan!