SANTORAL-ONOMÁSTICA
Santos del
día 12 de Noviembre
Josafat obispo
y mártir; Millán (Emiliano) de la Cogolla, Adalberto, Arsacio, Teódulo y
Nilo el Sinaíta confesores; Aurelio, Publio, Benedicto, Isaac, Mateo
y Cristiano mártires; Benigno, Renato, Cuniberto, Esiquio, Rufo,
Livino y Leodegario obispos; Cumián abad; Paterno monje.
AURELIO
Es un
derivado de aurum, que significa "oro". Entre los muchos derivados de
este nombre, Aurelius sólo aparece en latín como nombre propio, señal
evidente de que es el resultado de la evolución de un nombre común, muy
probablemente aurarius, que significa orfebre, trabajador del oro. Y
siguiendo las leyes de la onomástica, el apodo, que en este caso
correspondía al oficio, se convirtió en nombre. Pero no un nombre
cualquiera, sino el gentilicio de una de las gentes (de las grandes
familias) más influyentes de Roma, la gens Aurelia, de origen
plebeyo, tal como el propio nombre impone, pero que supo hacerse a sí misma
y ocupar un puesto muy relevante en la construcción de Roma. Ni que decir
tiene que la belleza intrínseca del nombre (a nadie desagrada el brillo del
oro), la nobleza del oficio que denomina y la calidad de las personas que lo
llevaron, le añadió cada vez más atractivo, más brillo y más esplendor. No
olvidemos que fue el prenombre del gran san Agustín, cuyo nombre completo
era Aurelio Agustín. Y que en francés y en catalán, a través de auréolus evolucionó
a Auriol y Oriol. Es que realmente se hace amable este nombre
cuando trasladamos al alma las cualidades por las que el oro se distingue de
los demás metales.
San
Aurelio (siglo
V) era obispo de Armenia. Sufrió persecución y fue a refugiarse a Milán,
junto a San Ambrosio, preclaro obispo de aquella diócesis. Les unió una gran
amistad. A su muerte, San Ambrosio le dedicó una bella oración fúnebre
ensalzando sus virtudes. Pueden elegir los Aurelios cuatro fechas para
celebrar su onomástica: el 27 de julio, el 20 de octubre, el 12 y el
18 de noviembre.
Marco Aurelio,
el emperador filósofo, (121-180), era miembro de una distinguida familia
española (la gens Annia), y se llamaba Annio Vero. Pero habiendo sido
adoptado por el emperador Antonino Pío, en agradecimiento se cambió el
nombre por el de Marco Aurelio Antonino. A la muerte de Antonino Pío, pasó a
ser emperador. Su amor a la justicia, su carácter afable y el infatigable
celo con que asumió siempre sus responsabilidades, fueron los grandes
distintivos de su personalidad. Reinó 19 años y hubo de hacer frente a
numerosas sublevaciones en la periferia del imperio, y al problema de los
cristianos en el interior. Entre tantas turbulencias tuvo quietud de ánimo y
tiempo para dedicarse a la filosofía. Adscrito a la corriente filosófica
entonces dominante, el estoicismo, contribuyó a la transición que esta
doctrina propició, desde la concepción romana del hombre, a la concepción
cristiana, diametralmente opuestas.
Las
enciclopedias registran media docena más de Aurelios famosos, entre los que
destaca un rey de Asturias (768-774). Se le asocia con la leyenda del tributo
de las cien doncellas, que cuentan que pagaba a los sarracenos cada año
para evitar la guerra. Las excelencias del nombre de Aurelio no necesitan
ponderación: su sonoridad es deliciosa, evoca imágenes de lo más
reconfortante, tiene santos patronos que le dan brillo también en el cielo,
y los de la tierra jugaron un excelente papel en la historia. Los Aurelios
tienen brillantes espejos en que mirarse. ¡Felicidades!