SANTOS DEL DIA
9 DE ENERO
Eulogio de
Córdoba obispo y mártir; Pedro y Marcelino obispos;
Basilisa y Marciana vírgenes; Vidal, Revocato,
Fortunato, Julián, Anastasio, Celso, Marcionila, Epicteto,
Jocundo, Segundo, Pusilana y Favila mártiresk; Adrián
abad.
EULOGIO
El nombre
tiene su virtud: viene del griego
eu
(eu), que significa "buen", "bien", más
logioV
(lógios), derivado de
logoV
(lógos) que significa "palabra", "razonamiento", de
manera que el nombre en su conjunto viene a significar "el
que habla bien", "el buen razonador". Y como si la persona
hubiese sido marcada por el nombre, San Eulogio de
Córdoba se distinguió justamente por su valentía en defender
a los mártires de Córdoba y por la brillantez de su
razonamiento.
Se desconoce
la fecha de nacimiento de Eulogio, que hubo de ser en
el primer cuarto del siglo IX. Hijo de ilustre familia
hispanorromana, recibió una esmerada educación y tuvo trato
con todas las personalidades de la Iglesia hispana. Estaba
llamado a ser el paladín de la lucha contra la intolerancia
de Abderramán II y su sucesor Mohammed I contra los
cristianos de Córdoba.
Es el caso que
el péndulo de la intolerancia se detuvo esta vez en los
musulmanes. El califa Abderramán, deseoso de rendir un buen
servicio a la fe islámica y de ir aumentando la presión
sobre los cristianos para llevarlos al buen camino, acabó
provocando una avalancha de martirios voluntarios que
estaban creando una gran inquietud en el califato. Eran cada
vez más los cristianos y cristianas que deseosos de ganar el
cielo mediante el martirio, se presentaban a las autoridades
islámicas a confesar su fe; por lo que no les quedaba a
éstas más remedio que aplicarles la ley, condenándolos a la
pena de muerte, a menudo acompañada de tanto mayores
suplicios cuanto más se empecinaban estos mártires
voluntarios en confesar su fe. Los débiles sucumbían al
tormento y renegaban de la fe. Por eso los verdugos
redoblaban las torturas por ver si les hacían abjurar, pero
esos eran los menos.
Alarmado
Abderramán por esta situación, convocó un concilio de los
obispos y metropolitanos de la España sarracena, para que
condenasen y anatematizasen a los que se presentaban
voluntariamente al martirio. Toda la jerarquía eclesiástica
se puso del lado de Abderramán, menos Eulogio y el obispo de
Córdoba, Saulo. El concilio no se atrevió a ir ni contra las
directrices de Abderramán ni contra la razón tan clara y
ardientemente defendida por éstos. Emitió, por tanto, un
decreto ambiguo, condenando lo que condenaba el sentido
común.
Al morir el
año 858 el obispo de Toledo, los prelados de aquella
provincia decidieron elegir para ocupar su lugar al valiente
defensor de los mártires. No consintió el sucesor de
Abderramán, Mohammed I, tal afrenta; sino que antes de que
pudiera ser consagrado obispo, lo hizo ejecutar.
Los pocos que
llevan hoy este nombre pueden sentirse orgullosos del mismo,
tanto por su belleza intrínseca como por la belleza y la
gloria que le añadió San Eulogio de Córdoba
con su sabiduría y valentía. |