La Navidad de El Almanaque
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Temas navideños

LAS VELAS

Situémonos en la cena de Nochebuena. Es la gran velada del año (la otra es la de san Juan, antaño igual de importante, pero hoy casi extinguida). Una velada como Dios manda no puede quedar apagada por la luz eléctrica. Si queremos que en esa cena se evoque el misterio de la luz, que es uno de los símbolos de la Navidad, hay que darles a las velas su parte de protagonismo.

No podemos olvidar, en efecto, que la Navidad es la cristianización de la más antigua de las fiestas de la humanidad: la del solsticio de invierno. ¿Por qué ha sobrevivido esta fiesta a lo largo de los milenios, y sin embargo la del solsticio de verano ha tenido sus altibajos? La razón es obvia: Ésta es la celebración astronómica en que la luz vence a las tinieblas, en que empieza a acortarse la noche y alargarse el día; algo ansiosamente esperado por nuestros remotísimos antepasados que instituyeron esta celebración.

Es, pues, una fiesta de luz, luz que vence a las tinieblas durante la noche, en la vigilia, llamada también vela. Precisamente de ahí procede esta palabra, del latín vigilia, que se llama así a partir del verbo vigilare, que denominó las noches en vela, porque era en este tramo horario cuando era más importante la vigilancia. Las horas de la noche las dividían los romanos en vigilias. De ahí que a todas las actividades realizadas de noche, una vez desaparecida la luz del sol, se las llamase vigilias o veladas porque además en ellas las velas eran imprescindibles.

Las velas desde el momento en que se descubrieron, que fue allá por el siglo IX. Antes la luz para las veladas se obtenía de teas (grandes puntos de luz), astillas resinosas de pino y candiles o lámparas de aceite u otras grasas; que no era nada fácil obtener luz por la noche. Y además de los focos (¡"fuegos"!), teas, velas, lámparas, linternas, faros, faroles, farolas, candelas, candiles y demás formas de producir luz, se necesitaban los soportes, que fueron básicamente los veladores (soportes de velas), los candeleros (portadores de una sola candela), los candelabros (portadores de dos o más candelas) y las lámparas (palabra importada del griego). En la basílica de San Juan de Letrán, en Roma, donada por Constantino el Grande a la iglesia, el número de puntos de luz (aún no eran velas entonces) que soportaban los lampadarios del templo, era de 8.700. Es que se necesitaba esa ingente cantidad de lámparas para dar algún esplendor por la noche a la basílica.

Por una parte la institución de las vigilias o veladas (de las noches en vela) celebrando las más grandes solemnidades del año; y por otra la creación y perfeccionamiento de las velas, le llevaron a la humanidad muchos siglos como para que arrumbemos esas grandes conquistas sólo porque tenemos luz eléctrica. Pero es que además el enorme valor simbólico de las velas (¡que no tiene la electricidad, con ser tan perfecta!), no es posible desestimarlo sin más. Son cosa demasiado grande. Forman parte de toda la liturgia, con especial significación en la Navidad (iniciada en las velas del Adviento), en Semana Santa, con el rito de la Luz nueva, en el bautizo, y en la Candelaria, con la que se cierra oficialmente el ciclo de fiestas navideñas: ese día se desmontan los Belenes y se bendicen las velas que se necesitarán en casa durante todo el año para los usos domésticos, para ahuyentar las tormentas, para honrar a los santos.

Tan importantes fueron las velas, que con ellas se contaba el tiempo de las veladas. De ahí la expresión "Quedarse a dos velas", es decir con casi nada; y las expresiones de su sinónimo candela. En las subastas se medía el tiempo con una vela; por eso "Acabarse la candela" significaba que se había agotado el tiempo de pujar. "Estar con la candela en la mano" y también "Acabársele a uno la candela" significa estar agonizando, porque así se celebraban la extremaunción y las recomendaciones del alma. Ir "A mata candelas" es llevar las cosas por la tremenda, pues en el rito de la excomunión se apagaban en el agua las candelas con que se representaba al fiel al que se le castigaba con esa pena.

Las velas, en fin, llevan acumulada la carga cultural y simbólica de la luz que rompe las tinieblas y las vence ocupando su lugar; de la victoria del bien sobre el mal en sus propios dominios; del triunfo del día sobre la noche precisamente en los dominios de la noche; de la victoria metafórica del bien sobre el mal. Por eso la luz de las velas, con ser más tenue, tiene mucha más fuerza y más vida que la fría luz eléctrica. He ahí por qué la vela encendida es símbolo de la Navidad y de tantas cosas positivas ligadas a ella.

 

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